"En lugar de preguntarte cuándo serán tus próximas vacaciones, deberías crear una vida de la que no quieras escapar" —Seth Godin
Los recuerdos de mi niñez y adolescencia están colmados de balones, prado y porterías. El fútbol era mi gran pasión. Los días que no podía jugar eran días vividos a medias.
Los partidos eran interminables, algunas veces jugábamos hasta tres horas seguidas. Una cosa siempre me sorprendió. No importaba cuan cansado estuviera (después de dos horas jugando era inevitable que las piernas pesaran), cada que recibía el balón, como por arte de magia el cansancio desaparecía y, con renovado entusiasmo y energía, me dirigía de nuevo hacia la portería contraria para intentar anotar una vez más. Un poco más adelante, en mis veinte, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. De lunes a viernes mi jornada era larga, muy larga. Salía de casa antes de las siete de la mañana y volvía pasadas las diez de la noche. En tiempo de exámenes, había que estudiar en horario extendido, algunas veces pasada la medianoche. Para ese entonces el fútbol ya no ocupaba el espacio que antes ocupaba, otra pasión, aunque menos provechosa, se había asentado con firmeza en mi vida: la rumba. Así como durante mi niñez un día sin fútbol era un día perdido, durante mis primeros años de adulto un fin de semana sin baile era un fin de semana desperdiciado. Por causa de las interminables jornadas, el cansancio acumulado durante la semana era intenso. Jueves y viernes la falta de energía era muy notoria. Parecía un zombi, ojeroso e incapaz de articular una conversación mínimamente coherente. Sin embargo, todo eso cambiaba al salir de la oficina el viernes en la tarde. La inminencia de otra noche de rumba abastecía de combustible mi depósito y era capaz de bailar hasta el día siguiente. Nuestro cuerpo no es insensible al significado de las actividades que realiza. No es como un ordenador que, indiferente, calcula cosas simples o complejas consumiendo la misma cantidad de energía. Aquello que disfrutas, que te apasiona, te energiza, lo puedes hacer durante horas sin sentir cansancio. Por el contrario, cuando dedicas una gran parte de tu tiempo a actividades que no tienen ningún significado para ti, terminas exhausto. Tu energía se escapa como se escapa el aire de un globo perforado. El secreto de la productividad extraordinaria es, por lo tanto, hacer más cosas que amas.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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