"La meditación, más que cualquier otra cosa en mi vida, ha sido el mayor ingrediente de cualquier éxito que yo haya tenido" —Ray Dalio
Muchos de nuestros actos no son decididos por nuestra mente consciente. Se deciden por debajo de ese nivel, en el subconsciente.
Gran parte de esas decisiones no están alineadas con nuestros objetivos. La meditación es una forma de comunicarnos con el subconsciente y, de esta manera, hacer que trabaje en la dirección de nuestras metas.
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"¿Se está destruyendo el mundo? ¡De ninguna manera!" —Bill Gates
Un vistazo a las noticias basta para comprender lo que está ocurriendo: el mundo se está acabando.
Cómo no vamos a pensar de manera negativa, cuando en los últimos días lo que encontramos son: catastróficos huracanes de gigantescas dimensiones, terremotos devastadores como se han visto muy pocos, ataques terroristas, hambrunas, avances tecnológicos que amenazan con destruir los ya MUY escasos empleos, corrupción… Si a lo que vemos en los medios, le añadimos que la nuestra es un especie ansiosa y pesimista por naturaleza, tenemos la combinación perfecta para que se produzca el panorama tan lúgubre que hoy se impone. En el lugar donde nació el ser humano, la sabana africana, abundaban depredadores, serpientes, tribus enemigas... debido a ello, si eras bastante nerviosillo, si brincabas a la primera, tenias más oportunidades de sobrevivir. Por el contrario, el tranquilote, el que no se mosqueaba por nada, quizá cuando quería reaccionar ya era muy tarde. Por esa razón, Madre Naturaleza, siempre tan protectora con sus muchachos, diseñó nuestro cableado para que prestáramos diez veces más atención a las cosas negativas que a las positivas. Los medios de comunicación conocen este sesgo. Saben de nuestra neura. Nos inundan de malas noticias seguros de que vamos a prestar atención y que de esta manera veremos los anuncios de sus clientes. Las buenas noticias no venden. Por eso no las vemos en la proporción que se merecen. La realidad es que nuestro mundo no se está acabando. Todo lo contrario, estamos mejor que nunca. Lo que ocurre es que la sobreexposición a noticias negativas, hace que tengamos una visión distorsionada de lo que en realidad está pasando. Si, cosas malas pasan. Pero también buenas. Y muchas. Miremos lo que opina Bill Gates (artículo aquí, vídeo aquí), que gracias a su fundación puede observar de primera mano los avances que están ocurriendo: Yo creo que el mundo está lejos de estar desmoronándose. De hecho, nunca ha estado mejor, más pacífico, próspero, seguro o justo. Y tengo la misión de demostrarlo.
El fundador de Microsoft quiere que nos enteremos también de lo bueno que pasa. Y yo creo que es justo echarle una manos.
Veamos algunos de los principales avances. Personas viviendo en pobreza absoluta Pobreza absoluta se considera cuando alguien subsiste con menos de dos dólares al día. En 1820, el 94% de la población del mundo vivía bajo ese umbral. En el 2015 menos del 10% lo hacía.
Expectativa de vida
Gracias a los avances de la medicina y a mejores sistemas sanitarios, hoy vivimos muchos mas años. En 1820 la expectativa de vida a nivel mundial era de 29 años. Hoy esa cifra se ha más que duplicado (+66).
Educación
En 1800 casi un 90% de la población no sabía leer. En 2014 esa proporción había bajado hasta el 15%. Una mayor educación, unido a una mejor alimentación, han permitido que el nivel de inteligencia de la población aumente (si, a pesar de la telebasura y las redes sociales). Las pruebas que miden el coeficiente deben ser constantemente actualizadas, pues los jóvenes cada vez tienen mayor capacidad.
Violencia y tolerancia
En este campo también hemos mejorado. En un artículo de la revista The Economist aparecían los siguientes datos: A pesar de los titulares sangrientos, el mundo es mucho más seguro de lo que solía ser. La tasa de homicidios en las sociedades de cazadores-recolectores era unas 500 veces superior de lo que es hoy en Europa. A nivel mundial, las guerras son más pequeñas y menos frecuentes de lo que eran hace una generación. El único tipo de violencia que está creciendo es el terrorismo, y la gente sobrestima salvajemente sus efectos. El europeo medio tiene diez veces más probabilidades de morir al caer las escaleras que de ser asesinado por un terrorista. La evidencia de que el pasado era más brutal que el presente se puede obtener no sólo a partir de datos sino también de pistas culturales. Por ejemplo, las rimas infantiles son 11 veces más violentas que los programas de televisión emitidos antes de las 9 pm en Gran Bretaña, según un estudio.
La tolerancia hacia las diferencias también ha aumentado:
Hay muchas pruebas de que la sociedad se ha vuelto más tolerante. En 1964, incluso la Unión Americana de Libertades Civiles acordó que los homosexuales deberían ser excluidos de los empleos del gobierno. En 1987, sólo el 48% de los estadounidenses aprobaba los matrimonios interraciales; en 2012 esa cifra era 86% (y 95% de 18 a 29 años de edad).
Son muchos más los aspectos en que el mundo es un lugar mejor. Esto no quiere decir que no existen problemas serios que debemos enfrentar. La idea es balancear un poco las cosas y que nos baje la neura.
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"Existen muchas malas razones para iniciar una empresa. Pero hay sólo una buena y legítima razón, y creo que sabes cual es: ES PARA CAMBIAR EL MUNDO" —Phil Libin
Cuando trabajamos por el bien de otros, accedemos a fuentes extras de poder. Nuestra resistencia y capacidad de trabajo se multiplica.
Esta es la razón por la cual, como lo demuestran diferentes investigaciones, las empresas que son creadas para contribuir con el bienestar de las personas, son más exitosas que aquellas cuyo principal objetivo es el beneficio económico. Si estás pensando en que emprender, piensa que problema hay en el mundo que te gustaría ayudar a solucionar. Por ahí debes empezar.
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"Ninguna otra versión, por más perfecta que sea, se sentiría mejor que ser tu verdadero yo" —Edmond Mbiaka
El reloj señalaba mucho más allá de la media noche. El día había sido largo. Cansado conducía mi camioneta con muchas ganas de llegar a casa y dormir.
De repente, sin aviso previo, el motor se paró. Intenté ponerlo en marcha de nuevo pero fue inútil. —Está muerto—, pensé. —Ahora que diablos voy a hacer—. En aquella época vivía en una casa en las montañas a 30 minutos de la ciudad. Con lo tarde que era y lo lejos que me encontraba, la posibilidad de tener que amanecer dentro del coche, en medio de la nada, era bastante cercana. Pensé en pedirle a mi vecino que me viniera a ayudar, aunque me daba mucha vergüenza despertarlo a esa hora. Pero la opción de quedarme en medio de la carretera, presa fácil de delincuentes, me persuadió a llamarlo. —Ya voy— me dijo después de que le conté mi situación. Diez minutos después unas luces se acercaban, mi descanso fue enorme cuando vi que era su coche. —¿Que te pasó?— preguntó con amabilidad. —No lo sé, el motor se apagó. Se subió a la camioneta, giró la llave y la respuesta fue la misma. Es decir, ninguna. Luego abrió el capó y de inmediato vio que el cable de la batería estaba suelto. —¡¿Qué?! ¡¿Eso era todo?! Qué vergüenza Mario levantarte por esta tontería. A mi vecino le tomó menos de dos minutos descubrir y arreglar el problema que a mi me había parecido un misterio indescifrable. A mi me tomó varios años superar el bochorno de no haber sido capaz de solucionar algo tan estúpido. No era la primera vez que algo así me ocurría. Con seguridad, tampoco será la última. Yo, a diferencia de muchos de mis compañeros de género, entiendo muy poco de coches. Aunque lo de “muy poco” quizá es una exageración. “Nada” se acerca más a la realidad. Tampoco entiendo de cosas eléctricas, hidráulicas y, en general, de todas aquellas destrezas mecánicas que, se supone, debe poseer un hombre hecho y derecho. Cambiar bombillos lo cuento entre mis competencias. Cambiar enchufes, plafones, grifos, reparar inodoros… son cosas que exceden por mucho mis habilidades. Aunque admiro mucho a los habilidosos que son capaces de arreglar todas esas averías que suelen presentarse en cualquier momento. Y envidio el respeto y la admiración con que las mujeres miran a sus ‘machos-capaces-de-solucionarlo-todo’ después de que terminan un complicado arreglo. Reconozco que mi talento e interés por ese tipo cosas es nulo. No ocurre lo mismo con las ideas. Me resulta fascinante comprender todo tipo de conceptos abstractos: económicos, filosóficos, psicológicos, evolutivos… Una nueva idea me puede divertir por horas, incluso días. Los seres humanos tenemos áreas que nos resultan interesantes y otras que nos dejan fríos. Al parecer, madre naturaleza ha querido que sea así. Si a todos nos llamara la atención las mismas cosas, es posible que no hubiera surgido la división del trabajo. Fenómeno que ha sido en gran parte responsable del enorme progreso de nuestra especie. Implicaría un gran esfuerzo para cada individuo tener que fabricar, el mismo, todas las cosas necesarias para su supervivencia. Es mucho más eficiente producir y especializarse en un solo tipo de bien; por ejemplo, zapatos. Y luego intercambiar los excedentes por otros bienes: ropa, comida, herramientas, etc. Si me dedico a hacer muchas cosas, no me hago experto en ninguna. La especialización fomenta la maestría, y con ello, la eficiencia, la innovación y la reducción de costes. La división del trabajo es un acontecimiento que ha ocurrido en todas las culturas, en todas las regiones del planeta y en todas las épocas. Cuando algo es tan generalizado, podemos pensar que sus orígenes son biológicos o, para ser más precisos, genéticos. Así lo explica el gran biólogo Edward O. Wilson en su estupendísimo libro Consilience, la unidad del conocimiento: Las personas no solo seleccionan papeles adecuados a sus talentos y personalidades innatas. También orientan sus pasos hacia ambientes que recompensan sus inclinaciones hereditarias. Es asimismo probable que sus padres, que poseen características innatas similares, creen una atmósfera familiar que favorezca el desarrollo en la misma dirección… Por ejemplo, un niño con dotes musicales, que en casa recibe el apoyo de los adultos, puede empezar a tocar un instrumento en una época temprana de su vida y pasarse muchas horas practicando. Su compañero de clase, que, de modo innato y persistente, es impulsivo, agresivo y amante de las emociones, se siente atraído por los coches rápidos. El primer niño crece hasta convertirse en un músico profesional, el segundo (si consigue librarse de otros problemas) será un piloto de carreras con éxito.
Los seres humanos llegamos al mundo con configuraciones genéticas que hacen que nos interesen unas cosas más que otras.
Investigaciones realizadas en el campo de la psicología positiva señalan que, cuando trabajamos en áreas sobre las cuales nos sentimos naturalmente interesados, nuestra vida es mucho más satisfactoria. Apesar de ello, muchos seguimos rutas profesionales que nada tienen que ver con nuestras inclinaciones naturales. Dejando por fuera, de esta manera, la posibilidad de vivir con mayor dicha y satisfacción. Son varios los factores que conspiran para hacernos extraviar el camino: la búsqueda de seguridad, el ansia por amontonar propiedades, reconocimiento exterior, lujo y comodidad... Sin embargo, yo pienso que seguir nuestra vocación, perseguir aquello que despierta nuestro más profundo interés, no es algo a lo que debamos renunciar. Si así lo hacemos, renunciaremos también a ser lo que estamos destinados a ser: nosotros mismos. Es nuestra responsabilidad hacer todo lo que esté a nuestro alcance para honrar lo que somos. ¿Es fácil? De ninguna manera. Así opina el poeta norteamericano E.E. Cummings: Ser ‘nadie-más-sino-tú’ en un mundo que hace su mejor esfuerzo, día y noche, para convertirte en alguien diferente, significa luchar la batalla más difícil que cualquier ser humano puede luchar; y nunca dejar de luchar.
La pregunta es, ¿estamos dispuestos a luchar la monumental batalla? Yo me apunto.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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