"El ejercicio no solo cambia tu cuerpo, cambia tu mente y tu actitud"
Ayer mientras leía el magnífico libro de Edward O. Wilson, Consilience, me era imposible concentrarme.
Mi atención saltaba de un sitio a otro como revolotean las abejas en un jardín. Que si una mirada al móvil, que si mejor leo otra cosa, que como tengo las uñas de largas, me voy por un vaso de agua a la cocina… Era incapaz de centrarme. Consilience es un libro complejo. Si estando MUY concentrado, hay partes que no he entendido muy bien. Con ese grado de distracción que tenía, es como si estuviera leyendo en ruso. Así que decidí poner remedio a esa situación. Dejé el libro a un lado y en el mismo sitio realicé unas cuantas sentadilla, unas flexiones de pecho… y problema solucionado. Mi concentración y ritmo de lectura se elevaron a tal nivel que terminé lo que me faltaba del libro en un pestañear. Fue como si hubiera tomado NZT, el poderoso fármaco que, en la película de Robert De Niro y Bradley Cooper, Sin límites, multiplica la capacidad cognitiva. Existen dos actividades que gracias a los enormes beneficios que brindan a los seres humanos, son consideradas por muchos especialistas como píldoras mágicas: la meditación y el ejercicio. Aunque estas dos actividades cuentan con algunas ventajas sobre el NZT. Sus efectos secundarios son todos positivos y no te persiguen traficantes malencarados y armados. El ejercicio es la actividad que más contribuye al buen funcionamiento de nuestro cerebro. El deporte, literalmente, nos hace más inteligentes. Existen sólidas razones evolutivas que explican este hecho. Cuando nuestros ancestros cazadores-recolectores se movían, era por razones de supervivencia: cazar, escapar de depredadores y otras tribus hostiles, buscar refugio, etc. Sobrevivir es cosa seria, se necesita estar espabilado, entonces, resulta muy oportuno que el cerebro se agudice. Por el contrario, cuando los antiguos habitantes de la sabana africana estaban quietos, era porque estaban descansando. Nuestros ancestros tenían la precaución de descansar cuando no ocurría nada importante, como digamos un león hambriento de visita por el vecindario. Entonces el cerebro interpreta la inactividad física como tiempo de descanso y reduce su actividad. La actividad física no solo mejora el rendimiento del cerebro en el corto plazo. Sus efectos positivos son también de largo alcance. El ejercicio aeróbico como correr o andar, cambia el cerebro de forma que mejora la memoria y el razonamiento (investigación, aquí). Y, si lo pensamos bien, tiene mucho sentido que esto sea así. Cuando nuestros ancestros salían a cazar (ergo, moverse), recordemos que no contaban con smartphones con GPS, debían memorizar muchas cosas (la ruta de regreso a casa, por ejemplo, o los patrones de movimiento de las presas). Por ello, es muy razonable que la sabia madre naturaleza mejore la memoria y el razonamiento en presencia del movimiento. Por desgracia, lo contrario también es cierto, la falta de actividad física mengua la capacidad cerebral. A la evolución no le gusta tener recursos ociosos, un cerebro grande y potente consume muchos recursos. Si no se utiliza como es debido, la naturaleza se desprende del exceso de capacidad. Existen varios casos documentados de especies que debido a una merma en su actividad física, su cerebro se hizo más pequeño. Algunos ejemplos son el koala, las ascidias y otro es… el ser humano. Los ancestros de los koalas modernos tenían que buscar alimento de diferentes fuentes y, por lo tanto, moverse mucho más. Por ello tenían cerebros más grandes. Luego, el koala evolucionó y pudo obtener todos los nutrientes y energía que necesitaba del eucalipto. Así que los adorables perezosos se pueden estar toda su vida en un mismo árbol sin necesidad de moverse. ¿Qué ocurrió? Su cerebro se redujo. Menos movimiento, menos cerebro. Con el ser humano ocurrió otro tanto. Ya comentamos que los cazadores-recolectores necesitaban moverse y guardar en el disco duro una gran cantidad de datos. Con la llegada de la agricultura, desplazarse en busca de alimento dejó de ser una necesidad. ¿Entonces que pasó? Pues si… el cerebro se redujo. Los fósiles encontrados de nuestros antepasados pre-agricultura, señalan la existencia de un cerebro más grande. Menos movimiento, menos cerebro. Conclusiones
Versión en vídeo del artículo
¿Te gustó? Puedes suscribirte AQUÍ y recibir gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu.
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Tu privacidad está a salvo, tu correo no será compartido con nadie
pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
Archivos
Agosto 2022
|