"La principal belleza del tiempo es que no se puede desperdiciar por adelantado. Al año siguiente, al día siguiente, la siguiente hora yace lista para ti, tan perfecta, tan intacta, como si nunca hubieras desperdiciado o utilizado mal un solo momento en toda tu vida. Cada hora puede ser un nuevo comienzo si así lo deseas" —Arnold Bennett
Cómo vivir con 24 horas al día es un maravilloso y muy corto libro que sin duda es uno de los grandes descubrimientos de este año.
Escrito por el novelista inglés Arnold Bennett, es un ensayo sobre cómo vivir una vida productiva y satisfactoria. Aunque sus otras obras no han obtenido un gran reconocimiento, este pequeño libro fue todo un suceso editorial en su época. Publicado en 1908, es incluso más vigente en los tiempos actuales que cuando fue publicado. Con seguridad que habrá algún otro artículo más acerca de esta encantadora y sensata obra. Mientras tanto, deleitémonos con esta genial reflexión acerca del milagro del tiempo: Siempre se ha dicho que el tiempo es oro; un proverbio, este, que se queda corto: el tiempo vale muchísimo más que el oro. Disponer de tiempo le permitirá llenar la faltriquera… por lo general. Pero aunque poseyese todas las riquezas de un guardarropas del Hotel Carlton, no podría adquirir para usted ni un minuto más de tiempo que el que me ha sido concedido a mi o al gato que descansa junto al fuego.
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"Es bueno levantarse antes del amanecer, este hábito te lleva a la salud, la riqueza y la sabiduría"
—Aristóteles "En cincuenta años el sol no nunca me ha atrapado en la cama" —Thomas Jefferson
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La gran mayoría de las veces que escucho a alguien decir que se levanta muy temprano, lo hace con amargura. A mi, al contrario, me encanta despertarme a las 5:30 am. Tenemos la tendencia a pensar que la disciplina es algo mortificante. No tiene porqué serlo. Aquella disciplina que es buena para nuestro desarrollo, que nos hace bien, termina también sintiéndose bien. Hacer ejercicio es agradable. Puede ser que no se disfrute mientras lo realizamos. Pero una vez hemos terminado, deja un regusto bastante grato. La buena alimentación, la que beneficia al cuerpo, es también agradable al espíritu. En ese mismo orden de cosas se encuentra la disciplina de levantarse muy temprano: una vez te acostumbras a ello, ya no quieres abandonar el hábito. Madrugar otorga una valiosa ventaja: mientras la mayoría duerme, nosotros ya estamos trabajando en hacer realidad nuestros sueños. Por eso, muchos de los personajes más exitosos del planeta acostumbran a levantarse antes de que salga el sol. Tim Cook, el CEO de Apple, lo hace a las 3:45 am. Michelle Obama, Exprimera Dama de EEUU, a las 4:30. Richard Branson, fundador del Grupo Virgin, 5:45. Howard Schultz, CEO de Starbucks, a las 6:00 am ya se encuentra en su oficina. En mi caso, la madrugada me brinda dos horas y media libres de interrupciones para trabajar en mi proyecto más importante: yo mismo. Las actividades que realizo durante la aurora son las que quizá tienen un mayor impacto en mi crecimiento. Esta es mi rutina Lo primero que hago al despertarme es la cama. Me gusta empezar el día con una victoria. Primera misión del día, primer triunfo. Luego dedico unos minutos a tareas de tipo operativo: primero, el inevitable paso por el baño. Una vez aliviada la carga, me peso y tomo la medida de mi panza (estos datos me gusta tenerlos al día, si noto, ¡como ahora mismo estoy notando!, desviaciones en sentido no deseado, puedo aplicar correctivos oportunos). Ahora si, despachadas las minucias, me pongo con lo serio. Lo siguiente que hago es explorar mi alma y registrar en el diario los hallazgos, con la misma meticulosidad que un botánico registra una nueva especie de planta. Llevar un diario es una de las actividades que más beneficios ha traído a mi vida. El conocimiento de nosotros mismos es el primer paso para empezar a mejorar. El diario resulta de gran ayuda para realizar esta perentoria labor. Son muchos los descubrimientos que he realizado acerca de mí mismo mientras escribo. Algunos resultan gratos y otros un poco más incómodos. Pero, si de verdad queremos saber quienes somos, debemos mirar con igual atención y curiosidad todos nuestros matices: los más luminosos (que resultan gratos de observar), y también los más sombríos (para los cuales debemos reunir no poca valentía). La evaluación constante e inmediata es una de las herramientas más poderosas para mejorar el desempeño. Por ello, algunas de las sesiones de escritura están dedicadas a observar mi rendimiento. Me gusta saber que estoy haciendo bien y que debe ser corregido y mejorado. Pienso acerca de cómo estoy gestionando mi tiempo, si mi rutina es eficiente o no. También reflexiono sobre sí mis actividades diarias son las más pertinentes o, por el contrario, me estoy ocupando en cosas que poco aportan a mi bienestar y mis metas. Otras veces (como hoy, por ejemplo) lo que hago es reflexionar acerca de mi estado emocional general; es mi versión particular de psicoanálisis. Escribo sobre sí he estado alegre, ansioso, enfadado, optimista, confiado… e intento desmenuzar las causas de dichos estados; no las superficiales, sino las más profundas, las que habitan en los rincones más oscuros de mi alma. Escribir sobre nuestras emociones nos ayuda a explicar y dar coherencia a nuestro estados anímicos. Son muchas las investigaciones que avalan los efectos terapéuticos de este tipo de escritura. En general, la escritura me ha ayudado a profundizar en el conocimiento de mi mismo. A saber que es lo más importante para mi y si estoy dedicando a ello el tiempo suficiente. Los utensilios de la siguiente actividad no son el lápiz y el papel, sino un tapete y dos cojines. Me siento, cruzo las piernas y durante los siguientes 30 minutos me dedico a observar mi respiración. Meditar es otra de las actividades que no pueden faltar en mi rutina matinal. Sobre los efectos positivos de la meditación ya he escrito aquí en abundancia (¡y lo seguiré haciendo!). Ejemplos aquí, aquí, aquí y aquí. Esta práctica milenaria nos ayuda a establecer una relación más saludable con el contenido de nuestra mente; es decir, con los pensamientos que en ella surgen. Otros de los efectos positivos de la meditación son: mejor concentración y memoria, fortalecimiento del sistema inmunológico y de la salud general, facilita el pensamiento crítico y el aprendizaje. Terminada la sesión meditativa, la siguiente hora la dedico, unos días a la lectura y otros a trabajo creativo, por lo general, escribir o editar los artículos del blog. Y ya está, esa es mi adorada rutina mañanera. Cuando termino estoy en las mejores condiciones mentales para afrontar el resto del día.
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"Deberíamos amar a todos nuestros seres queridos... pero siempre con la idea de que no tenemos ninguna promesa de que podamos mantenerlos para siempre, mejor dicho, ninguna promesa, incluso de que podamos conservarlos por mucho tiempo" —Seneca
En muchas ocasiones permitimos que contratiempos menores nos causen gran desesperación. Nos dejamos abrumar por pequeñeces. Nos quejamos con amargura por todas las contrariedades que nos llegan.
Pero a veces la vida nos golpea de tal manera, que terminamos deseando que vuelvan esos días de los que tanto nos quejábamos. La Visualización Negativa es una práctica que realizaban los estoicos para poner las cosas en su lugar y disfrutar con mayor plenitud de la vida.
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"La mirada de los demás, nuestra prisión; sus pensamientos, nuestra jaula" —Virginia Woolf
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Meditar es una práctica que nos permite percibir con gran claridad el contenido de nuestra conciencia. Gracias a ella he podido ser testigo privilegiado de la exagerada preocupación que tiene la mente del ser humano por la opinión de los demás. No sorprende saber que nos importa lo que opinen otros. Lo sabemos todos. Incluso hasta los que niegan sentir preocupación por ‘el-que-dirán’. Lo que de veras sorprende es la obsesión. La gran mayoría de nuestros pensamientos tienen un origen vanidoso. Mi descubrimiento no es para nada original. Personas de épocas remotas ya se habían percatado de ello. Así aparece en el libro del Eclesiastés del Antiguo Testamento: Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Pero una cosa es que te lo digan y otra que tu mismo lo observes. Por ello mi asombro.
Esta obsesión del cerebro humano es la que ha llevado a antropólogos y biólogos evolutivos a concebir la teoría de la mente social. Según esta, nuestra mente surgió no como instrumento para tomar mejores decisiones, sino como un mecanismo de adaptación social. Observando lo que ocurre con mis pensamientos, no creo que vayan muy descaminados. También creo que si queremos vivir de manera más satisfactoria, debemos moderar esta predisposición evolutiva. Nuestros antepasados vivían en pequeños grupos, y esas eran las personas con las cuales iban a convivir durante el resto de su vida. Por ello, era cuestión de supervivencia estar bien vistos por cada uno de los integrantes de la tribu. Un malentendido con algún fulano podía terminar destrozando la reputación ante todo el grupo. Estarás de acuerdo conmigo en que enemistarse con las personas que vas a compartir el resto de tu vida, puede resultar muy fastidioso. La desmesurada preocupación por la opinión que los demás tuvieran de nosotros estaba más que justificada. Antes. Hoy en día, no. Ahora las condiciones son muy diferentes. Durante el curso de nuestra vida tendremos contacto con miles de personas que no juegan un papel significativo en ella. Pero seguimos comportándonos como si lo hicieran. Imaginemos que estamos de viaje y vamos a un frecuentado restaurante autoservicio. De camino a la mesa tropezamos y nos echamos la bandeja con la cena encima. Con seguridad que sentiremos un gran bochorno que nos acompañará por un buen rato. Tal vez semanas. O meses. No importa que la posibilidad de volver a encontrarnos con las personas del restaurante sea casi inexistente. Nuestra herencia paleolítica seguirá atormentándonos. No se si es posible liberarse por completo de ese yugo. Ni tampoco se si es deseable. Pero moderarlo es imperativo. La vanidad en algunos casos nos mueve hacia comportamientos deseables. Que duda cabe que muchos actos de filantropía son realizados por motivos vanidosos. También la curiosidad, según el sabio francés Pascal, tiene su origen en la vanidad. La curiosidad es solo vanidad. Por lo general, queremos saber algo para poder hablar de eso; en otras palabras, no viajaríamos nunca por mar por el simple placer de ver cosas. Lo hacemos para hablar de ello y describir a los demás lo que vimos.
Incluso el deseo de parecer humilde puede tener un origen vanidoso.
Pero muchas veces la vanidad nos empuja comportamientos irracionales o que están en dirección contraria de nuestros verdaderos valores. ¿Ejemplos? Muchos. Cuántas veces no ha pasado que compramos ropa nueva para un evento, solo para que no nos vean repetir modelito. Cuántas veces no hemos callado nuestra verdadera opinión por temor a ser relegados por un grupo. Cuantos no viven agobiados por las deudas por mantener una imagen falsa de prosperidad. Cuántas oportunidades hemos dejado pasar por temor a fallar y no ser vistos como unos perdedores. Liberarme de esa opresión constante es una de las batallas que estoy dando ahora en mi vida. Quiero vivir cada vez más según mis propias razones. Dejar de hacer cálculos y proyecciones sobre lo que van a pensar otros. ¿Cómo lo estoy haciendo? Poco a poco. Intentando ganar pequeñas batallas. Obteniendo fortaleza día tras día. Es una lucha constante. Pero cada victoria nos hace más fuertes. Cada vez nos erguimos un poco más. Nos asentamos con mayor firmeza. Y mi esperanza es que si continúo haciéndolo, terminaré viviendo como me apetece vivir. No según sondeos de popularidad.
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"Los errores son una prueba de que lo estás intentando" —Desconocido
Cómo avanzaríamos de rápido en la vida si cada que aprendemos una nueva competencia o cada que emprendemos una nueva iniciativa de cambio (cambiar no es más que aprender un nuevo comportamiento y, claro, desaprender el anterior), lo hiciéramos con la actitud de los bebés que están aprendiendo a caminar.
¿Te acuerdas cómo lo hacen? Cuando se caen, simplemente se levantan y lo intentan otra vez. Nada de drama. Noy hay auto reproches. No se dicen así mismos «caminar no se me da bien, jamás voy a aprender». No miran abochornados hacia los lados para comprobar que nadie los haya visto caer. Incluso parece que se divierten. Caen. Rien. Se levantan. Lo intentan una vez más. Vuelven a caer. Otra risa. Y vuelta a empezar. Los adultos no lo hacemos así. En cada caída sentimos como es aguijoneado nuestro ego. A nuestro amor propio no le gusta sentirse torpe, incapaz, inseguro, vulnerable. Cosas que siempre van a estar presentes cuando de aprender se trata. Así que para no lastimar a nuestro delicado ego, dejamos de aprender. Dejamos de esforzarnos por mejorar. A veces, a edades tan prematuras que causa sonrojo. Nos escudamos en el «es que yo soy así». O «loro viejo no aprende a hablar». Y así, sin más, cerramos la puerta a todo crecimiento.
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"Conocerse a sí mismo es el comienzo de toda sabiduría" —Aristóteles
Ser productivos es importante porque nos permite hacer más en menos tiempo.
En el arte, en la ciencia, en los negocios, en los deportes... quienes más destacan son quienes más producen. El auto conocimiento es la base de cualquier mejora en la productividad personal.
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"He descubierto que las pequeñas victorias, los pequeños proyectos, las pequeñas diferencias a menudo crean enormes avances" —Rosabeth Moss Kanter
De pequeños triunfos está compuesto el camino hacia la Victoria Suprema.
Dominar los patines en línea es, ay, bastante más complicado que aprender a montar en bicicleta. En la bici, cuando por fin dominas el equilibrio, de inmediato empiezas a andar con mucha confianza. No esperas caerte en cualquier momento. Sientes que el aparato está bajo tu control. No ocurre así con los patines. En mi caso (que no es el mismo caso de aquellos bendecidos que al poco tiempo de usar los patines ya pueden saltar, zigzaguear y ¡evitar caerse!), como llevo poco tiempo utilizándolos, siempre voy haciendo contorsiones para no perder el equilibrio y así no estamparme contra el pavimento. Son muy pocos (¡y muy cortos!) los momentos que disfruto. La mayor parte del tiempo voy con los dientes apretados y la cara con el gesto del que sabe que pronto le espera un leñazo. Por fortuna los leñazos han sido más que nada promesas incumplidas. Bueno, hasta hoy que me dí dos. Me había estado escapando. «Si la pasas tan mal en los patines, ¿porque entonces sigues haciéndolo?» —te preguntas con sobrada razón (ya sabía yo que eras persona de buen criterio). Y yo te respondo que tu pregunta es muy oportuna e importante. Pues me da la oportunidad de contarte algo que puede llegar a ser de mucha utilidad en tu vida. Así que sigue leyendo y toma nota. (Perdona mi atrevido tono imperativo, pero es que de verdad pienso que es importante y no quiero, ¡por nada del mundo!, que te lo pierdas). Muy claro lo tengo. Si hago el balance entre los momentos de angustia que vivo, y los escasos y efímeros instantes de éxtasis ‘patinístico’; me sale más a cuentas darle un paseo al perro. Pero, resulta que cada día que pasa los éxtasis son más frecuentes y la angustia un poco, solo un poco menor. Lo cual significa que… ¡exacto! ¡Estoy progresando! La percepción de progreso en cosas importantes para nosotros es la madre de todas las motivaciones. Es gracias al sentimiento de mejoría que todos los días estoy dispuesto a calzarme los patines y a desafiar una vez más a la gravedad y, por supuesto, también a su severo compinche, el pavimento. Cada avance, cada mejora es una pequeña victoria que tienen un enorme valor en el camino hacia la victoria final. Cada gramo de peso que perdemos, cada nueva palabra de otro idioma que aprendemos, cada copa que no bebemos… todos son avances que turbo-cargan nuestra determinación de persistir en el empeño. Moraleja, celebra las pequeñas victorias. Son ellas las que te llevarán hacia el gran triunfo. Otra cosa igual de importante a la anterior es entender que cada que nos decidimos a hacer algo nuevo, debemos convivir durante un tiempo con la incomodidad. Aprender es difícil, y mientras dominamos una nueva disciplina, cualquiera que esta sea, vamos a ser muy torpes. Además, experimentaremos montones de frustración por no ser capaces de hacer las cosas que queremos hacer. Esto es a lo que los entusiastas del desarrollo personal llamamos tan cansinamente “salir de la zona de confort”. Convendrás conmigo que el malhumorado recibimiento que concede el pavimento cuando uno decide visitarlo de repente, es alejarse bastante de cualquier tipo de confort. Un paseo en bici es placentero. Los patines un tormento. Pero si no estoy dispuesto a pasar por ese tormento jamás voy a aprender a patinar. Ni a pintar. Ni a cantar. Ni a programar. Ni a hablar en público. Ni a nada. Segunda moraleja, no hay aprendizaje sin incomodidad y frustración inicial. Si queremos aprender (entiéndase, progresar) debemos estar dispuestos a sentirnos incómodos (al principio). Antes de despedirme una pequeña advertencia (si ya osé pedirte que tomarás nota, que más da el pequeño atrevimiento de advertirte algo). Bueno, aquí va: no te compares con los demás. Compárate con la persona que eras el día anterior. Es decir, celebra TUS pequeñas victorias (recuerda la moraleja uno). Si mientras estamos aprendiendo, comparamos nuestro nivel actual con el de las personas que llevan más tiempo practicando. Es muy probable pensemos en desistir, pues el proyecto nos parecerá una quimera. Inalcanzable. Pero si nos concentramos en el progreso que realizamos, aunque a veces parezca poco, no tendremos problemas para continuar con nuestro trabajo. Bueno, pues ya está. Esto era todo lo que tenía para contarte hoy. Nos vemos muy pronto. Besos y abrazos.
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"Siempre dicen que el tiempo cambia las cosas. Pero en realidad las cosas las tienes que cambiar tu mismo" —Andy Warhol
Es un sentimiento placentero. De los más placenteros que podemos llegar a experimentar.
Nos damos cuenta de que hay algo que hacemos mal, y poder decir con confianza, «eso lo puedo cambiar», es algo que no tiene precio. Todos cambiamos. Lo queramos o no. Incluso podemos no ser conscientes de que ocurre. Igual ocurre. Y todo cambio no es progreso. A veces empeoramos. Pero es imposible progresar sin cambio. Por ello, la capacidad de comandar nuestro cambio, de alterar nuestros hábitos; de dejar atrás viejas formas de pensar que se han demostrado equivocadas, es una competencia tan necesaria: es la base para vivir una vida plena y satisfactoria. Imagina la dicha al descubrir que no estamos siendo muy productivos por un hábito que nos entorpece y decir: «lo cambio». O una vieja manía que está causando fricción en nuestra relación y… «lo cambio». Necesitamos aprender una nueva competencia que nos permitirá ser mejores profesionales y debemos alterar nuestra rutina diaria… «la cambio». Algo en nuestra dieta que no es muy saludable… «lo cambio». ...«Lo cambio» ...«Lo cambio» ...«Y lo cambio». Una persona capaz de semejante maleabilidad, capaz de construirse así mismo según su conveniencia, se convierte en una fuerza indomable de la naturaleza. Alguien así no puede sufrir de baja autoestima ni falta de confianza en sí mismo. Irá caminando triunfante con la certeza de saber que es dueño de su destino. La falta de confianza y de estima propia son cosas afectan a quienes precisamente están al otro lado del espectro. A quienes se sienten incapaces de cambiar. Una de las causas más comunes de la depresión es la sensación de impotencia ante la realidad. Las personas deprimidas manifiestan no sentirse capaces de tomar el control de su vida. Están a merced de los eventos externos. Lo mejor de todo es que cambiar es una competencia. Por lo tanto es entrenable. Si aún no te sientes con la confianza suficiente para decir «lo cambio», no te preocupes, no es tan difícil llegar hasta ahí. Empieza cambiando algo muy pequeño, casi insignificante. Persiste. Después, cambia algo solo un poco más exigente. Persiste. Repite. Y ya está. Eso es todo lo que necesitas.
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Digamos que tienes un ordenador de última tecnología. Cuando recién lo compraste todos admiraban y envidiaban tu poderosa máquina.
Tú también estabas orgulloso. Además, contento. A cualquiera que pillabas descuidado lo “entretenias” hablándole de las novedosas prestaciones del bicho. Que los gráficos, que el disco duro con capacidad infinita, que los procesadores ultra-mega-rápidos, que la elegancia del diseño, que no pesa un carajo, y más cosas así. Sin embargo, a pesar de tu amor declarado por ese prodigio electrónico, resulta que eres un poco vago y no le haces el mantenimiento ni lo actualizas como es debido. ¿Qué es lo que va a ocurrir? Pues que en poco tiempo la máquina maravilla empezará a bajar su rendimiento. Se volverá más lenta, inestable y fallona. Aquel que otrora no era sino pura velocidad y eficacia, ahora tiene un rendimiento de pena. Todo por no dedicar un poco de atención a mantener la máquina en óptimas condiciones. Pues bien amigo mío, esto mismo es lo que ocurre con nosotros cuando fallamos en dedicar tiempo y recursos a nuestro cuidado personal: se nos entrega la más prodigiosa máquina jamás inventada, y terminamos viviendo una gran parte de nuestra vida con un cachivache destartalado que a duras penas funciona a un cuarto de su capacidad. Por otro lado, tomarnos en serio nuestro cuidado personal es afirmar de manera contundente, con hechos, no con vanas palabras, que nos consideramos dignos y merecedores de la atención y el esfuerzo. Pongo el énfasis en la palabra esfuerzo porque el cuidado personal es agotador. Pero no hay sentimiento más dulce que irse a la cama exhausto por hacer lo correcto. El cuidado personal no es irse para un spa a que te masajeen las plantas de los pies. El cuidado personal no es correr al centro comercial y darte un caprichito (esos bonitos zapatos que tanto admiras). El cuidado personal no es pasarte la tarde agustito en el sofá deambulando por los 150 canales de televisión disponibles. El cuidado personal es ir al gimnasio (o correr, o la bici, o cualquier otro deporte que te plazca) y cuidar de tu cuerpo. Cuidado personal es ser tan inteligente como puedes llegar a ser. En este apartado las herramientas son los libros, las conferencias, los cursos online… Cuidado personal es hacerte cargo de tus emociones. No dejar que sean ellas las que te controlen. Meditación, Yoga, llevar un diario, son actividades que te ayudarán en este aspecto. Como lo ves, cuidarse es un asunto de mucho cuidado. Pero es la inversión con la más alta rentabilidad. Por todo ese esfuerzo se nos devuelve a cambio una vida plena. Feliz. Así que para ayudarte a comenzar (o continuar si ya lo has empezado) el arduo camino hacia la excelencia personal, te comparto las siguientes frases que espero te den un empujón cuando tu motivación se encuentre baja. "Colóquese en la parte superior de su lista de tareas todos los días y el resto caerá en su lugar" —Desconocido
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"Biológicamente, una especie es la acumulación de todos los experimentos exitosos de sus individuos desde su aparición" —H. G. Wells
La evolución, las innovaciones, el avance del conocimiento, según el biólogo teórico Stuart Kauffman, se produce de acuerdo a lo que es inmediatamente posible.
Es decir, la evolución no da saltos. No pasamos de los microbios a los dinosaurios de una zancada. Las cosas van creciendo en complejidad y el siguiente paso está determinado por lo que es posible con el estado actual de evolución. Lo mismo ocurre con nuestro crecimiento personal. No pasamos de vagos e ineficientes de un día para el otro. Vamos creciendo un paso a la vez. Tener esto en mente nos permite alcanzar grandes resultados. Las personas que tienen más probabilidades de realizar mejoras drásticas son aquellas que se concentran en avanzar el siguiente paso.
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