"El talento es más barato que la sal de mesa. Lo que separa a un individuo talentoso de uno exitoso es un montón de trabajo duro" —Stephen King
Es muy común que cuando hablamos de grandes logros, de personas que hicieron cosas excepcionales, aparezcan palabras como genio, talento, don.
Esta inclinación a explicar el éxito como producto de la suerte, destinado sólo a aquellos que fueron favorecidos por la lotería genética, lo único que hace es imponernos falsas limitaciones. La historia de César Rodríguez, relatada en el libro Maestría de Robert Greene, es una muestra de lo que se puede conseguir si perseguimos nuestros sueños con determinación fiera. Después de graduarse en 1981, César Rodríguez decidió entrar en el programa de formación de pilotos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Pero pronto tuvo que enfrentarse a una dura realidad: no estaba naturalmente dotado para volar un jet. A algunos de sus compañeros se les conocía como los "chicos dorados". Ellos parecían tener un don especial para volar a altas velocidades. Estaban en su elemento.
La habilidad de Rodríguez pronto se vería puesta a prueba en la vida real, en el campo de batalla.
La mañana del 19 de enero de 1991, Rodríguez y su compañero de flanco, Craig "Mole" Underhill, volaron a Irak como parte de una fuerza de ataque de treinta y seis aviones. Era su primera experiencia real de combate.
Rodríguez Y Mole realizaron de manera coordinada y con gran maestría una serie de maniobras que en menos de cuatro minutos terminaron el combate, dando de baja a sus dos atacantes.
Las maniobras evasivas que ejecutó contra el primer MiG asombraron a sus superiores, fueron muy rápidas y eficaces. Su conciencia durante el combate debe haber sido excepcionalmente aguda; había dado la vuelta a la cola de su oponente en ciclos cada vez más rápidos, sin perder nunca de vista que el suelo del desierto se estaba acercando. ¿Cómo podía explicar todas estas maniobras? No podía, apenas si podía recordar algo.
Rodríguez derribaría otro avión más en la operación Tormenta del Desierto, y otro en la campaña de Kosovo de 1999, hoy es el piloto con más derribos de la historia reciente de la aviación norteamericana, lo que le valió el apodo de “El Último As Americano”.
La historia de César Rodríguez es una prueba de lo que la determinación y la disciplina pueden alcanzar. Si, el talento natural existe, pero su aporte hacia la maestría resulta insignificante comparado con la cantidad de esfuerzo que es requerido. Un nivel de desempeño extraordinario está al alcance de todo aquel que esté dispuesto a pagar por él con esfuerzo y perseverancia. todos podemos ser los 'Aces' de nuestra vida
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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