"Hacia donde diriges tu atención es hacia donde se dirige tu vida. Deja que tu vida avance hacia lo que es bueno, valioso, fuerte y verdadero" —Ralph Marston
Hay una frase de Paulo Coelho que dice: “Cuando realmente deseas algo, el universo entero conspira para ayudarte a conseguirlo”. Eso no es cierto.
Al universo entero le trae sin cuidado lo que nos pasa. Su actitud hacia nosotros es de total indiferencia. Bastantes cosas tiene ya con las que lidiar (su continua expansión, la materia oscura, las gravitaciones, las centrifugaciones… ), como para también preocuparse por tu deseo de cambiar de coche, cambiar de empleo o viajar al caribe. ¡Faltaría más! Sin embargo, que al universo le tenga sin cuidado lo que nos pasa, no significa que no contemos con ayuda poderosa. Existe una fuerza que si conspira a nuestro favor: nuestra mente. Cuando realmente deseamos algo, creemos en ello y emprendemos acciones para conseguirlo, nuestra mente trabaja sin descanso para hacer que eso sea posible. Busca información, patrones, ideas, conexiones, que nos acerquen a nuestro objetivo. Digamos que tienes un proyecto sobre el cual no paras de pensar. Tu cerebro toma nota de ello y empieza a jugar a tu favor. Abres el periódico y en lo primero que te fijas es en la información que tiene que ver con tu proyecto. Si por casualidad conoces a alguien relacionado con él, prestas más atención a lo que dice esa persona e intentas entablar amistad. De repente, en todo lo que te fijas es en lo que tiene relación con él. Esta no es algo esotérico o mágico, es bastante simple y lógico. Resulta que durante el día somos bombardeados con una cantidad descomunal de información, y para no enloquecer, el cerebro ignora el 99% de esa información. Pero cuando sembramos un pensamiento, un sueño, un objetivo, nuestra mente deja de ignorar la información relacionada con ello. Es decir, aquello en lo que nos concentramos internamente, en las cosas que pensamos, es en lo que se fija el cerebro en el mundo exterior. La fijación que ocurre en el cerebro con un tema se conoce en psicología como El Efecto Tetris. Cuando alguien dedica mucho tiempo al juego, el Tetris se queda en su mente. Las personas luego notan que con frecuencia están llevando a cabo el juego con cosas de la vida real, pensando en cómo podrían encajar edificios, baldosas, estanterías en los supermercados, incluso sueñan con él. Hace más de 2.500 años, Buda, un gran estudioso de lo que ocurre en nuestra cabeza, ya se había dado cuenta de ello. “Cualquier cosa sobre la que reflexione y piense el practicante, se convertirá en la inclinación de su mente”, afirmó. Es decir, somos lo que pensamos. Las cosas en las que fijamos nuestra atención, la información con la cual alimentamos nuestra mente, termina dando forma a la visión que tenemos del mundo. ¿Cómo podemos usar el efecto Tetris a nuestro favor? Son muchas las maneras. Shawn Achor, autor del libro La Felicidad como Ventaja, recomienda usar el efecto tetris para contrarrestar nuestra tendencia a fijarnos en lo negativo y ser más optimistas. Si decidimos empezar a fijarnos en las cosas buenas que nos ocurren, descubriremos que son muchas y que con frecuencia las pasamos por alto. Ser más consciente de lo que funciona en nuestra vida altera de manera dramática nuestra percepción de ella, nos ayuda a verla de una manera más optimista y ser más agradecidos con lo que tenemos. La ciencia lo tiene bastante claro: las personas agradecidas y optimistas tienden a ser más prósperas.
Yo cada mañana, como parte de mi rutina, escribo 10 frases con las que busco sacar ventaja del efecto tetris. En ellas declaro lo que me gustaría hacer en el día y de esa manera pongo a mi mente a buscar oportunidades para llevarlas a cabo.
Las frases las escribo en forma de pregunta, ya que cuando nos decimos a nosotros mismos ¿serás capaza de…? en lugar de “Voy a hacer…”, despertamos una respuesta más enérgica. Si le hacemos una pregunta a nuestro cerebro, él siente la necesidad de responder y por lo tanto su respuesta es más decidida que cuando hacemos una afirmación. Mis 10 frases diarias.
Antes de acostarme repaso una a una las preguntas para saber cuáles objetivos cumplí. La idea no es hacerlo todo siempre, simplemente lo que busco es que no se me pase por alto una oportunidad cuando la tenga en frente de mi. Todos tenemos mucho más poder del que creemos para darle forma a nuestra vida. Decidir a que dedicamos nuestra atención es trabajar en dirección a nuestras metas.
2 Comentarios
"La crítica, al igual que la lluvia, debe ser delicada para que nutra el crecimiento de una persona sin que destruya sus raíces" —Frank A. Clark
Los seres humanos tenemos una fuerte predisposición a fijarnos en lo negativo que ocurre a nuestro alrededor. Es un mecanismo evolutivo de supervivencia.
La madre naturaleza nos ha programado para que estemos atentos al entorno y reparemos en lo que puede ser una amenaza para nuestra integridad. Si no lo hiciéramos así, hubiésemos sido presa fácil de los depredadores con los cuales habitamos la sabana africana. Aunque hoy nuestras circunstancias son muy distintas (la probabilidad de terminar siendo el almuerzo de un hambriento león son casi inexistente), seguimos comportándonos como si estuviéramos en permanente peligro. El gran énfasis que ponemos en las cosas negativas, tiene efectos nocivos en nuestras relaciones, tanto personales como profesionales, lo cual termina afectando la calidad de nuestra vida y los logros que alcanzamos. Cuando interactuamos con otras personas, nuestra tendencia a fijarnos en lo malo nos lleva a ser demasiado críticos con los demás. Resaltamos sus defectos y los errores que cometen. El exceso de crítica no sólo nos pone en un estado defensivo, también lastima la calidad de relaciones que tenemos. Sobre esto escribe Tom Rath en su libro Are You Fully Charged? Cuando usted experimenta emociones negativas como resultado de la crítica o el rechazo, su cuerpo produce niveles más altos de cortisol, la hormona del estrés, la cual desactiva gran parte de su capacidad para pensar, también activa mecanismos de defensa y de agresión. El análisis que hacemos de las circunstancias es más negativo de lo que realmente es cuando estamos en este modo de lucha o huida. El cortisol puede ser liberado de manera continua, extendiendo sus efectos negativos si, como ocurre casi siempre, dejamos que nuestra mente siga dándole vueltas al asunto.
Una crítica bien intencionada, bien reflexionada y oportuna, es un verdadero regalo. Todos tenemos numerosos puntos ciegos con respecto a nosotros mismos, y en ocasiones necesitamos de otras personas para que nos ayuden a poner luz sobre ellos. De esta manera podemos seguir creciendo y mejorando. Simplemente recuerda que también necesitamos elogio y reconocimiento. ¡Más cariño y menos crítica!
"El talento es más barato que la sal de mesa. Lo que separa a un individuo talentoso de uno exitoso es un montón de trabajo duro" —Stephen King
Es muy común que cuando hablamos de grandes logros, de personas que hicieron cosas excepcionales, aparezcan palabras como genio, talento, don.
Esta inclinación a explicar el éxito como producto de la suerte, destinado sólo a aquellos que fueron favorecidos por la lotería genética, lo único que hace es imponernos falsas limitaciones. La historia de César Rodríguez, relatada en el libro Maestría de Robert Greene, es una muestra de lo que se puede conseguir si perseguimos nuestros sueños con determinación fiera. Después de graduarse en 1981, César Rodríguez decidió entrar en el programa de formación de pilotos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Pero pronto tuvo que enfrentarse a una dura realidad: no estaba naturalmente dotado para volar un jet. A algunos de sus compañeros se les conocía como los "chicos dorados". Ellos parecían tener un don especial para volar a altas velocidades. Estaban en su elemento.
La habilidad de Rodríguez pronto se vería puesta a prueba en la vida real, en el campo de batalla.
La mañana del 19 de enero de 1991, Rodríguez y su compañero de flanco, Craig "Mole" Underhill, volaron a Irak como parte de una fuerza de ataque de treinta y seis aviones. Era su primera experiencia real de combate.
Rodríguez Y Mole realizaron de manera coordinada y con gran maestría una serie de maniobras que en menos de cuatro minutos terminaron el combate, dando de baja a sus dos atacantes.
Las maniobras evasivas que ejecutó contra el primer MiG asombraron a sus superiores, fueron muy rápidas y eficaces. Su conciencia durante el combate debe haber sido excepcionalmente aguda; había dado la vuelta a la cola de su oponente en ciclos cada vez más rápidos, sin perder nunca de vista que el suelo del desierto se estaba acercando. ¿Cómo podía explicar todas estas maniobras? No podía, apenas si podía recordar algo.
Rodríguez derribaría otro avión más en la operación Tormenta del Desierto, y otro en la campaña de Kosovo de 1999, hoy es el piloto con más derribos de la historia reciente de la aviación norteamericana, lo que le valió el apodo de “El Último As Americano”.
La historia de César Rodríguez es una prueba de lo que la determinación y la disciplina pueden alcanzar. Si, el talento natural existe, pero su aporte hacia la maestría resulta insignificante comparado con la cantidad de esfuerzo que es requerido. Un nivel de desempeño extraordinario está al alcance de todo aquel que esté dispuesto a pagar por él con esfuerzo y perseverancia. todos podemos ser los 'Aces' de nuestra vida
¿Te gustó? Recibe gratis ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu. Suscríbete AQUÍ
"Sólo aquellos que tiene la paciencia para hacer cosas simples de forma perfecta, adquieren la habilidad para hacer fácilmente cosas difíciles" —James Corbett
Aprender nuevas habilidades es importante tanto para nuestra vida profesional como personal.
En lo personal, porque aprender algo nuevo nos hace más felices. La dopamina es un químico que se libera en el cerebro como recompensa a estímulos placenteros: comer, tener relaciones sexuales y aprender, liberan dopamina. De modo que cuando aprendemos nos sentimos bien, dichosos. También es importante para nuestra vida profesional porque nos hace más competentes, nos abre la puerta a nuevas oportunidades. El ritmo al cual avanza el mundo hoy obliga a estar en permanente actualización. Ya no es posible, como hasta hace algunos años, aprender algo y dedicarse a ordeñar ese conocimiento durante el resto de la vida. Si queremos evitar un “momento Kodak” en nuestras carreras, debemos actualizarnos de forma constante. Siempre en beta, nunca una versión terminada. La velocidad a la cual actualizamos nuestras competencias determina si caemos o no del tren del progreso. Si tardamos en actualizarnos o no lo hacemos en absoluto, estamos fuera. Por el contrario, una gran disposición a aprender nos permite estar por delante de la competencia profesional y prosperar. Ahora bien, si todos sabemos que el aprendizaje es esencial, ¿por qué es tan difícil hacerlo? La razón reside, en mi opinión, en la mentalidad con la que nos aproximamos al él. Llegar a hacer algo con destreza es difícil y requiere tiempo, así que ante la posibilidad de pasar años tormentosos aprendiendo algo, preferimos evitarnos la molestia y pasamos del asunto. La sensación de incompetencia al comienzo de todo periodo de aprendizaje es muy desagradable. Los dibujos nos quedan espantosos, el instrumento suena horrible y el nuevo software no sabemos ni cómo abrirlo. Este desagrado ocurre porque estamos obsesionados con el resultado. Al darnos cuenta de nuestra falta de destreza inicial, empezamos a fantasear sobre cómo nos sentiremos de bien cuando estemos dibujando como Leonardo; lo orgullosos que estaremos dando una serenata a nuestra familia, o levantando más de 100 kilos en pecho y no esos indignos 30. La práctica hace al maestro. Y el secreto de los grandes maestros es que ellos han aprendido a amar la práctica, no sólo la destreza. La búsqueda afanosa del alto rendimiento arruina el gozo que significa aprender. Disfrutar del proceso es la clave para alcanzar la maestría. Los resultados son producto del proceso, si realizamos bien el proceso, los resultados llegarán. El aprendizaje que pone el énfasis en el proceso consiste en dejar a un lado el deseo por tener resultados inmediatos. No juzgamos lo que hacemos. Simplemente analizamos con indiferencia emocional lo que estamos haciendo y vamos corrigiendo aquello que sea necesario. Por ejemplo, si estamos aprendiendo tiro con arco, en lugar de obsesionarnos con las veces que acertamos en la diana, lo cual causa ansiedad, nos preocupamos solo por ejecutar el tiro de forma correcta. Nuestra única misión es dominar la postura, realizar los movimientos de forma apropiada. Corrigiendo lo que haya que corregir. Esta mentalidad permite disfrutar la práctica, porque no está condicionada por los resultados, no juzgamos si algo está mal o bien, el único objetivo es practicar. Esto escribe Thomas Sterner en el libro La Mente Practicante: [Cuando nos centramos en la práctica] somos más pacientes con nosotros mismos. No tenemos prisa por llegar a ningún sitio. Nuestro objetivo es permanecer en el proceso y dirigir nuestra energía hacia cualquier actividad que estamos realizando en ese momento. Cada instante que hacemos eso, cumplimos nuestro objetivo. Este proceso nos trae paz interior y una maravillosa sensación de confianza y auto-dominio. Nos dominamos a nosotros mismos mientras permanecemos en el proceso, e igualmente estamos dominando cualquier actividad sobre la cual estamos trabajando. Esta es la esencia de una práctica adecuada.
Las investigaciones respaldan los múltiples beneficios de la meditación. Cuando practicamos dedicando nuestra atención a la tarea que estamos realizando, obtenemos los mismos beneficios que al meditar: reducción del estrés, aumentamos la capacidad de concentración, auto control, entre otros.
Ser competente en algo, como todo lo que vale la pena en la vida, requiere esfuerzo y tiempo. Sin embargo, eso no significa que el camino hacia la maestría tiene que ser amargo y angustioso. Si lo afrontamos con la mentalidad correcta puede convertirse en una fuente de inmensa paz y felicidad.
¿A quién le importan las nubes cuando estamos juntos? Simplemente cantemos una canción y traigamos al buen tiempo" —Dale Evans
Solos no podemos ser felices.
Antiguos filósofos como Epicuro y renombrados psicólogos de hoy como Daniel Gilbert, han encontrado que las relaciones sociales son factor más importante en nuestro bienestar y felicidad. Una investigación que viene siendo realizada por realizada por la Universidad de Harvard desde hace 77 años (comenzó en 1938), confirma lo anterior: lo que más importa en la vida son las relaciones que tenemos. Por ejemplo, las personas que en la investigación reportaban tener relaciones sociales “afectuosas” disfrutaban de mejores ingresos, y de una probabilidad tres veces superior de haber alcanzado el éxito profesional. ¿Por qué las relaciones son tan importantes? Es cuestión de evolución. Los seres humanos no somos los más fuertes ni los más rápidos en la naturaleza. Nuestro ascenso hasta la cumbre de la pirámide alimenticia se debió a la capacidad de comunicarnos con nuestros pares, y realizar acciones de manera coordinada (como cazar). Es decir, dependíamos (y aun hoy dependemos) de las relaciones para sobrevivir. Las relaciones sociales crean un espacio psicológico donde nos sentimos seguros. Una vez superamos los temores por nuestra supervivencia, cuando comprendemos que no estamos en peligro, podemos salir a explorar el mundo y aprender. El software con que venimos dice que, o prosperamos en comunidad o nos condenamos a la infelicidad. La felicidad es amor. Punto. Existen otros factores que también contribuyen a nuestra felicidad. El trabajo y una adaptación psicológica a la vida ayudan, aunque en menor proporción. La tecnología de la cual disponemos hoy (dispositivos electrónicos y redes sociales) ha mejorado nuestra capacidad de permanecer en contacto con nuestros seres queridos. No importa si viven en otro continente o en la calle de enseguida, les podemos escribir, escuchar e incluso ver con facilidad y a un coste mínimo. Algo impensable hace algunos años. Pero esa misma tecnología que ha permitido acortar las distancias, cuando se trata de encuentros personales, del cara a cara, nos está saboteando. Hoy es común tener los teléfonos móviles en la mano mientras estamos junto a amigos, colegas o familiares. Lo que hace que dividamos nuestra atención entre aparatos y personas. ¡Fatal! ¡Muy mal! En el libro Are You Fully Charged (magnífico por cierto), su autor Tom Rath explica lo que es el efecto iPhone y sus perniciosas consecuencias: Un estudio del 2014, llamado “El efecto iPhone”, reveló cómo la mera presencia de un smartphone puede arruinar una conversación. En un experimento con 200 participantes, los investigadores encontraron que la simple colocación de un dispositivo de comunicación móvil en la mesa, o la sujeción del mismo en la mano por parte de los participantes, iba en detrimento de la conversación. Cada vez que el teléfono era visible, la calidad de la conversación fue calificada como menos satisfactoria en comparación con las conversaciones que tuvieron lugar en ausencia de dispositivos móviles. Las personas reportaron tener mayores niveles de empatía cuando los teléfonos no eran visibles.
Si queremos disfrutar de mejores relaciones y de paso, ser más felices y exitosos económicamente, debemos aprender (de nuevo) a prestar atención.
Dar toda tu atención a los demás demuestra lo mucho que valoras sus pensamientos, opiniones y su tiempo. Escuchar atentamente lo que otra persona está diciendo es una gran manera de forjar nuevas relaciones e invertir en tus amistades existentes. Dedicar un poco de tiempo a entender la perspectiva de otra persona también te ayudará a aprender, crecer y ampliar tu forma de pensar.
Finalmente.
Cuando elijas dedicar tiempo a otra persona, ya sea durante una cena, o ir de paseo a alguna parte, o salir a caminar, dedícale a esa persona toda tu atención. Hablar por el teléfono, usar aplicaciones, o leer mensajes le dice a los demás que no valoras su tiempo lo suficiente. Si elegiste estar con ellos, haz que valga la pena.
"Creer que es posible es la mitad del camino" —Theodore Roosevelt
Ni tan calvo, ni con dos pelucas. Es así cómo debemos aproximarnos al tema de la auto-confianza.
Muy poca nos paraliza. Si no creemos en nuestra capacidad de llevar a cabo proyectos y cumplir nuestros objetivos, ni siquiera nos atrevemos a intentarlo. Por otro lado, el exceso de confianza puede conducirnos a resultados bastantes desagradables. Las personas que confían de forma exagerada en sí mismas, pueden ser percibidas como arrogantes, generando hostilidad y envidia a su alrededor. También tienden a desestimar la necesidad de prepararse antes de un gran evento. Consideran que su actual nivel de competencia es suficiente. El exceso de confianza puede llevar a tomar riesgos exagerados, que de materializarse, tienen el potencial de ser muy nocivos. Resulta que la clave del éxito en cualquier disciplina es: 90% preparación y 10% desempeño. Para convertirte en excelente conferenciante, publicista, escritor, vendedor, o lo que sea, el truco consiste en prepararse de forma exhaustiva. Confiar demasiado en nuestro nivel actual de competencia, y dejar de prepararnos, nunca es una buena idea. El éxito es un trabajo de equipo, nadie llega solo a la cima. Es a través de la humildad y la amabilidad cómo reclutamos apoyo para nuestra causa. Por el contrario, la altísima confianza se parece mucho a la arrogancia. La arrogancia repele apoyos, no los convoca. Aunque mucha confianza puede ser malo, yo creo que, de lejos, el mayor problema es la falta de ella. Son muchas más las personas que no están viviendo la vida que desearían vivir, porque no confían en su capacidad para materializar esos deseos. La inseguridad es la culpable de que nuestros sueños no lleguen a ser más que eso: sueños. No realidades. Con confianza se aprende, se emprende y se avanza. Los grandes emprendedores son (o han sido) personas con pocas dudas sobre ellos. Saben que cuentan con la fuerza para materializar sus planes. Las personas con confianza motivan a otros a unirse a su cruzada, exponen sus planes con tal convicción que las personas desean acompañarlos en su viaje. Por el contrario, la inseguridad espanta. Nadie se sube al barco de un capitán que vacila. Cuando Steve Jobs invitó a John Sculley, por ese entonces vicepresidente de Pepsi y responsable de convertirla en la marca de refrescos número uno, a unirse a Apple, le preguntó: “¿Vas a seguir el resto de tu vida vendiendo agua con azúcar o quieres la oportunidad de cambiar el mundo?”. Los pasos descritos a continuación quizá no te lleven a cambiar el mundo, pero te pondrán por la senda correcta. Síguelos y verás crecer tu confianza. Adquiere o mejora tus competencias. Este es el paso más importante. La confianza es hija de la competencia. Las personas que confían en sí mismas son aprendices. Tener la capacidad de aprender nuevas habilidades significa que podemos adaptarnos rápido a los constantes cambios del entorno. Muchas de las profesiones más demandadas hoy no existían hace 10 años, y muchas no existirán en los próximos 10. Así que estar cultivando nuevas facultades nos mantiene competitivos y evita que caigamos en la obsolescencia. Ponte metas y cúmplelas. No tienen que ser grandes metas (al principio), intenta mejorar todos los días 1%. Las metas son compromisos que hacemos con nosotros mismos, no podemos confiar en nosotros si no cumplimos los compromisos que establecemos. Cuida tu vestuario. Investigaciones han encontrado que el vestuario que usamos tiene una fuerte influencia en nuestro comportamiento. Trajes o batas de médico nos hacen sentir y reflejar mayor seguridad. Una buena regla sería vestir de una manera que nunca te avergüences al encontrarte con un contacto de negocios o una posible cita. Cuida tu cuerpo. Ejercitarse con regularidad, una nutrición sana y dormir lo suficiente, aumentan tu efectividad y tu estado de ánimo. Las personas seguras son enérgicas y positivas. Haz un recuento de tus éxitos pasados. Saber que has triunfado antes significa que puedes hacerlo de nuevo. Los pasos anteriores requieren un poco más de esfuerzo que las recomendaciones del tipo “mírate en el espejo y repite: soy bello y exitoso…”, pero este es un caso en el que el zumo vale la pena el apretón. Funcionan. Durante la mayor parte de mi vida la confianza en mí no ha sido parte de mis activos. Aún hoy no voy sobrado, pero el paciente ya respira. Espero que estos pasos te ayuden tanto como a mi.
"Mantener la mente abierta en presencia de incertidumbre, es el más poderoso secreto para liberar tu potencial creativo" —Michael Gelb
Cuando nos enfrentamos a situaciones que requieren soluciones creativas, innovadoras; nuestra involuntaria inclinación a encontrar una respuesta rápida, echa a perder cualquier intento de innovación.
Ya sea la creación de un nuevo servicio o producto, la solución a un problema complejo, o cualquier otra cosa que pretenda crear algo nuevo, al comienzo es necesario soportar una gran cantidad de incertidumbre. Y resulta que, a nosotros, bichos raros, no nos gusta la incertidumbre. No saber qué es lo que ocurre, caminar entre dudas y ambigüedades, es irritante para nuestro cerebro que prefiere la comodidad de la certeza. Está bien establecido a través de numerosos estudios que no saber nos mortifica, y, en casos extremos, incluso puede conducir a problemas de salud. Así que cuando nos enfrentamos a situaciones inciertas, saltamos de manera precipitada sobre las primeras explicaciones que encontramos razonables. Dar respuesta a un enigma irresoluto nos produce un gran alivio, es como un orgasmo intelectual. Así que una vez “eliminamos” la incomodidad de la duda, volvemos a ser felices. Y como te podrás imaginar, esas soluciones precipitadas casi nunca son las mejores. Ocurre que las primeras ideas o conclusiones que aparecen en nuestra mente son las más obvias, los lugares comunes; es decir, las menos creativas. Pero el problema no para ahí, como diría Murphy (el de las leyes), empeora. A nuestro resabiado cerebro tampoco le gusta estar equivocado o contradecirse. Le fastidia tener que reconocer un error. Esto da origen a un fenómeno conocido como el sesgo de confirmación, el cual se define como la inclinación que tenemos a favorecer la información que confirma nuestras creencias y puntos de vista, y a descartar u olvidar aquellas que nos contradicen. De esta manera, lo que ocurre es lo siguiente: en nuestro proyecto innovador saltamos sobre conclusiones precipitadas para acallar nuestra sed de certeza. Y luego, aunque hallemos información que sugiere que nuestra solución no es la óptima, la descartamos por obra y gracia del sesgo de confirmación. Si de verdad quieres encontrar soluciones innovadoras a un problema, lo mejor que puedes hacer es evitar saltar sobre soluciones apresuradas, y darle a tu proyecto el suficiente tiempo para investigar, evaluar diferentes rutas y contemplar otros puntos de vista. Es de esta manera, permitiendo que nuestro cerebro gane perspectiva sobre el asunto, como se empiezan a incubar las grandes ideas. La capacidad para reprimir durante un tiempo nuestra tendencia a sacar conclusiones apresuradas, es la principal cualidad de todos los genios creativos de la historia de la humanidad. Esta capacidad fue denominada por el poeta británico, John Keats, como “capacidad negativa”. En una carta dirigida a sus hermanos describe la capacidad negativa “como aquella por cual un hombre es capaz de existir en medio de incertidumbres, misterios, dudas, sin una búsqueda irritable del hecho y la razón”. Robert Greene en el magistral libro Maestría profundiza sobre el concepto: El mundo que nos rodea es mucho más complejo de lo que podemos imaginar. Con nuestros sentidos y conciencia limitada, sólo vislumbramos una pequeña parte de la realidad… La única solución para una persona iluminada es dejar que la mente absorba por sí misma todo lo que experimenta, sin tener que formarse una opinión sobre lo que esto significa. La mente debe ser capaz de sentir duda e incertidumbre durante el mayor tiempo posible. En tanto permanezca así, e indague profundamente en los misterios del universo, vendrán ideas de mayor dimensión y más reales que si hubiéramos saltado a conclusiones, y formado juicios desde el principio.
Contener nuestro deseo de hallar respuestas inmediatas es vital para todo proyecto creativo. Saltar sobre soluciones apresuradas impide que encontremos verdaderas soluciones innovadoras.
Evite las dudas y habrá impedido la posibilidad de resultados creativos. Eluda tropezar sobre cosas de manera caótica, y se habrá privado a sí mismo de la materia prima que alimenta la imaginación.
Esa es la advertencia que hace la escritora Denise Shekerjian en su libro Genios Inusuales.
Para aumentar nuestra capacidad creativa, y convertirnos en verdaderos innovadores, no nos queda otra que fortalecer nuestra capacidad negativa. Y bienvenida la duda. ¿Verdad?
En lugar de buscar la perfección, busca mejorar continuamente.
Disruptivo es el que rompe o interrumpe algo de manera brusca. Aquel que cambia de forma radical la manera como se hacen las cosas y establece un nuevo estándar.
Steve Jobs fue disruptivo. Con el iPod y iTunes acabó con una gran parte del negocio de las disqueras y las tiendas de música. Elon Musk es el más disruptivo de hoy. Sus empresas está meneando cuanta industria se le pasa por la cabeza, desde los coches eléctricos hasta los viajes al espacio. Ser disruptivo es una buena opción para conseguir fama y fortuna. ¿Quién no querría estar al lado de semejantes leyendas? Sin embargo, hay un campo donde ser disruptivo es una invitación a fracasar: el desarrollo personal. Resulta que cuando queremos cambiar, adoptar nuevos y mejores hábitos; adquirir nuevas habilidades; fortalecer nuestras relaciones... pretender cambiarlo todo de golpe es una forma casi segura de fracasar. Todos hemos tenido esos momentos en los cuales decidimos que no podemos seguir igual, "esto hay que cambiarlo ya". Quizá necesitamos perder unos kilos o ser más productivos o cualquier otra cosa. Así que leemos unos cuantos blogs, descargamos la app que promete resultados inmediatos y compramos nuevo equipamiento. La imagen de un futuro mucho mejor se nos presenta con total nitidez y nos decimos: “esta vez será diferente, esta vez sí lo voy a lograr”. Y entonces... llega el jueves. Los colegas de la oficina deciden al medio día ir por unas hamburguesas, y bueno, como ya llevamos cuatro días con los cambios, está bien darnos un pequeño respiro. El viernes son unas copas... El fin de semana “es que es tan difícil… mejor continúo el lunes”. En pocas semanas nuestro intento por ser disruptivos con nosotros mismos es un total fracaso. Dejándonos peor que antes, no avanzamos nada y la confianza en nosotros mismos ha sufrido severos daños. Resulta que los hábitos, buenos o malos, se forman gracias a pequeñas acciones llevadas a cabo de forma constante. Lo mismo aplica para el éxito y el fracaso. Ninguno se debe a un gran evento: son la suma de pequeñas decisiones que se van acumulando lo que conduce a uno u otro. En lugar entonces de enfocarnos en grandes cambios en cortos periodos de tiempo, es preferible realizar pequeños cambios que poco a poco, día a día, nos lleven al gran cambio que queremos. Todo lo que necesitamos es mejorar 1% cada día. Si, eso estodo: 1%. Al principio el cambio será pequeño, incluso, difícil de notar, pero a medida que pasa el tiempo, estas pequeñas mejoras se van acumulando y, de repente, nos encontramos con que hay una gran diferencia entre lo que éramos unos meses o años atrás, con lo que somos hoy. Si insistes en que quieres cambiar YA, no funcionará. No vas a dejar de ser malhumorado y convertirte en un manantial de paciencia mañana. Tampoco te pondrás en forma mañana, ni pasado. Pero si evitas la tentación de querer obtener grandes resultados de un día para otro, y te concentras en mejorar un poco todos los días, el éxito llegará. “Pequeños golpes derriban al gran roble”, dijo Benjamin Franklin. John Wooden, el legendario entrenador de baloncesto lo expresaba así: Cuando mejoras un poco cada día, finalmente ocurren grandes cosas. Cuando mejoras tu acondicionamiento un poco todos los días, con el tiempo tendrás una gran forma física. No mañana, no al día siguiente, pero con el tiempo tendrás una gran ganancia. No busques la gran mejora rápida. Busca la pequeña mejora de hecha cada día. Esa es la única forma en que va a ocurrir y, cuando ocurre, perdura.
La regla del 1% funciona para todo hábito que deseas adoptar. ¿Quieres empezar a correr? Sal y corre un minuto, mañana dos, pasado tres. En un mes estarás corriendo 30 minutos seguidos.
¿Difícil? Entonces corre 30 segundos, al día siguiente agrega otros 30. En sólo cuatro meses estarás corriendo una hora continua, eso es más de lo que el 90% de las personas puede hacer. Todos los días podemos mejorar: leer un poco más, comer un poco mejor (solo un poco), caminar un poco más, ser más pacientes. El truco es empezar por muy poco e ir aumentando despacio. Si, ser disruptivo es la caña, yo también quiero serlo, pero en cuanto a mi crecimiento personal, prefiero ir paso a paso. 1% cada día.
Las investigaciones de Shawn Achor señalan que existe un estrecho vínculo entre felicidad y éxito, pero el orden en el que se producen no es el que la mayoría imaginamos (primero éxito y luego felicidad). Es al revés, la felicidad nutre el éxito. De igual manera piensa el encantador Richard Branson:
Soy un gran creyente de que si usted es feliz, el éxito vendrá. La felicidad propicia tomar buenas decisiones en la vida, ayuda a crear y fortalecer relaciones maravillosas y abre las puertas a grandes oportunidades.
Aquí está sus frases preferidas sobre la felicidad:
10. "La felicidad no es algo que ya está hecho. Nace de tus propias acciones" —Dalai Lama
|
Tu privacidad está a salvo, tu correo no será compartido con nadie
pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
Archivos
Agosto 2022
|