"No apuntes hacia el éxito, si eso es lo que deseas; haz lo que amas y cree en ello, y el éxito llegará naturalmente" —David Frost
¿Es importante tu nivel innato de inteligencia, creatividad, talento, habilidades atléticas… ?
Sobre esto existe un montón de controversia. Según Anders Ericsson, uno de los mayores expertos en los factores que conducen al alto rendimiento, no. Lo que determina el nivel de habilidad que una persona puede alcanzar, afirma Ericsson, está determinado por la cantidad y la calidad de la práctica realizada (práctica deliberada). Sin embargo, David Epstein y Scott Barry Kaufman, otros entusiastas y dedicados estudiosos del mismo tema, opinan que negar la influencia de los genes es un gran error. Es un hecho que todos tenemos configuraciones genéticas distintas. Si no fuera así, seríamos 7.000 millones de clones sobre la tierra. Y parece obvio pensar que algunas configuraciones resultan más propicias que otras para determinados asuntos. De esta manera, para llegar a ser el mejor del mundo, o uno de los mejores de la historia, creo que tener la combinación adecuada de genes resulta muy favorable y conveniente. Ahora bien, para el resto de los mortales, para aquellos que no tenemos intenciones de dominar el planeta, ¿importan los talentos naturales? Mi opinión es que no (mucho). Yo creo que es más importante el nivel de pasión, el amor que sientes por algo, que el nivel de talento inicial. Si hay algo que da alegría a tu corazón cuando lo haces (pintura, deportes, escritura, baile, etc.), sería un error dejar de practicarlo porque en principio parece que no tienes un talento natural para ello. No debemos hacer las cosas por el reconocimiento y la validación exterior que recibimos. Debemos hacerlas porque nos es grato y nos da felicidad. Al final, el éxito, vivir una vida satisfactoria de la cual nos sintamos orgullosos; ¡ser felices! que es de lo que en realidad se trata todo el asunto, es una cuestión interna más que externa. El marcador que cuenta es el nuestro; no el que depende de otros. Eso era lo que el reconocido entrenador John Wooden aconsejaba a sus jugadores: “El éxito es paz mental, lo cual es un resultado directo de la satisfacción personal de saber que hiciste lo mejor que pudiste, tu mejor esfuerzo, para convertirte en lo mejor que eres capaz de convertirte". La cuestión es centrarse en lo que podemos controlar. Alterar nuestra propia genética es algo que, por ahora, escapa de nuestras manos. Sin embargo, la cantidad de esfuerzo, pasión, entrega, que ponemos en algo, si está bajo nuestro gobierno. Si hay algo que nos gusta, que nos apasiona, no debemos renunciar a ello porque en un principio parece que no se nos da de forma natural. Es probable que no lleguemos a ser Einstein, Beethoven, Pelé, ¡y que! Lo más importante, ser felices, está al alcance; surge como consecuencia de hacer lo que amas. Si lo amas, hazlo. Además, disfrutar haciendo algo te pone sobre la senda que conduce hacia la excelencia. Si practicamos algo con alegría y verdadero goce, nuestras habilidades mejoran con sorprendente velocidad. No aprende de la misma manera un cerebro que goza que uno aburrido. La conclusión, entonces, resulta obvia: debemos hacer más de lo que amamos hacer. Todos los días. Nuestra vida será muy distinta si así procedemos.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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