“Cambiar hábitos es una de las habilidades más fundamentales que puedas aprender, porque te permite remodelar tu vida. Remodelar quien eres. Eso es verdaderamente transformador”, escribe Leo Babauta en su blog. En cuanto a malos hábitos he aprendido por el camino difícil, durante mucho tiempo he luchado -y aún sigo haciéndolo- por escapar de algunos de los más perniciosos: ¿pobres hábitos alimenticios y obesidad? por supuesto, ¿ver demasiada televisión? culpable también, ¿no dedicar tiempo a la lectura, al aprendizaje? apúntame ahí. Y la lista continúa. Una y otra vez he fallado, pero ha sido a través de esos fallos como he ido aprendiendo que funciona y que no. Esa es la actitud que recomiendo. La manera como afrontamos los tropiezos que inevitablemente aparecerán en el camino hacia la adopción de mejores hábitos, determina en gran parte nuestro éxito. Es muy frecuente que cuando recaemos en una de las conductas que estamos tratando de abandonar nos castiguemos con severidad a nosotros mismos: ‘otra vez lo mismo, en ti no se puede confiar’; ‘nunca cumples lo que prometes’; ‘para que te molestas si a la primera caes’; ‘¡perdedor!’; son algunas de las frases con las que nos atormentamos. Pensamos que si nos castigamos de esa forma aprenderemos la lección y la próxima vez lo haremos mejor. Error. El problema con auto-infligirse dichas reprimendas es que eso aumenta nuestra angustia. Al tropezar es natural sentirnos mal por ello, pero si a eso le sumamos los azotes auto-proporcionados, lo que logramos es que aumente la ansiedad. La respuesta natural de nuestro cuerpo a semejante ataque es tratar de salir de esa situación y buscar alivio, y adivinen donde busca...exacto, en los malos hábitos. La cosa funciona así: caemos en el comportamiento que estamos tratando de cambiar y seguidamente hacemos sangre de nosotros dándonos unos buenos azotes, eso aumenta nuestra angustia y buscamos salir de esa situación tratando de encontrar algo que nos de placer inmediatamente, así que corremos de nuevo al bar o al refrigerador por la tarta de chocolate que aún queda o nos damos un festival de obsequios auspiciado por (nuestra) Visa. Obtenemos alivio momentáneo, pero acto seguido nos damos cuenta que hemos vuelto a fallar y ahí empezamos a recorrer cuesta abajo la senda que nos aleja definitivamente de nuestro intento de cambio. Para evitar esto la solución es bastante simple: debemos tener una actitud más compasiva hacia nosotros mismo. Los cambios no se dan de la noche a la mañana, es una batalla que toma algún tiempo y en el transcurso de esa batalla tendremos reveses. Lo importante es asumirlo, APRENDER y retomar el camino. En vez de mortificarnos, pensemos qué le diríamos a un amigo que se encuentra en nuestra situación: seguramente le daríamos palabras de aliento y nunca diríamos que es un perdedor sin esperanza. Bueno, trátate como a tu mejor amigo. Como lo dije antes, yo he fallado muchas veces y fallar jode. Sin embargo, regreso y vuelvo a intentarlo, cuando lo intento una y otra vez, a veces tengo éxito. No existe ningún secreto, simplemente tenemos que seguir intentándolo. Así que vuelve a empezar Si te ha gustado el artículo, por favor ayúdame a difundirlo y compártelo. Gracias
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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