"La abundancia de información da lugar a la pobreza de atención"
La comida rápida, especialmente aquella producida por las grandes corporaciones, es producto de la micro-ingeniería. Hasta el mínimo detalle ha sido pensado para enganchar a la mayor cantidad de consumidores. Y lo han conseguido. Dada la epidemia de obesidad que aqueja a una gran parte del planeta, es innegable su éxito.
El sabor, el crujiente, la masticabilidad, el olor, los colores… todo es minuciosamente probado y comprobado para que tenga la máxima capacidad de enganche. El olor característico de los restaurantes de comidas rápidas, a mi, me resulta tan difícil de rechazar como los cantos de sirenas a los marineros del Mediterráneo. Pero las multinacionales de la alimentación no son las únicas que micro diseñan sus productos. Otro grupo de empresas también lo hace para hacerse con un recurso inestimable: nuestra atención. Fue quizás el ganador del Nobel, Herbert A. Simon, quien primero utilizó el término economía de la atención en 1971: “...en un mundo rico en información, la riqueza de información significa escasez de alguna otra cosa: una escasez de lo que sea que consume la información. Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de quien la recibe. Por lo tanto, la riqueza de información produce pobreza de atención y la necesidad de distribuir eficientemente la atención entre la excesiva abundancia de fuentes de información que la consumen”. ¿Te has fijado en la fecha? ¡1971! ¡Cuando todavía no existían Facebook, Twitter, 4G, Pinterest y demás! Así que como ya lo sabrás, la cosa ha empeorado de manera dramática. La masificación de dispositivos electrónicos móviles ha significado que siempre estemos ‘on line’, siempre al alcance de las multinacionales que quieren desesperadamente que veamos sus anuncios. Sus interfaces, los correos que nos envían, las alertas en el móvil… todo hace parte del intento(?) por captar nuestra atención y de esa manera vendernos sus productos o los de sus anunciantes. Hoy es muy normal que mientras trabajamos tengamos el móvil al lado y le demos una ojeada con frecuencia, si hay algo que llama nuestra atención, caemos en la trampa. El problema con esas pequeñas interrupciones es que tienen un costo enorme en nuestra productividad, coste que a veces ni siquiera notamos. David Rock escribe en su libro Your Brain at Work: Las distracciones están en todas partes. Y las siempre encendidas tecnologías de hoy cobran un alto precio a la productividad. Un estudio encontró que las distracciones en la oficina se comen en promedio 2.1 horas al día.
Como afirmo H. Simon, hoy más que nunca debemos hacer una distribución eficiente de nuestra atención. Tener la capacidad de trabajar por periodos de tiempo con pocas o ninguna distracción, puede convertirse en el arma secreta de un profesional; en su ventaja competitiva.
Aquí algunas recomendaciones simples, pero no fáciles de poner en práctica:
Pretender trabajar la mayor parte del día sin distracciones es tan impensable hoy, como hace algunas décadas. El colega inoportuno ha existido desde siempre. Sin embargo, crear pequeños oasis libres de interrupciones es posible. Y vale la pena.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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