"El primer principio es que usted no debe engañarse asimismo y usted es la persona más fácil de engañar" —Richard Feynman
Hace un par de semanas presencié uno de los habituales debates que con desbordada pasión ocurren en los bares. Un grupo de amigos discutía con vehemencia sobre política.
Después de abandonar el sitio me di cuenta de que mi mente se había enganchado en la discusión, y por algunos días pensé en el asunto. Mi sorpresa fue mayor cuando descubrí que en lugar de estar considerando con rigor y equilibrio los argumentos de lado y lado, mi mente estaba tratando de construir una perspectiva del asunto que se ajustara a sus opiniones previas. Es decir, no estaba buscando la verdad, estaba tratando de hallar argumentos que confirmaran lo que pensaba con anterioridad. Esta no es la primera vez que me descubro haciéndome trampas en el solitario. Ya me ha sucedido cuando por ejemplo leo algo que va en contra de un concepto que tenía como verdadero, mi primera reacción es empezar a buscar errores en esa argumentación. A los seres humanos no nos gusta estar equivocados. Detestamos tener que contradecirnos a nosotros mismos. Esta fobia es la que da origen al “sesgo de confirmación”. El sesgo de confirmación (uno de los muchos que oscurece nuestro razonamiento) es la tendencia a recolectar información de manera selectiva que confirme nuestras propias creencias. La racionalidad no es una cualidad innata de los seres humanos. Somos seres emocionales que nos aferramos a nuestras opiniones como se aferra el náufrago a un trozo de madera. La mente de las personas, como demostraron las investigaciones del psicólogo y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, es una máquina con muchas imperfecciones. Cuestión que se complica aún más gracias a nuestro exceso de confianza e incapacidad para advertir nuestros propios fallos de razonamiento. La racionalidad, por lo tanto, debe ser conquistada, pues no es privilegio que se nos otorga al nacer. ¿Y cómo podemos mejorar nuestro pensamiento? Según parece, lo tenemos complicado. De acuerdo con Kahneman, conocer las debilidades de la mente no nos vacuna contra sus fallos: Las personas conscientes de sus propios sesgos no lo hacen mejor sobreponiéndose a ellos… Mi pensamiento intuitivo es tan propenso al exceso de confianza, a las predicciones extremas y a la falacia de planificación —la tendencia a subestimar cuánto tiempo se necesitará para completar una tarea— como lo era antes de convertirme en un estudioso de estos temas.
No obstante, yo estoy convencido que prácticas como la meditación, la escritura, dar paseos caminando en solitario, pedir retroalimentación a personas cercanas y en las cuales confiamos, son una buena manera de mejorar la conciencia de nosotros mismos y, de esta manera ser, aunque sea solo un poco, menos propensos a los fallos de razonamiento.
Dedicar momentos a la introspección, nos ayuda a cultivar el saludable hábito de observar lo que ocurre dentro de nuestro cerebro desde una saludable distancia. Y así seremos capaces de descubrir algunos de los fallos que se producen en el. Dado que somos tan proclives a los errores, lo mejor que podemos hacer es precisamente eso: intentar hacerlo lo mejor que podamos. Nada más se nos puede pedir.
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2 Comentarios
Marta
31/1/2017 03:52:51 am
Me encanta lo que escribe y como lo escribe y lo más importante me impulsa a ser mejor.
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Pablo Arango
31/1/2017 09:37:05 am
Gracias a ti Marta por comentar. Me motiva mucho saber que impulsa a ser mejor.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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