"El verdadero placer de un hombre es hacer las cosas para las que fue creado" —Marcus Aurelius
Aunque no es una obligación legal, estoy convencido de que nuestro desarrollo personal, alcanzar la máxima expresión de nuestras potencialidades es, al menos, un deber moral.
Convertirnos en los mejores seres humanos que podamos llegar a ser, es una necesidad imperativa para cada uno de nosotros y también para el planeta. Si, la cuestión es también planetaria, ¡la humanidad entera! necesita que seas el mejor individuo que puedas llegar a ser. Y no es que quiera meter miedo, pero el asunto es serio. Antes de explicarme sobre la cuestión mundial, empecemos primero con el aspecto personal, con la necesidad individual (la tuya y la mía) de crecer. Resulta que es muy, muy difícil; rayando en lo imposible, experimentar total satisfacción con nuestra vida si, por indolencia, dejamos de ser todo lo extraordinarios que podríamos ser. No me imagino cómo podemos, al final de nuestros días, estar satisfechos con la manera como hemos vivido, si no nos hemos esforzado, con pasión vehemente, por hacer uso de la gran capacidad con la que hemos sido puestos en esta noble tierra. Para ser felices de verdad, debemos esforzarnos hasta el último día de nuestra existencia por alcanzar el máximo grado de nuestro desarrollo. Y digo “ser felices de verdad” porque en torno a la felicidad existe todavía mucha confusión. La mayoría de personas piensa que la felicidad se halla en poder obtener lo que uno desea (bienes materiales, placer, amor, poder, fama, etc.) y no experimentar dolor ni sufrimiento. Pero cuando la ciencia investiga que es lo que de verdad nos hace felices, encuentra algo muy distinto. Lo que sorprende es que dicha confusión aún persista, porque los antiguos griegos, hace más de dos mil años, ya nos habían advertido de ella. Los sabios helénicos hacían distinción entre dos conceptos: hedonia y eudaimonia. Hedonia o hedonismo, es la búsqueda de felicidad a través de la maximización del placer. Según este término, se es feliz cuando no existe el dolor y podemos obtener la mayoría de las cosas que deseamos. Pero resulta que la felicidad derivada del hedonismo es precaria, pues el placer es por naturaleza efímero. Al poco tiempo de experimentar la dicha de satisfacer un capricho, el placer se esfuma y renace la sed. Los psicólogos han acuñado un término para describir este fenómeno: “La caminadora hedonista” (Hedonic treadmill), este compara la búsqueda de felicidad con una persona sobre una cinta de caminar, que debe seguir andando para solo para continuar en el mismo lugar. "Compramos un par de zapatos. Al principio es genial. Pero luego nos acostumbramos a ellos", dice Sonja Lyubomirsky, autora de La ciencia de la felicidad. "Nos adaptamos. Y luego queremos comprar otro par de zapatos ". Cuando saciamos un deseo, la experiencia positiva desaparece al poco tiempo y, por consiguiente, volvemos a estar como al principio. Eudaimonia, por el otro lado, ha sido traducido como felicidad, bienestar y también como “florecimiento humano” o “desarrollo humano”. Este concepto está muy relacionado con otra palabra griega: Areté, traducido como “excelencia personal”. Según los espabilaos griegos, la cosa quedaría mas o menos así: el máximo bienestar humano (eudaimonia) llega como consecuencia de lograr la areté o excelencia personal. Y a todas estas, ¿que dicen los sabios de hoy, los investigadores modernos?... Que los griegos estaban en algo. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, afirma en su libro Florecer, que es posible alcanzar el bienestar emocional cuando, entre otras cosas, utilizamos nuestra capacidades y habilidades y cuando establecemos metas desafiantes. Otras investigaciones han corroborado lo declarado por Seligman. Mihaly Csikszentmihalyi, el padre del flujo, describe la necesidad de establecer metas efectivas para alcanzar el estado eufórico de flujo. Las metas son muy importantes para nuestra felicidad porque nos obligan a crecer. Aquellos objetivos que en realidad nos benefician son los que no podemos alcanzar con nuestro nivel actual de competencia. Por lo tanto, debemos crecer. Entonces, para concluir, lo que los sabios griegos y los psicólogos modernos han descubierto es que podemos alcanzar gran bienestar emocional si nos esforzamos por ser los mejores individuos que podamos ser. La areté conduce a la eudaimonia. Ahora que hemos dejado claro, eso espero, la importancia del crecimiento como fuente de felicidad personal, volvamos al otro asunto, a la necesidad que tiene el planeta de que seamos buenos chicos. Los seres humanos somos la especie más social del planeta, esto tiene como consecuencia que somos muy permeables al comportamiento de otros. Tendemos a imitar lo que hacen los demás. Nicholas Christakis, médico y sociólogo norteamericano, ha propuesto la teoría de “Los tres grados de influencia”. Esta afirma que nuestros actos influyen no solo en nuestros amigo, también lo hacen con los amigos de mis amigos y los amigos de los amigos de mis amigos. Por ejemplo, si no cuido mi alimentación y tengo sobrepeso, mis amigos tienen mayores probabilidades de tenerlo, y así, sus amigos, y los amigos de sus amigos. Por el otro lado, si nosotros emprendemos el camino de la excelencia personal, nuestra luz ayudará a encender la luz de las personas más cercanas a nosotros. Estas a su vez harán lo propio con su círculo mas cercano y el efecto seguirá multiplicándose como ondas en el agua. Muchas veces subestimamos la influencia que ejercemos en otras personas, pero es poderosa. Nuestro planeta y nuestra especie enfrentan enormes desafíos. La continuidad del ser humano no está garantizada. Otras especies, mucho más longevas que nosotros, se han extinguido antes. La sobrepoblación y la sobreexplotación de los recursos de la tierra son una amenaza real. Si seguimos como vamos, no duraremos. En lugar de tomar la vía más cómoda y esperar a que el cambio ocurra por decreto de los líderes políticos, podemos ser nosotros la semilla de la transformación. Y, si como la teoría de Los tres grados de influencia afirma, nuestro comportamiento ejerce semejante poder en otras personas, en nuestras manos está que conduzcamos al planeta hacia un destino de prosperidad sostenible. En lugar de ser nosotros los que propagamos malos hábitos y despilfarro, podemos convertirnos en los impulsores de un estilo de vida sostenible. Ya lo dice el viejo dicho: “se el cambio que quieres ver”. Para concluir. El desarrollo personal lo debemos buscar ya sea por beneficio personal o por beneficio de nuestra sociedad. O, mejor aún, por ambos.
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2 Comentarios
El aprendiz cuarenton
19/10/2017 11:19:09 am
Hola Pablo, excelente vídeo. Su mensaje creo que es la esencia misma de las notas del aprendiz. Hace tiempo que no comento pero leo y visualizo todos tus post y vídeos. El blog está evolucionando muy bien, se mantiene tan vivo como el día en el que empecé a seguirte, hace unos 2 años. Enhorabuena Pablo y gracias por tu labor.
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Pablo Arango
19/10/2017 06:47:10 pm
!Hola Aprendiz! ¡Qué alegría saber de ti! Ya te echaba de menos.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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