"El mundo detesta el cambio. Sin embargo, es lo único que trae progreso" Charles Kettering
Algunas ideas son adoptadas con una velocidad prodigiosa, mientras otras pueden tardar generaciones. ¿Por qué? La respuesta la encontramos en la inmediatez de la gratificación que brindan una y otras.
Para entender mejor, veamos la fascinante historia de dos innovaciones cruciales en la historia de la medicina y la humanidad, publicada por la revista The New Yorker y escrita por el genial Atul Gawande. La primera demostración pública de la anestesia fue en 1846. El cirujano de Boston Henry Jacob Bigelow fue abordado por un dentista local llamado William Morton, quien insistió en que había encontrado un gas que podía hacer a los pacientes insensibles al dolor de la cirugía. Eso era una declaración dramática. En aquellos días, incluso una extracción dental menor era insoportable. Sin un control efectivo del dolor, los cirujanos habían aprendido a trabajar contra el reloj. Los asistentes amarraban a los pacientes mientras estos gritaban y peleaban hasta que se desmayaban debido a la agonía. Ningún intento anterior había hecho mucha diferencia en cuanto al control del dolor. Sin embargo, Bigelow accedió a presenciar la demostración de Morton.
La noticia de la anestesia se extendió de forma asombrosa y en menos de siete años su uso era común en casi todos los hospitales de Europa y Norteamérica. Sin embargo el mismo entusiasmo no fue experimentado por otro gran avance de la medicina:
Sepsis (infección) era el otro gran flagelo de la cirugía. Era la principal causa de muerte de los pacientes quirúrgicos, cobrándose la vida de casi la mitad de aquellos que se sometían a grandes operaciones, como la reparación de una fractura abierta o la amputación de una extremidad. La infección era tan frecuente que se pensaba que la supuración —la secreción de pus en una herida quirúrgica— era una parte necesaria de la curación.
No fue así, tardaría toda una generación (casi 30 años) en ser de uso común. La diferente gratificación ofrecida por las dos innovaciones hizo que una se adoptara masivamente y la otra siguiera un camino (mucho) más lento.
La anestesia mejoró de manera inmediata las condiciones tanto para cirujanos como para pacientes. Los pacientes eran operados en condiciones menos dolorosas y los cirujanos podían trabajar en un entorno más calmado. Con las infecciones no ocurrió lo mismo, mientras que para los pacientes los beneficios eran evidentes (no palmaban), para los cirujanos y personal hospitalario implicaba más trabajo. Además, dado que las muertes por infección no ocurren en mitad de la operación, los beneficios de los nuevos procedimientos no eran palpables de inmediato. Hoy existen numerosos ejemplos de ideas que tardan en ser adoptadas debido a la dilación en ser percibidos sus beneficios. Mientras que YouTube, tardó solo 16 meses en apoderarse del mundo (igual ocurrió con el Iphone, Facebook y Twitter), otras ideas con beneficios mayores para la humanidad todavía se discuten. Ese es el caso de los alimentos excesivamente azucarados, el calentamiento global, la reforma a la educación y muchas otras más. ¿Cómo podemos acelerar la adopción de ideas lentas que se atascan? Los agentes comerciales de las empresas farmacéuticas conocen una buena técnica. La mayoría de los médicos son reticentes a la hora de probar nuevos procedimientos y medicinas. Los comerciales, conocedores de ello, usan un método que denominan “La regla de los siete toques”. Esta consiste en tener siete interacciones con los médicos antes de pedirles que prueben un nuevo medicamento. Ellos saben que la única forma animar a los médicos a probarlos es si confían en ellos y, dado que la confianza no se establece de inmediato, los visitan por lo menos siete veces. La fórmula de los siete toques también es efectiva para crear cambio dentro de las organizaciones. Cuando las directivas quieren que una nueva política o nuevo comportamiento sea adoptado, usualmente emiten un memorando o crean un vídeo esperando que sea visto y acatado por todos. Pero no sucede así, cambiar es difícil. Por eso es necesario comunicar una y otra vez antes de ver resultados. Así que la próxima vez que quieras ser una agente de cambio, prepárate para insistir. Siete veces. Sin tirar la toalla.
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"Si piensas que eres muy pequeño para crear impacto. Prueba irte a dormir con un mosquito"
Anita Roddick
Cuando alguien pide consejo sobre qué rumbo profesional seguir, la respuesta más común que recibe es: “sigue tu pasión”. Incluso Steve Jobs, en su ya mítico discurso de graduación en la Universidad de Stanford, señalaba en la misma dirección:
La única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que haces. Si no lo has encontrado aún, continúa buscando. No te conformes. Como ocurre con todas las cosas del corazón, lo sabrás cuando lo encuentres.
También las redes sociales están inundadas con frases de ese tipo: “elige un trabajo que te guste y nunca más tendrás que trabajar en tu vida” (atribuida correcta o incorrectamente a Confucio. No lo se).
Este tipo de consejo, sin ser incorrecto, puede ser mal entendido y confundir. Cuando hablamos de sigue tu pasión, tendemos a pensar en un contexto personal, en aquellas actividades que nos gusta llevar a cabo. Como si el mundo girara en torno nuestro. Hace unos días leí en la red que uno de los empleos con que muchos soñábamos era cuidar las casas de verano de los millonarios, pues durante la mayor parte del año se hace muy poca cosa. Alguien que por ejemplo le apasiona ver todo el día reality shows y tele-basura, podría conseguir un trabajo de esos y vivir a tope su pasión. Sin embargo, creo que cuando esa persona haga un balance de su vida, encontrará que su contribución al mundo fue muy pobre. Por eso, cuando hablamos de seguir tu pasión, resulta apropiado pensar en términos más amplios, en vez de pensar en actividades personales podemos pensar en causas o en términos de contribución. Todos tenemos causas que nos apasionan, esas que cuando nos las mencionan se nos ilumina el rostro y empezamos a hablar de ello sin parar. Algunos sienten una conexión especial por la educación, otros por una vida saludable, los animales, la pobreza… Una de las causas más nobles que conozco es alimentar y cuidar de tu familia. Pensar en términos de causa o de contribución nos brinda una perspectiva más amplia. Dentro de toda carrera es muy posible que haya actividades que no nos gusta hacer, pero si sabemos que son necesarias para cumplir con nuestra misión, se hace menos fatigoso el padecimiento. La realidad es que muchas personas que han tenido vidas profesionales gratificantes, no siempre amaron lo que hacían. Por lo menos, no todas las actividades. Es posible no amar lo que se hace y tener una carrera iluminada por la excelencia y, además, satisfactoria. Curtis Martin (1973) ha sido uno de los mejores corredores de football americano de la historia, tiene la cuarta mejor marca de todos los tiempos de yardas corridas. En 2012 fue elegido como miembro del Salón de la Fama de ese deporte. Durante su discurso sorprendió a todos cuando reconoció que no le gustaba el football americano, incluso, también reconoció que detestaba correr. Hoy en día, ya retirado, practica boxeo para estar en forma pues no quiere correr nunca más. ¿Cómo pudo Curtis alcanzar ese nivel de excelencia en una actividad que detestaba? Cuando llamaron a Curtis a su casa para ofrecerle un contrato profesional, el de inmediato aceptó, no obstante, apenas colgó el teléfono sus palabras fueron: “oh Dios mío, yo no quiero jugar football”. En su casa se encontraba su pastor, Leroy Joseph, quien se encargó de hacerle ver que una carrera en la NFL le permitiría llevar a cabo las cosas por las cuales sentía verdadera pasión. Curtis deseaba profundamente poder ayudar a madres solteras de escasos recursos y a niños provenientes de hogares rotos que sufrieron abusos. Cuando firmó su contrato destinó el 12% de sus ingresos a su causa (hoy destina el 20%). En su discurso continuó diciendo: “Yo sabía que la única manera que iba a tener éxito en este juego llamado football es si jugaba por un propósito más grande que el deporte en sí, porque sabía que el amor por el juego no estaba en mi corazón.” Incluso Jobs, al final de sus días, reconocía la necesidad de contribuir. En una conversación con su biógrafo, Walter Isaacson, poco antes de morir afirmó: “Tienes que crear algo nuevo en el flujo de la historia, algo que sirva a tu comunidad, ayudar a otras personas… de manera que en 20, 30, 40 años... la gente diga, esta persona no sólo tuvo una pasión, también se preocupaba por hacer algo de lo cual otras personas pudieron beneficiarse” En momentos en que el nivel desempleo es absurdo, cuando suficiente privilegio es tener uno, parece tonto pedir que además sea gratificante. Sin embargo, yo creo que tenemos más oportunidades de conseguir uno y brillar, cuando nuestro trabajo nos ilusiona, cuando servimos a una causa más grande que nosotros mismo. La próxima vez que te cuestiones por tu vocación, hazle caso a Aristóteles, hace más de 2.000 años nos señaló el camino con su sabiduría: “Donde tus talentos y las necesidades del mundo se cruzan, ahí yace tu vocación”
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"El problema del mundo es que los estúpidos están seguros de sí mismos y los inteligentes llenos de dudas" Bertrand Russell
Con el paso de los años vamos aprendiendo cosas y ganando experiencia. Ese conocimiento adquirido lo usamos para crear modelos mentales. Un modelo mental es un mecanismo por el cual intentamos explicar cómo funciona el mundo, estableciendo relaciones de causa y efecto.
Desarrollamos modelos mentales para todo tipo de situaciones, desde cómo alimentarnos (todos tenemos un modelo mental que predice que si comemos mucho dulce engordamos), como conducir, hasta modelos mentales que desarrollamos para tomar decisiones profesionales. El repostero experimentado sabe que los ingredientes y las masas se comportan de manera diferente en condiciones de frío o calor; o si hay humedad o no. Por el contrario, el aficionado que descarga una receta de Internet, no tiene incorporado a su repertorio estos modelos mentales que le permiten considerar todas estas variables que afectan el resultado de su obra. Los modelos mentales son necesarios para conducir nuestra vida con fluidez, nos ahorran tiempo y esfuerzo. Si no dispusiéramos de ellos, cada situación a la que nos enfrentamos sería como si la viviéramos por primera vez, sin beneficiarnos de experiencias vividas con antelación. Dichos modelos nos permiten hacer muchas cosas en modo automático y ahí radica uno de sus problemas. En ocasiones tendemos a confiar demasiado en ellos y nos convertimos en pensadores perezosos. Algunas veces intentamos aplicar modelos a situaciones donde no son útiles. Por ejemplo, algo que funciona en un tipo de mercado no necesariamente funciona en todos los demás. Otras, los modelos que tenemos son falsos. A muchos de nosotros nos pasó que cuando éramos niños, alguien, en cuyo juicio confiábamos, nos dijo una ‘verdad’ que asumimos e incorporamos como modelo mental. Pasados los años descubrimos que eso era falso, pero durante un tiempo estuvimos operando bajo una premisa incorrecta. Para evitar caer en la trampa de aplicar modelos mentales errados o que no ajustan a una situación específica debemos recurrir al pensamiento crítico. El pensamiento crítico es proceso mediante el cual examinamos opiniones o creencias que solemos aceptar como verdaderas. Mediante la razón y el conocimiento intentamos llegar a posturas más razonables en la vida. El pensamiento crítico es una forma de prevenir el exceso de confianza que depositamos en nuestros modelos mentales, también nos ayuda a identificar sus debilidades. El Dr. Gary Klein desarrolló una herramienta de pensamiento crítico —El Análisis Pre-mortem— muy útil en situaciones donde tenemos que lidiar con nuevas iniciativas, nuevos procesos, innovación, creación de estrategia o cambios drásticos en tecnologías o recursos humanos. En estas situaciones, por ser nuevas, no tenemos almacenados patrones que nos permitan tomar decisiones acertadas. El riesgo aquí es que tratemos de aplicar los modelos que aplicamos en el pasado con la esperanza de que funcionen en esta nueva situación, sin someterlos al pensamiento crítico. Un análisis pre-mortem es un proceso que se debe utilizar después de haber decidido un curso de acción a seguir, pero antes de tomar los primeros pasos. Se pide a todos los involucrados que imaginen que la acción propuesta se implementó y que fracasó miserablemente. Esto debería poner a todos en un marco mental diferente, llevándolos del entusiasmo por una nueva idea a la investigación de las razones del fracaso. ¿Qué salió mal? ¿Por qué ocurrió este fracaso? Usted y cada miembro de su equipo deben enumerar individualmente todas las razones de este fracaso. La clave aquí es que al ponerse en una mentalidad de fracaso real, usted debería ser capaz de pensar en nuevas posibilidades que no fueron tenidas en cuenta durante el proceso de planificación.
El análisis pre-mortem es una gran herramienta que nos permite evitar el exceso de confianza en nuevas iniciativas. Espero que te resulte útil cuando te enfrentes a situaciones con altas dosis de incertidumbre. Por hoy, no es más. Bye-bye.
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Quien aspire a ser un profesional destacado debe conocer qué están haciendo los líderes de su sector, aquellos que están a la vanguardia de su práctica. Quien no lo haga se arriesga a la obsolescencia y a la irrelevancia. Empresarios y emprendedores también deben conocer qué están haciendo quienes dominan su mercado, más aún si estos son competidores.
En nuestra vida profesional la competencia es inevitable, competimos por puestos de trabajo, por contratos, por clientes, por proveedores y por muchas cosas más. Esa es la razón por la cual es necesario fijarnos en que hacen los demás: para permanecer competitivos y con opciones de ganar. Sin embargo, conocer no significa obsesionarse. La mayor parte de nuestra atención y tiempo la debemos dedicar a mejorarnos, a nosotros o a nuestra empresa. Es saludable conocer qué hacen los demás, pero es imprescindible trabajar en nosotros mismos. Trabajar para cada día ser mejores y ofrecer mejores soluciones. Lo que resulta saludable en el plano profesional, es malsano en nuestra vida personal. Aquí la competencia no es provechosa, es fuente de ansiedad e infelicidad. A pesar de ello, todo el tiempo nos estamos comparando y compitiendo. Nos preocupa si nuestros vecinos, amigos o colegas, son más exitosos, lucen mejor, sus hijos se comportan mejor o parecen más listos. Este comportamiento es irracional, porque es una competencia que jamás podremos ganar. Jamás podremos ser superiores a todos en todas las cosas que desearíamos. Siempre habrá alguien que la tenga más grande, con el rancho más grande, que esté más en forma y con hijos más listos que los nuestros. Peor aún, cuando nos comparamos ponemos el foco en la persona equivocada. Nosotros no tenemos control sobre lo que hacen o dejan de hacer los demás; ni sobre su genética ni su buena suerte. Sobre lo que sí tenemos control es sobre lo que hacemos. Es ahí donde debemos concentrar nuestros esfuerzos y establecer comparaciones. Debemos esforzarnos por ser cada día mejores y compararnos con la persona que éramos ayer. Aristóteles advertía sobre la falsa creencia de que la felicidad llega cuando llegan riqueza, fama, honores o mediante el placer. Para el filósofo, la verdadera felicidad (eudaimonia) solo llega a través del cultivo de la excelencia (areté), cuando nos esforzamos por ser cada día mejores personas, más compasivos, amables, amorosos, íntegros… Miguel Ángel afirmaba que “toda piedra lleva una estatua adentro y la labor del escultor es descubrirla”. Nosotros somos los escultores de nuestra propia grandeza y es nuestra obligación descubrirla. Mientras compararnos con los demás es una batalla perdida que solo produce infelicidad, esforzarnos cada día por ser mejores y evaluar nuestros progresos nos lleva en sentido contrario: hacia una vida más satisfactoria y una felicidad más estable. Lo mejor de todo es que podemos empezar a ser más felices en este mismo instante; ahora mismo podemos dejar de compararnos con otros y empezar a esculpir nuestra grandeza.
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"Los humanos hemos perdido la sabiduría de descansar y relajarnos genuinamente. Nos preocupamos demasiado. No permitimos que nuestros cuerpos se curen. No permitimos que nuestros corazones y nuestras mentes se curen" Thich Nhat Hanh
Ser super-productivos es un anhelo de todos. Descargamos aplicaciones para aumentar nuestra eficiencia, elaboramos listas de tareas, recordatorios en post-it... Todo con el fin de sacar el mayor partido del tiempo.
Manejar de manera eficiente el tiempo es importante, no voy a ser yo quien contradiga lo obvio. Pero el tiempo es el que es, el día tiene 24 horas y no podemos hacer nada para cambiar eso. Aunque nada podemos hacer para sumar horas al día, en lo que sí podemos influir es en nuestros niveles de energía a través de él. Los atletas saben que un buen entrenamiento está compuesto por períodos de actividad intensa y recuperación. Esto, que para los deportistas resulta obvio, no lo aplicamos a nuestro trabajo. Nosotros no estamos hechos para funcionar a máxima velocidad de forma continua durante largos períodos de tiempo. La ciencia señala que cuando lo hacemos mejor es cuando alternamos rítmicamente entre esfuerzo y descanso, entre gasto y recuperación de energía. Trabajamos mejor si esprintamos y a continuación descansamos. Sin embargo, nuestra forma de trabajar se parece a una maratón, realizamos un esfuerzo continuo y agotador durante un tiempo prolongado. Para rendir al máximo, tanto física como mentalmente, debemos tener a lo largo del día periodos de descanso que permitan renovar nuestras energías. Esos periodos de recuperación no son pérdida de tiempo, son etapas donde recargamos las energías y que nos permiten ser mucho más eficientes en el siguiente ciclo. Cuando consideramos los períodos de descanso como una pérdida de tiempo, estamos partiendo de la creencia equivocada que los humanos podemos trabajar como robots mecánicos de una cadena de ensamble, o como ordenadores. Pero no es así. Necesitamos descansos regulares que nos permitan recobrar energía y concentración. Si a lo largo de la jornada no tenemos espacio para renovar fuerzas, nuestro rendimiento cae dramáticamente. Perdemos agudeza mental, tomamos peores decisiones, ahuyentamos la creatividad y disminuye la capacidad de concentración. Todo esto hace que nuestra productividad se frene haciendo que al final del día hayamos hecho menos y, seguramente, de menor calidad. Los beneficios mentales de los descansos es algo que podemos comprobar fácilmente. La próxima vez que, después de haber trabajado sin interrupciones, te encuentres atascado escribiendo un memorando importante, o una propuesta comercial para un cliente, o cualquier otra tarea que demande creatividad y concentración, prueba a dar un paseo, sal a caminar 10 o 15 minutos y verás como, al regreso, las ideas fluirán de nuevo casi sin esfuerzo. El escritor Henry Miller afirmaba: “la mayor parte de la escritura ocurre lejos de la máquina de escribir, lejos del escritorio. Yo diría que ocurre en los tranquilos, silenciosos momentos, mientras usted está caminando…” La necesidad y beneficios de parar es algo que ya saben algunas de las empresas líderes en el mundo, esa es la razón por la que en Google podemos encontrar gimnasios, videoconsolas, toboganes, comidas saludables, zonas de siestas. Para manejar tu energía como un profesional, te dejo cuatro consejos: Dormir bien. Esta es la piedra angular de todo, si fallamos en descansar las horas adecuadas (entre 7 y 9) todo el día iremos faltos de energía y con una espesa bruma en nuestra mente que bloque las ideas. Programe los descansos. Una investigación llevada a cabo por Draugiem Group encontró que los empleados más productivos trabajaban llevando a cabo sprints de 52 minutos y recuperaciones de 17. Por ahí puedes empezar. Ejercicio. El ejercicio físico moderado es una gran forma de recuperación de energía. Caminar es quizás la mejor opción y la más utilizada por poetas, filósofos y escritores. Siesta. Cuando mejor funciona nuestro cerebro es dentro de las cuatro horas siguientes a despertarnos. Tomar una pequeña siesta es como disfrutar de un nuevo amanecer a mitad del día. El tiempo de reposo no es tiempo desperdiciado, es productividad ganada. Ahora que ya descansaste, y de paso aprendiste algo, ponte a trabajar de nuevo ;)
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"Las más grandes virtudes son aquellas que son útiles a los demás" Aristóteles
Gandhi, Mandela, Martin Luther King Jr., Steve Jobs, Henry Ford y tantos otros que a través de la historia se destacaron por haber realizado gestas épicas, son, sin lugar a dudas, personajes llenos de talento. Algunos fueron buenos comunicadores, otros visionarios, estrategas, prodigios informáticos… Sin embargo, no fue su indiscutible talento lo que los situó en tan distinguido lugar. Fue su carácter. Es el carácter, no las habilidades, lo que conduce a la grandeza.
En los medios de comunicación todos hemos visto como personajes llenos de talento ( deportistas, músicos, actores, empresarios) se derrumban a la vista de todos por fallos de carácter. Toda gran crisis personal se origina en el carácter del individuo. El carácter es el conjunto de cualidades morales que posee (o no) un individuo. El concepto de carácter abarca la existencia o ausencia de virtudes tales como empatía, coraje, fortaleza, lealtad y muchas más. Según Aristóteles, quizás el más grande pensador en la historia de la humanidad, el objetivo último de todo ser humano debería ser el desarrollo del carácter. Sin embargo, a pesar que el carácter resulta trascendental en la formación de todo individuo, con tristeza vemos que en la mayoría de sistemas educativos no se cultiva. El énfasis se pone en la adquisición de habilidades. Para alcanzar posiciones de liderazgo dentro de una empresa, para producir cambios dentro de la sociedad o para construir compañías que se ganen los corazones de los clientes, no basta con ser un individuo talentoso, se debe poseer una serie de virtudes que formen el carácter apropiado. Aqui relaciono diez virtudes importantes para todas las personas y aspirantes a líderes, aunque de ninguna manera son las únicas: Sabiduría. Para los antiguos griegos la sabiduría era la virtud de las virtudes, de ella dependían todas las demás. Sabiduría significa buen juicio. Esta nos permite tomar decisiones que son buenas para nosotros y para los demás. Justicia. Justicia significa respetar los derechos de todas las personas. Dado que nosotros mismos somos personas, justicia también significa respetarnos a nosotros. La capacidad de indignación ante las injusticias inspira a los ciudadanos a luchar y construir sociedades más justas. Fortaleza. La fortaleza permite a las personas hacer lo correcto en situaciones donde es difícil hacerlo. Con frecuencia la decisión correcta es la decisión difícil. Debemos procurar tomar siempre la decisión dura y correcta en lugar de la fácil y equivocada. Dominio de sí mismo. Esta es la capacidad de gobernarnos a nosotros mismos. Regular nuestro temperamento, apetitos y pasiones. Es el poder de resistir la tentación, de diferir las gratificaciones en servicio de más altas y más distantes metas. Amor. Esta es la disposición de hacer sacrificios personales en bien de otros. El amor es una virtud que engloba otras virtudes, tales como: empatía, compasión, amabilidad, generosidad… El amor es una fuerza poderosa que impacta tanto al que lo recibe como al que lo da. Actitud positiva. Si tienes una actitud negativa te conviertes en una carga tanto para ti, como para los demás. El líder obtiene resultados mediante la gestión de las relaciones con sus seguidores, solo un líder con actitud positiva es capaz de obtener el 100% de sus colaboradores. Trabajo duro. No existe un talento tan grande que no tenga que trabajar duro. No hay sustitutos para el esfuerzo. Integridad. La integridad es coherencia moral. Significa que lo que haces y dices en diferentes circunstancias es consistente, no contradictorio. Gratitud. Esta es el ingrediente secreto de una vida feliz. Las personas que agradecen las bendiciones con las que cuentan llevan vidas más felices. No existe una persona verdaderamente feliz que no esté agradecida por aquello que disfruta. Humildad. Así como la sabiduría es la virtud que gobierna todas las demás, la humildad es la que permite adquirirlas. La humildad es la que nos hace conscientes de nuestras carencias y defectos y nos empuja a querer mejorar. Una de las actitudes más dañinas de los seres humanos es la obsesión por tener la razón, por estar en lo cierto. Se necesita una gran dosis de humildad para reconocer que nos equivocamos, pedir disculpas y enmendar. Las diez virtudes propuestas no pretende ser una lista exclusiva, existen muchas otras. Me encantaría saber cuál añadirías tú, puedes escribirlas abajo en los comentarios.
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"En el mundo moderno de los negocios es inútil ser creativo, un pensador original, a menos que pueda vender lo que ha creado"
William Zinsser en sus recomendaciones sobre cómo escribir hacía hincapié en la simplicidad. Sin embargo, la simplicidad de sus recomendaciones palidece al lado de la simplicidad lograda por David Ogilvy, el genio de la publicidad, en las suyas.
El 7 de septiembre de 1982, Ogilvy envió a todos los empleados de Ogilvy & Mather un memo titulado ‘Cómo escribir’, el cual contenía las siguientes recomendaciones:
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“Siembra un pensamiento y cosecharás un acto;
siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino.” Samuel Smiles
Todos queremos cambiar. Crecer. Evolucionar. La lista de buenos hábitos que quisiéramos adoptar es larga; pero, con tristeza, debemos reconocer que la lista de intentos fallidos lo es aún más.
Con frecuencia es a comienzo de año cuando nos disponemos a desatar la revolución y creamos un extenso catálogo de buenos hábitos que adoptaremos. Sin embargo, la revolución dura poco, en menos de tres semanas las buenas intenciones se han desvanecido. Dejándonos impotentes y desconsolados ante la falta de firmeza de nuestra voluntad. La razón por la cual esas transformaciones masivas fracasan es porque nuestra fuerza de voluntad es limitada, su funcionamiento es parecido al de un músculo. Cuando levantas pesos, llega un momento en que el músculo se agota y se produce el fallo muscular: ya no es posible hacer una repetición más. No obstante, ese músculo durante la noche se repara y se hace más fuerte, permitiendo que en la próxima sesión levantemos un poco más de peso. El fortalecimiento ocurre de manera progresiva. Lo mismo ocurre con nuestra fuerza de voluntad. Cuando ejercemos una presión desmesurada sobre ella, se agota y colapsa. Por eso los cambios masivos no funcionan. La forma como podemos realizar transformaciones radicales en nosotros mismos no es acometiendo todo los cambios en un solo intento, sino uno a uno, un paso a la vez. Esa es la manera como iremos fortaleciendo nuestro músculo transformativo. Leo Babauta, el experto en hábitos, hace unos días publicó un artículo en su blog con la siguiente recomendación: ¿Cómo empezar a trabajar con el hábito de la disciplina cuando se tiene mucho que cambiar?
Durante los últimos cinco años, realizando un cambio a la vez, he podido llevar a cabo una verdadera revolución en mi. Empecé por hacer ejercicio de nuevo; luego mejoré mi alimentación, perdí 25 kilos; en seguida, el inglés. Después, todo se ha hecho más fácil: meditar con regularidad, dejar de ver televisión, pasar de leer unos pocos libros al año a leer casi 100, escribir todos los días...
Lo mejor de todo es que no tenemos que esperar hasta que empiece el siguiente año para transformarnos. Podemos empezar ya, como lo dijo Leo: lavando lo platos. Con una sonrisa.
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"Hoy escapé de la ansiedad. O no, la descarté, porque esta se encontraba dentro de mi, en mis propias percepciones. No afuera"
Marco Aurelio Antonio Augusto (121-180 D.C.) fue emperador del Imperio Romano y uno de los más importantes filósofos estoicos. Su obra, Meditaciones, ha sido reconocida por muchos como uno de los libros sobre los cuales fundamentar la vida.
La filosofía estoica incorpora la razón, la virtud y el dominio de sí mismo como reglas básicas de vida. Marco Aurelio escribió su obra como un ejercicio de auto-reflexión, se habla a si mismo cuando escribe. Probablemente no pensó que iba a ser publicada y menos aún, que iba a tener tanta repercusión a través de los siglos. Después de acabar el libro no puedo si no coincidir con aquellos que piensan que es una obra para leer y releer. Aquí algunas de las frases que más impacto me produjeron: - Cuando despiertes en la mañana, di a ti mismo: la gente con la que hoy trataré serán entrometidos, ingratos, arrogantes, deshonestos, celosos y maleducados. Son así porque no pueden distinguir el bien del mal. Pero yo he visto la belleza del bien y la fealdad del mal, he reconocido que el malhechor tiene una naturaleza parecida a la mía (no de la misma sangre o nacimiento, pero si la misma alma, que es tan divina como la mía). Debido a eso, ninguno de ellos puede hacerme daño. Nadie me puede implicar en la fealdad. Tampoco me puedo sentir enojado con mi pariente u odiarlo. Hemos nacido para trabajar en conjunto, como los pies, las manos y los ojos, al igual que las dos filas de dientes, superiores e inferiores. Obstruirse el uno al otro es antinatural. Sentir ira hacia alguien, darle la espalda: esas son obstrucciones.
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"La abundancia de información da lugar a la pobreza de atención"
La comida rápida, especialmente aquella producida por las grandes corporaciones, es producto de la micro-ingeniería. Hasta el mínimo detalle ha sido pensado para enganchar a la mayor cantidad de consumidores. Y lo han conseguido. Dada la epidemia de obesidad que aqueja a una gran parte del planeta, es innegable su éxito.
El sabor, el crujiente, la masticabilidad, el olor, los colores… todo es minuciosamente probado y comprobado para que tenga la máxima capacidad de enganche. El olor característico de los restaurantes de comidas rápidas, a mi, me resulta tan difícil de rechazar como los cantos de sirenas a los marineros del Mediterráneo. Pero las multinacionales de la alimentación no son las únicas que micro diseñan sus productos. Otro grupo de empresas también lo hace para hacerse con un recurso inestimable: nuestra atención. Fue quizás el ganador del Nobel, Herbert A. Simon, quien primero utilizó el término economía de la atención en 1971: “...en un mundo rico en información, la riqueza de información significa escasez de alguna otra cosa: una escasez de lo que sea que consume la información. Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de quien la recibe. Por lo tanto, la riqueza de información produce pobreza de atención y la necesidad de distribuir eficientemente la atención entre la excesiva abundancia de fuentes de información que la consumen”. ¿Te has fijado en la fecha? ¡1971! ¡Cuando todavía no existían Facebook, Twitter, 4G, Pinterest y demás! Así que como ya lo sabrás, la cosa ha empeorado de manera dramática. La masificación de dispositivos electrónicos móviles ha significado que siempre estemos ‘on line’, siempre al alcance de las multinacionales que quieren desesperadamente que veamos sus anuncios. Sus interfaces, los correos que nos envían, las alertas en el móvil… todo hace parte del intento(?) por captar nuestra atención y de esa manera vendernos sus productos o los de sus anunciantes. Hoy es muy normal que mientras trabajamos tengamos el móvil al lado y le demos una ojeada con frecuencia, si hay algo que llama nuestra atención, caemos en la trampa. El problema con esas pequeñas interrupciones es que tienen un costo enorme en nuestra productividad, coste que a veces ni siquiera notamos. David Rock escribe en su libro Your Brain at Work: Las distracciones están en todas partes. Y las siempre encendidas tecnologías de hoy cobran un alto precio a la productividad. Un estudio encontró que las distracciones en la oficina se comen en promedio 2.1 horas al día.
Como afirmo H. Simon, hoy más que nunca debemos hacer una distribución eficiente de nuestra atención. Tener la capacidad de trabajar por periodos de tiempo con pocas o ninguna distracción, puede convertirse en el arma secreta de un profesional; en su ventaja competitiva.
Aquí algunas recomendaciones simples, pero no fáciles de poner en práctica:
Pretender trabajar la mayor parte del día sin distracciones es tan impensable hoy, como hace algunas décadas. El colega inoportuno ha existido desde siempre. Sin embargo, crear pequeños oasis libres de interrupciones es posible. Y vale la pena.
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Agosto 2022
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