"La vida no te da lo que tu quieres, te da lo que mereces" —Nido Qubein
Hace ya varios, muchos años quizá, mientras trabajaba en la tesorería de una corporación financiera, mi compañero y yo pensábamos que éramos poco apreciados y que estábamos mal remunerados. Ambos estábamos convencidos de que merecíamos más. (Algo que era cierto solo en uno de los dos casos).
La manera como cada uno de los dos abordó esta situación fue muy distinta, y los resultados terminaron demostrando, sin lugar a la más mínima duda, cual era la aproximación correcta. Yo por mi parte, tan listo como siempre, decidí que si no me daban lo que creía que era justo, tampoco iba a entregarme a fondo. Así que me aseguré de hacer lo mínimo necesario para cumplir (en ocasiones hasta un poco menos). Lo que tu me das es lo que recibes. Mi compañero, por el contrario, aunque pensaba igual que yo, jamás bajó el listón de la calidad de su trabajo. Siempre hacía más de lo que se le pedía. Continuó aprendiendo más, adquiriendo nuevas habilidades y creando valor para la empresa. Incluso creó un programa en Excel para valorar inversiones financieras complejas que le ahorró millones a la compañía, pues así la firma se evitaba comprar un costoso software. Cuando pidió un aumento a nuestro jefe, la respuesta que este le dió fue que, dado el actual mercado laboral (alto desempleo por ese entonces) el estaba muy bien pagado, que incluso era posible conseguir a alguien que hiciera lo mismo por mucho menos. ¿La respuesta de mi amigo? Seguir trabajando como siempre. Claro, estaba triste y decepcionado, pero no bajo la calidad de su trabajo. Resulta que sus amplios conocimientos poco a poco iban haciéndose más y más conocidos. Con frecuencia lo llamaban de otras empresas para consultarle cosas. Un día recibió una llamada de otro banco, mucho más grande y poderoso, ofreciéndole un puesto de trabajo mejor remunerado; además de otra serie de incentivos que hacían la propuesta muy tentadora. Antes de decidir, mi compañero le comunicó a la empresa donde trabajábamos la propuesta que había recibido. Estos le dijeron que haciendo “un gran esfuerzo” podían hacerle un pequeño reajuste, que para nada se acercaba a lo que le había ofrecido el otro banco. Mi compañero se marchó. Después de su partida, su puesto de trabajo, esencial en la tesorería de una entidad financiera, se convirtió en un caos. Las personas que probaron para reemplazarlo, supuestamente disponibles en abundancia, jamás pudieron igualar la calidad de su trabajo. Los hechos demostraron que la excelencia no es material que se encuentre en abundancia. El lío que se formó tras su marcha fue de tal dimensión, que unos meses después la empresa lo contactó de nuevo para hacer, esta vez sí, un gran esfuerzo y ofrecerle un contrato de trabajo que reflejara su verdadero valor. Hoy en día situaciones como estas se dan por montones. El mercado laboral continúa deprimido y las empresas tienen la oportunidad de imponer sus condiciones. Sin embargo, para escapar de esta situación, como lo demuestra esta historia, el camino que NO debemos elegir es el de la mediocridad, es el de la excelencia. Si hacemos que la calidad de nuestro trabajo brille, tarde o temprano atraeremos las oportunidades adecuadas. Lo que no podemos hacer es esperar a que las condiciones sean las adecuadas, a que estemos justamente recompensados, para hacer nuestro mejor esfuerzo. La vida, por injusto que parezca, exige que paguemos por adelantado: obtienes según lo que pongas, no al revés. Es como si un futbolista, que es habitual en el banquillo, decidiera que no se va a esforzar al 100% hasta que el técnico lo ponga de titular. Esa actitud lo condenará de por vida a la suplencia. Es justo cuando las condiciones son adversas cuando debemos dar lo mejor de nosotros. No podemos, como lo hice yo, escoger ser mediocres y esperar que se nos recompense por ello. Debemos hacer de la excelencia nuestro sello de identidad. El éxito hay que pagarlo por adelantado.
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"En primer lugar, dígase así mismo lo que le gustaría ser. Luego haga lo que tiene que hacer"
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"Durante el ayuno el cuerpo destruye sus piezas defectuosas y luego las construye de nuevo cuando se reanuda la alimentación" —Herbert M. Shelton
Ese Pomponio Ático al que escribe Cicerón, encontrándose enfermo, mandó llamar a Agripa, su yerno, y a dos o tres amigos más, y les dijo que había comprobado que nada ganaba con querer curarse y que todo lo que hacía para prolongar su vida, prolongaba y agravaba también su dolor. Que, en consecuencia, había decidido poner fin a ambas cosas, y les rogaba que aceptaran su decisión y que, cuando menos, no perdiesen el tiempo para apartarle de ella. Ahora bien, eligió quitarse la vida mediante el ayuno, pero resultó que la enfermedad se le curó por accidente. El remedio que había empleado para matarse, le devolvió la salud.
[...]
La historia del filósofo Cleantes es muy similar. Tenía las encías hinchadas y podridas; los médicos le aconsejaron que practicara una gran abstinencia. Tras ayunar dos días, mejoró tanto que le proclaman su curación y le permiten restablecer su forma de vida acostumbrada.
Desde hace algún tiempo vengo practicando una forma de ayuno que se conoce como ‘alimentación restringida por tiempo’, la cual consiste en comer durante una estrecha ventana de tiempo en el día (6-8 horas), y las restantes (16-18), no tomo más que agua. Como norma general, desayuno a las 8:30 y la última comida la tengo a las 4:30.
Esta práctica la adopte como una forma de controlar mi peso y, por encima de todo, cultivar buena salud. Y desde hace tiempo tenía ganas de compartirla y escribir sobre ello, así que cuando leí estas historias me dije: “ya está, hoy es el día”. Y aquí estoy.
Durante los últimos años son numerosos las investigaciones que respaldan los efectos curativos del ayuno. John Durant escribe en El Manifiesto Paleo: Sabiduría ancestral para una salud duradera (The Paleo Manifiesto) sobre ello:
Un indicio de este efecto proviene del comportamiento de los animales enfermos, incluidos los humanos, que a menudo pierden el apetito hasta que una enfermedad ha pasado. Animales de granja, mascotas, animales de zoológico y animales salvajes a menudo simplemente dejan de comer por completo cuando se enfrentan a una infección aguda o una lesión grave. El carácter generalizado de este fenómeno sugiere que es una respuesta adaptativa. La pérdida de apetito no es un defecto, es una cualidad.
De igual manera que atacar a las líneas de suministro de un ejército invasor es una estrategia usada en las guerras, la restricción dietética debilita a los cuerpos patógenos, mientras que nuestro sistema inmune prepara una contraofensiva. Los diminutos patógenos no tienen grandes reservas de nutrientes y dependen del suministro que puedan obtener del huésped, por tanto, la manipulación de nuestra nutrición es una manera de manipular su nutrición.
Hemos encontrado que en los ratones o ratas que ayunan en días alternos, sus neuronas son más resistentes al tipo de daños asociados con el Parkinson, Alzheimer, e incluso, a accidentes cerebrovasculares y, de manera consistente, prolonga la duración de sus vida un 30%.
Resulta que el patrón de tres comidas principales, balanceadas de forma minuciosas con proteínas, hidratos y vegetales, más dos refrigerios en medio, son una anormalidad desde el punto de vista evolutivo.
Durante la mayor parte de nuestra evolución comíamos carne cuando los machos habían sido exitosos cazando; sino, nos alimentabamos de frutos secos, tubérculos y frutas recolectadas por las hembras de la manada. Es decir, si no había caza, durante algunos días nos veíamos forzados a ser vegetarianos. Aunque en muchas ocasiones, por ejemplo durante las travesías, pasábamos varios días sin probar bocado.
El cuerpo humano, dado que nos hemos alimentado durante mucho más tiempo siguiendo el patrón del paleolítico que el de la era moderna, está mejor adaptado a este comportamiento alimentario. Nuestro cuerpo acumula reservas de energía en los músculos y en el hígado lo que nos permiten pasar semanas sin comer.
Cuando privamos al organismo de nutrientes se promueve una condición denominada autofagia (auto-digestión); ante la falta de alimento las células empiezan a comerse así mismas. Pero nuestro organismo no es tonto, todo lo contrario, es listísimo. El proceso de autofagia comienza por el material celular dañado, nuestro cuerpo se come en primer lugar las células que están deterioradas. La acumulación de material celular dañado es una de las causas de la aparición de enfermedades crónicas, así que la autofagia termina convirtiéndose en una especia de limpieza que nos deja más saludable de lo que estábamos.
Otros investigadores como el doctor David Ludwig, profesor de nutrición de la Universidad de Harvard, sostienen, y yo estoy convencido de ello, que el ayuno mejora el funcionamiento del cerebro. Y es que pensémoslo por un momento, ¿cuando necesitamos estar más avispados, sagaces y creativos, cuando estamos hinchados de comer o cuando el hambre nos da puñaladas en el estómago?
Los primeros días de adaptación a esta forma de alimentación no fueron fáciles. En la noche el hambre acosaba, pero después de un par de semanas todo fue más fácil.
Aunque los beneficios sobre mi peso son evidentes, para saber si seré más longevo me tocará esperar, ojalá, mucho más. Como espero seguir escribiendo durante mucho tiempo, les iré reportando como avanza el asunto. Dentro de cuarenta años sabremos si el experimento fue exitoso o no. ;)
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"La envidia es el arte de contar las bendiciones de otros en lugar de las propias"
—Harold Coffin
Además, lo hermoso de las ideas es que no son como el pan. Si quitas un trozo de pan a alguien, la persona a quien se lo quitaste queda con una cantidad inferior del mismo. Cuando robas una idea la otra persona no queda con una idea de peor calidad ni de menor cantidad. La idea conserva su valor beneficiando en igual medida a ambos.
La idea es tan buena, su aplicación tan sencilla y la claridad que brinda tan excepcional, que no me pude resistir hurtarla.
Cuenta James Altucher que durante una cena con Ryan Holiday (dos personajes a los que ciertamente envidio. De Altucher lo bien que escribe y de Holiday la cantidad de libros que lee) este último le preguntó si alguna vez envidiaba a otras personas. Altucher contestó que sí, que sentía envidia de determinadas cosas. A uno le envidiaba lo guapo que era, al otro el dinero que tenía, a este sus relaciones y así sucesivamente.
Yo también siento envidia de algunas cosas y de algunas personas. Hasta hace muy poco tiempo pensaba que era defecto mío y de unos pocos más. Lo cual me mortificaba bastante. Sin embargo, cuanto más conozco la naturaleza humana más comprendo que la envidia es un sentimiento universal.
Ahora bien, el hecho de que sea algo muy extendido entre los seres humanos no significa que no deba ser combatido con fiereza. Por mi parte, no estoy dispuesto a darle tregua alguna hasta que lo extinga por completo o lo reduzca a algo irrelevante.
Hasta ahora no ha sido muy notable el éxito de mi lucha, a menudo siento el aguijonazo de la envidia y los celos cuando veo a otros lograr cosas que me gustaría lograr a mi.
No me malinterpretes; aunque la envidia me produce un sentimiento muy molesto, jamás he llegado a realizar ni la más mínima acción para impedir que alguien alcance sus aspiraciones. Es más, cuando puedo siempre echo una mano. Mi malestar permanece bien atado en el fondo de mi alma sin hacer daño a nadie más que a mi.
Los celos y la envidia nacen de una mentalidad de escasez, de pensar que el amor y la prosperidad de otros evita que yo también pueda disfrutar de esas mismas bendiciones. Para dicha nuestra, en el mundo hay suficiente abundancia para todos nosotros, lo que tenemos que hacer es dedicarnos a cultivar nuestro jardín y dejar de compararlo con el de otros.
Ryan Holiday explicó al celoso Altucher:
Si envidias a alguien, no se puedes simplemente elegir una o dos cosas acerca de ellos. Debido a que es toda su historia la que les ha dado esa única cosa de la que sientes envidia. Imagina que puedes cambiar completamente de lugar con ellos. Y qué es para siempre. ¿Lo harías?
Todos los seres humanos vamos por el mundo llevando nuestra carga, peleando nuestras propias batallas. Este que es tan famoso y tan guapo, resulta que siente envidia de aquellos que pueden pasear con la tranquilidad que brinda el anonimato. Aquella que tiene empresas tan exitosas, tiene un hogar destruido por su constante ausencia. Este otro, rodeado de tantos amigos y siempre de fiesta, no ha podido encontrar el verdadero amor y se siente muy solo.
Lo que resulta injusto con nosotros mismos es compararnos y mortificarnos por la fortuna y satisfacciones de los demás sin tener en cuenta la imagen completa. Con seguridad que hay cosas que funcionan en nuestra vida y que no estamos dispuestos a cambiarlas.
Al igual que James Altucher, no cambiaría mi vida, completa, por la de las personas a quien les pueda envidiar alguna cosa en particular.
Pero como dicen en las teleofertas, “¡espere, hay más!”, los beneficios de esta idea no paran aquí.
Los que somos padres también tenemos la mala maña de andar comparando a nuestros hijos con los demás, deseando para ellos las habilidades y cualidades personales que favorecen a otros niños.
¡Ojalá pintara tan bien como Sultanita! ¡¿Por qué no puede sacar las notas de Fulanito?! ¡Es que es tan torpe en los deportes, en cambio Manolito es un máquina!...
Aquí la cosa resultó más fácil y mucho más contundente. Si, como todo padre quisiera que mi hija sobresaliera en todo, que sus dones fueran abundantes. Sin embargo, ningún talento, ninguna cualidad me haría cambiar a mi pequeña princesa por otra.
El ejercicio propuesto por Ryan Holiday no busca que menospreciemos o tratemos con desdén la buenaventura de los demás ¡Celebrémoslo! (aunque nos cueste y lo hagamos con la boca chiquita). De lo que se trata es de apreciar las flores que hay en nuestro jardín.
Gratitud, gratitud y más gratitud. Esa es la cuestión.
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"El propósito de la meditación es hacer que nuestra mente esté tranquila y apacible. Si nuestra mente está en paz, vamos a estar libres de preocupaciones, por lo que vamos a experimentar verdadera felicidad. Pero si nuestra mente no está en paz, vamos a encontrar que es muy difícil ser feliz, incluso si estamos viviendo en las mejores condiciones" —Kelsang Gyatso
Una de las madres contaba que, con solo pensar que alguien entra a su casa a robar, se altera tanto que se le pone la piel de gallina. Algo que pudimos constatar todos los allí presentes.
Esta conversación me hizo recordar un experimento que realizó el doctor en psicología, Richard Davidson; una de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time. El doctor Davidson es un veterano practicante de la meditación, lo hace desde hace décadas. Cuando comenzó con la práctica, en los círculos académicos y científicos meditar era mirado con recelo y desdén; no gozaba del respeto y la aceptación que goza hoy.
Davidson reunió en su laboratorio a dos grupos de personas, uno estaba compuesto por meditadores que llevaban bastante tiempo practicando y el otro lo conformaban personas no practicantes.
El experimento estaba diseñado para estudiar la respuesta del cerebro al dolor. A ambos grupos se les causó un poco de dolor mediante la aplicación de calor (lo suficiente fuerte para que resultara incómodo, pero muy controlado para no causar heridas). Segundos antes del castigo, sonaba una alarma que les permitía a los participantes saber cuando iba a ocurrir la descarga.
Resulta que las respuestas de los dos grupos, antes, durante y después de aplicado el calor fueron muy distintas. En los no meditadores su cerebro registró una gran actividad en el momento que escuchaban la señal, luego aumentaba un poco más cuando en realidad era aplicado el dolor y continuaba muy activo tiempo después de que había pasado.
En los meditadores cuando sonó la alarma su cerebro registró poca actividad. En el momento de experimentar el dolor se producía una gran respuesta (mayor que en el otro grupo) y, luego, pasado el asunto la actividad del cerebro se reducía con rapidez a niveles normales.
Es muy común entre los seres humanos preocuparnos en exceso y de manera anticipada por eventos futuros; incluso sin que exista una probabilidad alta de ocurrencia (como un robo, por ejemplo).
Prever no es malo si ello te lleva a tomar medidas para conjurar un riesgo potencialmente ruinoso. Sin embargo, una vez realizadas las acciones adecuadas es inútil continuar preocupándose.
También somos propensos a que después de algún episodio negativo (como una discusión o un contratiempo inesperado), quedemos enganchados a ese evento dándole vueltas y vueltas y, así, permanecemos de manera innecesaria en un estado emocional negativo.
Estos comportamientos fueron los que demostró el experimento del doctor Davidson. Antes de sufrir dolor alguno el cerebro de los no meditadores mostró una gran agitación: en cuanto escucharon la alarma empezaron a sufrir. Y después de ello tardaron mucho más tiempo que el grupo meditador en volver a la normalidad.
Por el contrario, los meditadores mostraron poca alteración anticipada y, de manera acelerada, una vez pasado el doloroso momento retornaban a un estado mental sereno. Es decir, tuvieron una respuesta más adecuada a la prueba.
Una de las consecuencias de meditar con regularidad es que fortalecemos el área del cerebro encargada de lidiar con el presente, y también atenúa la actividad donde se origina la vocecita que se preocupa por el pasado y el futuro.
Nuestra mente tiene la mala costumbre de viajar en el tiempo preocupándose de manera innecesaria por eventos futuros, o sufriendo por cosas del pasado sobre las que nada se puede hacer. Esto es uno de los mayores saboteadores de nuestra felicidad.
Por ejemplo, nos ha ocurrido muchas veces que, el domingo por la tarde o durante los últimos días de vacaciones, empezamos a ponernos melancólicos anticipando el fin de los días de diversión. En lugar de estar enfocados en el ahora, consumiendo hasta la última gota de dicha, estropeamos nuestra propia felicidad sufriendo por lo que no tiene solución: todas las vacaciones se acaban, y el lunes siempre llega después del domingo.
O, discutes con tu pareja y en lugar de dejar atrás la discusión, te quedas evocando la escena una y otra vez en un espiral sin salida que no hace más que aumentar la frustración. Lo peor de todo es que tu cerebro no se queda con el evento analizándolo y buscándole posibles soluciones. Se dedica es a repartir culpas y a encontrar razones por las cuales tienes el derecho de estar enfadado.
Desde hace algunos años practico la meditación y soy testigo de primera mano de sus enormes beneficios. Aprender a controlar nuestra atención es una de las mejores cosas (sino la mejor) que podemos hacer en nuestra vida.
Nuestra felicidad se halla en el presente; el pasado y el futuro son momentos sobre los cuales tenemos poca o ninguna influencia. No malgastemos nuestra vida en ellos, vivamos ahora, vivamos felices.
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"Quiero estar en el ruedo. Quiero ser valiente con mi vida. Y cuando tomamos la decisión de arriesgarnos en gran medida, nos apuntamos para que nos pateen el trasero. Podemos elegir coraje o podemos elegir comodidad, pero no podemos tener ambas cosas. No al mismo tiempo" —Brené Brown
A pesar de mi consistencia mi nivel como corredor ha sido más bien discreto. Durante mucho tiempo estuve, para mi desilusión y asombro, sin progresar nada o casi nada. Por mucho que corría mis tiempos no mejoraban.
Fue hasta hace muy poco, cuando empecé a entrenar en serio preparándome para el maratón, cuando empecé a notar mejoras importantes.
Hoy puedo correr, sin forzar mucho la máquina, al ritmo que hasta hace unos meses era el tope de mi velocidad. Me resulta grato verme sorprendido cuando, haciendo el mismo recorrido de siempre y sin apretar mucho, el cronómetro marca un tiempo que antes me hubiera costado un pulmón hacer.
Resulta que nuestro cuerpo es una exquisita maquinaria programada para economizar combustible: utiliza la menor cantidad de calorías posibles, jamás derrocha. Si consideramos que en la naturaleza (en la sabana africana de donde venimos) obtener las calorías necesarias para sobrevivir es trabajo duro, es apenas lógico que nuestro cuerpo sea tan ahorrador: madre naturaleza nos ha programado para ser avaros en cuanto a esfuerzos innecesarios.
Gracias a nuestra preferencia por ahorrar calorías, cuando hacemos ejercicio tendemos a hacerlo de un modo que no nos resulte muy exigente. La mayoría de los corredores aficionados, casi sin darse cuenta, entrena a un ritmo que le resulta cómodo y no se exige demasiado. Debido a eso, aunque se corra con regularidad, no se producen mejoras en nuestro nivel de forma.
Lo que ocurre con los corredores es lo mismo que le ocurriría a alguien que entrena con pesas y que deja de incrementar la carga en sus rutinas. Si en todos sus entrenos levanta el mismo peso, se estanca y deja de progresar. El músculo crece como respuesta adaptativa al incremento progresivo del peso con el que trabaja, si se deja de forzar, para de crecer.
El progreso no es automático, tiene que ser deliberado. No basta con realizar una actividad una y otra vez para convertirnos en expertos o en súper atletas. Si fuera así, aquellos que llevamos muchos años conduciendo podríamos competir en la Fórmula Uno. Pero no podemos, para ser pilotos de carreras se necesita conducir de un modo muy distinto a como lo hacemos cuando vamos al trabajo, distraídos conversando u oyendo las noticias.
El progreso se produce cuando prestamos total atención a lo que hacemos y nos exigimos un poco más. Cuando nos empujamos a ir más allá de nuestro actual nivel de competencia y salimos de nuestra zona de confort (algunas sugerencias sobre como salir de esta zona aquí).
La Zona de Confort es el estado psicológico en el cual nos encontramos relajados y operamos con bajos niveles de estrés y ansiedad. En la zona de confort podemos alcanzar nuestro nivel de desempeño habitual con facilidad.
A todos nos gusta la zona de confort, cuando alcanzamos un nivel de competencia suficiente para ejecutar las tareas con eficiencia, nos acomodamos y dejamos de esforzarnos por mejorar, por expandir nuestras capacidades.
Dejar de esforzarnos por mejorar y cogerla con calma nos pasa en el campo profesional, como deportistas y también pasa en nuestras relaciones íntimas: tendemos a caer en la comodidad de la rutina y dejamos de esforzarnos.
Y esto es lo que distingue a los súper-clase, a los sobresalientes del resto de la manada: no se acomodan y continúan SIEMPRE esforzándose por mejorar. Los japoneses denominan al deseo de mejorar continuamente Kaizen, el cual es un concepto que se utiliza en muchas de sus empresas y que ha sido el responsable del éxito que han tenido compañías como Toyota.
“Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy” es la forma como explicaríamos el concepto de Kaizen. Si queremos sobresalir y alcanzar la excelencia debemos esforzarnos por mejorar todos los días un poco. Prestar atención hasta el más mínimo detalle susceptible de mejora.
Pequeñas mejoras continuas, día tras día, con el tiempo se acumulan y terminan haciendo una enorme diferencia. La excelencia no da saltos, se gana paso a paso; centímetro a centímetro.
Salir de la zona de confort es física y psicológicamente doloroso: no es territorio para débiles de espíritu. Se requiere una férrea voluntad y disciplina. En el caso de los deportistas hablamos de entrenamientos agotadores y en muchas ocasiones dolorosos: pagan con sangre su derecho a brillar.
Los profesionales de otras áreas deben soportar otro tipo de incomodidad, la psicológica, que para nada es menos severa. Quien se lanza a crear un negocio debe soportar la incomodidad que produce caminar entre incertidumbre y ambigüedad (gran artículo sobre el tema aquí), algo que a nuestro cerebro, siempre anhelante de certezas, le desagrada en extremo.
El artista que quiere innovar debe estar dispuesto a soportar la humillación de los críticos que no entienden su propuesta de vanguardia. La crítica duele. El estudiante que quiere alcanzar la excelencia debe renunciar a muchas cosas que otros jóvenes menos ambiciosos no están dispuestos a abandonar, en muchos casos debe soportar el aislamiento y la burla.
Como lo dije atrás, abandonar la comodidad no es fácil, el riesgo de fracaso, humillación y dolor estará siempre presente. Pero también las recompensas de aventurarse por terreno desconocido pueden ser enormes. Además, una vida sin riesgo, sin aventura ni exigencia ¿merece llamarse vida?
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"Las personas que no cometen errores carecen de audacia y espíritu de aventura. Ellos son los frenos sobre las ruedas del progreso" —Dale Turner
Hay cinco áreas en la vida de todos nosotros que si las mejoramos, mejoraremos los resultados que obtenemos en todas las demás. Ya sea que quieras ser un mejor profesional, estudiante, padre, compañero… Trabajar sobre estas cinco áreas te ayudará a conseguirlo.
Salud
Mente y cuerpo tienen una relación bidireccional. Si la mente está bien: si tienes una visión del mundo positiva y eres optimista, y además controlas el estrés, tu cuerpo lo notará. Tu sistema inmunitario se fortalece y gozarás de niveles de energía más altos.
El beneficio de tener un cuerpo en forma no sólo es estar saludable, también te ayuda a tener una mente más creativa, más perspicaz. Nuestro estado de ánimo es mejor y por lo tanto las relaciones con familiares, amigos y compañeros se benefician.
Los deportistas que de veras están comprometidos con su carrera son meticulosos con el cuidado de su cuerpo. Duermen bien (mucho), consumen alimentos saludables y entrenan con regularidad; estos son los pilares de la buena salud. Un profesional que quiera rendir al máximo (abogado, economista, escritor… ), TIENE QUE TENER EL MISMO CUIDADO CON SU CUERPO, pues el funcionamiento de su mente está muy influido por la salud de este.
Concentración
Llegas a tu escritorio sabiendo exactamente qué es lo que tienes que hacer. Quieres hacer lo difícil, lo que sabes que hará tu día exitoso. Sin embargo, antes de empezar decides echarle un vistazo a Facebook, o a esos artículos que parecen tan interesantes, o quizá a los diarios deportivos. Cuando te das cuenta han pasado dos horas y no has empezado.
La capacidad para concentrarse en las cosas importantes es una característica de TODOS aquellos que tienen un desempeño superior. Quieres aprender mejor: aprende a concentrarte mientras estudias. Quieres ser más productivo: concentrate en una sola cosa. Quieres adquirir nuevas habilidades… concéntrate. No se puede ser productivo mientras se está distraído con múltiples aparatos electrónicos. Punto.
Audacia
Cuántas veces hemos tenido ideas, ideas maravillosas que sabemos que nos ayudarán avanzar. Sin embargo, cuando la emoción inicial baja un poco, y empezamos a pensar, empezamos también a encontrarles fallos, a encontrar razones por las cuales no funcionarán.
El miedo es el peor enemigo de nuestros sueños de grandeza. Destroza nuestras iniciativas antes de ponerlas en marcha siquiera.
Muchas veces lo que nos detiene no son miedos objetivos; es decir, una probabilidad real de ruina o daño físico. Lo que nos detiene son miedos subjetivos, el temor de hacer el ridículo, el miedo a que otros descubran que no somos tan exitosos como nuestra forma de hablar y caminar pretenden reflejar.
El peor fallo es ni siquiera darle una oportunidad a tus ideas porque esperas el momento ideal o porque tienes miedo. Por el contrario, quienes logran importantes victorias personales son quienes, con un espíritu aventurero, se embarcan en proyectos de resultado incierto, pero con potencial de recompensas espléndidas.
Alegría
Todos podemos decidir ser más felices sin importar cuales sean nuestras circunstancias externas. Es nuestra decisión apreciar las bendiciones que ya existen en nuestra vida o renegar con amargura de todo aquello que no funciona o que nos falta.
Un estado de ánimo optimista y gozoso nos permite conectar con facilidad con otras personas, nos hace más creativos, enérgicos. Atraemos más oportunidades; las personas muestran entusiasmo por ayudarnos.
No son los hechos externos los que determinan la calidad de nuestra experiencia vital, es la interpretación que damos a ellos.
El control de la conciencia —afirma Mihaly Csikszentmihalyi— determina la calidad de vida...
De todas las virtudes que podemos aprender ningún rasgo es más útil, más esencial para la supervivencia, y con más probabilidades de mejorar la calidad de vida que la capacidad de transformar la adversidad en un reto emocionante.
Amabilidad
Warren Buffett afirma que sin importar tu nivel de riqueza y de éxito profesional, si al final de tus días no eres querido por las personas más cercanas: familiares y amigos, tu vida fue un fracaso.
Nuestra felicidad depende de la calidad de las relaciones que tengamos. Una persona desdeñosa, cruel o apática lo tendrá complicado para cultivar relaciones significativas. Por el contrario, la amabilidad es el camino hacia el corazón de los demás. “Las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir”, afirmó Maya Angelou. Si las haces sentir bien, jamás te olvidarán.
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"No es cuestión de ideas. Es cuestión de hacer que las ideas pasen" —Scott Belsky
Alquilar o comprar un local, adquirir inventarios, contratar personal, disponer de efectivo para cubrir los primeros meses de ventas lentas… Todos estos eran costos a los cuales se enfrentaba un ‘quiero-ser-emprendedor’. Dada su abultada cantidad, y lo enemigos que somos los seres humanos del riesgo, es normal que tan pocas personas encontraran atractiva la opción de emprender.
Una de las causas por las cuales muchas empresas nuevas fracasan es por la falta de experiencia de sus propietarios. Algo fácil de entender, pues como vimos atrás, con los elevados costos iniciales de cualquier iniciativa, era muy difícil que alguien que fracasara en el primer intento, pudiera usar esa experiencia adquirida, de forma dolorosa, en otra iniciativa. Después de inmolado en el altar empresarial, pocas ganas quedan de arrimarse otra vez a la candela.
No obstante, cuando uno repasa la vida de emprendedores exitosos, es común encontrar que estos empezaron el aprendizaje de lo que implica conducir un negocio, mucho antes de disfrutar de éxitos a gran escala.
Repartir periódicos, cortar prados, ventas de galletas, son historias comunes entre aquellos que luego fundaron empresas innovadoras y dominantes en sus mercados.
Resulta que para emprender con mayores probabilidades de éxito conviene, al igual que Liam Neeson, haber “adquirido un particular conjunto de habilidades” que resultan invaluables en cualquier iniciativa de negocios.
Saber vender, saber gestionar productos, contratistas, inventarios y, muy importante, ¡el flujo de caja! Son habilidades que mejoran las opciones de un emprendedor novicio.
Por fortuna, gracias a internet y a la aparición de nuevos modelos de negocios, ahora es mucho más fácil aprender a emprender... emprendiendo, sin que eso signifique enfrentarse a riesgo de quiebra masiva y catastrófica.
Hoy podemos empezar un negocio en internet con cero o muy baja inversión, y manejar dicho negocio como si fuera un juego de estrategia en el cual el principal objetivo es adquirir “un particular conjunto de habilidades”.
Veamos un ejemplo; puedes crear una página de internet (sin necesidad de saber programar) gratis en menos de una hora. Esa página la puedes usar para vender productos que otros producen (así no hay necesidad de invertir en inventarios).
Puedes hablar con algún fabricante de productos, el que sea o el que te interese, y ofrecerte a promocionar sus productos en tu página. Una vez empiecen a llegarte pedidos, se los comunicas al productor para que este se encargue de enviarlos a tu cliente.
Este ejercicio te permitirá aprender, a un bajo costo, cómo ofrecer productos en internet, cómo atraer clientes a tu página, cómo negociar, etc. etc. etc. La idea es que mediante ensayo y error, aunque no viene mal leer un par (de decenas) de libros, vas aprendiendo los trucos del buen emprendedor.
Con el tiempo, y con mayor confianza en tus habilidades, puedes ir atreviendote con iniciativas más grandes y más arriesgadas. Este es el camino que han recorrido numerosos emprendedores.
Rob Walling, quien gestiona tres empresas de software y conduce un exitoso podcast, empezó lanzando productos que cosecharon poco o ningún éxito. No obstante, eso le permitió aprender a posicionar páginas en los buscadores (SEO).
Con su nuevo conocimiento, y unos dólares extra, empezó a comprar negocios en internet con desempeño mediocre, y los revitalizaba gracias a sus habilidades de marketing. Eso le permitió obtener ingresos sustanciosos con los cuales financió inversiones en negocios mucho más grandes, como los que hoy le proveen un espléndido nivel de vida.
Sophia Amoruso, fundadora de Nasty Gal, empresa de ropa valorada en 100 millones de dólares, comenzó realizando ventas en eBay de prendas de ropa usada que compraba por unos pocos dólares.
Este ejercicio le permitió aprender a tomar fotos de sus productos que resultaran atractivas, también supo cómo escribir descripciones de las prendas que interesaran y alentaran a los clientes a comprar.
Después de ello, Sophia se sintió con la fuerza suficiente para abandonar eBay y crear su propia tienda de ropa online, que hoy vale (muchos) millones.
En ninguna otra época de la historia ha sido tan fácil crear un negocio con poca inversión. Empezar poco a poco a adquirir tu “conjunto de habilidades” es la mejor manera de volverte tan hábil en los negocios como es Liam Neeson de implacable con los criminales.
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"En el futuro, la gran división será entre aquellos... que pueden adquirir habilidades y han disciplinado sus mentes y los que están irrevocablemente distraídos por todos los medios de comunicación a su alrededor y que no pueden concentrarse lo suficiente para aprender"
—Robert Greene
En 1908, en la que fue descrita por los periódicos como “La carrera más grandiosa del siglo”, Johnny Hayes ganó la maratón olímpica con un tiempo de 2 horas y 55 minutos. En 2014 Dennis Kimetto de Etiopía corrió la Maratón de Berlín en 2 horas 2 minutos, estableciendo un nuevo récord mundial que es casi un 30% más rápido que el establecido por Hayes hace un poco más de 100 años.
Las proezas no son solo físicas, también mentales. En 1973 el canadiense David Spencer había memorizado más dígitos del número PI que nadie en el mundo (511). Hoy el récord lo tiene Rajveer Meena de India, quien ha memorizado los primeros ¡70.000 dígitos de PI!
Aún no conocemos cuales son los límites de la capacidad humana, con seguridad los continuos avances de la ciencia y los métodos de entrenamiento seguirán expandiendo las fronteras de nuestras habilidades más allá de lo que hoy es posible.
Lo que sí conocemos es que la maestría, el alto desempeño, está regido por tres leyes, quienes quieran alcanzarla deben conocerlas:
- Mentalidad. Para poder mejorar y convertirnos en expertos debemos creer que es posible crecer. Aún hoy persiste entre muchas personas la creencia de que nuestras capacidades están determinadas por la genética. O naciste con el don o sin él. Por el contrario, las personas que entienden que sus capacidades se expanden en función de la práctica realizada son quienes más motivadas están a realizar el esfuerzo requerido. Si piensas que no puedes mejorar ni siquiera lo intentas, ¿qué sentido tiene?
- Dolor. Tim Grover, el entrenador personal de leyendas como Michael Jordan, Kobe Bryant y Dwyane Wade con solo tres días de entrenamiento sabe quien cuenta con el carácter suficiente para convertirse en una superestrella. Después del primer día de entrenamiento, al despertarse, sus clientes sienten dolores en músculos que ni siquiera sabían que existían. Sin embargo, como han trabajado sólo el tren superior y el segundo día trabajan el tren inferior, la mayoría son capaces de entrenar al endemoniado ritmo que exige Grover. Aquellos que son capaces de entrenar durante el tercer día, cuando les duele cada centímetro de su cuerpo, sin quejarse ni pedir un día de descanso, son lo que, según el implacable entrenador, tienen lo necesario. Aquellos que alcanzan la maestría en el campo artístico o en el intelectual, aunque no tienen que soportar dolor físico si soportan el emocional. Las intensas horas de prácticas escribiendo, pintando o investigando no suelen ser divertidas, son extenuantes. Solo los que una y otra vez están dispuestos a abandonar su zona de confort son lo que continúan creciendo.
- Asíntota. Asíntota es una línea que se acerca a otra pero que nunca la llega a interceptar, siempre existirá una brecha entre ellas. La excelencia es asintótica, nos podemos acercar, pero siempre habrá margen de mejora, la brecha nunca dejará de existir.
Resumiendo, para alcanzar la experticia/maestría/excelencia debes creer que es posible, de lo contrario ni siquiera lo intentarías. Luego, debes estar dispuesto a realizar sacrificios significativos (nada de valor es gratis en la vida) y, por último, debes saber que jamás llegarás a un lugar en el cual no haya espacio para la mejora: siempre es posible.
Por fortuna, alcanzar un desempeño superior tiene enormes beneficios, no sólo los económicos que se derivan de ser un súper clase. Cuando luchamos por mejorar, cuando nos imponemos desafíos y nos esforzamos por superarlos, nuestro carácter se fortalece, creamos personalidades más profundas, más expansivas. Nos convertimos en seres más capaces.
Me gustaría, para finalizar, dejarlos con las palabras de Mihaly Csikszentmihalyi:
Una persona que se ha entregado a trabajar en los objetivos que deliberadamente ha elegido, no puede sino convertirse en un ser más complejo. Al expandir sus habilidades, al esforzarse hacia retos mayores, esa persona se convierte en un individuo cada vez más extraordinario.
Es la forma cómo elegimos lo que hacemos y cómo nos dedicamos a ello, lo que determinará si la suma de nuestros días se convierte en algo borroso y sin forma, o en algo parecido a una obra de arte.
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"La más grande aventura que puedes vivir es vivir la vida de tus sueños" —Oprah Winfrey
Primero, porque el camino para llegar a ser un experto, para sobresalir y cosechar todos los beneficios que eso conlleva, es largo y engorroso. Si no arde en nuestro pecho esa llama que nos motiva y nos empuja a seguir luchando cuando las cosas se ponen difíciles, es poco probable que conozcamos la victoria.
Gracias a las investigaciones de Carol Dweck y Anders Ericsson, dos de los más reconocidos expertos mundiales en la investigación de los factores que conducen al alto desempeño, sabemos que no es el factor genético (dones innatos) el que conduce a un rendimiento sobresaliente sino la mentalidad y las horas de práctica.
Todos podemos aprender cualquier disciplina y alcanzar un nivel de competencia superior. Sin embargo, el camino hacia la maestría no es fácil, si lo fuera, el mundo estaría lleno de verdaderos expertos (algo deseable) y no de pseudoexpertos (algo insufrible).
Nuestro conocimiento/habilidad/competencia crece cuando intentamos hacer cosas más allá de nuestras capacidades actuales, más allá de nuestra zona de confort. Eso casi nunca resulta divertido, es duro, y en ocasiones, como en el caso de algunos deportistas, significa lidiar con el dolor. Sin sentir verdadera pasión por lo que hacemos es fácil renunciar o dejar de crecer cuando las cosas son agotadoras.
La segunda razón por la cual considero que es importante encontrar/cultivar tu pasión, y viene al hilo de la anterior, es que teniendo la oportunidad de escoger ¿qué sentido tiene dedicarnos a algo que no nos entusiasma?
Existen muchas personas que, aunque son buenas haciendo lo que hacen, no sienten emoción por ello; se aburren. Dado que el trabajo consume una tercera parte de nuestros días y por lo tanto una tercera parte de nuestras vidas ¿por qué dedicarlo a algo que nos aburre? Es difícil tener una vida de veras satisfactoria si un tercio de ella lo dedicamos a una actividad que no significa nada para nosotros.
Cada uno de nosotros tiene intereses distintos, lo que despierta la curiosidad en unos no es lo mismo que la despierta en otros. Yo siento pasión por todo aquello que nos permite ser la mejor versión de nosotros mismo, lo que nos lleva a la excelencia tanto física como mental y espiritual. Y, aunque siento mucha simpatía por otras causas, combatir la pobreza, aliviar el sufrimiento de los animales y otras tantas. Entiendo que no puedo participar en todas. Así que mejor me concentro en aquellas cosas que más me apasionan.
Ahora bien, hallar lo que nos apasiona no basta. Para ganarnos la vida nuestra pasión debe ayudar a resolver alguno o algunos de los múltiples problemas que enfrentan las personas. Entre mayor sea el número de personas que tienen el problema que nuestra pasión ayuda a resolver, más espléndidos pueden ser los ingresos que obtengamos. Los problemas de la humanidad son las más grandes oportunidades de negocio.
Sin embargo, resulta que encontrar aquello que nos apasiona y que ofrece la posibilidad de vivir de ello para muchos, y yo me incluyo en este grupo, no resulta una elección obvia. A algunos de nosotros nos toca probar varias rutas antes de hallar el camino correcto.
Entonces, ¿cómo podemos hallar nuestra pasión? Aquí hay algunas sugerencias, tómate algún tiempo para reflexionar sobre lo siguiente:
- Puedes preguntarte que te gustaba hacer de niño. Si no te acuerdas muy bien, pregunta a tus padres y familiares que era lo que más disfrutabas cuando eras pequeño.
- Si ganaras 1.000 millones de dólares ¿qué harías el resto de tu vida? (Me refiero a lo que harías después de organizar una mega fiesta).
- ¿Que te produce curiosidad? Cuando algo me interesa dedico mucho tiempo a leer y aprender sobre el tema. Por ejemplo, cuando empecé con mi proceso de adelgazamiento, leía todo cuanto me encontraba sobre ejercicio y nutrición. Puedo afirmar que aprendí inglés motivado por mi deseo de aprender. En español no encontraba toda la información que quería, así que no me quedó más remedio que ¡por fin! aprender el idioma con el que llevaba tanto tiempo batallando.
Con las respuestas de las tres actividades anteriores haz una lista, no te reprimas, anota todo lo que se te ocurra. Si te salen 15, 20 o 25 cosas, no importa, luego iremos filtrando.
Mira en la lista y busca patrones o temas que tengan cosas en común. El ejercicio aquí es simple, si puedes encontrar puntos donde varias de las cosas que despiertan tu curiosidad confluyen, eso significa que te estás acercando.
Scott Adams el creador de la famosa tira cómica Dilbert atribuye su éxito a la combinación de habilidades:
Soy un ejemplo perfecto de los beneficios de explotar múltiples mediocres habilidades... Repasemos el conjunto de mis habilidades: mis capacidades artísticas son pobres; soy bueno, pero no grandioso escribiendo, tengo conocimientos mediocres de negocios y un conocimiento superficial de Internet. Y tengo un buen, pero no excelente sentido del humor. Soy como una gran sopa mediocre. Ninguna de mis habilidades son de clase mundial, pero cuando se combinan mis mediocres habilidades, se convierten en una poderosa fuerza de mercado.
De nuevo, agarra papel y lápiz y haz una lista con los problemas que te gustaría ver resueltos. Ahora busca lugares donde tu pasión se cruce con los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.
Ahora ya lo tienes. Ponte en marcha y salva el mundo. Como le corresponde a las personas geniales como tu.
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pablo a. arango
Lector. Escritor. Coach. Emprendedor.
Las Notas del Aprendiz está dedicado a ayudarte a comprender que significa vivir una gran vida y como puedes conseguirlo.
Mi misión: Inspirar y guiar la transformación de las personas. Contribuir para que sean su mejor versión y puedan vivir con mayor felicidad y satisfacción.
Espero disfrutes la conversación
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