"Tu progreso depende del grado de intensidad que eres capaz de sostener en una dirección dada"
—Roger McDonald
Versión en vídeo AQUÍ
Días como ayer, quisiera que se repitieran con frecuencia. Pero, ay, ocurren solo de vez en cuando. Aunque espero que eso cambie muy pronto. ¿Y qué fue lo que pasó? Ayer fue un día de productividad casi perfecta, pude terminar todas las tareas relevantes que me había propuesto realizar durante el día. Casi cada minuto de las 24 horas lo emplee en las cosas correctas. Nada de distracciones fútiles. Nada de navegar por la red sin objetivo alguno. Nada de tareas irrelevantes. Solo las cosas importantes. Lo mejor de todo fue el gran premio final: la satisfacción inmensa con que me fui a la cama. Cansado. Pero con ganas de repetir. Con ilusión de otro día igual. Yo estoy convencido de que si cada día lo encaramos con seriedad, con intención, con diligencia, con urgencia. Con ganas de hacer avances… cosas buenas terminarán pasando. Si queremos lograr grandes metas. Si queremos llegar a ser los mejores que podemos ser. No nos queda otra opción que dar valor a cada instante. Cada minuto del día es una oportunidad para avanzar un poco más. Es difícil que sueños y objetivos se resistan a la laboriosidad persistente y obstinada. Incluso los más lejanos, los más ariscos, terminan rindiéndose al poder avasallador del trabajo incesante, del progreso continuo, aunque sea pequeño. Aunque en el pasado tener días como el de ayer ha sido la excepción. En mi corazón existe la certeza de que están por venir muchos más. Es más, lo que ocurrió ayer, yo ya lo intuía. Había indicios y pruebas que auguraban su próxima ocurrencia. Desde hace semanas vengo realizando constantes progresos. Haciendo pruebas y ajustes en mi rutina diaria para alcanzar un desempeño óptimo. Hasta ahora, hoy también es un buen día. Espero no se descarrile. Mi esperanza es volver a la cama otra vez satisfecho con lo logrado. E ilusionado con el nuevo día, con la nueva oportunidad que trae cada nuevo amanecer. Durante la noche, soñemos que lo podemos lograr. Y durante el día, trabajemos con fiereza para hacerlo realidad.
¿Te gustó? Puedes suscribirte AQUÍ y recibir gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu.
0 Comentarios
"La meditación trae sabiduría; no meditar, ignorancia. Conozca bien lo qué le permite avanzar y qué lo detiene, y elija el camino que lo lleve a la sabiduría" —Buda
Versión en vídeo, AQUÍ.
Uno de los principales descubrimientos realizados por los budistas (que miles de años después ha respaldado la ciencia), es que no somos nosotros quienes pensamos nuestros pensamientos: los pensamientos se piensan solos. «¡¿Queee?! Como que yo no soy el que pienso mis pensamientos. Si en este momento estoy pensando yo, y solo yo, que ‘es una tontería lo que estás diciendo’». Si ya se que suena un poco loco. O quizá muy loco. Pero quédate conmigo y te lo explicaré. Aunque lo mejor de este asunto es que no tienes que creer nada de lo que digo. Puedes comprobarlo todo por ti mismo. Una de las virtudes de la doctrina budista es que no te pide creer en cosas que no puedas comprobar por tu propia cuenta. El budismo es una filosofía empírica, así que cualquiera que la practique puede ver lo mismo que vio el mismísimo Buda. Dicho lo anterior, sigamos con la explicación. A ver como sale. Desde los primeros minutos que nos iniciamos en la práctica de la meditación, comprobamos lo difícil que es controlar nuestros pensamientos. Nos sentamos llenos de confianza, dispuestos a no pensar en nada más que en la respiración por los siguientes diez minutos. Y, ay, no han pasado ni diez segundos y ya hemos abandonado la respiración y estamos pensando en el petardo de nuestro jefe, que «sabe lo atareado que estoy y no se le ocurre otra cosa que pedir un estúpido informe para este viernes». Después de un tiempo de despotricar mentalmente del petardo, nos acordamos que estamos meditando, «¡ay verdad!, la respiración. Inspiro… expiro… ». Unos pocos segundos después… nuestra atención se vuelve a fugar. Llegados a este punto empezamos a comprender la difícil que es controlar los pensamientos. «¿Y si no somos nosotros los que controlamos lo que pensamos, entonces quien o que lo hace?». No te adelantes, continúa conmigo que hay que avanzar despacio, paso a paso. El cerebro del ser humano tiene dos modos de atención que funcionan en alternancia: cuando uno se activa el otro no lo está, y viceversa. Uno de los modos se activa cuando estamos concentrados en alguna tarea compleja; como por ejemplo, cuando trabajamos en un problema matemático o intentamos escribir un artículo sobre la libre voluntad de nuestros pensamientos. El otro es el modo de atención difusa. Este ocurre cuando no estamos haciendo nada que requiera muchos recursos cognitivos: cuando tomamos una ducha, paseamos el perro o conducimos con tráfico ligero. El modo difuso es el modo por defecto de la mente. Es donde pasa la mayor parte del tiempo. Cuando estamos concentrados en alguna actividad que demande atención (en el primer modo), tenemos control de nuestros pensamientos. Por eso, cuando lees en alguna parte que tu no controlas tus pensamientos, puedes decir, «si que los controlo, mira, ahora estoy pensando en el escote de la vecina. Humm… ». Lo “divertido” ocurre en el otro modo, el difuso, que como dije antes, es el modo donde pasamos la mayor parte del tiempo. En este modo los pensamientos no los controlamos, emergen de alguna parte de nuestro subconsciente y se manifiestan en nuestra conciencia. La meditación te ayuda a darte cuenta de este hecho. Y ser consciente de ello es absolutamente maravilloso. Absolutamente liberador. Resulta que, como habrás podido comprobar por ti mismo, muchos de los pensamientos que se manifiestan en nuestra consciencia son bastante desagradables. Inseguridades, ansiedad por el futuro, envidia, preocupación por la opinión de los demás, remordimientos del pasado… son todos visitantes habituales. Cuando descubrimos que esos pensamientos surgen de alguna parte de nuestro cerebro, pero que no somos nosotros los responsables de ellos, simplemente podemos decidir no prestarles ninguna atención. Los dejamos que se marchen sin que nos afecten. Gracias a la práctica de la meditación podemos observar los pensamientos que surgen dentro de la mente con desapego. Sin vernos arrastrados por ellos. Con la calma de quien ve pasar coches por la calle. Los vemos como vienen y se marchan enseguida. No nos involucramos. Y si no nos involucramos, no pueden hacernos daño. Además, al observar el contenido de los pensamientos vamos a descubrir que algunos de ellos son ridículos. No tienen nada que ver con nosotros; con nuestra manera de pensar, ni de ser. Ser capaz de notar estas dos particularidades, que los pensamientos se piensan solos, por lo tanto no soy yo el responsable de ellos, y que muchos no tienen nada que ver conmigo, ha sido uno de los acontecimientos más transformadores de mi vida. Ahora, cuando noto un pensamiento extravagante, o uno envidioso, o uno inseguro, simplemente puedo decir, «yo no soy eso». Y cuando ocurre lo contrario. Cuando son pensamientos compasivos, amables, valientes, productivos, les doy la bienvenida. Digo, «yo soy eso». Es esta facultad, la de escoger con que nos quedamos y que dejamos pasar, la que nos permite liberarnos de todo el sufrimiento y ansiedad que causa la cháchara destructiva que habita en nuestra mente. Por eso amigo mío y amiga mía, la invitación es a meditar. Felicidad y sabiduría aguardan por ti.
¿Te gustó? Puedes suscribirte AQUÍ y recibir gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu.
"La acción quizá no traiga siempre felicidad; pero no hay felicidad sin acción" —Benjamin Disraeli
Versión en vídeo AQUÍ
Algunos de nosotros tenemos enredos molestos en nuestra vida que hemos ido aplazando su resolución. Puede ser alguna decisión difícil. O una espinosa conversación. O terminar una relación que se está haciendo tóxica. O un mal hábito que está corroyendo nuestra salud o nuestras más importantes relaciones. O quizá hemos cometido algún error en el trabajo y hemos estado intentando ocultarlo. Cuando postergamos tomar acciones para resolver esos asuntos, lo que ocurre es que incorporamos una cantidad enorme de incertidumbre a nuestra vida. La falta de acción oportuna tiende a derivar en consecuencias imprevisibles mucho más graves. Los asuntos sin resolver se pueden gangrenar. Y si no es solo una la situación de ese tipo, sino varias (como suele ocurrir); los efectos negativos se componen y forman un cóctel con potencial devastador. Lo peor de todo es no saber como va a terminar aquella barahúnda. Entonces hay demasiada incertidumbre. Demasiada inestabilidad. La vida, en esas circunstancias, se hace pesada. No importa que tanto empeño pongamos en distraernos y en mirar para otro lado. Lo inconcluso siempre se las arregla para hacernos notar su inquietante presencia. Aparece, siempre aparece. Una y otra vez. Puede ser que se manifieste al final del día, cuando intentamos en vano conciliar el sueño reparador. O a mitad de la noche. O justo después de despertar. Tanta duda afecta nuestra mente. Pasamos mucho tiempo alterados, intranquilos. Toda esa incertidumbre causa gran estrés. El estrés produce cortisol. El cortisol es una hormona que si permanece durante mucho tiempo, puede perturbar casi todos los procesos en nuestro organismo. Niveles elevados de cortisol están vinculados con todo tipo de trastornos: ansiedad, depresión, problemas digestivos, dolores de cabeza, enfermedades del corazón, insomnio, aumento de peso, deterioro de la memoria y la concentración. Por ello es mejor agrupar coraje y empezar a trabajar para resolver todos los enredos que amenazan con convertir nuestros días en un caos. Cuanta más claridad tengamos, de mayor tranquilidad disfrutaremos. Además, la presencia de asuntos sin resolver puede terminar paralizando otros aspectos de nuestra vida. Si ya contamos con demasiada incertidumbre, es muy poco probable que emprendamos otro tipo de proyectos (montar un negocio, viajar, tener hijos) que pueden transformar nuestra vida en direcciones positivas. Así que mejor empezar ya a eliminar toda esa confusión sin sentido de nuestra vida y empezar a disfrutar de noches largas y apacibles. Y de buena salud.
¿Te gustó? Puedes suscribirte AQUÍ y recibir gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu.
|
Tu privacidad está a salvo, tu correo no será compartido con nadie
pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
Archivos
Agosto 2022
|