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Piensa bien y acertarás (la mayoría de las veces)

31/1/2017

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"Si miras al mundo y a ti mismo a través de lentes teñidos por la negatividad, entonces encontrarás mucha miseria. Si miras hacia fuera y hacia adentro a través de una lente iluminada por el positivismo, encontrarás mucho por lo cual estar feliz y agradecido"
​
—Henrik Edberg

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Gracias a James Garcia por la imagen (clic sobre ella para más info.)
En su estupendo e influyente libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen Covey cuenta la siguiente historia:
Recuerdo un... domingo por la mañana en el metro de Nueva York. La gente estaba tranquilamente sentada, leyendo el periódico, perdida en sus pensamientos o descansando con los ojos cerrados. La escena era tranquila y pacífica.

Entonces, de pronto, entraron en el vagón un hombre y sus hijos. Los niños eran tan alborotadores e ingobernables que de inmediato se modificó todo el clima.

El hombre se sentó junto a mí y cerró los ojos, en apariencia ignorando y abstrayéndose de la situación. Los niños vociferaban de aquí para allá, arrojando objetos, incluso arrebatando los periódicos de la gente. Era muy molesto. Pero el hombre sentado junto a mí no hacía nada.

Resultaba difícil no sentirse irritado. Yo no podía creer que fuera tan insensible como para permitir que los chicos corrieran salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía que las otras personas que estaban allí se sentían igualmente irritadas. De modo que, finalmente, con lo que me parecía una paciencia y contención inusuales, me volví hacia él y le dije: «Señor, sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No puede controlarlos un poco más?».

El hombre alzó los ojos como si sólo entonces hubiera tomado conciencia de la situación, y dijo con suavidad: «Oh, tiene razón. Supongo que yo tendría que hacer algo. Volvemos del hospital donde su madre ha muerto hace más o menos una hora. No sé qué pensar, y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar».

¿Puede el lector imaginar lo que sentí en ese momento?... De pronto vi las cosas de otro modo, y como las veía de otro modo, pensé de otra manera, sentí de otra manera, me comporté de otra manera. Mi irritación se desvaneció. Era innecesario que me preocupara por controlar mi actitud o mi conducta; mi corazón se había visto invadido por el dolor de aquel hombre. Libremente fluían sentimientos de simpatía y compasión. «¿Su esposa acaba de morir? Lo siento mucho… ¿Cómo ha sido? ¿Puedo hacer algo?» Todo cambió en un instante.
Lo que pasó a Stephen Covey es un mal harto común entre los seres humanos.

Con odiosa facilidad, cuando encontramos un comportamiento que nos resulta molesto, inapropiado o en apariencia irrespetuoso, pensamos de manera negativa de la otra persona.

Incluso tenemos un cínico dicho popular al respecto: «Piensa mal y acertarás».

Si un vecino nos saluda con frialdad o ni siquiera saluda, de inmediato interpretamos que es un odioso y un maleducado. Imaginar que simplemente estaba distraído y que no advirtió nuestra presencia es más difícil.

Si un compañero no responde a un correo que hemos enviado hace unos días, por nuestra cabeza pasan explicaciones variadas (todas o casi todas negativas): “ese es un irresponsable”, “que falta de respeto no contestar”, “no tienen ningún tipo de profesionalidad”...

Más extraño es imaginar que nuestro compañero está muy atareado y que tiene un montón cosas sobre su mesa con mayor prioridad que nuestro correo.

Para combatir esa tendencia hacia las explicaciones negativas podemos invertir las cosas y preguntarnos: «¿Cuál es la suposición más generosa que puedo hacer sobre las intenciones o lo que esta persona dijo?».

De esta manera nos saldremos del automático, «piensa mal y acertarás», nos forzaremos a pensar en las buenas intenciones de la otra persona.

Ahora bien, no se trata de pasar por alto todo tipo de comportamiento. La cuestión es evitar que las interpretaciones negativas sean nuestra respuesta mecánica.

Así que la próxima vez que te sorprendas pensando mal a priori, pon a prueba esa suposición negativa y cambiala por una interpretación más respetuosa y generosa.

Me la juego a que pensando bien acertamos más que de la forma contraria.

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Auto conciencia para prevenir (aunque sea solo un poco) el auto engaño

30/1/2017

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"El primer principio es que usted no debe engañarse asimismo y usted es la persona más fácil de engañar" —Richard Feynman

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Hace un par de semanas presencié uno de los habituales debates que con desbordada pasión ocurren en los bares. Un grupo de amigos discutía con vehemencia sobre política.

Después de abandonar el sitio me di cuenta de que mi mente se había enganchado en la discusión, y por algunos días pensé en el asunto.

Mi sorpresa fue mayor cuando descubrí que en lugar de estar considerando con rigor y equilibrio los argumentos de lado y lado, mi mente estaba tratando de construir una perspectiva del asunto que se ajustara a sus opiniones previas.

Es decir, no estaba buscando la verdad, estaba tratando de hallar argumentos que confirmaran lo que pensaba con anterioridad.

Esta no es la primera vez que me descubro haciéndome trampas en el solitario. Ya me ha sucedido cuando por ejemplo leo algo que va en contra de un concepto que tenía como verdadero, mi primera reacción es empezar a buscar errores en esa argumentación.

A los seres humanos no nos gusta estar equivocados. Detestamos tener que contradecirnos a nosotros mismos. Esta fobia es la que da origen al “sesgo de confirmación”.

El sesgo de confirmación (uno de los muchos que oscurece nuestro razonamiento) es la tendencia a recolectar información de manera selectiva que confirme nuestras propias creencias.

La racionalidad no es una cualidad innata de los seres humanos. Somos seres emocionales que nos aferramos a nuestras opiniones como se aferra el náufrago a un trozo de madera.

La mente de las personas, como demostraron las investigaciones del psicólogo y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, es una máquina con muchas imperfecciones. Cuestión que se complica aún más gracias a nuestro exceso de confianza e incapacidad para advertir nuestros propios fallos de razonamiento.

La racionalidad, por lo tanto, debe ser conquistada, pues no es privilegio que se nos otorga al nacer.

¿Y cómo podemos mejorar nuestro pensamiento? Según parece, lo tenemos complicado. De acuerdo con Kahneman,  conocer las debilidades de la mente no nos vacuna contra sus fallos:
Las personas conscientes de sus propios sesgos no lo hacen mejor sobreponiéndose a ellos… Mi pensamiento intuitivo es tan propenso al exceso de confianza, a las predicciones extremas y a la falacia de planificación —la tendencia a subestimar cuánto tiempo se necesitará para completar una tarea— como lo era antes de convertirme en un estudioso de estos temas.
No obstante, yo estoy convencido que prácticas como la meditación, la escritura, dar paseos caminando en solitario, pedir retroalimentación a personas cercanas y en las cuales confiamos, son una buena manera de mejorar la conciencia de nosotros mismos y, de esta manera ser, aunque sea solo un poco, menos propensos a los fallos de razonamiento.

Dedicar momentos a la introspección, nos ayuda a cultivar el saludable hábito de observar lo que ocurre dentro de nuestro cerebro desde una saludable distancia. Y así seremos capaces de descubrir algunos de los fallos que se producen en el.


Dado que somos tan proclives a los errores, lo mejor que podemos hacer es precisamente eso: intentar hacerlo lo mejor que podamos. Nada más se nos puede pedir.
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El secreto de la productividad extraordinaria y la energía inagotable

25/1/2017

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"En lugar de preguntarte cuándo serán tus próximas vacaciones, deberías crear una vida de la que no quieras escapar" —Seth Godin

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Gracias a Ron Sartini por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Los recuerdos de mi niñez y adolescencia están colmados de balones, prado y porterías. El fútbol era mi gran pasión. Los días que no podía jugar eran días vividos a medias.

Los partidos eran interminables, algunas veces jugábamos hasta tres horas seguidas.

Una cosa siempre me sorprendió. No importaba cuan cansado estuviera (después de dos horas jugando era inevitable que las piernas pesaran), cada que recibía el balón, como por arte de magia el cansancio desaparecía y, con renovado entusiasmo y energía, me dirigía de nuevo hacia la portería contraria para intentar anotar una vez más.

Un poco más adelante, en mis veinte, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. De lunes a viernes mi jornada era larga, muy larga. Salía de casa antes de las siete de la mañana y volvía pasadas las diez de la noche. En tiempo de exámenes, había que estudiar en horario extendido, algunas veces pasada la medianoche.

Para ese entonces el fútbol ya no ocupaba el espacio que antes ocupaba, otra pasión, aunque menos provechosa, se había asentado con firmeza en mi vida: la rumba.

Así como durante mi niñez un día sin fútbol era un día perdido, durante mis primeros años de adulto un fin de semana sin baile era un fin de semana desperdiciado.

Por causa de las interminables jornadas, el cansancio acumulado durante la semana era intenso. Jueves y viernes la falta de energía era muy notoria. Parecía un zombi, ojeroso e incapaz de articular una conversación mínimamente coherente.

Sin embargo, todo eso cambiaba al salir de la oficina el viernes en la tarde. La inminencia de otra noche de rumba abastecía de combustible mi depósito y era capaz de bailar hasta el día siguiente.

Nuestro cuerpo no es insensible al significado de las actividades que realiza. No es como un ordenador que, indiferente, calcula cosas simples o complejas consumiendo la misma cantidad de energía.

Aquello que disfrutas, que te apasiona, te energiza, lo puedes hacer durante horas sin sentir cansancio.

Por el contrario, cuando dedicas una gran parte de tu tiempo a actividades que no tienen ningún significado para ti, terminas exhausto. Tu energía se escapa como se escapa el aire de un globo perforado.

El secreto de la productividad extraordinaria es, por lo tanto, hacer más cosas que amas. ​
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25 ideas para que repartas amor donde quiera que vayas

24/1/2017

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"El amor y la bondad nunca se malgastan, siempre marcan diferencia, bendicen a quien los recibe y te bendicen a ti, quien lo da." —Barbara de Angelis

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Gracias a Jeremy Cai por la imagen (clic sobre ella para más info.)
De las carrozas que hacen parte del tradicional desfile de la Cabalgata de Reyes caían los también tradicionales caramelos.

Los niños, como es de esperar, saltaban presurosos y emocionados tras las golosinas, tratando de amontonar para sí la mayor cantidad.

Mi hija y su amiguita estaban encaramadas sobre un muro para poder ver. Como para ellas era difícil recoger caramelos empecé a ayudarles.

De repente caí en cuenta de algo. Algunos padres estaban cargando a sus hijos sobre los hombros, por ello no podían recoger los dulces.

Así que empecé a recolectar golosinas también para ellos. A los peques les brillaba la cara cuando se las entregaba, y los padres agradecían con emoción el gesto.

Yo, por mi parte, noté como este pequeño acto también ​me producía gran felicidad.

La amabilidad genera alegría, tanto en la persona que la brinda como en la que la recibe. Es un claro gana-gana.

Llevar a cabo actos de bondad nos pone en un estado emocional muy positivo, y los estados de ánimo positivos son muy beneficiosos, impulsan nuestra creatividad, fortalecen la resistencia, fortalece nuestra confianza y autoestima, entre otras cosas más.

Lo mejor de todo es que para ser amable no es necesario llevar a cabo esfuerzos épicos. Para poner una sonrisa en la cara de otros basta con pequeñas acciones.

Aquí te dejo una lista con 25 sugerencias más para esparcir generosidad y sonrisas por donde quiera que vayas:

  1. Paga un café a la persona detrás de ti en la fila.
  2. Dona tiempo a una causa caritativa.
  3. Compra una comida caliente a una persona sin hogar
  4. Haz un cumplido a un extraño.
  5. Escucha a una persona con atención, enfócate en hablar menos y escuchar más.
  6. Regala una copia de tu libro favorito a un extraño.
  7. Deja una nota de agradecimiento al personal de limpieza.
  8. Paga el peaje del coche que viene tras de ti.
  9. Ofrece tu asiento en el transporte público.
  10. Ofrece cuidar los hijos de una pareja de amigos para que puedan disfrutar de tiempo a solas.
  11. Cuida el perro de tu amigo mientras está de vacaciones (por cierto, ¡Gracias Marimar!).
  12. Deja una propina generosa sin ninguna razón.
  13. Ayuda a un compañero que se encuentra agobiado con mucho trabajo.
  14. Lee cuentos a los niños en la biblioteca.
  15. Pon dinero en el parquímetro expirado de un desconocido.
  16. Deja una frase positiva y alentadora en el parabrisas de alguien.
  17. Sonríe a cada persona que te encuentres durante todo un día.
  18. Dona sangre.
  19. Ayuda a una madre con el carrito de su bebé en las escaleras del metro.
  20. Carga las bolsas de la compra de una persona mayor.
  21. Permite que otro conductor se incorpore a tu carril.
  22. Di “lo siento” cuando te equivocas.
  23. Escribe un mensaje al jefe de alguien que te haya ayudado, explicándole el gran trabajo que esa persona hizo.
  24. Trae un postre para compartir en tu oficina.
  25. Enseña algo a alguien.

Ahora tu, si tienes otra idea para practicar la amabilidad me encantaría saberla. Compártela en los comentarios. Chao.
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Talento y felicidad

22/1/2017

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"No apuntes hacia el éxito, si eso es lo que deseas; haz lo que amas y cree en ello, y el éxito llegará naturalmente" —David Frost

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Gracias a Seth Doyle por la imagen (clic sobre ella para más info.)
¿Es importante tu nivel innato de inteligencia, creatividad, talento, habilidades atléticas… ?

Sobre esto existe un montón de controversia. Según Anders Ericsson, uno de los mayores expertos en los factores que conducen al alto rendimiento, no.

Lo que determina el nivel de habilidad que una persona puede alcanzar, afirma Ericsson, está determinado por la cantidad y la calidad de la práctica realizada (práctica deliberada).

Sin embargo, David Epstein y Scott Barry Kaufman, otros entusiastas y dedicados estudiosos del mismo tema, opinan que negar la influencia de los genes es un gran error.

Es un hecho que todos tenemos configuraciones genéticas distintas. Si no fuera así, seríamos 7.000 millones de clones sobre la tierra.

Y parece obvio pensar que algunas configuraciones resultan más propicias que otras para determinados asuntos.

De esta manera, para llegar a ser el mejor del mundo, o uno de los mejores de la historia, creo que tener la combinación adecuada de genes resulta muy favorable y conveniente.

Ahora bien, para el resto de los mortales, para aquellos que no tenemos intenciones de dominar el planeta, ¿importan los talentos naturales? Mi opinión es que no (mucho).

Yo creo que es más importante el nivel de pasión, el amor que sientes por algo, que el nivel de talento inicial.

Si hay algo que da alegría a tu corazón cuando lo haces (pintura, deportes, escritura, baile, etc.), sería un error dejar de practicarlo porque en principio parece que no tienes un talento natural para ello.

No debemos hacer las cosas por el reconocimiento y la validación exterior que recibimos. Debemos hacerlas porque nos es grato y nos da felicidad.

Al final, el éxito, vivir una vida satisfactoria de la cual nos sintamos orgullosos; ¡ser felices! que es de lo que en realidad se trata todo el asunto, es una cuestión interna más que externa.

El marcador que cuenta es el nuestro; no el que depende de otros.

Eso era lo que el reconocido entrenador John Wooden aconsejaba a sus jugadores: “El éxito es paz mental, lo cual es un resultado directo de la satisfacción personal de saber que hiciste lo mejor que pudiste, tu mejor esfuerzo, para convertirte en lo mejor que eres capaz de convertirte".

La cuestión es centrarse en lo que podemos controlar. Alterar nuestra propia genética es algo que, por ahora, escapa de nuestras manos. Sin embargo, la cantidad de esfuerzo, pasión, entrega, que ponemos en algo, si está bajo nuestro gobierno.

Si hay algo que nos gusta, que nos apasiona, no debemos renunciar a ello porque en un principio parece que no se nos da de forma natural.

Es probable que no lleguemos a ser Einstein, Beethoven, Pelé, ¡y que! Lo más importante, ser felices,  está al alcance; surge como consecuencia de hacer lo que amas. Si lo amas, hazlo.

Además, disfrutar haciendo algo te pone sobre la senda que conduce hacia la excelencia. Si practicamos algo con alegría y verdadero goce, nuestras habilidades mejoran con sorprendente velocidad.

No aprende de la misma manera un cerebro que goza que uno aburrido.

La conclusión, entonces, resulta obvia: debemos hacer más de lo que amamos hacer. Todos los días. Nuestra vida será muy distinta si así procedemos.

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Esto es lo que aprendió James Altucher después de 200 podcasts

19/1/2017

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"Cada día te reinventas. Siempre estás en movimiento. Pero tu decides todos los días: hacia adelante o hacia atrás" —James Altucher

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Dijo Confucio: “Por tres caminos podemos llegar a la sabiduría: el primero, mediante la reflexión, que es la más noble; el segundo, por imitación, que es la más fácil; y el tercero, por la experiencia, que es la más amarga”.

Pues bien, James Altucher llegó por el tercero, el más amargo y doloroso. Pero llegó.

Durante años Altucher llevó un estilo de vida excesivo que lo llevó  a arruinarse múltiples veces.

Sin embargo, cuando se hallaba en su punto más bajo, decidió que ya era suficiente. Se centró en algunas cosas básicas y así pudo salir del hoyo en el que se encontraba (aquí la lista).

Hace un par de días J.A. escribió un largo artículo con ocasión de su podcast Nº 200, en el cual resume las cosas más importantes que ha aprendido de sus destacados y exitosos invitados.

Y yo, por mi lado, hice un resumen de las cosas que más me gustaron para compartirlas contigo.

Después de entrevistar a muchos expertos en nutrición con diferentes puntos de vista, estás son sus conclusiones: ​
Nutrición

He hablado con mucha gente sobre los beneficios de "la carne", "la no carne", "vegetariano", "vegano", "grasas", "sin grasas", "frutas", "frutas son azúcar" y así sucesivamente.

Ninguna dieta funciona.

Lo que he aprendido después de hablar con tantas personas que han hecho de la nutrición una prioridad en sus vidas es esto:

A. Una buena nutrición conduce a una mayor calidad de vida y a una vida más larga.
B. Los azúcares procesados son malos.
C. Coma la cantidad de vegetales que desee en cualquier momento que lo desee.
D. Duerma ocho horas.
E. Tenga amigos.

Básicamente es así de simple.
La capacidad de aprender con rapidez es el superpoder de nuestra época. Hoy ya no es posible, como lo fue hasta algunos años, aprender algo y ordeñar ese conocimiento durante toda la vida. Si hoy no has aprendido nada nuevo, ya vas un día por detrás.

La fórmula recomendada por Altucher para ser eficientes aprendices es la siguiente.
Más, menos, igual.
​

Todos mis invitados han alcanzado alguna clase de excelencia en sus vidas. Yo quería aprender cómo lo hicieron. ¿Cómo aprendo algo nuevo desde cero?

Más = Encuentra alguien que te enseñe.
Igual = Encuentra alguien que te desafíe.
Menos = Encuentra personas a las que puedas enseñar, para consolidar el aprendizaje.

​
Excelencia

Anders Ericsson, el autor de "La regla de las 10.000 horas", que dice que la gente, en promedio, necesita 10.000 horas para ser el mejor del mundo en algo. Me recordó que las 10.000 horas tienen que ser de "Práctica deliberada".

La práctica deliberada es:
- Encuentra un mentor (o profesor, o entrenador).
- REALIZA un montón de veces lo que quieres hacer bien (por ejemplo, practica muchas veces los de golpes de golf)
- Obtén retroalimentación lo más pronto posible.

Repite lo anterior tanto como sea posible.

Hackeando “La regla de las 10,000 horas”

Cada gran idea de la historia es la hija bastarda de otras dos ideas mediocres.

Magos + Chicos impopulares en el colegio = Harry Potter
Internet + Vídeo = YouTube
Redes Sociales + Identidades confirmadas = Facebook

Y así sucesivamente.

Scott Adams lo expresó mejor en el podcast #200. Lo llamó "La pila de talentos".

Realmente es muy difícil llegar a ser el mejor del mundo en cualquier cosa.

Pero es fácil ser bastante bueno en DOS (o más) cosas y luego combinarlas. De esta manera estás en el 1% superior de la intersección.

Esto reduce "La regla de las 10.000 horas" a la regla de "las quizá 300 horas".

Su sugerencia: sea bastante bueno en alguna cosa. Después sea bastante bueno hablando en público.

Serás mejor que todos tus competidores que son buenos en la primera cosa. Porque sabrás presentar tus ideas de manera carismática y visionaria.

Esto es crítico para cualquier éxito.

La energía es tu principal activo, no la desperdicies.
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Barbara Corcoran me dijo: el miedo, el arrepentimiento, las personas negativas, las malas situaciones le roban energía. Arianna Huffington me dijo que dormir aumenta la energía.

Cuanta más energía tienes, es más probable que entres en estado de "flujo" -como Steven Kotler lo llama-, un estado donde se pierde la noción del tiempo y se maximiza la productividad y la creatividad.

Hacer cosas que le dan sentido a tu vida, que apoyan tu visión, siempre te darán energía.
Muchos de sus invitados, todos ellos triunfadores, empezaron desde condiciones muy adversas:
Nada de excusas

Cuando veo por lo que estas personas pasaron, puedo decir que simplemente "NO HAY EXCUSAS". Cada una de estas personas tenía muchas excusas:

A. Tenían que alimentar a su familia.
B. Tenían miedo de dejar sus seguros puestos de trabajo.
C. No tenían la educación adecuada.
D. Fracasaron las primeras 5-50 veces que intentaron tener éxito.
E. Cambiaron de ruta repetidamente y siempre tuvieron que empezar de cero.
F. No tenían el dinero que pensaban que necesitaban para comenzar.
G. Tardarían mucho en ser buenos.
H. La gente los odiaba al principio.

Las excusas son los ladrillos con los que se construyen las paredes de tu zona de confort. Es fácil agarrarse de una excusa y decir, "Ok, me quedaré en la zona de confort."

Tienes que romper esos ladrillos para obtener una vida más grande que la vida que podrías haber soñado.
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Algunas reflexiones sobre la ira y otros temas más

17/1/2017

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"Hoy escapé de la ansiedad. O no, la expulsé, porque esta se encontraba dentro de mi, en mis propias percepciones. No afuera" —Marco Aurelio

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Hace unos días se me ocurrió que podía publicar lo que escribo en mi diario, después de pensármelo un poco me decidí a hacerlo.

Claro, no escogí un día cualquiera, mi pudor y consideración contigo me llevó a cuidarme de no transcribir comentarios sobre picores en lugares extraños o temas escatológicos.

También lo edité un poco para que la lectura resultara más fácil. Cuando escribo en el diario cuido muy poco la gramática y la sintaxis: voy anotando lo que va vomitando mi mente.

​Y sin más preámbulos, ahí va:
Sábado 14 de enero

​Resulta sorprendente la volatilidad de nuestro humor. Los estados emocionales de los seres humanos cambian con admirable facilidad y velocidad.


Estamos alegres, y al minuto siguiente nos sentimos melancólicos. Pasamos de la calma absoluta, a la tempestuosa furia con la menor provocación.

Y lo peor de todo, muchas veces esos cambios se producen sin que tengamos ni idea de porque.

Escribía ayer en estas páginas que me sentía, sin razón aparente, un poco nervioso al despertar. Pues bien, la ansiedad se desvaneció pronto y durante el resto del día estuve de muy buen ánimo.

Con razón es tan difícil entendernos a nosotros mismos.

Quiero registrar una cosa grata. Durante toda la semana he estado de un ánimo muy calmado y alegre. Si no me falla la memoria, solo en una ocasión he hablado a mi hija con un poco de irritación.

Soy  amor. Soy alegría. Soy gratitud. Estas afirmaciones la he estado repitiendo en mi mente toda la semana. Quizá tenga algo que ver esto con mi buen ánimo. No estoy seguro.

Por la razón que sea, me alegra un montón. Cultivar un temperamento amable, alegre, tranquilo y afectuoso es una de las prioridades de mi vida. Así es como me gustaría ser siempre.

Otra cosa grata que quiero registrar. Ayer mi hija estaba jugando y derrepente se le ocurrió que sus muñecas necesitaban pañuelos. Así que tomo goma eva, tijeras, la pistola de silicona y se puso a fabricarlos. Hace unos días estuvo también cosiendo algo para sus muñecas.

Me emociona ver esa actitud en ella. Si necesita algo, va y se lo fabrica. Eso es creatividad en su más pura expresión.

Estoy convencido de que si ella tuviera libre acceso a la televisión, la tableta o los video-juegos, estaría divirtiéndose de manera pasiva, consumiendo contenido, en lugar de creando cosas.

El aburrimiento favorece a la imaginación.

La ira. La ira es un sentimiento propio de la naturaleza humana. Es normal enfadarnos en algún momento.

Sin embargo, no debemos confundir natural con conveniente. La ira, aunque es universal entre los seres humanos, no es beneficiosa.

Cuando estamos enfadados somos más propensos a decir y hacer cosas de las que luego nos arrepentimos.

Estoy convencido de que todos los seres humanos deberíamos cultivar un carácter amable y compasivo. Luchar por erradicar la cólera de nuestras vidas.

No es fácil. Lo se. Pero pienso que con dedicación y paciencia la podemos expulsar. Debemos hacerlo como haríamos con algún indeseable que se colara en nuestra casa, la vamos empujando hacia la salida, ganándole terreno poco a poco, hasta que podamos cerrar la puerta y dejarla definitivamente fuera de nuestras vidas.

No controlarnos, hacer o decir cosas desagradables mientras estamos enfadados, siempre es un error. Es cierto que en algunas ocasiones las personas hacen cosas que justifican nuestro enfado, pero no debemos ampararnos en ello para excusar nuestros actos.

Nuestro comportamiento siempre debería ser respetuoso. Eso no quiere decir que debemos dejar que nos falten al respeto. Pero se puede ser valiente y determinado, y respetuoso a la vez. Lo cortés no quita lo valiente.

Nuestra forma de actuar, nuestros valores, no deben depender del comportamiento de los demás. Si alguien se comporta de forma grosera no debe dar pie a nuestra propia grosería.

Si la amabilidad es un valor primordial en mi vida, debo intentar practicarla siempre.

Una persona que se comporta con grosería, no importa si está respondiendo a la grosería de otra , se convierte en una persona grosera. Es decir, se mancha así mismo con vulgaridad.

Sabias son las palabras del gran Emperador Marco Aurelio:

"Hacer daño es hacerse daño usted mismo. Cometer una injusticia es ser injusto hacia usted. Eso lo degrada".

"Si alguien me desprecia, ese es su problema. Mi problema es: no hacer ni decir nada despreciable. Si alguien me odia, ese es su problema. El mio es: ser paciente y alegre con todos; incluyéndolo a él".

Cuando usamos excusas: “Él comenzó” o “El se lo buscó”, estamos justificando nuestra manera de actuar, y así, al no reconocer el error, nos estamos negando la oportunidad de enmendarnos y mejorar.

Si fallamos en controlar nuestras reacciones debemos reconocerlo, no justificarnos. El error no es enfadarnos. Eso es propio de nuestra condición y por lo tanto, difícil de controlar. El error es permitir que la ira nos lleve a actuar de manera inapropiada.

Bueno, el tiempo se acabó. Por hoy no es más. Me ha gustado la sesión de hoy, quizá algún día publique unas páginas como estas a manera de artículo. Quizá publique esta misma sesión. Ya me lo pensaré.
Y me lo pensé y lo publiqué.
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Como permanecer motivado todo el año

16/1/2017

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"Uno suele estar tan ocupado viviendo su vida, que es fácil evitar evaluar si estás poniendo tu energía en las cosas que más valoras" —Deborah Day 

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Gracias a Redd Angelo por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Cambiar es difícil. Y cuando queremos cambiar solo mediante fuerza de voluntad, la tarea se complica aún más. Estos tres ejercicios te ayudarán a encender la llama de la motivación interior, para que tu empuje no se debilite y puedas hacer de este año el gran año donde el gran cambio, las grandes metas, fueron posibles.
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La historia de Sammy: lo que puede suceder si rompes la cuerda que te retiene

15/1/2017

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"Cuentame, ¿qué planeas hacer con tu única, preciosa y salvaje vida? " —Mary Oliver

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Mary Oliver
Leyendo el encantador libro de la poeta norteamericana Mary Oliver, Upstream, me encontré esta preciosa historia. Su inesperada reflexión final resulta muy inspiradora:
En los viejos tiempo los perros vagaban libremente en nuestra ciudad. Pero las viejas costumbres cambiaron.

Una mañana un cachorro llegó a nuestro patio con una cuerda colgada a su cuello. Jugó con nuestros perros; luego desapareció. A la mañana siguiente apareció de nuevo, con una cuerda diferente. Esto ocurrió durante varios días: aparecía, era juguetón y amistoso, y siempre venía acompañado por una cuerda masticada.

Justo por ese tiempo nos mudamos a otra casa, tarea que hicimos en una sola tarde. Quizá un día después, debido a una corazonada, volví a la antigua casa y lo encontré tumbado en el prado junto a nuestra puerta. Lo metí en el coche y le mostré dónde estaba nuestra nueva casa. Haz lo mejor para ti -le dije-.

Se quedó un rato y luego se fue. Pero a la mañana siguiente allí estaba él en la nueva casa. La cuerda colgando. Más tarde, ese día, apareció su dueño, con los papeles del perro en la mano y una correa. Se llama Sammy -dijo-. Y es tuyo.

A medida que Sammy crecía, comenzó a recorrer la ciudad y gracias a ello comenzó a ser atrapado por el oficial de control de mascotas. Por supuesto, terminamos recibiendo una citación para presentarnos a la corte. Rápidamente descubrimos que ese no era un lugar en el que se pudiera discutir. Nos dijeron que construyéramos una cerca. Así lo hicimos.

Pero resultó que Sammy no sólo podía masticar cuerdas, sino que también podía escalar cercas. Así que su itinerancia continuó.

Sin embargo, con excepción del oficial de mascotas, Sammy nunca se metió en problemas. Hacía amigos. No se peleaba con otros perros, al parecer, solo le gustaba quedarse un rato en el patio de alguien y, si era posible, saludar a los dueños. La gente empezó a llamarnos para que fuéramos a buscarlo antes de que el oficial lo viera. Algunos lo metieron a sus casas para esconderlo de la ley. Una vez llamó una mujer desde el otro extremo de la ciudad; cuando llegué allí me dijo: "¿Puedes esperar unos minutos? Le estoy haciendo huevos revueltos”.

Podría narrar muchas más historias sobre Sammy: son infinitas. Pero te contaré la inesperada y alegre conclusión. ¡El oficial renunció! Y el siguiente oficial era de otra clase; También él recordaba y extrañaba los viejos tiempos. Así que cuando encontraba a Sammy, simplemente lo subía a su camioneta y lo llevaba a casa. De esta manera, Sammy vivió una vida larga y feliz, con muchos amigos.

Esta es la historia de Sammy. Aunque creo que hay uno o dos poemas también en algún lugar. Quizá se trata de cómo era la vida en esta querida ciudad años atrás, y como muchos de nosotros echamos eso de menos.

O tal vez se trata de las cosas maravillosas que pueden suceder si rompes las cuerdas que te retienen.
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Es tu senda la que vale (no la de los demás)

11/1/2017

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"No vayas a donde el camino te lleve, ve, en cambio, por donde no hay camino, y deja tu propio rastro" —Ralph Waldo Emerson

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Gracias a Jake Melara por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Durante toda mi vida he querido ser muchas cosas, corredor de bolsa, presidente de una gran corporación, dueño de gimnasio, genio de las finanzas, periodista, crear el próximo Facebook…

La cosa era más o menos así. Cada que conocía a alguien que tenía éxito en su profesión, y vivía una vida en apariencia (ojo con esa palabra) feliz y satisfactoria; deseaba para mi ese mismo éxito y esa misma vida feliz y satisfactoria.

Siempre me estaba comparando y siempre estaba deseando lo que los demás tenían.

Los seres humanos tenemos manía de andar midiéndonos unos a otros. Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos, por eso andamos anhelando lo que el vecino tiene.

Esta ansia de más es bastante irracional, pues resulta que muchas de las cosas que envidiamos a otros son adquiridas pagando un precio que nosotros quizá, no estamos dispuestos a pagar.

Por ejemplo, es probable que tu vecino empresario, el que tiene su casa equipada con los últimos cacharros tecnológicos, y que conduce un coche enorme y muy brillante que quisieras para ti, haya tenido que pagar un muy alto precio por ello: largas horas de trabajo que lo alejan de familia y amigos; una deuda importante que no lo deja dormir en las noches, competidores fieros que amenazan el futuro de su empresa.

Mientras tanto tu, con tu coche modesto y tu televisor minúsculo, disfrutas de una vida más tranquila que tu atareado y estresado vecino desearía para el.

Incluso poderosos reyes y emperadores a través de la historia, debido a la responsabilidad y lo agobiante de sus cargos, envidiaban la vida más sencilla y ordinaria de sus súbditos. En sus diarios íntimos manifestaban su deseo de retirarse y simplificar su vida.

Es que eso de andar expandiendo imperios, cuidarse de las frecuentes traiciones y machacar al pueblo con impuestos tiene que ser cosa agotadora

Ahora bien, no estoy diciendo que una cosa es buena y la otra mala, que las grandes empresas y las grandes responsabilidades sean algo a evitar. Lo que digo es que es bueno si es lo que de verdad (en tu más profundo ser) deseas para ti.

Para algunos las grandes empresas son su real aspiración. A otros nos motivan gestas más discretas y vidas más reposadas.

Hoy ya no quiero ser todas las cosas que antes deseaba. Ya no quiero fundar una gran empresa con miles de empleados. Tampoco quiero ser un tiburón de los mercados financieros. Ni siquiera piloto, bombero o policía. Dueño de gimnasio no está totalmente descartado.

Lo que quiero ser, lo que quiero hacer, es lo que estoy haciendo: buscar sabiduría para aprender como se vive una vida más plena y feliz. Luego, transmitir a otros ese conocimiento, para que puedan a su vez vivir de la mejor manera posible.

¿Cuándo dejé de compararme y envidiar a los demás? Todavía no lo he hecho. Aún me fijo si tal o cual tiene más panza que yo, si levanta más peso en el gimnasio, si su hija tiene mejores calificaciones que la mía, si su mujer… mejor paro aquí.

Sin embargo, ya no envidio su éxito profesional. La cura para ese mal fue descubrir mi propósito. Entender que es lo que de verdad quiero hacer, como quiero vivir y la manera como deseo contribuir con el bienestar de los demás.
Cuanto más sabes lo que realmente quieres —sostiene Alain de Botton—, y a donde realmente vas, menos importante comienza a ser lo que todo el mundo está haciendo. En los momentos en que tu propio camino es más ambiguo, es cuando las voces de los demás, el caos perturbador en el que vivimos, el ruido de las redes sociales, empiezan a aparecer y a volverse más amenazantes.
La mayor dicha que podemos encontrar es vivir nuestra vida como REALMENTE deseamos vivirla. No como nos dice la sociedad que debemos vivir. No como nos dicen nuestros padres o nuestros amigos. Como decidimos nosotros que queremos vivir.
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    Lector. Escritor. Coach. Emprendedor.
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    Mi misión: Inspirar y guiar la transformación de las personas. Contribuir para que sean su mejor versión y puedan vivir con mayor felicidad y satisfacción.
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