"Cada hombre es capaz de hacer bien alguna cosa . Si intenta varios, no podrá lograr distinción en ninguna" —Platón
"La concentración es la clave de los resultados económicos. No obstante, ningún otro principio de efectividad es violado tan constantemente hoy como el principio básico de la concentración" —Peter F. Drucker
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«Quien controla su atención, controla su destino». La anterior puede parecer a algunos una afirmación excesiva. Yo, sin embargo ,creo que no hay exageración.
Controlar la atención es sujetar con mano firme el timón de nuestra vida. Antes de continuar con las razones que me llevan a estar convencido de lo anterior, considero conveniente definir que es la atención. La atención es la concentración física y mental sobre algún tipo de actividad o información particular, mientras se ignoran otras cosas que pueden ser percibidas. Es la focalización de nuestra conciencia en algún objeto o pensamiento. Controlar la atención significa llevar a cabo dos procesos. Primero, seleccionar el objeto que voy a observar, decidir en que mi fijo y en que no. Segundo, ser capaz de permanecer por largos periodos de tiempo centrado en aquello que decidí atender. Convertirnos en maestros de estos dos procesos, es convertirnos en maestros de nuestra vida. Ahora sí, vamos con algunas razones acerca del importante papel de la atención. Una mente concentrada es una mente feliz (y lo contrario también es cierto) El destacado psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, padre del concepto Flujo, encontró que cuando las personas se concentran profundamente en la tarea que están haciendo, y no se dan cuenta del paso del tiempo ni sienten necesidad de comer, se encuentran en un estado emocional óptimo. A esta condición la denominó, fluir. El estado de Flujo no solo produce bienestar emocional. Investigaciones posteriores han encontrado que en este estado también se produce un aprendizaje acelerado tanto de habilidades físicas como mentales. Vale tanto para el matemático como para el tenista. Por otro lado, las investigaciones de otro destacado psicólogo, Daniel Gilbert, señalan que cuando nuestra mente no se encuentra enfocada en algo y decide vagar, nuestra felicidad también se va de paseo. La distracción de la mente es un excelente predictor de la felicidad en las personas. De hecho, nuestras mentes con frecuencia abandonan el presente, y hacia dónde tienden a dirigirse es un mejor predictor de nuestra felicidad que las actividades en las que estamos comprometidos.
Ocurre que cuando la mente entra en modo errante, tiende a ir hacia lugares desagradables, allí donde habita la ansiedad por el futuro, los remordimientos del pasado, las inseguridades, la envidia… Esto no pasa cuando se encuentra centrada en alguna actividad. Por ello, una mente enfocada es una mente feliz.
Músicos, deportistas, científicos, escritores… las personas que sienten gran pasión por aquello que hacen, son las que con mayor frecuencia alcanzan extraordinaria concentración. Sin embargo, como puede corroborar cualquier practicante del mindfulness, toda actividad que hagamos con plena atención puede resultar muy entretenida. Si, hasta planchar camisas y fregar suelos. Lo que hace a una actividad tediosa es la cháchara que ocurre dentro de nuestra cabeza: «odio planchar, ¿por qué siempre me toca a mi?», «si saben que detesto lavar los platos, ¿por qué cada uno no lava los suyos?», «tener que contestar todo el día el p⋇to teléfono me enferma»... y así sucesivamente. La concentración potencia el desempeño intelectual El frenético ritmo al cual avanza la ciencia y la tecnología tiene como consecuencia que aquello que aprendemos se queda obsoleto en muy poco tiempo. Por lo tanto debemos estar siempre aprendiendo para evitar la irrelevancia profesional. Quienes mejor lo harán en este dinámico entorno serán quienes puedan aprender más rápido que los demás. ¿Cómo podemos mejorar nuestra capacidad de aprendizaje? Mejorando el control de la atención. Como mencioné atrás, el estado de flujo es también un estado neurológico propicio para el aprendizaje. Una investigación encontró que las personas que realizaban pruebas cognitivas de manera concentrada, podían igualar los resultados obtenidos por personas con 20 puntos más de coeficiente intelectual. La concentración permitió equiparar las diferencias en inteligencia. Mejores relaciones Encontrar a alguien que sepa escuchar no es fácil. Muy pocas personas lo hacen. Porque para escuchar bien se necesita prestar completa atención a quien nos habla. Lo que pasa en la mayoría de conversaciones es que mientras una persona habla la otra está pensando en lo que va contestar o, peor aún, puede haber desconectado y estar pensando en cualquier otra cosa distinta como «Teresa esta mañana me saludó un poco seria, seguro que le caigo mal. O no, mejor, ¡me tiene envidia!» o «madre mía, como está de buena la vecina. Y la cara de tonto que tiene ese novio que se ha conseguido». Dar nuestra atención, toda, indivisa, es uno de los mejores regalos que podemos hacer a cualquier persona. Cuando alguien nos escucha con genuino interés, se nota. Es como una caricia para el alma. Por ello, escuchar con atención es una de las formas más directas de llegar al corazón de otros. Ahora pensemos en una cosa. Las oportunidades que se nos presentan en la vida siempre vienen de la mano de las personas. Quien sepa llegar al corazón de hombres y mujeres (como… digamos, alguien que escuche), disfrutará de mayores oportunidades en la vida. Bueno, a estas alturas espero haberte convencido de que la atención es cosa poderosa. Ahora es tiempo de abordar el asunto de como mejorar el control de este bicho tan inquieto. Pues bien, primero empecemos con lo que NO debemos hacer: multitarea. Hacer varias cosas a la vez es lo opuesto a la concentración. Atender a diferentes cosas deteriora nuestra capacidad de concentración. Por otro lado, existen varias actividades que nos permiten mejorar la capacidad de concentración. Algunos juegos como el ajedrez son un gran ejercicio. Pero si las torres y los peones se te hacen rancios, los videojuegos son una muy buena alternativa. Eso sí, jugados con mesura. Otra es una de mis favoritas, la lectura nos ayuda a fortalecer el control de la atención. La siguiente es quizá la mejor de todas, meditar. La meditación es el ejercicio por excelencia del control de la atención. Vivir una vida atenta, concentrada, es una gran forma de vivir. Cultivar la concentración produce muchas cosas buenas. Para terminar me despido con una gran frase de la escritora Winifred Gallagher: Vivir la vida enfocada no se trata de tratar de sentirte feliz todo el tiempo... más bien, se trata de cuidar tu mente como lo harías con un jardín privado; ser muy cuidadoso con lo que introduces y permites crecer allí.
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1 Comentario
"Es una buena regla que después de leer un nuevo libro, nunca permitirse otro nuevo hasta que haya releído uno viejo en el medio" —C.S. Lewis
"Si uno no disfruta leyendo un libro una y otra vez, no se debería leer jamás" —Oscar Wilde
La única manera como las ideas más sabias nos pueden ayudar a transformar nuestra vida es si las ponemos en práctica.
Y para poderlas aplicar, debemos recordarlas. Cuando vamos leyendo una cosa tras otra, no permitimos que el conocimiento se asiente en nuestro cerebro y pronto lo olvidamos. Una gran idea que olvidamos, es una oportunidad que hemos perdido.
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"Le paga uno mal a su maestro si nunca deja de ser un alumno" —Friedrich Nietzsche
¿Para que leer? Para aprender a vivir. Para vivir bien.
Vivir, si se quiere hacerlo bien, es un arte. Y como cualquier arte, exige dominar cierto conocimiento teórico que, por supuesto, luego debe ser puesto en práctica. Sin embargo, la mayoría de las personas actúa como si para vivir no fuese necesario aprender nada. Viven con base en intuiciones. O, peor aún, viven, no de la manera más conveniente para ellos, sino como lo hacen los demás. «Si lo hacen muchos, debe ser cierto» —se dicen así mismos. El filósofo estoico Séneca, hace casi 2000 años, advertía a su hermano Galión contra esta perniciosa práctica de vivir según lo hacen los demás: Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas, no es fácil conseguir la felicidad en la vida…
Para vivir de manera racional debemos apartarnos de lo que denominamos ‘sentido común’, que por ser común no significa que sea sabio.
Por fortuna, algunas de las mentes más iluminadas que han existido dedicaron su vida a estudiar el arte de vivir bien. Y para dicha nuestra, tuvieron la precaución de dejar sus sabias reflexiones consignadas en obras maestras. Facilitándonos de esta manera el trabajo de descubrir como vivir. Así que para «conseguir la felicidad en la vida», lo mejor no es seguir el ejemplo de muchos, sino el consejo de unos pocos. De esos pocos sabios que tienen sabias palabras que decir. Lea las obras de los maestros del vivir —aconsejó el gran maestro Erich Fromm—, llegue a comprender el verdadero sentido de sus palabras, fórmese su propia idea de lo que quiere hacer con su vida; abandone la ingenua idea de que no necesita maestro, ni guía, ni modelo; de que puede averiguar, en el lapso de una vida, lo que han descubierto las mentes más grandes del género humano en muchos millares de años, a partir de las piedras y los esbozos que les dejaron sus predecesores. Según dijo uno de los mayores maestros del vivir, el maestro Eckhart: «¿Cómo puede vivir nadie sin haber sido instruido en el arte de vivir y de morir?».
Como muy bien señala Fromm, el camino más directo hacia una gran vida es leer las obras de aquellas grandes mentes que se dedicaron a pensar en como ser felices.
No es necesario inventar de nuevo la rueda, no tenemos que descubrir lo que ya otros descubrieron. Leyendo sus obras ahorraremos tiempo muy valioso, y seguro que evitaremos cometer estúpidos errores evitables. Si, de los errores se aprende, pero algunos resultan muy dolorosos. Si los podemos esquivar, mejor. Por tres caminos podemos llegar a la sabiduría —nos aconsejó el muy sabio Confucio—: el primero, mediante la reflexión, que es más noble; el segundo, por imitación, que es más fácil; y el tercero, por experiencia, que es el más amargo.
Pues bien, las almas más nobles ya reflexionaron, entonces podemos seguir el camino más fácil que es imitarlos A ELLOS (no al populacho). Así evitaremos la amargura de aprender de nuestros propios errores.
Aunque, una cosa hay que decir. Las ideas de los grandes maestros, deben ser como los ruedines de las bicicletas de los niños, o como unas muletas que usamos mientras nuestros miembros se fortalecen y podemos, luego, caminar erguidos y orgullosos por nuestros propios medios. El objetivo del estudio del arte de vivir siempre debe ser crear nuestra propia filosofía de vida. Vivir de manera única conforme nuestros intereses, sueños y circunstancias particulares. Porque al final, de lo que se trata es de convertirnos también nosotros en los maestros de nuestro destino. Alcanzar la confianza y la independencia que demanda Emerson, otro gran maestro: Hay un momento en la formación de todos los hombres cuando se llega a la convicción de que la envidia es ignorancia; y la imitación un suicidio…
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Hace una semanas, Víctor Morales, el cerebro responsable del muy interesante blog sobre inversiones, Invertir en Valor, tuvo la gran gentileza de invitarme a escribir algo para su audiencia.
El resultado fue: Maestría, ¿consumirla o producirla? Un artículo del cual me siento muy satisfecho y que quizá te interese leer también. Quiero agradecer muy especialmente a Víctor por su permanente generosidad y apoyo. ¡Un abrazo crack!
"De la libertad de explorar viene la alegría de aprender. Del conocimiento adquirido por iniciativa personal surge el deseo de más conocimiento. Y del dominio de lo nuevo y el hermoso mundo en espera de cada niño viene la confianza en sí mismo" —Edwar O. Wilson
El pensamiento científico es quizá el logro más importante de la humanidad. Pues es la herramienta que ha permitido la gran mayoría del progreso que ha hecho nuestra especie.
Gracias al método científico, el conocimiento que hemos adquirido del universo ha avanzado hasta niveles inimaginables hace unos siglos. Hoy sabemos mucho más acerca de cuáles fueron nuestros orígenes como especie. También de cómo funciona nuestro cuerpo y nuestra mente. El Método Científico es también el gran impulsor de los avances producidos en la medicina y la tecnología. Por nombrar solo algunas pocas disciplinas. En su estupendo libro, Consilience, Edward O. Wilson, quizá el biólogo más influyente de nuestra época, resalta la importancia de la ciencia en la historia de la humanidad: La ciencia, a pesar de sus imperfecciones, es la espada en la piedra que la humanidad finalmente extrajo…
Antes de la llegada del método científico, el ser humano no contaba con las herramientas necesarias para poder entender el mundo.
Nuestra mente no fue construida para la racionalidad. Prueba de ello son los numerosos sesgos que habitan dentro de ella, que nos hacen cometer errores, con frecuencia, absurdos. El cerebro del hombre evolucionó para conocer solo un poco más de lo necesario para sobrevivir: La selección natural construyó la mente para sobrevivir en el mundo, y solo incidentalmente para comprenderlo con una profundidad mayor de la que es necesaria para sobrevivir. La tarea característica de los científicos es diagnosticar y corregir esta deficiencia.
Bueno, pues muy bien. Ya sabemos que el método científico es lo más extraordinario desde la invención del bocadillo de calamares.
Pero, ¿qué es la ciencia? dejemos que sea la erudito Wilson quien responda. La ciencia, para presentar su justificación de la manera más concisa posible, es la empresa organizada, sistemática, que reúne conocimiento sobre el mundo y lo condensa en leyes y principios comprobables.
Podemos distinguir la ciencia de la pseudociencia por las siguientes características:
Las características diagnósticas de la ciencia que la distinguen de la pseudociencia son, primera, la repetibilidad: se busca de nuevo el mismo fenómeno, de preferencia mediante investigación independiente, y la interpretación que se le da se confirma o se descarta mediante nuevos análisis y experimentación. Segunda, economía: los científicos intentan resumir la información en la forma que sea a la vez más sencilla y estéticamente más agradable (combinación que se llama elegancia), al tiempo que produce la mayor cantidad de información con la menor cantidad de esfuerzo. Tercera, medición: si algo puede medirse adecuadamente, utilizando escalas aceptadas de manera universal, las generalizaciones sobre ello dejan de ser ambiguas. Cuarta, heurística: la mejor ciencia estimula otros descubrimientos, a menudo en direcciones nuevas e impredecibles; y el nuevo conocimiento proporciona una prueba adicional de los principios originales que llevaron a su descubrimiento. Quinta y última, consiliencia: las explicaciones de fenómenos diferentes que es más probable que sobrevivan son las que pueden conectarse unas con otras y resultar mutuamente consistentes.
La investigación científica, con todas sus mediciones y racionalidad, tiene también mucho de arte. Y los científicos tienen alma de poetas.
El científico ideal piensa como un poeta y trabaja como un contable, y supongo que si está dotado de una caja de herramientas completa, también escribe como un periodista. Del mismo modo que un pintor se coloca frente a un lienzo en blanco o un novelista recicla emociones pasadas con los ojos cerrados, el científico busca en su imaginación tanto temas como conclusiones, a la vez preguntas y respuestas. Incluso si el mayor de sus logros es solo percibir la necesidad de un nuevo instrumento o teoría, esto puede ser suficiente para abrir la puerta a una nueva industria de investigación.
Hasta hace muy poco tiempo, quienes dominaban la información era quienes más poder tenían. Eso está cambiando de forma acelerada. Hoy el conocimiento es cada vez más democrático. Gracias a Internet, el gran cerebro del mundo, podemos acceder a casi todo el conocimiento que la humanidad ha producido.
Para finalizar. Bajo esta nueva realidad, ¿quienes será aquellos que más destaquen? La respuesta, según Wilson, es clara: los sintetizadores. Gracias a la ciencia y a la tecnología, el acceso al conocimiento objetivo de todo tipo está creciendo exponencialmente, al tiempo que su costo unitario se reduce. Está destinado a hacerse global y democrático. Pronto se podrá disponer de él en todas partes, en las pantallas de los televisores y de los ordenadores. ¿Y entonces, qué? La respuesta es clara: síntesis. Nos estamos ahogando en información, mientras que nos morimos por la falta de sabiduría. En lo venidero el mundo estará gobernado por sintetizadores, personas capaces de reunir la información adecuada en el momento adecuado, pensar de forma crítica sobre ella y realizar de manera sabia importantes elecciones.
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"El ejercicio no solo cambia tu cuerpo, cambia tu mente y tu actitud"
Ayer mientras leía el magnífico libro de Edward O. Wilson, Consilience, me era imposible concentrarme.
Mi atención saltaba de un sitio a otro como revolotean las abejas en un jardín. Que si una mirada al móvil, que si mejor leo otra cosa, que como tengo las uñas de largas, me voy por un vaso de agua a la cocina… Era incapaz de centrarme. Consilience es un libro complejo. Si estando MUY concentrado, hay partes que no he entendido muy bien. Con ese grado de distracción que tenía, es como si estuviera leyendo en ruso. Así que decidí poner remedio a esa situación. Dejé el libro a un lado y en el mismo sitio realicé unas cuantas sentadilla, unas flexiones de pecho… y problema solucionado. Mi concentración y ritmo de lectura se elevaron a tal nivel que terminé lo que me faltaba del libro en un pestañear. Fue como si hubiera tomado NZT, el poderoso fármaco que, en la película de Robert De Niro y Bradley Cooper, Sin límites, multiplica la capacidad cognitiva. Existen dos actividades que gracias a los enormes beneficios que brindan a los seres humanos, son consideradas por muchos especialistas como píldoras mágicas: la meditación y el ejercicio. Aunque estas dos actividades cuentan con algunas ventajas sobre el NZT. Sus efectos secundarios son todos positivos y no te persiguen traficantes malencarados y armados. El ejercicio es la actividad que más contribuye al buen funcionamiento de nuestro cerebro. El deporte, literalmente, nos hace más inteligentes. Existen sólidas razones evolutivas que explican este hecho. Cuando nuestros ancestros cazadores-recolectores se movían, era por razones de supervivencia: cazar, escapar de depredadores y otras tribus hostiles, buscar refugio, etc. Sobrevivir es cosa seria, se necesita estar espabilado, entonces, resulta muy oportuno que el cerebro se agudice. Por el contrario, cuando los antiguos habitantes de la sabana africana estaban quietos, era porque estaban descansando. Nuestros ancestros tenían la precaución de descansar cuando no ocurría nada importante, como digamos un león hambriento de visita por el vecindario. Entonces el cerebro interpreta la inactividad física como tiempo de descanso y reduce su actividad. La actividad física no solo mejora el rendimiento del cerebro en el corto plazo. Sus efectos positivos son también de largo alcance. El ejercicio aeróbico como correr o andar, cambia el cerebro de forma que mejora la memoria y el razonamiento (investigación, aquí). Y, si lo pensamos bien, tiene mucho sentido que esto sea así. Cuando nuestros ancestros salían a cazar (ergo, moverse), recordemos que no contaban con smartphones con GPS, debían memorizar muchas cosas (la ruta de regreso a casa, por ejemplo, o los patrones de movimiento de las presas). Por ello, es muy razonable que la sabia madre naturaleza mejore la memoria y el razonamiento en presencia del movimiento. Por desgracia, lo contrario también es cierto, la falta de actividad física mengua la capacidad cerebral. A la evolución no le gusta tener recursos ociosos, un cerebro grande y potente consume muchos recursos. Si no se utiliza como es debido, la naturaleza se desprende del exceso de capacidad. Existen varios casos documentados de especies que debido a una merma en su actividad física, su cerebro se hizo más pequeño. Algunos ejemplos son el koala, las ascidias y otro es… el ser humano. Los ancestros de los koalas modernos tenían que buscar alimento de diferentes fuentes y, por lo tanto, moverse mucho más. Por ello tenían cerebros más grandes. Luego, el koala evolucionó y pudo obtener todos los nutrientes y energía que necesitaba del eucalipto. Así que los adorables perezosos se pueden estar toda su vida en un mismo árbol sin necesidad de moverse. ¿Qué ocurrió? Su cerebro se redujo. Menos movimiento, menos cerebro. Con el ser humano ocurrió otro tanto. Ya comentamos que los cazadores-recolectores necesitaban moverse y guardar en el disco duro una gran cantidad de datos. Con la llegada de la agricultura, desplazarse en busca de alimento dejó de ser una necesidad. ¿Entonces que pasó? Pues si… el cerebro se redujo. Los fósiles encontrados de nuestros antepasados pre-agricultura, señalan la existencia de un cerebro más grande. Menos movimiento, menos cerebro. Conclusiones
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"El verdadero placer de un hombre es hacer las cosas para las que fue creado" —Marcus Aurelius
Aunque no es una obligación legal, estoy convencido de que nuestro desarrollo personal, alcanzar la máxima expresión de nuestras potencialidades es, al menos, un deber moral.
Convertirnos en los mejores seres humanos que podamos llegar a ser, es una necesidad imperativa para cada uno de nosotros y también para el planeta. Si, la cuestión es también planetaria, ¡la humanidad entera! necesita que seas el mejor individuo que puedas llegar a ser. Y no es que quiera meter miedo, pero el asunto es serio. Antes de explicarme sobre la cuestión mundial, empecemos primero con el aspecto personal, con la necesidad individual (la tuya y la mía) de crecer. Resulta que es muy, muy difícil; rayando en lo imposible, experimentar total satisfacción con nuestra vida si, por indolencia, dejamos de ser todo lo extraordinarios que podríamos ser. No me imagino cómo podemos, al final de nuestros días, estar satisfechos con la manera como hemos vivido, si no nos hemos esforzado, con pasión vehemente, por hacer uso de la gran capacidad con la que hemos sido puestos en esta noble tierra. Para ser felices de verdad, debemos esforzarnos hasta el último día de nuestra existencia por alcanzar el máximo grado de nuestro desarrollo. Y digo “ser felices de verdad” porque en torno a la felicidad existe todavía mucha confusión. La mayoría de personas piensa que la felicidad se halla en poder obtener lo que uno desea (bienes materiales, placer, amor, poder, fama, etc.) y no experimentar dolor ni sufrimiento. Pero cuando la ciencia investiga que es lo que de verdad nos hace felices, encuentra algo muy distinto. Lo que sorprende es que dicha confusión aún persista, porque los antiguos griegos, hace más de dos mil años, ya nos habían advertido de ella. Los sabios helénicos hacían distinción entre dos conceptos: hedonia y eudaimonia. Hedonia o hedonismo, es la búsqueda de felicidad a través de la maximización del placer. Según este término, se es feliz cuando no existe el dolor y podemos obtener la mayoría de las cosas que deseamos. Pero resulta que la felicidad derivada del hedonismo es precaria, pues el placer es por naturaleza efímero. Al poco tiempo de experimentar la dicha de satisfacer un capricho, el placer se esfuma y renace la sed. Los psicólogos han acuñado un término para describir este fenómeno: “La caminadora hedonista” (Hedonic treadmill), este compara la búsqueda de felicidad con una persona sobre una cinta de caminar, que debe seguir andando para solo para continuar en el mismo lugar. "Compramos un par de zapatos. Al principio es genial. Pero luego nos acostumbramos a ellos", dice Sonja Lyubomirsky, autora de La ciencia de la felicidad. "Nos adaptamos. Y luego queremos comprar otro par de zapatos ". Cuando saciamos un deseo, la experiencia positiva desaparece al poco tiempo y, por consiguiente, volvemos a estar como al principio. Eudaimonia, por el otro lado, ha sido traducido como felicidad, bienestar y también como “florecimiento humano” o “desarrollo humano”. Este concepto está muy relacionado con otra palabra griega: Areté, traducido como “excelencia personal”. Según los espabilaos griegos, la cosa quedaría mas o menos así: el máximo bienestar humano (eudaimonia) llega como consecuencia de lograr la areté o excelencia personal. Y a todas estas, ¿que dicen los sabios de hoy, los investigadores modernos?... Que los griegos estaban en algo. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, afirma en su libro Florecer, que es posible alcanzar el bienestar emocional cuando, entre otras cosas, utilizamos nuestra capacidades y habilidades y cuando establecemos metas desafiantes. Otras investigaciones han corroborado lo declarado por Seligman. Mihaly Csikszentmihalyi, el padre del flujo, describe la necesidad de establecer metas efectivas para alcanzar el estado eufórico de flujo. Las metas son muy importantes para nuestra felicidad porque nos obligan a crecer. Aquellos objetivos que en realidad nos benefician son los que no podemos alcanzar con nuestro nivel actual de competencia. Por lo tanto, debemos crecer. Entonces, para concluir, lo que los sabios griegos y los psicólogos modernos han descubierto es que podemos alcanzar gran bienestar emocional si nos esforzamos por ser los mejores individuos que podamos ser. La areté conduce a la eudaimonia. Ahora que hemos dejado claro, eso espero, la importancia del crecimiento como fuente de felicidad personal, volvamos al otro asunto, a la necesidad que tiene el planeta de que seamos buenos chicos. Los seres humanos somos la especie más social del planeta, esto tiene como consecuencia que somos muy permeables al comportamiento de otros. Tendemos a imitar lo que hacen los demás. Nicholas Christakis, médico y sociólogo norteamericano, ha propuesto la teoría de “Los tres grados de influencia”. Esta afirma que nuestros actos influyen no solo en nuestros amigo, también lo hacen con los amigos de mis amigos y los amigos de los amigos de mis amigos. Por ejemplo, si no cuido mi alimentación y tengo sobrepeso, mis amigos tienen mayores probabilidades de tenerlo, y así, sus amigos, y los amigos de sus amigos. Por el otro lado, si nosotros emprendemos el camino de la excelencia personal, nuestra luz ayudará a encender la luz de las personas más cercanas a nosotros. Estas a su vez harán lo propio con su círculo mas cercano y el efecto seguirá multiplicándose como ondas en el agua. Muchas veces subestimamos la influencia que ejercemos en otras personas, pero es poderosa. Nuestro planeta y nuestra especie enfrentan enormes desafíos. La continuidad del ser humano no está garantizada. Otras especies, mucho más longevas que nosotros, se han extinguido antes. La sobrepoblación y la sobreexplotación de los recursos de la tierra son una amenaza real. Si seguimos como vamos, no duraremos. En lugar de tomar la vía más cómoda y esperar a que el cambio ocurra por decreto de los líderes políticos, podemos ser nosotros la semilla de la transformación. Y, si como la teoría de Los tres grados de influencia afirma, nuestro comportamiento ejerce semejante poder en otras personas, en nuestras manos está que conduzcamos al planeta hacia un destino de prosperidad sostenible. En lugar de ser nosotros los que propagamos malos hábitos y despilfarro, podemos convertirnos en los impulsores de un estilo de vida sostenible. Ya lo dice el viejo dicho: “se el cambio que quieres ver”. Para concluir. El desarrollo personal lo debemos buscar ya sea por beneficio personal o por beneficio de nuestra sociedad. O, mejor aún, por ambos.
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"La principal tarea en la vida del hombre es darse a luz a sí mismo, convertirse en lo que potencialmente es. El producto más importante de su esfuerzo es su propia personalidad" —Erich Fromm.
A pesar de ser considerado por muchos como una de las mentes más iluminadas del siglo XX, debo reconocer que hasta ahora no había leído nada de Erich Fromm.
No les falta razón a quienes ensalzan a este lúcido humanista. Los dos libros que devoré este fin de semana (Del tener al ser y El arte de amar) pueden ser lo mejor que me he leído este año. El primero de ellos (Del tener al ser), es una hoja de ruta trazada por el autor, que quiere ayudar a liberarnos de la doctrina materialista que impera en nuestra sociedad, donde es más importante acumular riqueza que desarrollarnos plenamente como individuos. El bienestar del hombre; su plena humanización le exige cambiar de orientación: de la posesión a la actividad y del egoísmo a la solidaridad.
Ahora bien, si deseamos aprender a vivir bien, primero debemos responder a la pregunta ¿más allá de la supervivencia biológica, cuál es el propósito de la vida, que sentido tiene vivir?
Parece que la naturaleza —o, si se prefiere, la evolución— ha dado a todo ser viviente esta voluntad de vivir, y cualesquiera crea el hombre que son sus motivos, no son más que ideas derivadas con las que justifica este impulso biológico.
Felicidad es un término, como bien observa Fromm, que significa diferentes cosas para muchas personas. Pero quizá la definición más generalizada es, la ausencia de dificultades y poder obtener lo que deseamos. O para expresarlo de otra forma, experimentar poco dolor y mucho placer.
El autor sostiene que nuestro objetivo no debería ser buscar la felicidad en los términos antes descrita, sino, esforzarnos por alcanzar el máximo desarrollo de nuestras potencialidades, evolucionar como individuos tanto como podamos. Esto puede entenderlo cualquier jardinero. El fin de la vida de un rosal es llegar a realizar todo su potencial: que sus hojas se desarrollen bien y que su flor sea la rosa más perfecta que pueda nacer de su semilla. El jardinero sabe que, para alcanzar este objetivo, debe seguir ciertas normas conocidas por experiencia. El rosal necesita un tipo especial de tierra, de humedad, de temperatura, de sol y sombra. A él corresponde procurárselos si quiere conseguir buenas rosas. Pero, incluso sin su ayuda, el rosal trata de satisfacerse un máximo de necesidades. No puede modificar en nada la tierra y la humedad, pero puede, si tiene la oportunidad, inclinarse hacia el sol… ¿Por qué no habría de ocurrir lo mismo con el género humano?
Su conclusión, sobre cuál debería ser el objetivo fundamental de la vida, es la siguiente:
La finalidad de la vida, puede definirse como un crecimiento propio que nos acerque todo lo posible al óptimo desarrollo de acuerdo con las condiciones de la existencia humana, llegando a ser plenamente lo que somos en potencia; dejar que, dada la naturaleza del hombre, la razón o la experiencia nos lleven a comprender qué normas conducen al bienestar.
Pero si deseamos alcanzar nuestra máxima expresión como seres humanos, primero debemos liberarnos de las cadenas que nos lo impiden.
Según el destacado humanista, las cadenas más opresivas, aquellas que con más contundencia nos mantienen sometidos, son nuestro característico narcisismo y el materialismo fomentado por nuestra cultura, la cual, señala que quien más tiene es quien más feliz es. Si el «bienestar», si el vivir bien como persona es el fin supremo de los propios esfuerzos, se nos presentan dos buenos cambios para alcanzar esta meta: superar nuestro narcisismo y superar nuestra estructura existencial centrada en la posesión.
A continuación, Fromm nos brinda su definición de narcisismo:
El narcisismo es una orientación por la que todo interés y toda pasión se dirigen a la propia persona… Para el narcisista, lo único plenamente real es él mismo y lo que le afecta. Lo exterior, lo que se refiere a otros, sólo le es real en el sentido superficial de la percepción, o sea, es real para sus sentidos y para su intelecto, pero no es real en un sentido más profundo, para su sentimiento o su entendimiento. De hecho, sólo es consciente de lo exterior en tanto le afecte. Por tanto, no hay amor, ni participación, ni juicio racional objetivo. El narcisista extremo ha levantado un muro invisible entorno suyo. Él lo es todo y el mundo no es nada; o mejor: él es el mundo.
La otra gran cadena es el egoísmo que fomenta nuestra sociedad, obsesionada con el dinero y la acumulación de bienes.
El egoísta… lo quiere todo para sí, no le gusta dar ni compartir, no encuentra satisfacción en la solidaridad, la cooperación ni el amor; es una fortaleza incomunicada, receloso de los demás, ansioso de tomar y reacio a dar.
Cuando nos lanzamos hacia el camino de la liberación, advierte Fromm, experimentaremos miedo y ansiedad, pues estaremos abandonando el terreno que ya conocemos y nos adentramos en campos desconocidos que, no obstante, albergan grandes recompensas.
Si tenemos la voluntad y la determinación de romper los barrotes de la prisión del narcisismo y del egoísmo; y si tenemos el valor de soportar la angustia correspondiente, sentiremos los primeros atisbos de la alegría y de la fortaleza que al final podremos alcanzar. Entonces, un nuevo elemento entrará en escena. Esta nueva sensación llegará a ser el móvil decisivo para perseverar y continuar por el camino emprendido… Una nueva sensación de bienestar —por pequeña y efímera que sea— …se convertirá en el móvil más fuerte para seguir avanzando y se reforzará a cada avance.
En el resto del inmensamente iluminador Del tener al ser, Erich Fromm examina los aspectos prácticos para alcanzar dicha liberación y un bienestar sólido y duradero.
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"La fuerza no proviene de lo que puedes hacer. Nace de superar las cosas que un día pensaste que no podrías" —Nikki Rogers
Cuando no cuidamos la dieta y no practicamos deporte, nos causamos un grave perjuicio. Nos limitamos a observar, sin hacer nada para evitarlo, como nuestro cuerpo pierde facultades con cada año que pasa.
Esto no tiene porque ser así. Cuidar la dieta y hacer ejercicio nos protege contra ese deterioro. Además, cualquier cosa que deseemos conseguir en nuestra vida, será más fácil obtenerla si contamos con un cuerpo sano y lleno de energía.
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"No es suficiente estar ocupado; las hormigas permanecen así. La pregunta es: ¿en qué estás ocupado?" —Henry David Thoreau
Warren Buffett, el segundo hombre más rico del mundo, le dio el siguiente consejo a un amigo suyo para que descubriera y alcanzara sus metas:
Haz una lista de las 25 cosas que deseas hacer en los próximos años o incluso en toda tu vida, y luego escoge las cinco más importantes.
Su amigo, Steve, preguntó si sobre las otras 20 que no fueron escogidas debería trabajar de manera intermitente, sin darles prioridad. Buffett contestó:
No, lo has entendido mal Steve. Todo lo que no has seleccionado, ahora se convirtió en tu "lista a evitar a toda costa". No importa qué, estas cosas no recibirán ninguna atención de tu parte hasta que hayas tenido éxito con las cinco prioritarias.
En otras palabras, lo que el Sabio de Omaha estaba recomendando a su amigo era minimizar las actividades a las que dedica tiempo, para así maximizar su producción.
En el buen libro Peak Performance encontré una historia que respalda el sabio consejo de Buffett: Michael Joyner, un médico e investigador en la prestigiosa Clínica Mayo, no sólo es un experto en rendimiento humano, sino que también es un gran practicante. Joyner ha publicado más de 350 artículos sobre el tema, y ha ganado numerosos premios por su trabajo. Recientemente fue nombrado investigador distinguido en la Clínica Mayo, y fue galardonado con una beca del prestigioso programa Fulbright Scholar. Además de sus investigaciones, Joyner es un anestesista que atiende pacientes con regularidad, y es mentor de innumerables estudiantes, realizando lo que él informalmente llama "mi propia versión de una escuela Montessori". Escribe para la revista Sports Illustrated y es frecuentemente citado como experto en otras publicaciones importantes. Si eso no es suficiente, Joyner (ahora de 58 años) sigue siendo un atleta ávido, y en su apogeo corrió maratones a una velocidad deslumbrante. Para colmo, es casado con niños pequeños.
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Agosto 2022
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