En la vida permanentemente estamos compitiendo, compitiendo por puestos de trabajo, por ganar un contrato, por vender más que el negocio de enfrente. Ese espíritu competitivo en ocasiones nos hace creer que para ganar debemos patear traseros y pasar por encima de las personas. Adam Grant en su libro Dar y Recibir, desarrolla un convincente argumento de lo contrario. Es posible ganar siendo muy generoso. Ganar ayudando a otros a ganar también. La generosidad tiene recompensa. Su extensa investigación contradice muchos de los mitos que existen acerca del éxito: “De acuerdo con la sabiduría popular, las personas altamente exitosas tienen tres cosas en común: motivación, habilidad y oportunidad. Si queremos triunfar, necesitamos una combinación de trabajo duro, talento y suerte. Pero hay un cuarto ingrediente, uno que es crítico y a veces ignorado: el éxito depende fuertemente de la forma como nos relacionamos con otras personas. Cada vez que interactuamos con otra persona en el trabajo, tenemos una elección que hacer: podemos tratar de acaparar todo el valor que podamos o podemos aportar valor sin preocuparnos acerca de los que recibiremos a cambio.” La opción que escojamos va a depender del estilo que adoptemos buscando el éxito: “Los receptores tienen un rasgo característico: les gusta obtener más de lo que reciben. Inclinan la reciprocidad a su favor y ponen sus intereses por delante de las necesidades de los demás. Los receptores creen que el mundo es un lugar competitivo, una auténtica jungla donde los unos devoran a los otros. Creen que para alcanzar el éxito tienen que ser mejores que los demás. Para demostrar su valía, se promocionan a sí mismos y procuran que sus esfuerzos reciban los elogios que se merecen. Los receptores no son crueles ni despiadados; son simplemente cautos y poseen un gran instinto de autoprotección. «Si no pienso en mí y me pongo por encima de todo lo demás—piensan—, nadie lo hará por mí.»” En el lado opuesto se encuentran los donantes: "En el entorno laboral, los donantes son una raza relativamente excepcional. Inclinan la reciprocidad hacia el otro lado de la balanza y prefieren dar antes que recibir. Mientras que los receptores tienden a ser personas centradas en sí mismas y que evalúan lo que los demás pueden darles, los donantes están centrados en los demás y prestan atención a lo que los otros necesitan de ellos. Estas preferencias no tienen nada que ver con el dinero: los receptores y los donantes no se distinguen entre sí por lo que puedan donar a obras benéficas o el sueldo que paguen a sus empleados. Los receptores y los donantes se diferencian por su actitud y sus acciones para con los demás. El receptor ayudará a los demás estratégicamente cuando los beneficios que él obtenga superen los costes personales. El donante utilizará un análisis coste-beneficio distinto: ayudará siempre que el beneficio para los demás exceda sus costes personales. Por otra parte, también cabe la posibilidad de que el donante no tenga en absoluto en cuenta sus costes personales y ayude a los demás sin esperar nada a cambio. En el entorno laboral, el donante se esforzará por ser generoso y compartir su tiempo, energía, conocimientos, habilidades, ideas y relaciones con todo aquel que pueda beneficiarse de ello. En el entorno laboral las cosas son distintas: procuramos equilibrar las cargas y nace un tercer estilo: “Pero en el entorno laboral, dar y recibir se vuelve más complicado. Profesionalmente, no es habitual actuar como receptores o donantes puros, sino que solemos adoptar un tercer estilo: nos convertimos en equilibradores y nos esforzamos por preservar el balance entre dar y recibir. Los equilibradores operan basándose en el principio de la justicia: cuando ayudan a los demás, se protegen a sí mismos porque buscan reciprocidad. El equilibrador cree en el dicho «donde las dan las toman» y sus relaciones están regidas por un intercambio igualitario de favores.” Donantes, receptores y equilibristas pueden tener éxito, la diferencia reside en que cuando un receptor gana, hay alguien que pierde. En cambio, cuando un donante gana, otros también están ganando: “Tanto donantes, como receptores y equilibradores pueden alcanzar, y alcanzan, el éxito. Pero cuando un donante alcanza el éxito se produce un fenómeno diferencial: el éxito se extiende y continúa. Normalmente, cuando un receptor gana, siempre hay alguien que pierde. Las investigaciones demuestran que los éxitos de los receptores provocan envidias y la gente busca maneras de hacerlos fracasar. Por otro lado, cuando ganan donantes...la gente apuesta por ellos y les alienta, en vez de disparar contra ellos. Los donantes alcanzan el éxito de tal modo que se acaba produciendo un efecto dominó, que incrementa el éxito de todo el mundo a su alrededor.Verá que la diferencia estriba en el valor que genera el éxito del donante, que nunca buscará reivindicarlo. Tal y como observa el capitalista de riesgo, Randy Komisar: «Si todo el mundo quiere que ganes, ganar es más fácil. Si no te creas enemigos, alcanzar el éxito es más sencillo»” El autor, Adam Grant, es una prueba del éxito que pueden alcanzar los donantes. Es el profesor titular más joven y con mejor puntuación en la prestigiosa universidad norteamericana Warthon. Además, es el más prolífico académico en su campo, con 33 años ha publicado en las revistas más importantes del mundo más ensayos que muchos de sus colegas más veteranos en toda su vida.
Grant es un donante extraordinario. Siempre que termina sus clases hay un enjambre de estudiantes esperando para pedir su ayuda con asuntos académicos o consejo sobre decisiones profesionales. Pacientemente atiende a todos y los ayuda en lo que esté a su alcance. Pero su generosidad no termina ahí. Cuando llega a casa lo están esperando 200 correos electrónicos de personas que necesitan algo de él. De nuevo se sienta y los responde todos. Aun así, después de todo el tiempo que dedica a ayudar a otros, se las arregla para ser extremadamente productivo. Dar y Recibir te hará revaluar muchos de los supuestos sobre el éxito.
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“Tus valores personales definen quien eres, y los valores de una empresa, en últimas, definen el carácter de la empresa y la marca. Para los individuos, el carácter es el destino. Para las organizaciones, la cultura es el destino.” Tony HsieH Zappos.com es una tienda online de ropa y calzado. En julio de 2009 (10 años después de su fundación) Amazon la compró por 1.200 millones de dólares (1.2 billones en escala anglosajona) haciendo inmensamente ricos a sus fundadores. Tony Hsieh, el Director de la empresa y uno de sus primeros inversores, explica en su libro Delivering Happiness: cómo hacer felices a tus empleados y duplicar tu beneficios, porque Zappos es una empresa única y cual es el origen de su éxito: “lo que nos distinguió de nuestros competidores fue que nosotros pusimos la cultura de la compañía por encima de todo. Apostamos que siendo buenos con nuestros empleados (por ejemplo pagamos el 100% de seguros médicos premium, gastamos mucho en desarrollo personal y le damos a los representantes de servicio al cliente mayor libertad que los típicos call centers) seríamos capaces de ofrecer un mejor servicio que nuestros competidores. Un mejor servicio se traduciría en muchos clientes recurrentes, lo cual significaría gastos de marketing bajos, beneficios a largo plazo y rápido crecimiento” Su implacable apuesta por la cultura de la empresa significó que no importaba cuan talentoso sea un candidato, si no encajaba no era contratado: “Realmente le dijimos no a mucha personas muy talentosas que sabíamos podían tener un impacto inmediato en nuestros ingresos o en nuestros beneficios. Pero sí sentíamos que no encajaba en nuestra cultura, estábamos dispuestos a sacrificar beneficios a corto plazo y de esa manera proteger nuestra cultura (y por lo tanto nuestra marca) en el largo plazo”. Que significa para Zappos un gran servicio al cliente: “Ofrecemos envíos gratis de ida y vuelta para hacer la transacción tan fácil como sea posible y libre de riesgo para nuestros clientes. Muchos clientes ordenarán cinco diferentes pares de zapatos, se los probarán con cinco diferentes ropas en la comodidad de sus casas, y luego, envían de vuelta los que no son su talla o simplemente los que no les gustan (sin cargos adicionales). Los costos de envío son altos para nosotros, pero realmente los vemos como costos de marketing. También ofrecemos un plazo de devolución de 365 días, para aquellas personas que tienen problemas decidiendo [...] Ponemos nuestro número de teléfono arriba de cada página de nuestra web porque queremos hablar con nuestros clientes y el call center funciona 24/7”. Para satisfacer a sus clientes están incluso dispuestos a enviarlos a la competencia si no tienen el producto que este solicita en su inventario: “Cuando un cliente llama buscando un estilo específico de zapatos que no tenemos en existencias, en esas instancias, cada representante está entrenado para buscar en al menos tres páginas web de nuestros competidores, y si los zapatos son encontrados ahí, dirige el cliente a la competencia. Obviamente perdemos la venta, pero nosotros no estamos tratando de aprovechar cada transacción. En cambio, tratamos de construir una relación para toda la vida con cada cliente.” Otro ejemplo sobre hasta dónde están dispuestos a llegar por el cliente. Durante una conferencia de ventas en Santa Mónica, Tony Hsieh se reunió con algunos de los asistentes en un bar. Entrada la madrugada, de vuelta al hotel, quisieron ordenar pizza a la habitación, decepcionados supieron que el hotel suspendía el servicio de comida caliente después de las 11:00 pm. Dentro del grupo había una empleada de la empresa Skechers, a la cual le dijeron que llamara a Zappos a pedir las pizzas: “En nuestro estado de embriaguez la engatusamos para que llamara a Zappos e intentara ordenar pizza. Ella cogió el teléfono, activó el altavoz y le explicó a la (muy) paciente representante de Zappos que estaba en el Santa Monica Hotel y que realmente deseaba pizza de pepperoni, pero que el servicio de habitaciones ya no enviaba comida caliente y que ella quería saber si había algo que Zappos pudiera hacer por ella. Zappos es ejemplo de una estrategia sencilla ejecutada de manera brillante. Ellos apostaron por el servicio al cliente como aquello que los podría distinguir de la competencia, luego todo lo demás se hizo con eso en mente: contratar a las personas correctas, los sistemas de gestión apropiados, las operaciones, todo en general en la empresa estaba pensado para sorprender al cliente con un servicio extraordinario. Su éxito también ha sido extraordinario. "Podemos reaccionar o responder, como solía decir mi amigo Zig...cuando el mundo tira cosas en nuestra puerta, podemos tomar el atajo y permitirnos reaccionar. Podemos señalar que lo que hacemos está sucediendo porque el otro se lo merecía...o podemos responder. Con algo que funciona. Con un enfoque del que estemos orgullosos, orgullosos, incluso después de que el momento ha pasado. No es fácil, a menudo no es divertido, pero es la elección del profesional." Cuando me pregunto qué es lo mejor de meditar a diario, la respuesta es a lo que se refiere Seth Godin en el anterior párrafo: responder en vez de reaccionar. No siempre soy capaz, pero voy mejorando. La meditación me ha ayudado a crear un espacio entre lo que está ocurriendo en el exterior y mi respuesta, a veces no consigo crear ese espacio y reacciono de manera impulsiva. Otras, a pesar de pensar mi respuesta, elijo mal, errare humanum est. Una tarde llegué a casa y vi a mi pequeña en el salón viendo la tele, me abalancé sobre ella con ganas de saludarla con muchos besos y abrazos, pero ella no estaba con ganas de recibir semejante caudal de afecto y me apartó de forma brusca. El rechazo me dolió. En ese momento me di cuenta de dos cosas: que estaba enojado y que no sabía como reaccionar, así que le dije a mi hija “vale” y me fuí. No había pasado 10 minutos cuando ella entró a la oficina a darme un abrazo, por mi cabeza pasó darle un poco de su medicina y decirle que ahora no me apetecía a mi y que me dejara solo. Por fortuna, en ese instante pensé que esa no era la lección que quería darle y acepté su abrazo gustosamente. En medio del abrazo le explique sin enfado que me había sentido lastimado cuando ella me rechazó. El resto del día anduve con una sonrisa en la cara. Estaba satisfecho porque, al menos en ese momento, me comporté como el padre que quiero ser para mi hija. Estoy seguro que si no hubiese llevado algún tiempo meditando, mi reacción habría sido distinta, menos paciente y definitivamente menos amorosa. El empresario musical Russell Simmons afirma: “operar desde un espacio en calma es el más grande regalo que cualquier persona se puede dar… toda la felicidad viene desde adentro”. En nuestro día a día, sea en el campo profesional o en el personal, a menudo nos encontramos con situaciones que nos desagradan. Tener la oportunidad de elegir cual la respuesta que considero más apropiada es lo mejor de la meditación (como dije antes, no siempre la respuesta que escojo es la mejor, pero prefiero eso a reaccionar sin pensamiento previo). Las bondades de la meditación no son solo apreciadas por este servidor: emprendedores, directivos, atletas, periodistas, entre otros, han adoptado la práctica: Marc Benioff, fundador de Salesforce; Arianna Huffington, presidenta de Huffington Post, Oprah Winfrey, LeBron james, Michael Jordan, por citar sólo unos pocos. Aunque llevo un par de años meditando, debo reconocer que no soy un profundo conocedor de la técnica, existen diferentes formas de meditar que desconozco por completo. Mi iniciación fue a partir de un artículo que explicaba cuál era la forma más sencilla de hacerlo y esa es la que sigo utilizando hasta el día de hoy. Como iniciarse en la práctica:
Para finalizar, la opinión del presentador norteamericano Dan Harris: “para ser claro, (meditar) no es una cura milagrosa. No te va a hacer más alto o más guapo, ni mágicamente resolverá todos tus problemas... en mi experiencia, meditar te hace 10% más feliz. Esa es una estimación absurdamente poco científica, por supuesto, pero sigue siendo un buen retorno sobre la inversión” “Cualquier tonto puede criticar, condenar y quejarse... y la mayoría de los tontos lo hacen” Dale Carnegie Hace un tiempo tuve la oportunidad de realizar un curso de liderazgo con el doctor Richard Boyatzis, profesor de Case Western Reserve University. El tema principal del curso era como el líder debe gestionar las relaciones con su equipo. Tengamos en cuenta: para que haya líder debe haber seguidores, y el éxito depende de cómo son conducidas las relaciones dentro del grupo. Un tema que tuvo especial atención en el curso fue la manera como afrontamos la crítica. Las investigaciones del profesor Boyatzis, en las que se usaron imágenes producidas a través de resonancia magnética, revelan que cuando recibimos críticas nos cerramos, en el cerebro se activan zonas que evitan que las personas estén receptivas a nuevas ideas o a la posibilidad de aprender y cambiar. Por el contrario, expresar opiniones positivas activa partes del cerebro que están relacionadas con el pensamiento creativo y el aprendizaje. El camino para mejorar el desempeño de las personas no pasa por la crítica sino por las intervenciones positivas. Todos necesitamos saber cuales son nuestras debilidades para trabajar sobre ellas, es así como mejoramos nuestro desempeño. Pero es en un clima de aprecio donde mejor asimilamos las correcciones. Esta semana empecé a leer Como ganar amigos e influir en las personas, escrito por Dale Carnegie hace casi ochenta años, cuando aún no existía toda la tecnología de la cual dispone el profesor Boyatzis. Me sorprendió en encontrar en él las mismas lecciones impartidas por el profesor de Case Western, con la diferencia que Carnegie no las aprendió usando tecnología de punta, estudió a los grandes filósofos y biografías de líderes de la estatura de Lincoln, Franklin, Rockefeller, por citar unos pocos. La opinión de Carnegie acerca de las críticas es contundente: La crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento. Charles M. Schwab (1862-1939) fue un magnate de la industria del acero y una de las primeras personas en Estados Unidos que percibió un salario de más de un millón de dólares. Salario de sobra justificado: bajo su dirección las empresas prosperaban y generaban tantos beneficios que su retribución era pagada con entusiasmo. Charles Schwab conocía muy bien su fórmula para alcanzar tanto éxito y está consignada en el libro: "Considero —dijo Schwab— que el mayor bien que poseo es mi capacidad para despertar entusiasmo entre los hombres, y que la forma de desarrollar lo mejor que hay en el hombre es por medio del aprecio y el aliento. Nada hay que mate tanto las ambiciones de una persona como las críticas de sus superiores. Yo jamás critico a nadie. Creo que se debe dar a una persona un incentivo para que trabaje. Por eso siempre estoy deseoso de ensalzar, pero soy remiso para encontrar defectos. Si algo me gusta, soy caluroso en mi aprobación y generoso en mis elogios." Modernos y no modernos ya lo sabían: la crítica no es el camino hacia la excelencia.
La creatividad es cuestión de disciplina y persistencia. No hay nada misterioso ni sobrenatural al respecto. Todos podemos mejorar nuestra creatividad si estamos dispuestos a aprender y trabajar. Stephen King, autor con cientos de libros escritos a sus espaldas y cientos de millones vendidos, escribió una pequeña joya sobre el arte de escribir: Mientras Escribo. Las reflexiones ahí vertidas están pensadas para ayudar a los escritores en ciernes, pero son aplicables a todo aquel que quiera despertar su genio creativo: músicos, emprendedores, marketeros, encontrarán de mucho valor las lecciones del escritor: Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo. Yo soy un lector lento, pero con una media anual de setenta u ochenta libros, casi todos de narrativa. No leo para estudiar el oficio, sino por gusto. Cada noche me aposento en el sillón azul con un libro en las manos. Tampoco leo narrativa para estudiar el arte de la narrativa, sino porque me gustan las historias. Existe, sin embargo, un proceso de aprendizaje. Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos. En muchas ocasiones el éxito se hace esperar, y bastante. King, desde los ocho años empezó a enviar sus cuentos a revistas de distinto tipo con la intención de que fueran publicados. Solo hasta los 16 recibió las primeras noticias alentadoras. Tuvieron que pasar ocho años antes de que su trabajo fuera tenido en cuenta. El primer cuento que envió se llamaba Happy Stamps y se lo remitió a Alfred Hitchcock’s Mystery Magazine (AHMM), al cabo de tres semanas recibió una nota anunciando que no publicarían el cuento y procedían a su devolución. Al recibir la nota de rechazo del AHMM, clavé un clavo en la pared, escribí «Happy Stamps» en la nota y la enganché en el clavo. Después me senté en la cama y puse I'm ready, de Fats. La verdad es que estaba bastante contento. A la edad en que todavía no hay que afeitarse, el optimismo es una respuesta perfectamente legítima al fracaso. En un artículo anterior comenté que la creatividad es un ejercicio de combinación de ideas, no existe tal cosa como una idea completamente original, todas nacen a partir de ideas que ya existen: Si no hay objeción, me gustaría aclarar algo lo antes posible. No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-sellers Enterrados. Parece que las buenas ideas narrativas surgen de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparecen. Este blog nace con la idea de compartir aquello que voy aprendiendo, con la esperanza que resulte útil o al menos entretenido al lector. Stephen King escribe con la misma intención: enriquecer la vida del lector: Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacer amistades. En último término, se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces, y al mismo tiempo enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superar lo malo. Ser feliz, vaya. Ser feliz. Una parte (quizá demasiado larga) de este libro ha tratado de cómo aprendí a escribir. Otra, la mayor, de qué se puede hacer para mejorar. El resto (y quizá lo mejor) es un permiso: tú puedes hacerlo, debes hacerlo y, si tienes la valentía de empezar, lo harás. Escribir es mágico; es, en la misma medida que cualquier otra arte de creación, el agua de la vida. El agua es gratis. Con que bebe. Bebe y sacia tu sed. Thomas Friedman (St. Louis Park, Minnesota, EEUU) es periodista y escritor, tres veces ganador del premio Pulitzer por su trabajo en el New York Times. Es también autor de cinco libros que han sido éxitos de ventas, entre los cuales encontramos ‘La Tierra es Plana’ y ‘Caliente, plana y abarrotada’. ‘Eso solíamos ser nosotros’ (That used to be Us) es otro de sus libros, el séptimo capítulo de este se llama El promedio está acabado, en él reflexiona Friedman sobre lo que debería hacer todo aquel que quiera destacarse en un mercado cada vez más competido y abarrotado. Hoy ser normalito no basta, es el mensaje del autor. Hasta hace algunos años si tenías habilidades promedio podías tener un empleo promedio, ganar un sueldo promedio y vivir en la clase media. No era un mal plan. Hoy, con la dramática mejora de los sistemas de información, los avances en robótica y la automatización, con habilidades promedio no se gana un salario promedio. La automatización ha suprimido muchos de esos puestos de trabajo. Cada vez que retiramos dinero de un cajero automático, o hacemos el check-in para un vuelo en un kiosco electrónico, es un recordatorio de los empleos reemplazados por máquinas. Amazon utiliza alrededor de 15.000 robots fabricados por Kiva Systems en sus bodegas para preparar los pedidos que van a ser despachados. También está experimentando con drones capaces de entregar los paquetes en las casas de los clientes. Los sistemas de información también han hecho lo suyo, trabajos que antes eran reservados para personal calificado, gracias a los avances de las telecomunicaciones han sido desplazados a países con menor costo de vida y por lo tanto con menores salarios. Por ejemplo, las radiografías ahora pueden ser leídas por especialistas en la india. Igualmente algunos departamentos contables de multinacionales están ubicados en países en desarrollo. La Carrera Contra la Máquinas es un estudio del M.I.T publicado en 2011, en el, se alerta sobre los efectos que podría tener en el empleo la adopción masiva de las nuevas tecnologías. Hoy no solo competimos con los profesionales y empresas del país en que vivimos, lo hacemos contra ordenadores, robots y trabajadores de todo el mundo. Para mantener el paso no basta con estar en la media, es necesario dar más. Todos debemos poner algo extra: esfuerzo, talento, compromiso, lo que haga falta para destacar y diferenciarse. Friedman nos da lo que en su opinión constituyen las claves para tener éxito en este competido escenario.
Todos, como el camarero, tenemos algo extra que ofrecer, nuestra obligación es descubrirlo y cultivarlo, solo así podremos estar por encima del promedio. "La recompensa por el trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más" Exaptación, término propuesto por primera vez en 1971 en un ensayo elaborado por los paleontólogos Stephen Jay Gould y Elizabeth Vrba, es usado en biología para referirse a un órgano que evolucionó para un uso específico, pero que luego (generalmente varios millones de años después), comienza a ser utilizado para una función distinta que puede tener poca relación con su aplicación original. Un ejemplo clásico de exaptaciones son la plumas, estas evolucionaron a partir de los pelos corporales como una forma más eficiente de conservar el calor y luego pasaron a ser utilizadas en el vuelo de las aves. Los esqueletos de los vertebrados es posible que en su origen sirvieran como depósito de calcio, luego fueron utilizados como protección de los órganos internos y después hicieron la transición a una función de sostén. Cuando nos detenemos en algunas de las innovaciones que cambiaron el curso de la historia, encontramos que la exaptación aparece con frecuencia. Johannes Gutenberg utilizó el mecanismo de presión que se usaba en la industria vinícola y lo adaptó a la imprenta. La máquina de vapor era utilizada en principio para extraer agua de las minas y después, previas mejoras, pasó a serlo en las locomotoras y automóviles. La exaptación también tuvo un rol importante en el nacimiento del brandy. Los comerciantes de vino comenzaron a evaporar el líquido de su producción, de esta manera podían transportarlo con mayor facilidad y pagar menos impuestos (estos eran calculados con base en el volumen). Después de un tiempo, algunos de estos comerciantes quisieron probar aquel concentrado y descubrieron que sabía condenadamente bien, ¡toma ya! había nacido el brandy. En un plano más comercial, vemos igualmente como productos súper éxitos de ventas eran concebidos en su origen para una función distinta. Listerine fue creado hace más de 130 años y originalmente era usado como antiséptico en las cirugías, con el paso de los años fue recomendado para los pies sudorosos, combatir los callos, curar la gripe y, finalmente, en 1920 aterrizó en su más lucrativo uso como antídoto contra el mal aliento. Otro más. El viagra fue surgió pensado como tratamiento para la hipertensión, angina y otras enfermedades cardiacas. Durante las pruebas clínicas se reveló que no era muy efectivo tratando las enfermedades que se suponía tenía que tratar, pero estaba teniendo inesperados efectos secundarios en los hombres que lo estaban probando: erecciones. Pocos años después el Viagra sacudirá el mercado como tratamiento para la disfunción eréctil.
¿Que podemos aprender de este patrón que siguen muchas innovaciones? La respuesta nos la ofrece Seth Godin: “innovar, a menudo, es el acto de tomar algo que funciona por ahí y usarlo por aquí”. En muchas ocasiones la solución a los problemas que afrontan las organizaciones se encuentra en industrias completamente diferentes. De ahí que resulta de suma utilidad levantar la mirada y ver que pasa más allá de nuestro sector. Por fortuna, hacerlo resulta más fácil hoy que en cualquier otro momento de la historia. Las empresas son, por definición, una competencia por equipos, la variedad y complejidad de las labores que hay que llevar a cabo, exigen el concurso de personas con diferentes talentos. Nadie tiene todas las respuestas y nadie puede hacer todo por sí solo. Las posibilidades de éxito, como ocurre en cualquier equipo, se multiplican cuando quienes forman parte del grupo están motivados y comprometidos. Sin embargo la realidad es otra, de acuerdo con datos de Gallup sólo el 13% de los trabajadores se siente comprometido con su trabajo. Es como si en un equipo de fútbol un sólo jugador entrara a la cancha motivado; otro, medio motivado, y el resto, apenas se presentan. ¿Posibilidades de éxito? pocas, muy pocas. Es una prioridad de quienes lideran, crear las condiciones para que su grupo esté dispuesto a poner sobre la mesa lo mejor que tienen. Para ello, deberán sentirse incluidos y seguros al expresar sus ideas. Por el contrario, cuando sentimos que nuestros puntos de vista no son apreciados dejamos de expresarlos, eso deteriora el desempeño del grupo. La humildad es un factor crítico a la hora de crear ambientes donde todos se sienten bienvenidos. Un estudio de Catalyst señala que cuando el líder es percibido como una persona humilde y generosa, sus colaboradores reaccionan de manera positiva: encuentran mayor sentido a su trabajo, desean participar en la toma de decisiones, sienten más confianza y mayor autonomía. También se sienten más motivados a colaborar y compartir información. Quienes aceptan la crítica y aprenden de sus errores. Alientan a otros para que aprendan y crezcan. Toman riesgos personales en beneficio del bien común, son percibidos como líderes humildes. Estos no sólo crean el espacio para que otros aporten, también reconocen que no tienen todas las respuestas y están dispuestos a aprender. Las doctoras Jeanine Prime y Elizabeth Salib en un artículo en Harvard Business Review, señalan cuatro formas concretas de adoptar un estilo de liderazgo generoso que favorezca el compromiso de todo el equipo.
Un líder generoso no debe ser confundido como débil. Requiere un tremendo coraje practicar la humildad en la forma descrita arriba. Lamentablemente, esta clase de coraje no es siempre reconocido en las organizaciones. Antes de seleccionar a aquellos diestros en promocionarse a sí mismos, las empresas serían más inteligentes siguiendo el ejemplo de compañías como Google, Rockwell Automation y otras, que están repensando cómo actúan los líderes efectivos.[1] [1] "The Best Leaders Are Humble Leaders." 2014. 4 Dec. 2014 <https://hbr.org/2014/05/the-best-leaders-are-humble-leaders/>
“La sobrecarga de información ocurre cuando las entradas a un sistema exceden su capacidad para procesarla. Los responsables de tomar decisiones tienen una capacidad de procesar información bastante limitada, en consecuencia, cuando se produce dicha sobrecarga, es probable que se produzca una reducción en la calidad de las decisiones” Hoy en día nuestro cerebro recibe cinco veces más información de la que recibía en 1986, eso, en gran medida, gracias a los dispositivos electrónicos que nos acompañan de forma permanente. Sin embargo, esa gran cantidad de información que recibimos y que supone una mejora de nuestra productividad tiene un precio. Aprender a lidiar con todo ese caudal de información tiene un impacto muy positivo en la calidad y la cantidad del trabajo que realizamos. Daniel Levitin es neurocientífico y psicólogo cognitivo, autor del libro The Organized Mind (La mente organizada). Hace poco dió una conferencia en las oficinas de Google a propósito de la publicación de su libro, la cual giró sobre tres ideas: Multitarea Es la capacidad de hacer varias cosas a la vez -hablar por teléfono y a su vez enviar correos electrónicos, o atender una conferencia e ir tuiteando- y es considerado como el Santo Grial de la productividad. Según señalan las investigaciones del Dr. Levitin eso es un mito, lo que hacemos es que llevamos a cabo tareas de manera secuencial y cuando pretendemos hacer varias cosas a la vez estamos alternando nuestra atención entre una y otra en períodos muy cortos de tiempo. El problema con intentar hacer más de una cosa es que va en dirección opuesta de nuestra forma natural de trabajar y disminuye la calidad y la cantidad de lo que producimos. Nuestra mente funciona mejor cuando tiene la oportunidad de concentrarse sin interrupciones en algo, ese es el secreto de muchas mentes creativas y también de personas de gran productividad. Cada vez que saltamos de una actividad a otra evitamos que el cerebro se pueda concentrar en la tarea y de esa manera hacemos que la calidad del trabajo realizado disminuya. En un estudio llevado a cabo por la Universidad Carnegie Mellon, los estudiantes que eran interrumpidos mientras hacían unas pruebas obtuvieron resultados 20% peores con respecto a los que no fueron interrumpidos. Alternar periodos de profunda concentración con periodos de descanso es la manera más eficiente para que trabaja el cerebro. En estudio llevado a cabo por el Grupo Draugiem encontró que 52 minutos de trabajo ininterrumpido y 17 de descanso es la combinación utilizada por las personas más productivas. Extensores del cerebro El cerebro utiliza glucosa como fuente de energía para funcionar y toda decisión que tomamos, grande o pequeña, reduce la cantidad disponible, es por eso que al final del día, cuando nuestras reservas de glucosas se encuentran bajo mínimos, tomamos peores decisiones, como ejemplo, las dietas son rotas con mayor frecuencia en la tarde. Para evitar esto David Levitin sugiere dos cosas: primero, reducir la carga de nuestro cerebro a fin evitar utilizar sus recursos energéticos en cosas intrascendentes, por ejemplo, tener un gancho donde dejamos las llaves todos los días, así no tener que recordar donde las dejamos. Si el reporte del tiempo indica que el día siguiente va a llover, dejar la sombrilla al lado de la puerta. Son numerosos las personas influyentes que aplican esta estrategia, el presidente Obama a Michael Lewis en una entrevista para Vanity Fair: “tú verás que yo sólo visto trajes azules o grises. Yo estoy tratando de recortar las decisiones, no quiero decidir sobre lo que como y lo que visto. Porque tengo otras muchas decisiones que tomar”. Steve Jobs también se vestía siempre igual por la misma razón y ahora lo hace Mark Zuckerberg. La otra recomendación es hacer descansos, después de períodos de intenso trabajo relajar nuestra mente permite que las reservas de glucosa se recuperen. Hacer ejercicio, conversar, escuchar música, son actividades que favorecen la recuperación del cerebro y lo dejan listo para otro periodo de intenso trabajo. Tomar decisiones El acceso a la información que tenemos hoy es sorprendente, ya no es necesario sobrecargar nuestra mente con datos porque los tenemos a un par de clicks de distancia. ¿Cuando descubrió Colón a América? googlee. ¿Como educar lo hijos? googlee también (riesgoso, pero se podría hacer). Lo relevante es aprender a tomar buenas decisiones seleccionando las fuentes apropiadas. Mucha de la información que encontramos por ahí no es precisa o es sesgada. Veamos un ejemplo: un conocido fármaco (en la conferencia no se menciona el nombre para evitar líos judiciales) utilizado para controlar el colesterol, mejora a una persona por cada 300 que lo toman (0.33% de eficacia) y la posibilidad de sufrir los efectos secundarios (diarrea, mareos, debilidad muscular, entre otros) es del 5%. Haciendo los números sale que por cada 300 personas que lo toman se cura solo una y 15 sufren los efectos adversos. De saber eso seguramente nos pensaremos mejor tomarnos el medicamento. Resumiendo, para organizar nuestra mente y utilizarla de manera eficiente debemos evitar hacer varias cosas a la vez (no multitasking diría el gringo) y, en cambio, trabajar concentrados en una actividad seguido de períodos de descanso. Disminuir la cantidad de decisiones intrascendentes que tomamos a diario para estar frescos cuando tengamos que tomar las importantes (¿Angelina Jolie o Jennifer Aniston? ummm...). Por último, aprender a recolectar información confiable que nos permita emitir mejores juicios. |
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