"Aunque el ingenio humano puede crear varias soluciones a un mismo problema. Nunca llegará a concebir una invención más hermosa, ni más simple, ni más adecuada que las que produce la naturaleza. Porque en sus invenciones nada es caprichoso, nada es superfluo. Ella no necesita contrapesos cuando crea extremidades apropiadas para el movimiento de los animales" —Leonardo Da Vinci
Hay una cosa de la cual estoy convencido: nuestro bienestar, tanto físico como emocional, depende en gran medida de la comprensión que tengamos de la evolución que hemos tenido como especie.
Aquello que nos ayuda a ser más saludables y felices son las cosas que están en armonía con nuestra historia evolutiva. Por ejemplo, diversas investigaciones han encontrado que el factor más importante en nuestro bienestar emocional (léase, felicidad) es la calidad de las relaciones que tenemos tanto con nuestra familia como con nuestros amigos. La falta de lazos afectivos, por el contrario, tiene consecuencias negativas sobre nuestra salud: las personas solitarias se enferman más y tienden a vivir menos. Los seres humanos no somos la especie más fuerte, ni la más rápida, ni la que tiene los dientes más grandes. Por eso, a diferencia de otros animales como los tigres y los osos polares, no podemos sobrevivir en solitario: dependemos del trabajo comunal. Necesitamos de la tribu, pertenecer a una manada para subsistir y prosperar. Así que madre naturaleza, en su infinita sabiduría, nos ha hecho bien adaptados —o mejor dicho, completamente dependientes— a la vida en comunidad. Esa es la razón biológica por la cual nos importa tanto la opinión (con todas las cosas malas que ello también conlleva) que los demás tengan de nosotros: si no encajamos en la manada estamos condenados. Ocurre igual con nuestra salud física: nuestro cuerpo está acondicionado a un tipo de vida y de alimentación que es muy diferente de lo que hoy tenemos. Evolutivamente somos especies del paleolítico, no de la era de internet; así que estamos mejor adaptados a la vida en la sabana africana que a la vida detrás de un escritorio.
El Manifiesto Paleo. Sabiduría ancestral para una salud duradera, es un interesante libro escrito por el psicólogo evolutivo John Durant, en el encontré un convincente argumento sobre los beneficios de correr descalzo o usar calzado minimalista.
Durante las últimas décadas la industria del calzado deportivo ha venido promocionando los beneficios de sus ultra-tecnológicas zapatillas, sin embargo, resulta sorprendente que no exista evidencia científica seria que confirme que el uso de calzado deportivo ayude a prevenir las lesiones que son tan frecuentes entre los corredores. Después de muchas investigaciones, lo que los científicos han encontrado es que lo que lesiona a los corredores es… correr. Si, ya se que suena tonto, lo que pasa es que los científicos no han podido descubrir que causa las lesiones (que son muchas y de todo tipo) en los corredores. El que corre se lesiona. (Bueno, no todos, pero comparado con otros deportes, en los corredores las lesiones son más frecuentes). Y el calzado moderno para correr no ha logrado impedir que esto siga ocurriendo. Resulta que cuando usamos zapatillas con suelas amortiguadas cambiamos la manera como corremos naturalmente, como corríamos cuando eramos libres en la sabana africana. Si quieres comprobarlo, basta con que te quites los zapatos y corras un poco descalzo. Notarás que cuando lo haces tu pie aterriza sobre la parte delantera. Por el contrario, el uso de zapatillas amortiguadas hace que alarguemos la zancada provocando que caigamos sobre el talón. Cuando saltas, aterrizas sobre la parte delantera de tus pies, nadie lo hace sobre los talones, resultaría doloroso. Caer en la parte frontal amortigua el golpe. Ocurre lo mismo con el correr, caer sobre el talón es menos amortiguado que hacerlo sobre la parte delantera. Si quieres leer un poco más sobre los beneficios de correr descalzo o con calzado minimalista lo puedes hacer aquí y aquí. También existe una página de la Universidad de Harvard (en inglés) donde proveen evidencia basada en hechos para aquellos interesados en conocer cómo corríamos antes de la aparición de las zapatillas modernas para correr.
Así que envalentonado con toda esta información decidí probar el calzado minimalista.
Era una prueba arriesgada teniendo en cuenta que estaba a menos de cuatro semanas de correr mi primer maratón (en unos días escribiré sobre esto). Podía lesionarme y echar a perder meses de entrenamiento. La transición a corredor minimalista debe hacerse poco a poco. El uso de calzado moderno impiden que nuestros pies y pantorrillas desarrollen la musculatura adecuada. También los huesos y tendones necesitan adaptación. Las primeras carreras que realicé con el nuevo calzado resultaron una verdadera prueba para mis gemelos: terminaban dando alaridos por el esfuerzo. También noté algunos dolores en las plantas de los pies. Por fortuna estas molestias duraron poco y de forma progresiva me fui sintiendo cada vez más cómodo con el nuevo calzado. Además, pude también experimentar nuevas sensaciones durante la carrera. Gracias a que la suela es más delgada puedes sentir mejor el terreno por el que vas. Cuando corres por el campo la sensación es muy agradable. Otra de las cosas que noté es que puedes tomar las curvas mucho más fácil. Las zapatillas modernas tienen refuerzos por todos lados (talón y arco) lo que impide que el pie se mueva con libertad. El calzado minimalista, al carecer de dichos refuerzos, permite que el pie se mueva de forma más natural y los giros se realizan con mayor suavidad. Hasta ahora mi experimento con este tipo de calzado ha sido un éxito rotundo, la prueba de fuego, el maratón, se cumplió con nota. Incluso estoy deseando que suban las temperaturas para probar correr con sandalias como las que usan los míticos corredores de la tribu Tarahumara. Las primeras zapatillas comerciales de Nike salieron a la venta en 1972, así que su historia se remonta a algo más de 40 años. Madre naturaleza lleva más de 2.5 millones de años trabajando y retocando lo que resulta ser una hermosa obra de ingeniería: nuestros pies. Así que mi apuesta es por madre naturaleza, lleva más años en el oficio.
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"Cualquier cosa que hagas la harás mejor después de una buena noche de sueño"
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"Ninguna característica del cerebro o del cuerpo impide a un individuo alcanzar un nivel experto"
El Tono Perfecto (también conocido como el Oído Absoluto) es la inusual capacidad que tienen algunas personas de identificar cualquier nota sin la ayuda de una nota referencial. Mozart podía saber qué nota estaba escuchando incluso sin saber el instrumento que la producía. Más aún, tampoco tenía que estar en la misma habitación para identificar el sonido con absoluta precisión.
Esta capacidad no se limitaba sólo a identificar las notas que producían instrumentos musicales, de igual manera podía distinguir las notas en los sonidos que producían los relojes de pared, las campanas y hasta en los estornudos.
El Oído Absoluto es una rarísima cualidad que estiman los científicos posee una de cada 10.000 personas. No obstante, durante mucho tiempo se ha debatido si esta capacidad es innata o aprendida.
Gracias a un experimento diseñado de forma brillante, el cual fue publicado en 2014, el debate sobre el origen genético del oído perfecto ha concluído.
El psicólogo japonés Ayako Sakakibara reclutó a 24 niños de edades entre edades de 2 y 6 años, y durante meses recibieron un entrenamiento que buscaba enseñarles a identificar los sonidos de 14 cuerdas de un piano.
Algunos niños completaron el entrenamiento en menos de un año y otros tardaron hasta año y medio. Después de completar el entrenamiento, los 24 niños habían desarrollado el Oído Absoluto.
Lo que el investigador japonés pudo demostrar es que el genio de Mozart está al alcance de cualquiera que reciba el entrenamiento adecuado. Gracias a que el padre de Mozart era el mismo un músico destacado, el niño prodigio tuvo la oportunidad de ser entrenado desde una edad muy precoz (las investigaciones apuntan a que es muy difícil desarrollar el Oído Absoluto después de los seis años). El entrenamiento temprano fue el factor que hizo posible el extraordinario desarrollo del talento de Mozart.
El hecho de que el Oído Absoluto pueda ser desarrollado por cualquiera no significa que Mozart no haya nacido con un don. En efecto, nació con uno. No obstante es un don con el que nacemos todos y se conoce como neuroplasticidad.
El cerebro de los niños (también el de los adultos, pero en menor medida) tiene la capacidad de modificar su cableado en función de los estímulos y el entrenamiento recibido. Las neuronas pueden formar nuevas conexiones entre sí, lo cual le permite al cerebro adaptarse al adiestramiento y crear capacidades que pueden parecer mágicas para todos aquellos que no hemos practicado de la misma manera.
Anders Ericsson, el experto mundial en los factores que conducen a un desempeño superior y responsable de la creación de conceptos como las 10.000 horas y la práctica deliberada, hace eco en su apasionante nuevo libro Peak del experimento realizado por Sakakibara y concluye lo siguiente:
El mensaje claro tras décadas de investigación es que... el don principal que las personas “dotadas” tienen es el mismo que todos tenemos: la adaptabilidad del cerebro y del cuerpo humano.
[...]
Hoy entendemos que no hay tal cosa como una capacidad innata. El cerebro es adaptable, y el entrenamiento puede crear habilidades —como el Oído Absoluto— que no existían antes. Este descubrimiento lo cambia todo, ya que convierte a la práctica en un instrumento que permite crear habilidades en lugar de ser una forma de ayudar a las personas a que saquen provecho de sus habilidades innatas. En este nuevo mundo ya no tiene sentido pensar que la gente nace con reservas fijas talento; en cambio, el potencial es un recipiente expandible, formado por las diferentes cosas que hacemos a lo largo de nuestras vidas. El aprendizaje no es una forma de alcanzar su potencial, sino más bien una forma de desarrollarlo. Podemos crear nuestro propio potencial. Y esto es cierto tanto si nuestro objetivo es llegar a ser un pianista de concierto o simplemente tocar el piano lo suficientemente bien como para divertirnos a nosotros mismos, para unirse a la gira de golf de la PGA o simplemente mermar nuestras deficiencias un poco.
Sin embargo, las investigaciones de Ericsson también nos crean un problema: se nos acabaron las excusas. Ya no vale ‘es que eso no se me da bien’, nuestro cerebro es una máquina maravillosa que nos permite aprender, con el entrenamiento apropiado, cualquier cosa que nos propongamos y alcanzar un desempeño sobresaliente. Ahora ya nada nos detiene.
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“La verdadera felicidad es... disfrutar el presente, sin ansiosa dependencia del futuro”
—Séneca
La práctica de gratitud nos hace volver los ojos hacia esas bendiciones ignoradas, permitiendo que, de nuevo, apreciamos toda la alegría que traen a nuestra vida.
Aunque algunos tengan (mucho) más y otros (mucho) menos, si estas leyendo esto casi con seguridad cuentas con agua corriente, un lugar donde dormir, alimentos, antibióticos y, bueno… ¡internet! Hoy vivimos con unas comodidades que hasta hace poco más de un siglo ¡ni siquiera los reyes disponían! Para ellos nuestro comfort serían como una fantasía.
Pero en lugar de estar contentos y agradecidos por toda la abundancia que ya está presente en nuestras vidas, con frecuencia andamos frustrados y afligidos por aquello que deseamos y todavía no tenemos.
Dentro de las herramientas filosóficas de los estoicos, existe un ejercicio quizá aún más potente que la gratitud y que es... bueno… ¡más estoico! Se llama: Visualización Negativa.
La visualización negativa consiste en imaginar que nos ocurren las peores tragedias: pérdida de seres queridos, ruina, enfermedad, desprestigio… Según los estoicos, este ejercicio, al igual que la gratitud, nos obliga a tomar consciencia de lo que hoy tenemos y de lo afortunados que somos por ello.
Si un día, por un golpe del destino lo perdiéramos todo, con seguridad que echaríamos de menos a las personas y cosas de las cuales disfrutamos. Apreciar lo que tenemos, en lugar de andar preocupados por lo que no, como una casa más grande, un teléfono más inteligente o un coche más lujoso, es una fórmula segura para aumentar nuestra satisfacción con la vida.
Epicteto, por ejemplo, para poner en práctica la visualización negativa, aconseja que en la mañana, al despertar, cuando veas a tus hijos, esposa o padres, pienses: ‘hoy puede ser el último día que los veo, quizá mañana no estén’. Ser consciente de la mortalidad de nuestros seres queridos, entender que su presencia no nos está garantizada nos hace apreciarlos más.
William Braxton, en su libro AGuide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy, explica así el ejercicio propuesto por Epicteto:
Para entender cómo imaginar la muerte de un hijo puede hacernos apreciarlo más, considere a dos padres. El primero toma el consejo de Epicteto y periódicamente reflexiona sobre la mortalidad de su hijo.
El segundo se niega a considerar tales pensamientos pesimistas. En lugar de ello, asume que su niño o niña vivirá más que él y que siempre estará a su lado para disfrutarlo. El primer padre es casi seguro que será más atento y cariñoso que el segundo. Cuando ve a su hija a primera hora de la mañana, estará contento de que ella todavía sea parte de su vida, y durante el día que va a sacar el máximo provecho de las oportunidades que tenga para interactuar con ella. El segundo padre, por el contrario, será poco probable que experimente una oleada de placer al encontrar a su hijo en la mañana. De hecho, él podría incluso no levantar la vista del periódico al percibir su presencia en la habitación. Durante el día, dejará de aprovechar las oportunidades para interactuar con el, convencido de que tales interacciones se pueden dejar para mañana. Y cuando finalmente se decide a interactuar con él, el placer que obtiene de su compañía no será tan profundo, puede uno suponer, como el placer que el primer padre disfruta de tales interacciones.
Otra de las bondades de La visualización negativa es que también nos ayuda a ser conscientes de que nadie está exento de un cambio de fortuna. Cualquier persona puede sufrir en cualquier momento una gran tragedia. Entender esto evitará que la desgracia nos coja por sorpresa. El hombre preparado —afirma Séneca—, el que sabe que la calamidad puede estar a la vuelta de la esquina, no la teme:
Ni tiene por qué temerla… [El que] prevé que puede suceder todo cuanto puede venir, suavizará el ímpetu de todos los males, que no traen nada nuevo a los que están preparados y esperándolos, y se hacen pesados sólo a los que se creen seguros y esperan solamente felicidad. Existen la enfermedad, el cautiverio, la ruina, el fuego; ninguna de estas cosas es repentina: ya sabía yo en qué revoltoso hospedaje me encerró la naturaleza.
¿Y me he de sorprender que alguna vez se me acerquen los peligros que siempre anduvieron dando vueltas en torno de mí?... A todo el mundo puede suceder lo que le sucede a alguno.
El que se grabe esto hasta la médula y entendiera que todos los males ajenos, cuya abundancia todos los días es tan copiosa, tienen tan libre el camino a los demás como a él mismo, estará armado mucho antes de que le ataquen; es tardío que el ánimo se prepare a sufrir los peligros después que hayan llegado.
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“Si quieres ser rico y feliz, aprender a trabajar más duro en ti mismo de lo que lo haces en tu trabajo”. —Earl Shoaff
Yo no creo que esa sea una obligación universal. Considero que si usted está conforme siendo como es, y no le hace daño a nadie, pues está en todo su derecho de quedarse como está.
A este mundo todos llegamos provistos con una pequeña parcela que, mientras no jorobe la parcela del vecino, cada uno es libre de cultivarla como le venga en gana.
Dicho lo anterior, también me gustaría decir que en mi caso, la mejora personal SI constituye un imperativo vital. Pocas cosas encuentro más satisfactorias en la vida que intentar avanzar en mi empeño de convertirme en un mejor ser humano.
Esa es la razón por la cual la filosofía estoica ha calado tan hondo en mi. La preocupación central de los estoicos era descubrir lo que una persona debe hacer o ser para vivir una buena vida, para ser felices.
Y según los estoicos, ¿qué debemos hacer para ser más felices? ¡Ser virtuosos!
Virtuoso, en el sentido estoico de la palabra, significa ser un excelente ser humano. Dado que los seres humanos somos criaturas sociales y dotados de razón, para ser buenos como seres humanos debemos actuar de manera razonables y, además, ser buenos con nuestros semejantes.
El Emperador Marco Aurelio fue uno de los grandes filósofos estoicos. Durante la mayor parte de su vida fue el hombre más poderoso sobre la tierra; no obstante, sorprende la vehemencia con la que luchaba por permanecer humilde y bondadoso. Esto escribió en su diario personal:
¡Cuidado! No te conviertas en un César, no te tiñas siquiera, porque suele ocurrir. Mantente, por lo tanto, sencillo, bueno, puro, respetable, sin arrogancia, amigo de lo justo, piadoso, benévolo, afable, firme en el cumplimiento del deber... [A]yuda a salvar a los hombres. Breve es la vida. El único fruto de la vida terrena es una piadosa disposición y actos útiles a la comunidad.
Hablo de la virtud, no de mí, y cuando clamo contra los vicios, lo hago en primer lugar contra los míos: cuando pueda, viviré como es debido. [Nada] me impedirá perseverar en alabar, no la vida que llevo, sino la que sé que debe llevarse, y que adore la virtud y la siga a rastras desde gran distancia.
[...]
No soy un sabio y, para que tu malevolencia se regocije, nunca lo seré. Por esto no exijo de mí ser igual que los mejores, sino mejor que los malos: me basta con podar todos los días algo de mis vicios y castigar mis extravíos.
Sin embargo, una y otra vez las investigaciones sobre qué hace feliz a las personas descartan los bienes materiales como fuente de felicidad duradera.
Cuando basamos nuestra felicidad en las cosas que adquirimos es como si estuviéramos escalando una montaña que a medida que subimos eleva su altura. Siempre habrá un nuevo cacharro que comprar, una casa más grande, un auto más lujoso o un teléfono más inteligente.
Para mi, en lo que uno se convierte es más importante que lo que uno tiene. En lugar de preguntarnos ¿qué es lo que estoy obteniendo?, deberíamos preguntarnos ¿en qué me estoy convirtiendo?
Las cosas que producen verdadera y duradera felicidad son cosas que dependen mucho más de lo que somos que de lo que tenemos. Una familia amorosa, amigos sinceros, una carrera profesional satisfactoria son cosas que están en estrecha relación con lo que somos. Es improbable que podamos alcanzar todas esas cosas si no somos seres humanos íntegros.
‘Lo que usted obtiene’ y en ‘lo que usted se convierte’ —afirmó Jim Rohn— son como hermanos siameses: Lo que usted es directamente influye en lo que usted obtiene. Piénselo de esta manera: La mayor parte de lo que tenemos hoy en día ha sido atraído gracias a la persona que es hoy.
Suele contar Warren Buffett que su mentor, el influyente inversionista Benjamin Graham, cuando era aún adolescente, hizo una lista con los rasgos de personalidad que más admiraba de las personas. Cuando los repasó, pensó que ninguno de ellos era muy difícil de adquirir, así que a partir de ese momento se dedicó a convertirse en el tipo de persona que quería ser. Después de ello cosechó un masivo éxito económico.
Y para concluir una frase de Rohn que es aplicable a todos los aspectos de la vida:
Para tener más de lo que tiene, sea más de lo que es.
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"Cuida tu cuerpo, es el único lugar que tiene para vivir" —Jim Rohn
Desde entonces vengo sosteniendo una guerra sin tregua contra mi tendencia a acumular kilos y los malos hábitos. Ha sido una batalla fatigosa. Algunos hábitos habían echado raíces tan profundas que removerlos ha sido una tarea titánica.
Debido a ello no siempre he podido avanzar con paso constante y regular.
Después de siete años de constante brega y con 33 kilos perdidos, creo que no es apresurado afirmar que la lucha ha sido un éxito. Todavía no la doy por concluída, quizá nunca lo haga, pero las fuerzas enemigas cada vez están más diezmadas y su oposición ya no es lo feroz que solía ser.
Nada que valga la pena en la vida se consigue con facilidad. Y esta lucha no ha sido una excepción a esa regla. Pero ha sido un desafío maravilloso, lleno de recompensas inesperadas que me ha transformado por completo.
Los seres humanos crecemos a través del esfuerzo y los retos que afrontamos. Sin sacrificio la victoria sabe a nada. Es difícil valorar lo que nada nos ha costado.
Ser capaz de librar con éxito esta batalla, en la cual —y es una pena que así ocurra— muchos fracasan, me ha convertido en una persona con más confianza en mis capacidades y más optimista. Ahora tengo una mayor disposición para enfrentarme a nuevos y más grandes desafíos. Pienso que es muy difícil establecer metas ambiciosas, elaborar planes audaces en tu vida, si no eres siquiera capaz de darle a tu cuerpo el cuidado que requiere.
Hace unos días recibí con alegría la petición de ayuda de una muy querida amiga que también quiere empezar a transformar su salud. Así que decidí escribir este artículo con algunas reflexiones, esperando que le sea útil a ella y a todo aquel que quiera iniciar su propio viaje hacia una vida más saludable.
Mi primera reflexión, mi querida Eli, es que este partido que vas a empezar a disputar, diferente del fútbol, no tiene tiempo límite: se acaba solo cuando tu lo ganes. Tu eres a la vez juez y contrincante, así que en tus manos está la decisión de ir añadiendo tiempo extra hasta que tu victoria sea incuestionable.
Digo esto porque muchos de los que empiezan un régimen alimenticio, al ver que fallan en los primeros intentos se dan por vencidos y abandonan. Dicen: ‘es que yo no tengo fuerza de voluntad’, y así dan por concluída su luchar por mejorar.
La fuerza de voluntad funciona de la misma manera que un músculo. Si la vamos trabajando poco a poco, con persistencia y empeño, se empieza a fortalecer y con el tiempo empieza a ser capaz de resistir más y más. También ocurre que si la sobrecargas muy pronto colapsa y te deja indefensa ante las tentaciones.
Por eso es normal que al principio tropecemos y nos salgamos del curso. Pero ese no és el fin de la historia. Lo importante es levantarse después de cada tropiezo y continuar. (Si, ya se que suena a cliché, pero es así: ¡hay que levantarse después de cada caída!).
Muchos fines de semana fracasé en el intento de mantener la dieta, a veces, esos periodos de desbarajuste se prolongaron por semanas. Sin embargo siempre volvía. Y poco a poco, los músculos de mi voluntad se fueron haciendo más fuertes y respondían mejor. Así que los reveses empezaron a ser menos frecuentes y a durar menos.
La segunda reflexión. Al principio tu cuerpo reclamará, implorará, exigirá a gritos los alimentos poco saludables con los cuales solías alimentarlo. Y tú pensarás: ‘¡Dios, que se acabe esta tortura pronto! que pierda rápido el peso que tengo que perder y que pueda volver a comer lo que quiera’.
Así pensaba yo al principio. Para mi era impensable alimentarme durante toda mi vida con lo que se alimentan la vacas. Pero esto es un error. Los hábitos saludables no son algo que uno adopte por unos pocos meses y luego se abandonan. Para que nos bendigan con su magia debemos ser consistentes: cuidar nuestra salud es cuestión de toda una vida.
Por fortuna, con el paso del tiempo y, poco a poco, empecé a disfrutar muchísimo alimentarme de manera saludable. Hoy las ensaladas y las frutas son un manjar para mi. Aunque aún me gusta y (muy) de vez en cuando la consumo, mi apetito por la comida chatarra no es ni la sombra de lo que solía ser.
Así que no pienses que la alimentación saludable es una condena de por vida. Después de un tiempo terminarás amando alimentarte de manera adecuada.
Por último. Mientras nos esforzamos por cambiar y dejar atrás los viejos malos hábitos, sentimos como si nuestra libertad estuviera siendo restringida; ‘¿por qué no puedo comer lo que me dé la gana?’ decimos.
No, no estamos perdiendo libertad, es todo lo contrario. Nuestra lucha por mejorar es la lucha por liberarnos de las cadenas que nos detienen y no nos dejan avanzar hacia nuestros objetivos. Somos esclavos de nuestros vicios, erradicarlos significa libertad.
Una vez que retomamos el control sobre nuestra alimentación, somo nosotros los que decidimos que es lo que queremos y lo que nos conviene. Dejamos de estar a merced de antojos, caprichos y tentaciones. Estamos al mando y somos los que decidimos.
Tener un cuerpo atractivo y saludable no es la única recompensa que se obtiene con la adopción de un estilo de vida saludable. También ganamos fortaleza mental y carácter, beneficios nada despreciables que nos dejarán mejor preparados para futuras batallas.
Mucho ánimo y mucha fortaleza.
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"¿Quién es más feliz, el que ha desafiado la tormenta de la vida y ha vivido; o el que se ha mantenido de forma segura en la orilla y se ha limitado a existir?"
Por el contrario, lo profesionales se sienten cómodos con la incertidumbre, entienden que no es posible conocer con seguridad las respuestas. Ellos analizan las probabilidades y juegan de acuerdo con ellas. El aficionado anhela seguridad, el profesional prospera en la ambigüedad.
Quizá eso mismo sea lo que distingue a los aficionados de los profesionales en el arte de vivir. Unos apuestan por lo seguro y los otros viven.
Hunter S. Thompson escribió un maravilloso ensayo llamado ‘Seguridad’ el cual les comparto. (La traducción es mía, así que la falta de calidad literaria sólo puede ser atribuía a este servidor, espero sepan disculparme).
Seguridad ... ¿qué significa esta palabra en relación con la vida tal como la conocemos hoy en día? En su mayor parte, significa estar protegido y libre de preocupaciones. Se dice que es el objetivo último que todos los hombres deben esforzarse por alcanzar; pero ¿es la seguridad un objetivo utópico o es otra forma de llamar a la rutina?
Visualicemos a el hombre seguro; y por este término, me refiero a un hombre que ha adoptado la seguridad financiera y personal como su objetivo en la vida. En general, es un hombre que ha dejado la ambición y la iniciativa a un lado y que se ha instalado, por así decirlo, en una rutina aburrida, pero cómoda y segura para el resto de su vida. Su futuro no es más que una extensión de su presente, y él, con un complaciente encogimiento de hombros, lo acepta como tal como es. Sus ideas e ideales son los mismos de la sociedad en general y es aceptado en ella como un hombre respetable, aunque mediocre y prosaico. Pero, ¿es de verdad un hombre? ¿Siente algún respeto u orgullo de sí mismo? ¿Cómo podría, cuando no ha arriesgado nada y no ha ganado nada? ¿Qué piensa cuando ve sus sueños juveniles de aventura, hazañas, viajes y romance enterrados bajo el manto de la conformidad? ¿Cómo se siente cuando se da cuenta que escasamente ha saboreado la vida; cuando ve la prisión que ha construído para sí mismo en la búsqueda del todopoderoso dólar? Si él piensa que esto es suficiente, muy bien, perfecto. Pero pensemos en la tragedia del hombre que ha sacrificado su libertad en el altar de la seguridad, y que desearía poder volver atrás las agujas del tiempo. Es digno de compasión el hombre que no tuvo el valor de aceptar el desafío de la libertad, y no fue capaz de abandonar la comodidad de la seguridad y salir y ver la vida como realmente es, y no resignarse a vivirla de segunda mano. La vida le ha pasado por un lado a este hombre y él la ha visto desde un lugar seguro, con miedo de buscar algo mejor ¿Qué ha hecho excepto sentarse y esperar a un mañana que nunca llegará?
Volvamos atrás y busquemos en las páginas de la historia a los hombres que han dado forma al destino del mundo. La seguridad nunca fue asunto suyo, no obstante vivieron en lugar de existir. ¿Dónde estaría el mundo si todos los hombres hubiesen buscado seguridad y no hubieran asumido riesgos o realizado la apuestas que, de ganarlas, les habrían otorgado una vida más rica y diferente? Es de esos espectadores (que son la gran mayoría) de donde proviene la advertencia de que la vida no vale la pena vivirla, que la vida es un trabajo pesado, que las ambiciones de los jóvenes deben dejarse a un lado, y vivir una vida que no es sino una dolorosa espera de la muerte. A estos las únicas emociones que llegan a sus vidas son las que viven a través de libros y películas. Estos son los hombres insignificantes e ignorados que predican la conformidad porque es lo único que conocen. Son los hombres que sueñan en la noche lo que podría haber sido, pero que se despiertan en la mañana para tomar su lugar en la rutina ya familiar y solamente se dedican a existir otro día más. Para ellos, el romance de la vida hace mucho tiempo que murió y se ven obligados a pasar los años como en una cinta caminadora, maldiciendo su existencia, pero temerosos de morir debido a las cosas desconocidas que tengan que enfrentar después de la muerte. Carecen del único coraje verdadero: el tipo de valor que permite a los hombres enfrentarse a lo desconocido sin importar las consecuencias.
Para concluir, no parece muy adecuado escribir sobre la vida sin mencionar ni una sola vez la palabra felicidad; así que vamos a dejar que el lector responda a esta pregunta por sí mismo: ¿quién es más feliz, el que ha desafiado la tormenta de la vida y ha vivido; o el que se ha mantenido de forma segura en la orilla y se ha limitado a existir?
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"Intenta cada día ser un poco más sabio de lo que eras cuando despertaste. Día a día, y al final, si vives lo suficiente, como la mayoría de la gente, vas a recibir de la vida lo que te mereces"
—Charlie Munger
No, no lo es. Tampoco lo creía Napoleon Hill, quizá el autor de libros de autoayuda más exitoso de todos los tiempos: “El camino hacia el éxito —afirmó— es el camino de la búsqueda continua de conocimiento”.
Bill Gates y Warren Buffett, no nacieron millonarios, se hicieron. Y ambos tienen muy claro que su implacable curiosidad y su inacabable apetito por aprender ha sido una pieza clave de su éxito.
Jake Taylor, quien se ha dedicado a estudiar la vida de Buffett y su socio Charlie Munger, afirma lo siguiente en su página web:
Después de tener un almuerzo casual con [Warren] Buffett, he dedicado años a estudiar lo que hace que Warren y Charlie tengan tanto éxito. Aunque ambos han sido bendecidos con un excepcionalmente elevado coeficiente intelectual, creo que su asombrosa sabiduría viene de su endiablada lectura de libros. Su ventaja competitiva real es que, simplemente, han leído más que todos los demás. ¿Quieres ser el más inteligente de los presentes? Es sencillo. Lee más. Es una estrategia verdaderamente democrática que está al alcance de cualquiera de nosotros que esté dispuesto a dedicarle tiempo.
Constantemente veo personas ascender en la vida —afirma Charlie Munger— que no son los más inteligentes, a veces ni siquiera son los más trabajadores; pero son unas verdaderas máquinas de aprendizaje. Se van a la cama todas las noches un poco más sabios de lo que eran cuando se levantaron, y chico, eso ayuda, sobre todo cuando se tiene una larga carrera por delante.
Ser inteligente da ventaja a lo largo de la vida. Las personas que son más inteligentes ganan más, viven más tiempo, se divorcian menos, tienen menos probabilidades de ser adictos al alcohol y al tabaco y sus hijos viven más tiempo. Sostiene el científico Steven Pinker.
Hasta hace unos años esta estrategia de aprender algo mientras somos jóvenes y ordeñar esa vaca durante toda la vida era posible. Hoy no nos podemos dar ese lujo. Las habilidades y el conocimiento que eran de vanguardia hace cinco años quizá se queden obsoletos en poco tiempo. Si deseamos permanecer competitivos en el mercado laboral, debemos convertirnos en autodidactas y hacer del aprendizaje continuo un hábito.
Hoy, por fortuna, obtener una gran educación es posible y, lo mejor, casi no cuesta nada. Cualquiera con una conexión a internet cuenta con una oferta interminable de posibilidades. Cursos, libros, documentales, conferencias están disponibles de manera gratuita para quien lo desee.
Todo aquello que necesitamos para vivir una gran vida ya está escrito. Es nuestra la decisión de aprovechar la enorme oportunidad que hoy tenemos para educarnos, o desperdiciarla en juegos online, chequeando Twitter o chismeando la vida de las ‘celebrities’.
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"No importa la habilidad y talento que tenga, si usted no produce, no prosperará"
—Cal Newport
Cal Newport, otro gran cerebro productivo, entrevistó a Grant para su libro Deep Work, cuyo tema central son los beneficios que aporta a la productividad cultivar una profunda concentración. Uno de los secretos de la enorme producción del joven profesor de Penn es que separa grandes bloques de tiempo durante el día y a veces durante meses, para trabajar de manera exclusiva e ininterrumpida en una sola cosa.
Para Grant la explicación de su productividad se halla en una fórmula matemática:
Trabajo de alta calidad producido = tiempo empleado X intensidad de concentración
Esa es la razón por la cual de manera habitual el joven profesor separa 2 o 3 horas durante el día, en las cuales se aísla por completo (nada de email, nada de redes sociales, nada de llamadas) y se dedica a realizar tareas exigentes mentalmente.
Investigaciones realizadas por la profesora de la Universidad de Minnesota Sophi Leroy respaldan el método de Adam Grant. Resulta que cuando alternamos entre distintas tareas se produce un fenómeno llamado atención residual, lo que significa que cuando cambiamos de una tarea a otra nuestra mente permanece durante un tiempo enganchada en la tarea previa.
El hecho de que mientras estamos realizando algo nuestra mente esté todavía pensando en la tarea anterior menoscaba la calidad del trabajo que podemos realizar en el asunto que tenemos a mano. Solo mediante una concentración profunda es que podemos sacar el máximo provecho de nuestro cerebro, por eso, tareas exigentes desde el punto de vista mental, como por ejemplo: crear una estrategia de marketing, elaborar un documento importante, planear la defensa de un cliente, requieren profunda concentración para ser realizadas con eficacia.
Ahora bien, si el cambio de tarea se produce con mucha frecuencia, como ocurre hoy en la mayoría de empresas (entran llamadas, correos, reuniones una tras otra, vistazos a las redes sociales… ), ya la hemos liado.
[E]l concepto de atención residual —afirma Newport— explica porque el frecuente hábito de trabajar en un estado de semi-distracción es potencialmente devastador para su desempeño. Puede parecer inofensivo darle un rápido vistazo a su bandeja de entrada cada diez minutos más o menos. De hecho, muchos defienden que este comportamiento es mejor que la antigua práctica de dejar la bandeja de entrada abierta en la pantalla en todo momento. Pero Leroy nos enseña que, de hecho, esto no es una gran mejoría. El vistazo rápido introduce un nuevo objetivo para su atención. Peor aún, al advertir mensajes que no pueden ser respondidos de inmediato (lo cual ocurre casi siempre), se ve obligado a regresar a la primera tarea con una tarea secundaria que dejó sin terminar. La atención residual generada por estas interrupciones no resueltas arruinan su rendimiento.
Al trabajar en una sola tarea complicada por un largo tiempo sin cambiar, Grant minimiza el impacto negativo de la atención residual de sus otras obligaciones, lo que le permite maximizar el rendimiento en esa única tarea. Cuando Grant está trabajando aislado durante días en un paper lo está haciendo a un nivel más alto de eficacia del que lo hace un profesor estándar siguiendo una estrategia más distraída en la que su trabajo se interrumpe constantemente.
Para producir a su nivel máximo es necesario trabajar libre de distracciones, con plena concentración, durante períodos prolongados en una sola tarea. Dicho de otra manera: el tipo de trabajo que optimiza su rendimiento es el trabajo realizado bajo profunda concentración. Si no se siente cómodo entrando por períodos prolongados de tiempo en profunda concentración, va a ser difícil conseguir un desempeño a los niveles máximos de calidad y cantidad que cada vez son más necesarios para desarrollarse profesionalmente. A menos que su talento y habilidades superen con diferencia los de su competencia, los trabajadores concentrados producirán más que usted.
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«La capacidad de razonamiento de Betty estando dormida era superior a la de mucha gente que está despierta»
Aunque el ENIAC fue diseñado por hombres, fue un grupo de seis talentosas mujeres sobre quienes recayó la responsabilidad de programarlo. En el magnífico libro Los Innovadores de Walter Isaacson, aparece el relato de la presentación del (para esa época) Súper Ordenador.
Resulta que hasta la noche anterior a la presentación, organizada por el ejército de los Estados Unidos, el grupo de mujeres programadoras no había podido solucionar un grave problema que amenazaba con arruinar el evento y poner en ridículo a los oficiales. Por fortuna, gracias al mágico poder que tiene el sueño sobre la creatividad, este se pudo resolver por los pelos.
[El] ENIAC se mantuvo en secreto. No se mostró en público hasta el 15 de febrero de 1946, cuando el ejército y [La Universidad de] Penn organizaron una presentación de gala... El capitán Goldstine decidió que el plato fuerte de la presentación sería una demostración del cálculo de la trayectoria de un misil. Así pues, dos semanas antes del acto, invitó a Jean Jennings y Betty Snyder a su apartamento y, mientras Adele les servía té, les preguntó si en ese plazo serían capaces de programar el ENIAC para que realizase dicha tarea. «Seguro que sí», prometió Jennings. Estaba entusiasmada. Esto les permitiría meterle mano directamente a la máquina, lo cual no era habitual. Se pusieron manos a la obra; conectaron los buses de memoria en las unidades correspondientes y prepararon las bandejas de tarjetas perforadas con el programa.
[...]
La víspera del acto era el día de San Valentín, pero, a pesar de lo ajetreada que solía ser su vida social, Snyder y Jennings no lo celebraron... Se encontraron con un problema persistente que no eran capaces de solucionar: el programa calculaba estupendamente los datos de la trayectoria de los proyectiles de artillería, pero no sabía cuándo detenerse. Incluso después de que el proyectil hubiese impactado contra el suelo, el programa seguía calculando su trayectoria, «como si el hipotético misil perforase el suelo —contó Jennings— a la misma velocidad a la que se había desplazado por el aire. Sabíamos que, si no resolvíamos este problema, la demostración sería un fracaso, y eso dejaría en evidencia a los inventores e ingenieros del ENIAC» .
Jennings y Snyder trabajaron hasta tarde la noche anterior a la rueda de prensa tratando de arreglarlo, pero no lo lograron. Finalmente, se dieron por vencidas a medianoche, porque Snyder tenía que tomar el último tren para llegar a su apartamento en los suburbios. Sin embargo, ya en la cama, a Snyder se le ocurrió una solución. «Me desperté en mitad de la noche pensando cuál era el error. […] Fui a la ciudad en el primer tren de la mañana para revisar un cable en particular». El problema era que al final de un «bucle do» había un error de una sola cifra en uno de los elementos de la configuración. Modificó el estado del conmutador en cuestión y el problema desapareció. Jennings recordaba el episodio con asombro: «La capacidad de razonamiento de Betty estando dormida era superior a la de mucha gente que está despierta. Mientras dormía, su subconsciente deshizo el nudo que su mente consciente no había logrado desatar».
Durante la presentación, el ENIAC fue capaz de ofrecer en quince segundos los resultados de los cálculos de la trayectoria de un misil que las computadoras humanas, incluso utilizando un analizador diferencial, habrían tardado semanas en obtener. Todo fue muy espectacular.
La presentación del ENIAC ocupó la primera plana del New York Times , con el titular: «Computador electrónico calcula a toda velocidad, podría acelerar la ingeniería». La noticia comenzaba así: «El Departamento de Guerra desveló anoche uno de los secretos bélicos mejor guardados, una asombrosa máquina que por primera vez aplica velocidades electrónicas a la resolución de tareas matemáticas hasta ahora demasiado complejas y engorrosas como para ser resueltas».
Ocurre que cuando pensamos en un problema mientras estamos despiertos, nuestra mente busca ideas y soluciones entre las neuronas más próximas. Mientras que cuando estamos dormidos, lo hace en un área más amplia donde se encuentran neuronas más alejadas. La creatividad precisamente consiste en conectar ideas que en principio parecen no tener relación.
No obstante, dado que durante el día pensamos en muchas cosas y, por lo general tenemos varios asuntos que resolver, para guiar a nuestro cerebro sobre cuál problema debe trabajar y así hackear la creatividad, es recomendable que el problema que queremos resolver sea lo último en lo que pensamos antes de dormirnos.
Así lo hacía Alexander Hamilton uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos y su primer secretario del tesoro:
[C]uando [Hamilton] tenía un asunto serio que realizar, su costumbre era reflexionar previamente sobre el mismo. Y habiendo hecho esto, se retiraba a dormir, sin tener en cuenta la hora de la noche, y, después de haber dormido seis o siete horas, se levantaba y habiéndose tomado un café fuerte, se sentaba en su mesa, donde permanecería seis, siete, u ocho horas.
Lo más interesante acerca de los sueños es que usted no se sorprende cuando suceden cosas insólitas, como una habitación que flota —afirma Kurzweil—. Usted acepta esta falta de lógica. Y esa facultad [irracional] es necesaria para pensar de manera creativa. Pero también luego tiene que ser capaz de aplicar el pensamiento crítico, porque no todas las ideas que son diferentes e inusuales van a funcionar.
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pablo a. arango
Lector. Escritor. Coach. Emprendedor.
Las Notas del Aprendiz está dedicado a ayudarte a comprender que significa vivir una gran vida y como puedes conseguirlo.
Mi misión: Inspirar y guiar la transformación de las personas. Contribuir para que sean su mejor versión y puedan vivir con mayor felicidad y satisfacción.
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