El libro de Jason Fried y David Heinemeier (Reinicia) es de recomendada lectura para todo aquel que esté llevando un negocio o esté empezando uno o soñando con hacerlo. Es un libro deliberadamente corto, sus autores procuraron usar la menor cantidad de palabras posibles para contar su historia, no se entretuvieron con largas anécdotas y fueron directo al grano. Las estadísticas de éxito para las nuevas empresas se encuentran entre lo calamitoso y lo catastrófico. Dependiendo del estudio que uno consulte la tasa de mortalidad se sitúa entre el 80 y 90%. Sin embargo los autores desafían el pesimismo y nos alientan iniciar nuestra propia aventura. El momento perfecto nunca llegará. Siempre serás o muy joven o muy viejo o muy ocupado o estarás arruinado o cualquier otra cosa. Si estás esperando que las cosas ajusten perfectamente, eso no va a ocurrir jamás. Steve Jobs sabía que tener una idea no era suficiente, el proceso de llevarla cabo es mucho más complicado que parir la genialidad. Lo mismo piensan los autores. Las ideas son baratas y hay de sobra. La idea original es una parte tan pequeña de un negocio que es casi insignificante. Lo verdaderamente importante es que tan bien es ejecutada. Este blog lo escribo para personas como yo, llenos de dudas y con ganas de aprender. Esa misma actitud es la que recomiendan los autores a la hora de crear un producto o diseñar un servicio. La más fácil, la más directa forma de crear a gran producto o servicio es hacer algo que tu quieras usar. Eso te lleva a diseñar lo que tu conoces y sabrás inmediatamente si es bueno o no lo que estás haciendo. A veces existe la tentación de iniciar el negocio de moda, la última oportunidad descubierta. Sin embargo, conviene más pensar si las necesidades que se pretenden resolver serán las mismas dentro de algunos años. El núcleo de tu negocio debería estar construido alrededor de cosas que no cambiarán. Cosas que las personas van a querer hoy y en diez años. Esas son las cosas en las que deberías invertir. Amazon se centra en envíos rápidos, gran selección, políticas de retorno amistosas y precios asequibles. Eso siempre tendrá alta demanda. Los fabricantes de automóviles japoneses también se centran en principios básicos que no cambian: fiabilidad, asequibilidad y sentido práctico. La gente quería eso hace treinta años, lo quieren hoy y lo querrán dentro de treinta años. Darle una ojeada a lo que hace la competencia no es una mala costumbre, eso puede evitar sorpresas desagradables, pero no te obsesiones. Es preferible obsesionarte contigo (como mejorar cada día) y con tus clientes (como los puedo sorprender positivamente) Céntrate en cambio en ti. Lo que está pasando aquí es mucho más importante que lo que está pasando por ahí. El tiempo que desperdicias preocupandote por alguien más es tiempo que no puedes utilizar mejorandote. Si las cosas van bien y empiezas a despegar son numerosas las oportunidades que se cruzarán ante ti, ¡Cuidado! Perder el foco y dividir tu atención en muchas cosas es peligroso. Empieza a adquirir el hábito de decir no (incluso a muchas de tus mejores ideas). Usa el poder del no para mantener claras tus prioridades. Raramente lamentarás decir no, pero a menudo te arrepentirás de decir si. En los medios de comunicación vemos con frecuencia historias de emprendedores exitosos que lo fueron de la noche a la mañana. Es probable que algunos lo hayan conseguido de esa manera, Youtube en 16 mese se había tomado el mundo, pero lo normal es que el éxito ocurra después de algunos años de intensa lucha. Un baño de realidad no le hace mal a nadie. No serás un gran éxito de inmediato. No te harás rico rápido. No eres tan especial como para que todo el mundo te preste atención instantáneamente. A nadie le importas, al menos todavía no. Acostúmbrate. Tiempo de disentir Otro concepto errado: tienes que aprender de tus errores. ¿Que se puede realmente aprender de los errores? tal vez aprendas que no hacer de nuevo, pero ¿que tan valioso es eso? tu todavía no sabes que es lo siguiente que debes hacer. Contrasta eso con lo que aprendes de tus éxitos. El éxito te da munición real. Cuando algo sale bien tu sabes lo que funcionó y lo puedes hacer de nuevo. Y la próxima vez incluso mejor. Fallar no es un prerrequisito para el éxito. Tener éxito es la experiencia que realmente cuenta ¿Acaso existe alguien que se lanza a emprender con la intención de fallar para ver que aprende? Todos, absolutamente todos queremos que nuestros proyectos despeguen y prosperen, si no lo hacen será porque en algo nos equivocamos, pero no porque primero queríamos fallar para luego hacerlo mejor la segunda vez. El párrafo anterior bien se lo podían haber ahorrado. Sobre la importancia del marketing Marketing no es un departamento, ¿tienes un departamento de marketing? Si no, bien. Si lo tienes, no pienses que son los únicos responsables del marketing. Contabilidad es un departamento, marketing no. Marketing es algo que todos en la empresa están haciendo 24/7/365. Simplemente, si no comunicas no vendes.
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La capacidad de hacer predicciones es clave para nuestra supervivencia, necesitamos saber qué viene adelante para de esa manera evitar situaciones que nos pongan en peligro. La incertidumbre, por el contrario, es algo que el cerebro rechaza pues la encuentra molesta, provoca desasosiego. La perenne necesidad de certeza es la responsable de que en ocasiones no nos aventuremos a descubrir cosas nuevas. Por ejemplo, a la hora de escoger que cenar en un restaurante apostamos a caballo ganador y pedimos lo de siempre, lo que sabemos nos gusta, renunciamos a explorar otras posibilidades que pueden sorprendernos y deleitarnos. Otras, hace que permanezcamos atados a empleos que detestamos pues ahí nos sentimos seguros y atemoriza andar nuevos caminos. Para hacer el mundo más predecible nos obsesionamos con hechos, datos, extrapolamos tendencias, hacemos previsiones y planeaciones estratégicas. Apostar por lo predecible y evitar lo desconocido ha causado serios disgustos a muchísimas empresas. Kodak, a pesar de haber desarrollado la tecnología, no se aventuró en el desconocido mundo de la fotografía digital y su negocio se esfumó ¡pumba! La industria de la música se negó a cambiar la forma de vender los CD (too risky) y se vió sorprendida cuando Apple, a través de itunes, empezó a vender no los álbumes completos si no las canciones individualmente. Hoy todos queremos innovar, ¡innovar o morir! gritan desde los balcones de sus oficinas los directivos a las tropas. Sin embargo, a la hora de decidir sobre la financiación de una nueva iniciativa seguimos exigiendo pruebas, tenemos la necesidad de probar lo que no se puede probar. No es posible crear algo nuevo y justificarlo con datos que no existen. “El futuro es acerca de la imaginación, no de mediciones. Para imaginar el futuro, tenemos que mirar más allá de las variables medibles, más allá de lo que puede ser probado con datos del pasado” escribe Roger Martin autor de libros de obligada consulta por todo aquel que quiera conocer sobre estrategia. Al principio de todo proyecto que busque innovar siempre existirá un periodo de incertidumbre, un periodo de exploración en el cual vagamos e investigamos libremente,y donde debemos evitar, por todos los medios, saltar precipitadamente a la primera solución que aparezca, porque cuando lo hacemos, evitamos tropezar con otras soluciones o alternativas que pueden derivar en una mejor solución. “Suprima la lucha y posiblemente habrá empequeñecido el posible resultado creativo. Elimine ir tropezando caóticamente sobre cosas y se habrá robado usted mismo la materia prima que alimenta la imaginación. Un agradecimiento especial a las fuentes de donde me nutrí
Nueve de la mañana, te dispones a tener un día de productividad memorable, enciendes el ordenador con la firme intención de empezar a trabajar en ese reporte de 20 páginas que te pidió tu jefe. Justo antes de comenzar piensas: ‘voy a darle una ojeada al correo (o Facebook, o Twitter) antes de empezar’. Cuando te das cuenta, ha pasado más de una hora y aún no has empezado. A las once ya tienes programada una reunión y dices: ‘bueno, ya hoy no alcanzo a hacer nada, mañana empiezo, todavía hay tiempo’. ¿Te suena? Casi un 20% de la población se declara procrastinador crónico. Cuando nos enfrentamos a tareas difíciles, es muy común que busquemos distracciones que evitan que empecemos a trabajar en lo que debemos. Algunos procrastinadores sostienen que ellos trabajan mejor bajo presión, incluso en los colegios y universidades es motivo de orgullo: no es raro escuchar estudiantes alardeando de que pasaron los exámenes estudiando solamente el día anterior. Sin embargo, la mayoría de las veces es sólo una justificación por no hacer las cosas con suficiente tiempo. “Procrastinar es un monumental mal hábito. Un hábito que influye en muchas importantes áreas de tu vida. Cámbialo y una multitud de cosas positivas se empezaran a abrir”. “Un poco de procrastinación puede parecer que no hace daño en ese momento, pero los efectos a largo plazo pueden ser muy perjudiciales”, escribe la doctora Bárbara Oakley en su libro A Mind for Numbers Durante la mayor parte de mi vida he sido un serio procrastinador, es más, incluso procrastinaba sobre dejar de procrastinar. Lo más frustrante era saber que, a pesar de entregar el trabajo a tiempo, podría haber hecho algo mejor si hubiera empezado antes, la prisa es enemiga del trabajo bien hecho. Afortunadamente, gracias a las lecciones de Profesora Oakley en su curso sobre cómo aprender a aprender, sé que hay esperanza para mi, que la procrastinación puede ser controlada (con esfuerzo). Primero veamos porqué se produce la procrastinación. Al enfrentarnos a una tarea difícil o que nos resulta aburrida, el cerebro anticipa que se va a producir incomodidad, malestar. Para evitar ese mal rato busca distraernos de esa situación haciendo que nos fijemos en cosas que nos dan placer instantáneo, aunque de corta duración (como ver el resumen de los goles de la jornada o las fotos del matrimonio de los Clooneys). Estas actividades que encontramos placenteras favorecen la secreción dopamina, una hormona asociada con el placer y el humor. La dopamina participa en actividades que resultan recompensantes como el sexo, la alimentación y el uso de algunas drogas. Así que ante la decisión de si nos ponemos con el reporte o Facebook, nuestro cerebro la tiene clara. Pero tranquilos que no todo está perdido, hay esperanza, existe una salida. ¿Cual es la mejor forma de comerse un elefante entero? En pequeños bocados. Eso mismo podemos hacer con nuestra enorme e intimidante tarea: dividirla en pequeñas partes y enfocarnos en el proceso y no en el resultado. Permítanme explicarme. En mi caso, cuando voy a escribir un artículo que me va a tomar varias horas, eso me hace sentir incómodo y entonces aplazo, sin embargo, en vez de pensar en hacer el artículo completo, puedo en cambio fijarme como meta escribir de manera concentrada durante 25 minutos. Eso dirige mi atención hacia el proceso, escribir, y no hacia el resultado, el artículo. 25 minutos no son gran cosa y cualquier persona adulta puede concentrarse durante ese tiempo. Pero ojo, para que funcione debes tener total concentración durante ese tiempo y evitar toda distracción. ¿Porqué funciona? Lo que suele ocurrir es que cuando empezamos a trabajar, la incomodidad con la tarea desaparece. Además, al finalizar ese corto periodo de tiempo experimentamos un subidón anímico por lo que hemos logrado y por sentirnos que estamos en control de la situación. También resulta muy útil (clave diría yo), que terminado el periodo de intenso trabajo te des una pequeña recompensa: cinco minutos de YouTube, o un café, o una galleta, o lo que te apetezca. Desafortunadamente, a pesar de ser la especie más inteligente sobre la tierra, nuestro cerebro responde de la misma manera que tu cachorrito a las recompensas: busca repetir el comportamiento que la produjo para obtener otra. Cosas de la evolución. Lo mejor de esta técnica es que no sólo estás dejando a un lado el problema de aplazar las cosas sino que estás entrenando tu mente para que pueda trabajar de manera concentrada en una sola labor. Algo cada vez más difícil en estos tiempos de distracciones electrónicas. “Las personas verdaderamente felices son aquellas que han roto las cadenas de la procrastinación, aquellas que encuentran satisfacción en hacer el trabajo que tienen en mano. Ellos están llenos de ilusión, entusiasmo, productividad. Tu lo puedes ser también” -Norman Vincent Pale Si te ha gustado el artículo, ayúdame a difundirlo y compártelo. Gracias
El Quijote es una fuente de la cual siempre podremos beber sabiduría. Sobre emprender también encontraremos frases llenas de buenos consejos .
Agradecimiento a las fuentes donde encontré las frases http://www.ciudad-real.es/turismo/museoquijote/frasesquijote.php http://www.elalmanaque.com/literatura/quijote/frases.htm Si te gustó este artículo por favor ayúdame a difundirlo y compártelo. ¡Gracias!
"Creatividad es simplemente conectar cosas. Cuando le preguntas a las personas creativas como lo hicieron, se sienten un poco culpables porque ellos en realidad no lo hicieron. Ellos simplemente vieron algo que después de un tiempo les pareció obvio, fueron capaces de conectar experiencias que habían tenido y las sintetizaron en cosas nuevas". -Steve Jobs La originalidad de las ideas es un mito y saberlo ha sido para mi un alivio. Hasta hace poco pensaba que para ser una persona creativa y dar vida a canciones con estribillos memorables, novelas fantásticas o innovaciones disruptivas, uno debía poseer un don (el cual yo ciertamente no tenía). No era capaz de entender cómo una persona podía de la nada, desde cero, dar origen a todo aquello. Entonces me interesé por saber cómo ocurre el proceso creativo y poco a poco el gran misterio empezó a desvelarse. Como muy bien lo explica Steve Jobs en su frase, creatividad es simplemente conectar cosas. Nada surge de la nada. Toda obra literaria, toda obra maestra de la pintura, toda innovación es producto de conectar conceptos o ideas que ya existen, y son consideradas originales cuando el artista/innovador conecta algo que nadie antes había conectado. “Después de Dios, Shakespeare es quien más ha creado” dijo Alejandro Dumas. Sin embargo, en su época Shakespeare fue acusado en repetidas ocasiones de copiar desvergonzadamente ideas de otras personas, la similitud de algunos pasajes de sus obras con las de otros artistas contemporáneos a el es evidente. Shakespeare no tenia ningún problema en tomar "prestadas" ideas de otros artistas para luego mezclarlas con las suyas. El prolífico artista se benefició del hecho de que en el siglo XVI las leyes de derechos de autor eran bastante más relajadas que las actuales. Steve Jobs: “en Apple nunca hemos sentido vergüenza sobre robar grandes ideas” y era cierto. Antes de producir el Macintosh (el ordenador más revolucionario de su época y un rotundo éxito en ventas) a Steve Jobs se le permitió visitar varias veces el PARC (el laboratorio de innovaciones de Xerox) en donde pudo ver algunas de las maravillas tecnológicas que ahí se producían: el mouse, las interfaces con iconos, los ficheros; todos eran conceptos creados por Xerox y que luego fueron incluidos ‘sin vergüenza’ por Jobs en el Macintosh Nada es completamente original. Ya en el siglo XII encontramos la frase “parados sobre los hombros de gigantes” atribuida a Bernard de Chartres, cuyo sentido es que cada generación avanza sobre lo hecho por las generaciones precedentes. Este artículo también es un ejemplo de como funciona la originalidad. Para su elaboración he consultado algunos libros, buscado en Internet frases relacionadas, lo he mezclado con mis propias experiencias y voilà, de mi ordenador ha salido una pieza completamente original. Cuando utilizamos ideas de otras personas sentimos que somos un fraude, que solo estamos copiando. Pero no es así, es la manera como nacen todas las grandes ideas e innovaciones. Es completamente válido que lo hagamos también. Y si lo hacemos con frecuencia, empezaremos a crear cosas que otros juzguen como muy sorprendentes y novedosas. Así que adelante, empieza a combinar. Si te gustó el artículo, por favor ayúdame a difundirlo y compártelo
“El talento es más barato que la sal de mesa. Lo que separa al talentoso del exitoso es mucho trabajo duro” -Stephen King Me resulta muy extraño que me llamen abuelito, pero lo soy. Tengo nieto y se llama Spike. Mi hija dijo que ella era su madre y por lo tanto yo soy el enamorado padre de una chiquilla de cinco años y el abuelo de un gracioso cachorro de raza no confirmada. Spike, como todo perro, debe salir varias veces al día a pasear, tarea harto ingrata en las mañanas invernales. Durante los paseos me hace gracia cómo el hijo de mi hija levanta la pata en todos los árboles que ve, en todos los postes que ve, en todas las cercas que ve; en fin, el cachorro tiene una vejiga tan fértil que le permite ir rociando lo que se le ponga enfrente. Sin embargo, no es su capacidad humidificadora lo que más me sorprende. Lo digno de mencionar es que de la primera a la vigésima meada mi peludo nieto tira de la correa como si se fuera a reventar. Uno esperaría que pasadas la primeras cuatro o cinco veces empezara a relajarse y que las últimas las hiciera hasta con desgano, por cumplir. Pero no. Esa no es la actitud de Spike: de la primera a la última va con el mismo entusiasmo. La intensidad de Spike en su labor diaria me hizo recordar a la psicóloga Angela Duckworth, quien investiga sobre qué hace que algunas personas alcancen la excelencia y otros no. Sus investigaciones señalan que la diferencia entre los buenos y los excelentes es una combinación de perseverancia y aguante (grit -en inglés- como ella lo define). Según su propia definición grit es “la cualidad que le permite a los individuos trabajar duro y permanecer apasionadamente comprometidos con sus objetivos de largo plazo”. Es decir, para llegar a lo más alto no basta el talento, se debe trabajar muy duro. Poseer un talento fuera de lo normal no es garantía de un desempeño de clase mundial, para sobresalir es necesario dedicar una gran dosis de tiempo, paciencia y esfuerzo a la práctica deliberada (un libro excelente sobre el tema del talento es ‘El talento está sobrevalorado’ de Geoff Colvin). Son muchos los prodigios que no llegaron a su potencial porque con el paso de los años fueron perdiendo el entusiasmo y dejaron de practicar con la intensidad requerida. Romario es un claro ejemplo, poseía un talento descomunal para el gol, sin embargo, al ser cuestionado sobre su poco compromiso en los entrenamientos, respondía que él no necesitaba entrenar, que él ya era muy bueno. Siempre quedará la duda de hasta dónde habría llegado si hubiera entrenado con mayor disciplina. Por el contrario, Cristiano Ronaldo y Rafa Nadal son ejemplos de perseverancia y aguante, dos fenómenos que siguen trabajando con el mismo entusiasmo de cuando empezaron (como Spike con sus meadas), buscando mejorar cada vez más. La lección que podemos extraer de aquí es que en la mayoría de los casos no son los genes los que determinan el rumbo de nuestras vidas, si no lo que decidimos hacer con ella. El esfuerzo que le dedicamos a algo es lo que influye en mayor medida en los resultados que obtenemos. Procter & Gamble tenía dificultades para crecer. A pesar de gastar millones en investigación, de los laboratorios no salia ningun producto con posibilidades de convertirse en el próximo gran éxito. Los dolores de cabeza eran causados especialmente por los productos de limpieza para el hogar: se seguía vendiendo detergente con olor a limón y fregonas de madera y parecía imposible crear algo de mejor. Para ese entonces P&G contaba con un verdadero ejército de científicos (en sus cuarteles había más doctorados que en las universidades de Harvard, Berkeley y MIT ¡juntas!). Sin embargo los productos que salían de los laboratorios fallaban en la fase de prueba. Ante la imposibilidad de encontrar el producto adecuado que le diera un empujón a las estancadas ventas, decidieron recurrir a Continuum, un estudio de diseño con sede en Boston y Los Ángeles, para que investigara por su cuenta con la esperanza de que algo saliera de la chistera. La aproximación de Continuum fue radicalmente diferente, en vez de probar nuevas fórmulas químicas, salieron a observar cómo se llevaba a cabo la labor de limpieza en los hogares. Después de algunas semanas de observación descubrieron que se empleaba el mismo tiempo fregando el suelo que lavando la fregona. Además, la bañera era utilizada con frecuencia para lavar la fregona, a mano ¡puaj! Los investigadores pensaron que no sólo debían crear nuevos productos si no cambiar por completo toda la experiencia que implicaba limpiar los suelos. Tras meses de observación, no se encontraba una solución al problema y empezaron a temerse que el proyecto fracasaría, que no había nada que se pudiera hacer para mejorar dicha labor. Ante la falta de ideas decidieron retornar a los hogares a observar e hicieron grabaciones en vídeo. Una tarde examinando una grabación, vieron a una anciana utilizando papel absorbente para limpiar una mancha de café y ¡Boom! ¡Eureka! Al jefe del equipo se le ocurrió la idea que era posible crear un artefacto que utilizara material desechable para limpiar los suelos; no más fregonas en la bañera, no más cubos con agua sucia. Ese fue el nacimiento de Swiffer (la mopa), un producto que fue un éxito inmediato de ventas, al final de ese año había producido $500 millones de dólares en ingresos. La historia del Swiffer es perfecta para señalar dos formas de innovar completamente distintas. La primera es una aproximación centrada en la empresa, donde la innovación es considerada como una herramienta para generar crecimiento, o para protegerse de la competencia, o para no quedarse rezagados en tecnología, como la que estaba llevando a cabo P&G con su equipo de científicos. La otra (la utilizada por Continuum) es una aproximación centrada en las personas, preocupada por descubrir cuales son las dificultades que experimentan, qué problemas afrontan o como se pueden servir mejor. En el segundo caso la innovación se produce como consecuencia de querer mejorar la vida de los clientes, no es un fin en sí. Innovar no es una actividad que realizan personas bendecidas con altas dosis de creatividad ni tiene que ser producto de procesos complicados. Todos podemos. Simplemente basta con salir del edificio y escuchar a los clientes, interesarse por los desafíos que afrontan y dedicarse a resolverlos. Las innovaciones más exitosas son realizadas por gente común para problemas de gente común. Si te ha gustado el artículo por favor ayúdame a difundirlo y compártelo. Gracias
“Cambiar hábitos es una de las habilidades más fundamentales que puedas aprender, porque te permite remodelar tu vida. Remodelar quien eres. Eso es verdaderamente transformador”, escribe Leo Babauta en su blog. En cuanto a malos hábitos he aprendido por el camino difícil, durante mucho tiempo he luchado -y aún sigo haciéndolo- por escapar de algunos de los más perniciosos: ¿pobres hábitos alimenticios y obesidad? por supuesto, ¿ver demasiada televisión? culpable también, ¿no dedicar tiempo a la lectura, al aprendizaje? apúntame ahí. Y la lista continúa. Una y otra vez he fallado, pero ha sido a través de esos fallos como he ido aprendiendo que funciona y que no. Esa es la actitud que recomiendo. La manera como afrontamos los tropiezos que inevitablemente aparecerán en el camino hacia la adopción de mejores hábitos, determina en gran parte nuestro éxito. Es muy frecuente que cuando recaemos en una de las conductas que estamos tratando de abandonar nos castiguemos con severidad a nosotros mismos: ‘otra vez lo mismo, en ti no se puede confiar’; ‘nunca cumples lo que prometes’; ‘para que te molestas si a la primera caes’; ‘¡perdedor!’; son algunas de las frases con las que nos atormentamos. Pensamos que si nos castigamos de esa forma aprenderemos la lección y la próxima vez lo haremos mejor. Error. El problema con auto-infligirse dichas reprimendas es que eso aumenta nuestra angustia. Al tropezar es natural sentirnos mal por ello, pero si a eso le sumamos los azotes auto-proporcionados, lo que logramos es que aumente la ansiedad. La respuesta natural de nuestro cuerpo a semejante ataque es tratar de salir de esa situación y buscar alivio, y adivinen donde busca...exacto, en los malos hábitos. La cosa funciona así: caemos en el comportamiento que estamos tratando de cambiar y seguidamente hacemos sangre de nosotros dándonos unos buenos azotes, eso aumenta nuestra angustia y buscamos salir de esa situación tratando de encontrar algo que nos de placer inmediatamente, así que corremos de nuevo al bar o al refrigerador por la tarta de chocolate que aún queda o nos damos un festival de obsequios auspiciado por (nuestra) Visa. Obtenemos alivio momentáneo, pero acto seguido nos damos cuenta que hemos vuelto a fallar y ahí empezamos a recorrer cuesta abajo la senda que nos aleja definitivamente de nuestro intento de cambio. Para evitar esto la solución es bastante simple: debemos tener una actitud más compasiva hacia nosotros mismo. Los cambios no se dan de la noche a la mañana, es una batalla que toma algún tiempo y en el transcurso de esa batalla tendremos reveses. Lo importante es asumirlo, APRENDER y retomar el camino. En vez de mortificarnos, pensemos qué le diríamos a un amigo que se encuentra en nuestra situación: seguramente le daríamos palabras de aliento y nunca diríamos que es un perdedor sin esperanza. Bueno, trátate como a tu mejor amigo. Como lo dije antes, yo he fallado muchas veces y fallar jode. Sin embargo, regreso y vuelvo a intentarlo, cuando lo intento una y otra vez, a veces tengo éxito. No existe ningún secreto, simplemente tenemos que seguir intentándolo. Así que vuelve a empezar Si te ha gustado el artículo, por favor ayúdame a difundirlo y compártelo. Gracias
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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