«El ser humano se eleva en la vida hasta el nivel de la imagen que tiene de si mismo»
Versión en vídeo AQUÍ Versión en audio AQUÍ Todos los seres humanos experimentamos, de cuando en cuando, inseguridad en nosotros mismos. Claro, hay algunos que sufrimos estos episodios con mayor frecuencia, incluso para otros esta es una condición crónica. Y también existen aquellos afortunados que se enfrentan a ella muy rara vez. Pero todos, todos la sufrimos. Esta falta de confianza es lo que ha dado origen a un fenómeno psicológico conocido como el Síndrome del Impostor. Según algunas estimaciones, siete de cada diez personas lo han padecido alguna vez en su vida. El síndrome del impostor consiste en sentir que uno no es tan bueno, tan competente como otras personas creen. Nos sentimos entonces como si estuviéramos engañando al resto del mundo. Como si fuéramos un fraude. Muchos estudiantes brillantes, aunque que acceden por sus méritos académicos a las universidades más prestigiosas del mundo; no se creen al mismo nivel de los demás. Al ver lo inteligentes que son sus compañeros, se sienten como unos impostores. Actores, músicos, científicos, presidentes de multinacionales, entre otros muchos, también padecen este síndrome, cuyo origen se encuentra en la falta de confianza. Así que la inseguridad es un fenómeno universal. Ni siquiera los más exitosos se escapan de ella. El problema entonces no es padecerla. La cuestión es como la enfrentamos para que no nos impida avanzar hacia nuestras más ambiciosas metas. Cuando yo he sentido esa falta de confianza (lo cual es bastante frecuente) utilizo dos trucos que siempre me dan resultado. El primero y más efectivo es actuar. Nada perjudica más a la falta de confianza que la acción. Cuando empiezas en el gimnasio, por ejemplo, y comparas tu pobre forma física y tus brazos carentes de tono y definición con los de los otros, llenos de músculos y vitalidad, es probable que sientas que no perteneces a ese lugar. Pero si continuas yendo, si persistes, empezarás a notar tu progreso y terminarás sintiendo que ese también es tu medio. El gimnasio te pertenece y tu perteneces a él. Esta es la forma como los estudiantes brillantes terminan curándose del mal, en la medida en que avanzan y superan las pruebas académicas, empiezan a sentir que si pertenecen a ese lugar, que son tan capaces como el resto. Entonces, si lo que quieres es escribir, pero no te sientes como un escritor; escribe. Cuanto más lo hagas, mejor. Si oyes una voz dentro de ti —aconsejó el pintor Vincent Van Gogh— que dice que 'no puedes pintar', entonces, por cualquier medio, pinta, y esa voz quedará silenciada.
La otra parte de la receta es usar la imaginación.
Los seres humanos nos elevamos hasta el nivel de la imagen que tenemos de nosotros mismos. Si nos consideramos competentes, capaces de grandes cosas; por grandes cosas lucharemos. Pero si recelamos de nuestro potencial para alcanzar la gran victoria, jamás nos elevaremos hasta donde nos es posible volar. La limitación impuesta por la imagen que tenemos de nosotros mismos se convierte en forzosa realidad. Por fortuna, utilizando nuestra imaginación podemos alterar esa imagen y crear una más empoderada que no se achique ante los desafíos. Resulta que sí nos imaginamos, de manera clara, siendo o haciendo algo que deseamos, nuestra mente asume eso como una realidad y los mensajes de inseguridad terminarán desapareciendo. Nuestra mente, más concretamente nuestro subconsciente, cuando creamos imágenes mentales vívidas, no puede distinguir entre la realidad y la imaginación; y considera lo imaginado como real. Esa es la razón por la cual el cine existe. Aunque de manera racional sabemos que todo lo que aparece en la pantalla es fingido, nuestro subconsciente no distingue la diferencia y por ello genera emociones en nosotros emociones reales. Entonces, si lo que quieres es perder peso, puedes dedicar de 10 a 20 minutos al día a imaginarte a ti mismo viviendo tu vida como si ya hubieras alcanzado tu peso deseado. Imagina como lucirás, como te relacionas con otras personas; imagina, muy especialmente, como te sentirías. Debes pensar también, como sería tu día a día bajo esas nuevas condiciones. Que actividades realizarías, lo que comerías y que deporte practicarías. De esta manera, tu subconsciente empezará a creer que esa es tu realidad y, con el tiempo, lo será. Te conviertes —afirmó Oprah Winfrey— en lo que crees que eres, no en lo que piensas o lo que quieres.
Pero para que esto ocurra debes vincular emoción con imaginación, es a través de las emociones como nuestro cerebro es convencido. Si esa imagen que creas viene acompañada de una emoción positiva, nuestro cerebro la acepta.
No olvidemos que el comportamiento de los seres humanos es guiado por el placer y el dolor. Buscamos lo que nos es grato y nos alejamos de lo que nos aflige. Así que mediante la visualización podemos fomentar los cambios que queremos realizar en nosotros mismos. Si queremos ser más amables, debemos imaginarnos siendo amables. Si queremos ser más productivos, debemos pintar una imagen de productividad y eficiencia. Si queremos mejorar nuestras relaciones con nuestra pareja, imaginémonos comportándonos de manera amorosa. Las acciones y la imaginación, forman una dupla invencible que nos permitirá eliminar la falta de confianza en nuestra capacidad de alcanzar metas importantes y vivir la vida que hemos soñado. Versión audio¿Te gustó? Recibe gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tú. Suscríbete AQUÍ
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"La gratitud es la más sana de todas las emociones humanas. Cuanto más expreses gratitud por lo que tienes, más más cosas llegarán para a ti para que agradezcas" —Zig Ziglar
"Cuando comencé a contar mis bendiciones, mi vida cambió por completo" —Willie Nelson
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Nuestra mente viene cableada para darle un mayor peso a lo negativo que a lo positivo que hay en nuestras vidas.
Y no solo eso, nuestra mente también está diseñada para rumiar los problemas durante mucho tiempo. Estas dos tendencias nos causan gran infelicidad. Practicando gratitud, podemos balancear este sesgo y disfrutar de un estado emocional más favorable.
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"Cada persona que conoces está peleando una batalla de la cual no sabes nada. Se amable. Siempre"
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La vida no es fácil. Y nunca lo será. Hasta la persona más exitosa, aquel que parece tenerlo todo: una gran carrera profesional, una imagen atractiva, un sólido matrimonio, hijos adorables y diligentes, gran cantidad de amigos. Hasta ese; lleva una cruz a cuestas. Incluso, es muy posible que si pudieras intercambiar por las tuyas, las preocupaciones de una persona “que lo tiene todo”, te resulten más llevaderas las propias y exijas con desesperación que te las devuelvan. Escapar de las dificultades, del dolor que en algún momento u otro nos va a suministrar la vida es imposible. Pero tampoco deseable. Vivir significa experimentarlo todo. Por supuesto, las cosas buenas, el amor, el triunfo, la alegría. Pero también las malas, las derrotas, los desengaños, las equivocaciones, la tristeza. Una vida no es completa si no hemos experimentado su lado luminoso y su lado más sombrío. Es más, una vida de excesiva comodidad, una en la que podemos tener de inmediato todo lo que deseemos, conduce a la infelicidad. El ser humano es un animal que necesita, para ser feliz, ser puesto a prueba, necesita desafíos que le ayuden a templar sus nervios y su carácter. Si jamás hemos tenido que afrontar algún reto serio, aún no sabemos de lo que somos capaces. Y vivir se trata de convertirnos en lo mejor que podemos ser y descubrir que somos capaces de lograr. Que grandes obstáculos somos capaces de superar. Las cosas por las que más sentimos aprecio, las que nos llenan de orgullo, son aquellas que nos han costado gran sacrificio. No hay satisfacción en la victoria cómoda. Por ello, y con mucha razón, Bruce Lee afirmó: No pidas una vida fácil, pide por la fuerza para soportar una difícil.
Ahora bien, que en la vida todos vamos a enfrentar grandes pérdidas y profundo dolor, de eso no hay duda. Así que mejor estar preparados.
Pero también es cierto que mucho de nuestro sufrimiento es auto infligido y, por ello, innecesario. Los contratiempos y los infortunios son inevitables, pero el sufrimiento que les añadimos debido a la actitud con la que los encaramos, no. La mayoría de las veces nuestra respuesta ante las dificultades es inadecuada y hace que el dolor se prolongue y agudice sin necesidad. Cuando se presenta una situación difícil tendemos a victimizarnos, a quejarnos con amargura por nuestra mala suerte, a repartir culpas. Pero lo que más destrozo causa es la actitud de derrota con la que a veces nos enfrentamos a ello. Nos sentimos víctimas del destino e impotentes ante las circunstancias. Los filósofos estoicos consideraban esta actitud un sinsentido. Dado que a todos los seres humanos les iba a tocar su porción de dificultades, ¿que sentido tiene quejarse por la que nos ha correspondido? Así lo expresó el emperador estoico Marco Aurelio: Lo propio del hombre de bien es amar y acoger con alegría todos los acometimientos que vienen a su encuentro, porque están unidos a él por el Destino.
No está en nuestras manos escoger todo lo que nos ocurra. Muchas cosas nos llegan por cuestiones de azar.
Pero si está en nuestras manos la respuesta que damos a los acontecimientos, la actitud con la que los enfrentamos. Epicteto establece un paralelo entre la vida y el juego de dados: No depende de mí que caiga uno u otro dado. De la misma manera, no depende de mí, sino del Destino, que me encuentre en determinada situación, que las circunstancias sean un obstáculo para mi acción. Debo aceptar esta situación con serenidad, consentir su llegada. Sin embargo, en el juego de dados, depende de mí jugar con solicitud, con atención, con habilidad, el dado que ha caído. Asimismo, en la vida, depende de mí utilizar también con solicitud, con atención, con habilidad, el dado que ha caído, es decir, las circunstancias de mi acción tal y como las ha querido el Destino.
No es una actitud pasiva y resignada la que recomiendan los estoicos. De lo que se trata es de no desperdiciar energía sintiendo lástima por nosotros mismos y utilizar esa energía en la superación del obstáculo.
Para los filósofos, entonces, los desafíos, los infortunios, constituían una magnífica oportunidad para ejercitar las más nobles virtudes. Y por lo tanto, para crecer. Si lo que nos llega es una situación que puede ser remediable, es una gran oportunidad de poner a prueba nuestra capacidad de sobreponernos a la adversidad. Y si es algo irremediable, como la muerte, es una oportunidad para soportar la pena con fortaleza y dignidad. Así, todo lo que llega es en nuestro beneficio: lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Séneca ya lo había dicho: El hombre de bien tiñe los acontecimientos de su color... Ocurra lo que ocurra, lo convierte en un bien.
Si encaramos la vida con esta actitud, haremos de ella un admirable desafío. Toda ella se convierte en algo precioso, gozamos de los momentos apacibles; y las dificultades las convertimos en los escalones que conducen a nuestra grandeza.
Seremos así como el fuego vigoroso, que todo lo que se encuentra lo alimenta y lo hace más poderoso. Nada que nos ocurra será en vano, todo lo convertiremos a nuestro favor. Cada día nuestro fuego brillará con más intensidad. Versión audio
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Ser padre en realidad es de las cosas más gratas que puede vivir cualquier hombre. Aquí te dejo unas frases que espero disfrutes. ¡Feliz Día Guerrero!
Mi padre me dio el mejor regalo que alguien le puede dar a otra persona: creyó en mí. —Jim Valvano "Para ella, el nombre de padre era otro nombre para el amor" —Fanny Fern "Una de las mejores cosas que un padre puede hacer por sus hijos es amar a su madre" —Howard W. Hunter "Es más fácil construir niños fuertes que reparar a hombres rotos" —Frederick Douglass "No puedo pensar en una necesidad más grande durante la niñez como la necesidad de la protección de un padre" —Sigmund Freud "Todos los padres deben recordar que algún día su hijo seguirá su ejemplo, no su consejo" —Charles Kettering "Los niños se hacen lectores en el regazo de sus padres" —Emilie Buchwald "Un padre es un hombre que espera que su hijo sea tan bueno como él quiso ser" —Frank A. Clark "Creo que lo que llegamos a ser depende de lo que nuestros padres nos enseñaron en los momentos extraños, cuando no estaban tratando de educarnos. Somos formados por pequeños retazos de sabiduría" —Umberto Eco "De todos los títulos que he tenido el privilegio de tener, 'Papá' siempre ha sido el mejor" —Ken Norton "Cada padre, si se toma un tiempo de su ajetreada vida para reflexionar sobre su paternidad, puede aprender nuevas formas de convertirse en un padre aún mejor" —Jack Baker "Los niños son educados por lo que el adulto hace, no por lo que dice" —Carl Jung "No hay un nombre más grande para un líder que la madre o el padre. No hay liderazgo más importante que la paternidad" —Sheri L. Dew "Mi padre solía jugar con mi hermano y conmigo en el patio. La madre salía y decía: 'Estás destrozando la hierba'. 'No estamos levantando hierba', papá respondería. "Estamos criando niños" —Harmon Killebrew "Mi padre siempre decía: 'Nunca confíes en nadie cuyo televisor es más grande que su estantería', así que me aseguro de leer" —Emilia Clarke "Ser padre ha sido, sin duda, mi mayor fuente de logros, orgullo e inspiración. La paternidad me ha enseñado sobre el amor incondicional, reforzó la importancia de dar algo a cambio y me enseñó a ser una mejor persona" —Naveen Jain "Un niño necesita un padre para mostrarle cómo estar en el mundo. Necesita que le enseñe cómo leer un mapa para que pueda reconocer los caminos que conducen a la vida y los caminos que conducen a la muerte, cómo saber lo que significa amar y dónde encontrar acero en el corazón cuando la vida nos exige más de lo que creemos que podemos soportar" —Ian Morgan “La mejor forma de entrenar a los jóvenes es entrenarse a uno mismos al mismo tiempo; no amonestarlos, sino que no te vean haciendo nunca aquello por lo que los amonestarías” —Platón "La calidad de un padre se puede ver en los objetivos, sueños y aspiraciones que establece no solo para sí mismo, sino también para su familia" —Reed Markham "Amar a un niño no significa ceder a todos sus caprichos; amarlo es sacar lo mejor de él, enseñarle a amar lo que es difícil" —Nadia Boulanger
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«Olvídate de todas las razones por las que algo no va a funcionar. Solo necesitas encontrar una buena razón por la que si lo hará» —Dr. Robert Anthony
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El gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo: Quién tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier como.
La veracidad de las palabras de Nietzsche, fue algo que pudo comprobar de primera mano el psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
Frankl estuvo tres años prisionero en los campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau. Allí vivió bajo las peores condiciones y el peor trato al que puede ser sometido un ser humano. Allí comprendió que las personas que tenían al menos una razón para soportar las crueles condiciones de cautiverio, eran las que con mayor frecuencia sobrevivían. Quienes no encontraban razones para seguir luchando, perdían la batalla: ¡Ay del que no le encontró más sentido a su vida! Sin un objetivo, sin un propósito, y, por lo tanto, sin razón alguna para continuar, pronto lo perdíamos. La frase típica con la que un hombre rechazaba las palabras alentadores era: "No tengo nada más que esperar de la vida." ¿Qué clase de respuesta se puede dar a eso?
Los seres humanos necesitamos hallar razones para hacer cualquier cosa, incluido, continuar viviendo. Toda acción que emprendemos debe tener una justificación para ello.
Vernos en la obligación de realizar cosas a las cuales no les encontramos ningún sentido, es una verdadera desdicha para nosotros. Así lo expresó el gran escritor Fiódor Dostoyevski: La idea que se me ocurrió, es que si uno quisiera aplastar y destruir completamente a un hombre. Imponerle el más terrible castigo. Uno ante el cual el asesino más temible se acobardaría y temblaría. Todo lo que se tendría que hacer sería obligarle a realizar un trabajo que careciera completa y absolutamente de significado.
Por desgracia, esa es la situación de millones de empleados, que se ven obligados a realizar las más absurdas tareas burocrática.
No resulta extraño descubrir que más de la mitad de los trabajadores a nivel mundial, no se encuentran comprometidos a nivel emocional con su empleo. Ahora bien, si tenemos buenas razones para realizar algo, y si esas razones están conectadas con los principios básicos de nuestra vida, somos imparables. El secreto para permanecer motivado en la lucha por alcanzar metas desafiantes, se encuentra en hallar los motivos correctos para ello. El doctor Gary Latham lleva enseñando e investigando más de dos décadas la motivación y el proceso de establecimiento de metas. Según sus investigaciones, las razones por las cuales hacemos algo juegan un papel fundamental: Hay que creer en lo que estás haciendo. Los grandes objetivos funcionan mejor cuando hay una conexión entre los valores de un individuo y el resultado deseado de la meta. Cuando existe esa alineación, nos comprometemos totalmente, lo cual significa que prestamos más atención, tenemos mayor resistencia y somos mucho más productivos como consecuencia de ello.
Muchas veces la falta de motivación y de constancia, se debe a que estamos haciendo algo por las razones equivocadas.
Hace ya varios años estuve pensando en correr un maratón. Sin embargo, cuando me detuve a pensar porque lo quería hacer, encontré que era pura vanidad. Me seducía el presumir de ser un “finisher”. Así que ante la frivolidad del porqué, el proyecto maratón se canceló. Tiempo después me volvió a picar el gusanillo, y esta vez pude comprobar que lo que quería hacer era desafiarme a mí mismo. Quería saber si era capaz de enfrentarme al rigor del entrenamiento y, luego, si era capaz de soportar la dureza de la prueba. Las razones esta vez me parecieron suficientes; así que entrené y corrí el maratón. La próxima vez que estés pensando en lanzarte a perseguir una gran meta (perder unos kilos de peso, aprender un nuevo idioma, lanzar tu propio negocio), primero asegúrate de que las razones por las cuales lo quieres hacer son las correctas. De esta manera contarás con el estímulo poderoso para lograr casi cualquier cosa que te propongas. ¿Te gustó? Recibe gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tú. Suscríbete AQUÍ
«Tu única alegría, tu único reposo: pasar de una acción realizada al servicio de la comunidad humana a otra acción realizada al servicio de la comunidad humana» —Marco Aurelio
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El ser humano es capaz de hacer cosas extraordinarias. Tan asombrosas son algunas de nuestras gestas que, en ocasiones, los dioses sienten envidia. A través de la historia abundan los ejemplos de personas que tras superar grandes adversidades, lograron lo que parecía imposible. Por ejemplo, un hombre de apariencia insignificante (léase Gandhi) logró liberar de la opresión a millones de personas a través de la no violencia. Un niño nacido por fuera del matrimonio, consecuencia del amorío de un acaudalado noble con una humilde campesina, sin educación formal, gay y zurdo (cuando utilizar la mano izquierda era visto como una aberración), se convirtió él mismo en uno de los más grandes genios de la historia. Su nombre: Leonardo da Vinci. La lista continua y continua. Todos ellos eran personas comunes y corrientes, pero solemos pensar que quienes hacen realidad grandes proyectos, o quienes viven según su vocación, poseen dones especiales. No es así. La grandeza es una decisión: todos somos capaces de sublimes realizaciones. Una persona cualquiera que con diligencia, coraje y perseverancia se dedica a una tarea, tiene muchas probabilidades de salir airoso. Pero aceptamos con agrado el mito del superhombre porque eso nos brinda una coartada para persistir en nuestra auto impuesta mediocridad. Si consideramos a los hacedores de grandes proezas como seres con cualidades excepcionales; entonces, el resto de nosotros, los “normales”, tenemos una justificación para no movernos de donde estamos tan agusto. Pero la realidad es esta: los hacedores de magníficas obras son seres humanos como cualquiera. La única diferencia entre ellos y nosotros es la decisión de utilizar su tiempo, talento y energía en fines admirables. Para la mayoría de personas lo más importante es estar cómodos y entretenidos la mayor parte del tiempo. Otros, los excepcionales, desprecian la complacencia y se lanzan en procura de grandes objetivos. Uno de los propósitos más nobles que cualquiera de nosotros puede perseguir, es convertirse en el mejor ser humano posible. Ser lo más inteligentes, fuertes, serenos, amables, ágiles, saludables, humildes y felices que podamos ser. En mi opinión, si tu vida aún no tiene un propósito, por ahí puedes empezar: intenta ser la mejor versión posible de ti mismo. Expande tu potencial tanto como puedas. De esta manera, siendo lo mejor que podemos ser, estarán a nuestro alcance las grandes realizaciones. No se trata de sobresalir, de ser excelentes, por simple vanidad; para poder echar una mirada llena de arrogancia sobre los demás. La cuestión es que si somos mejores seres humanos, todo el mundo se beneficia. Somos mejores parejas, hijos, padres, amigos… y, así, guiados por nuestras mejores luces, tenemos mayores posibilidades de dejar una huella positiva en el planeta. La conservación del planeta y el progreso del ser humano depende de cada uno de nosotros. Es responsabilidad de todos esforzarnos por dejar el mundo un poco mejor de como lo encontramos. Pero para hacer todas esas cosas maravillosas que somos capaces hacer, existe un requisito ineludible: tenemos que tener una gran disciplina en la acción. Debemos ser muy conscientes del valor infinito de cada instante, valorar cada minuto de nuestra vida. Actuar como si cada segundo contará. Porque en realidad, cuenta. Dijo Charles Darwin: Un hombre que se atreve a perder una hora de tiempo no ha descubierto el valor de la vida.
Nuestros sueños están a nuestro alcance, pero solo si adquirimos gran disciplina en nuestras acciones.
Antes de hacer alguna cosa, nos podemos preguntar que buscamos con ello, que beneficio podemos obtener de esa acción. Actuando de esta manera, seguro que seremos mucho más cuidadosos en lo que utilizamos nuestro tiempo. Haremos cada cosa en su momento apropiado. Cuando sea el momento de descansar, descansaremos tranquilos. Cuando sea el momento de relajarnos y divertirnos, lo haremos con gusto. Y cuando sea el momento de esforzarnos y partirnos el lomo por alcanzar nuestras metas, lo haremos llenos de energía y entusiasmo. Cada cosa en el momento que le corresponde. Así que la mejor vida no es la vida de comodidad y complacencia. Es la vida ardua. La vida utilizada en la persecución de grandes logros. Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos durante 1901-1909 es recordado por su personalidad exuberante y, si, una gran vida de logros. Así que nadie mejor para inspirarnos a vivir de esta manera. Deseo predicar, no la doctrina de la facilidad innoble, sino la doctrina de la vida extenuante, la vida de trabajo y esfuerzo, de lucha y sacrificio; predicar la forma más elevada de éxito a la que uno puede llegar, no al hombre que desea una paz fácil, sino al hombre que no huye del peligro, ni de la adversidad o del trabajo arduo, porque de ellos provienen los triunfos espléndidos.
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«Creo que es mucho más interesante vivir sin saber, que tener respuestas que podrían estar equivocadas» —Richard P. Feynman
Una de las prácticas más liberadoras que he adoptado en los últimos tiempos es reconocer, sin sentirme abochornado, que no se que hacer en algunas situaciones.
No se porque, hasta hace muy poco, pensaba que uno siempre debería saber que camino tomar en cada situación que te pone enfrente la vida. Y, claro, cuando no era así, cuando me encontraba lleno de dudas, imaginaba que algo malo pasaba conmigo. No me parecía muy correcto que a mi edad, en (¡se supone!) plena madurez, uno no tenga la respuesta indicada para todo. Para empeorar el asunto, como no saber que hacer me parecía inaceptable, me apresuraba a escoger el curso de acción en apariencia más razonable. Y, como todos sabemos, las prisas no son siempre buenas consejeras. Algunas veces el camino elegido al vuelo resultaba no ser el adecuado y, dada la resistencia que tenemos los seres humanos a admitir nuestras equivocaciones, me empeñaba en continuar por la senda del extravío. Agravando así el error inicial. Admitir que en determinadas ocasiones no sabemos que hacer, nos brinda un espacio muy necesario para la reflexión. La vida es (muy) compleja, y resulta difícil tener una respuesta inmediata para cada nueva situación a la que nos enfrentamos. Nuestra arrogancia y estupidez es lo que nos lleva a creer que tenemos respuesta para todo. Por el otro lado, los listos, aquellos de verdad espabilados, reconocen que no es posible siempre saber cual es el camino correcto a elegir. El filósofo estoico Séneca, uno de los mejores hombres que han pisado esta hermosa tierra, era muy consciente de nuestra poca fiabilidad. Por ello recomendó que nos guiemos por aquello que parece verdadero, lo que parece más verosímil: Nunca podemos esperar a tener una comprensión absolutamente cierta de toda la situación para actuar. Vamos sólo por el camino por el que nos conduce la verosimilitud. Toda «acción» ha de ir por este camino: es así como sembramos, como navegamos, como hacemos la guerra, como nos casamos, como tenemos hijos. En todo esto, el resultado es incierto, pero nos decidimos, no obstante, a emprender la acciones sobre las cuales, según creemos, podemos fundar alguna esperanza... Vamos allí donde nos llevan las buenas razones, y no la verdad segura.
En la filosofía estoica el sabio era una figura idealizada, algo así como el hombre que ha alcanzado la perfección. Cosa que solo unos pocos (si es que alguno) podían alcanzar.
Para los estoicos, únicamente el sabio sabía en todo momento cual era la mejor decisión. El resto de los mortales tendríamos que recurrir a lo mejor que pudiera hacer nuestro entendimiento, y contar con que las equivocaciones se van a presentar. Así lo expresaba Pierre Hadot en su libro sobre Marco Aurelio, La ciudadela interior: A menudo, nos imaginamos el estoicismo como una filosofía de la certeza y de la seguridad intelectual. Sin embargo, los estoicos sólo otorgan al sabio —es decir, a un ser extremadamente excepcional que, para ellos, era más un ideal inaccesible que una realidad concreta— la imposibilidad de equivocarse y la absoluta seguridad en sus asentimientos. El común de los mortales, entre ellos los filósofos (quienes no se consideran a sí mismo sabios), debe orientarse penosamente en la incertidumbre de la vida cotidiana, realizando elecciones que parecen justificadas de forma razonable, es decir, verosímil.
Ahora bien, ante la certeza del error, si sabemos que en algunas ocasiones la vamos a cagar, ¿como podemos liberarnos de la culpa y el remordimiento? ¿Como podemos conservar la conciencia tranquila ante un desacierto nuestro?
Es la intención con la que obramos la que da tranquilidad a nuestro espíritu. Si lo que queríamos era hacer el bien, así nos hayamos equivocado, podemos estar en paz. Entra de nuevo Pierre Hadot: Encontramos siempre el mismo principio fundamental: el único valor absoluto es la intención moral. Es lo único que depende enteramente de nosotros. No cuenta el resultado, que no depende de nosotros, sino del Destino; cuenta la intención que tenemos al intentar alcanzar este resultado.
Marco Aurelio, que además de pasar su tiempo filosofando, también solía ocuparse con las obligaciones propias de su cargo: Emperador del Imperio Romano; se recordaba asimismo que lo más importante no era el resultado, sino la intención de hacer el bien:
Debes velar por la salud de todos los hombres, servir a la comunidad humana. La naturaleza te ha asignado como principio que tu utilidad particular sea la utilidad común y, recíprocamente, que la utilidad común sea la utilidad particular... Debes recordar que existe entre los hombres una comunidad cuyo lazo lo ha formado la propia naturaleza.
Ser un poco (o mucho) más humildes y decir con tranquilidad, «no lo se», nos libera de la tiranía de tener que tener una respuesta correcta para cada nueva situación que enfrentamos. Además, nos brinda holgura para, con pausa, meditar acerca de lo que podemos hacer.
Y, según el poeta Charles Bukowski, la duda es síntoma de inteligencia: El problema con el mundo es que las personas inteligentes están llenas de dudas, mientras que los estúpidos están llenos de confianza.
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"El hombre es lo que come" —Lucrecto
Esta mañana cuando me levanté, sentí los inconfundibles síntomas de la resaca.
Pero no había consumido nada de alcohol. Lo que si había hecho era comer comida poco saludable. Nuestro cuerpo funciona muy por debajo de su potencial cuando no le damos el combustible apropiado. Si queremos rendir al máximo, nutrirnos de manera correcta es imprescindible.
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"Encuentra lo que amas y deja que te mate" —Charles Bukowski
Si vas a luchar por vivir la vida que deseas, ve hasta el final.
No hay mejor batalla que esa. De eso se trata este poema de Charles Bukowski. Espero te agrade. Lanza los dados
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"Un ganador es simplemente un perdedor que lo intentó una vez más" —George M. Moore, Jr.
Esta semana sería el fin del desafío. La meta que inicialmente me había planteado no fue alcanzada, por ello, voy a prolongar el desafío tres semanas más, hasta la 20.
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