"Cuida tu cuerpo, es el único lugar que tiene para vivir" —Jim Rohn
Hace siete años la báscula marcó 108 kilos, el peso máximo que he alcanzado en mi vida. En ese mismo instante decidí que ya estaba bien. No podía continuar como hasta ese momento.
Desde entonces vengo sosteniendo una guerra sin tregua contra mi tendencia a acumular kilos y los malos hábitos. Ha sido una batalla fatigosa. Algunos hábitos habían echado raíces tan profundas que removerlos ha sido una tarea titánica. Debido a ello no siempre he podido avanzar con paso constante y regular. Después de siete años de constante brega y con 33 kilos perdidos, creo que no es apresurado afirmar que la lucha ha sido un éxito. Todavía no la doy por concluída, quizá nunca lo haga, pero las fuerzas enemigas cada vez están más diezmadas y su oposición ya no es lo feroz que solía ser. Nada que valga la pena en la vida se consigue con facilidad. Y esta lucha no ha sido una excepción a esa regla. Pero ha sido un desafío maravilloso, lleno de recompensas inesperadas que me ha transformado por completo. Los seres humanos crecemos a través del esfuerzo y los retos que afrontamos. Sin sacrificio la victoria sabe a nada. Es difícil valorar lo que nada nos ha costado. Ser capaz de librar con éxito esta batalla, en la cual —y es una pena que así ocurra— muchos fracasan, me ha convertido en una persona con más confianza en mis capacidades y más optimista. Ahora tengo una mayor disposición para enfrentarme a nuevos y más grandes desafíos. Pienso que es muy difícil establecer metas ambiciosas, elaborar planes audaces en tu vida, si no eres siquiera capaz de darle a tu cuerpo el cuidado que requiere. Hace unos días recibí con alegría la petición de ayuda de una muy querida amiga que también quiere empezar a transformar su salud. Así que decidí escribir este artículo con algunas reflexiones, esperando que le sea útil a ella y a todo aquel que quiera iniciar su propio viaje hacia una vida más saludable. Mi primera reflexión, mi querida Eli, es que este partido que vas a empezar a disputar, diferente del fútbol, no tiene tiempo límite: se acaba solo cuando tu lo ganes. Tu eres a la vez juez y contrincante, así que en tus manos está la decisión de ir añadiendo tiempo extra hasta que tu victoria sea incuestionable. Digo esto porque muchos de los que empiezan un régimen alimenticio, al ver que fallan en los primeros intentos se dan por vencidos y abandonan. Dicen: ‘es que yo no tengo fuerza de voluntad’, y así dan por concluída su luchar por mejorar. La fuerza de voluntad funciona de la misma manera que un músculo. Si la vamos trabajando poco a poco, con persistencia y empeño, se empieza a fortalecer y con el tiempo empieza a ser capaz de resistir más y más. También ocurre que si la sobrecargas muy pronto colapsa y te deja indefensa ante las tentaciones. Por eso es normal que al principio tropecemos y nos salgamos del curso. Pero ese no és el fin de la historia. Lo importante es levantarse después de cada tropiezo y continuar. (Si, ya se que suena a cliché, pero es así: ¡hay que levantarse después de cada caída!). Muchos fines de semana fracasé en el intento de mantener la dieta, a veces, esos periodos de desbarajuste se prolongaron por semanas. Sin embargo siempre volvía. Y poco a poco, los músculos de mi voluntad se fueron haciendo más fuertes y respondían mejor. Así que los reveses empezaron a ser menos frecuentes y a durar menos. La segunda reflexión. Al principio tu cuerpo reclamará, implorará, exigirá a gritos los alimentos poco saludables con los cuales solías alimentarlo. Y tú pensarás: ‘¡Dios, que se acabe esta tortura pronto! que pierda rápido el peso que tengo que perder y que pueda volver a comer lo que quiera’. Así pensaba yo al principio. Para mi era impensable alimentarme durante toda mi vida con lo que se alimentan la vacas. Pero esto es un error. Los hábitos saludables no son algo que uno adopte por unos pocos meses y luego se abandonan. Para que nos bendigan con su magia debemos ser consistentes: cuidar nuestra salud es cuestión de toda una vida. Por fortuna, con el paso del tiempo y, poco a poco, empecé a disfrutar muchísimo alimentarme de manera saludable. Hoy las ensaladas y las frutas son un manjar para mi. Aunque aún me gusta y (muy) de vez en cuando la consumo, mi apetito por la comida chatarra no es ni la sombra de lo que solía ser. Así que no pienses que la alimentación saludable es una condena de por vida. Después de un tiempo terminarás amando alimentarte de manera adecuada. Por último. Mientras nos esforzamos por cambiar y dejar atrás los viejos malos hábitos, sentimos como si nuestra libertad estuviera siendo restringida; ‘¿por qué no puedo comer lo que me dé la gana?’ decimos. No, no estamos perdiendo libertad, es todo lo contrario. Nuestra lucha por mejorar es la lucha por liberarnos de las cadenas que nos detienen y no nos dejan avanzar hacia nuestros objetivos. Somos esclavos de nuestros vicios, erradicarlos significa libertad. Una vez que retomamos el control sobre nuestra alimentación, somo nosotros los que decidimos que es lo que queremos y lo que nos conviene. Dejamos de estar a merced de antojos, caprichos y tentaciones. Estamos al mando y somos los que decidimos. Tener un cuerpo atractivo y saludable no es la única recompensa que se obtiene con la adopción de un estilo de vida saludable. También ganamos fortaleza mental y carácter, beneficios nada despreciables que nos dejarán mejor preparados para futuras batallas. Mucho ánimo y mucha fortaleza.
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2 Comentarios
elaprendizcuarenton
20/4/2016 09:39:45 am
La fuerza de voluntad es necesario al peincipio y requiere esfuerzo, hasta q se convierte en habito y ya practicamente no requiere esfuerzo, asi q los cambios de malos habitos ya sean de alimentación como cualquier otro no requiere un esfuerzo para toda la vida solo durante el tiempo que tardamos en convertirlo.
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Eli
20/4/2016 01:11:22 pm
Holaaaa Pablo!!!!!!
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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