Versión en video AQUÍ Versión audio AQUÍ Evolucionar nunca es fácil. Dejar de hacer algo a lo que estamos acostumbrados y que nos brinda alguna satisfacción; y empezar a hacer otra cosa que entendemos que es mejor, ya sea para nuestro crecimiento espiritual, o la mejora de nuestra salud o de nuestra educación, siempre se encontrará con obstinada resistencia. No renunciamos con alegre disposición a las cosas que nos han acompañado durante mucho tiempo, y que de alguna manera disfrutamos. No es fácil decir que no a la comida poco saludable que hemos disfrutado durante tanto tiempo. Tampoco lo es dejar atrás la comodidad y calidez del sofá para irnos a martirizar como almas en pena corriendo por las calles. O renunciar al apático entretenimiento de las redes sociales y dedicarnos a un pasatiempo más creativo y, por lo tanto, más satisfactorio y vigoroso. Cada día enfrentaremos el desafío de hacer lo que es mejor, en contra de lo que es más fácil y cómodo. A nuestro cerebro le gusta la facilidad y la comodidad. Nos ofrecerá astutas “razones” por las cuales es oportuno, o está justificado, darnos un respiro y “solo por esta vez” no ir al gimnasio, ver tele en lugar de leer o zamparse ese enorme trozo de tarta. Yo, anoche mismo, caí. Me había prometido tener una semana ejemplar y comer muy saludable. No fue así. Terminé despachando una buena cantidad de pizza, agghh. Las tentaciones siempre van a aparecer, por ello es necesario establecer medidas preventivas que aumenten nuestras probabilidades de resistir. Cuando queramos emprender algo que es difícil: cambiar de hábitos, aprender un idioma o un instrumento; montar un negocio o perseguir nuestra vocación, es necesario tener claridad absoluta sobre las razones por las cuales queremos hacerlo. Si algo es realmente importante para nosotros, si hace parte de nuestros valores fundamentales, es más probable que perseveraremos en frente de las dificultades. Por ello, nuestros intentos de cambio, nuestros esfuerzos por mejorar, deben empezar por hallar razones sólidas. Cuando los motivos no son poderosos, o peor aún, cuando no son nuestros sino de nuestros padres, amigos, pareja o sociedad en general, es más fácil que nos demos por vencidos. El camino hacia una mejor versión de nosotros mismos, siempre es cuesta arriba, y cuando la cuesta se pone demasiado empinada, como casi siempre va a ocurrir, son nuestras razones las que evitarán que abandonemos la lucha. Así que antes de empezar, piensa muy bien porque quieres escribir ese libro, porque es importante perder esos 20 kilos, o montar ese negocio. Son tus razones las que te darán el coraje para persistir en la lucha por vivir la vida que siempre soñaste. Por desarrollarte hasta tu estatura plena. Cada día, antes de empezar tu jornada, como un ritual, es conveniente que repases, ¡o mejor aún!, ¡que escribas de nuevo! las razones por las cuales te vas a enfrentar al desafío, de crear una nueva versión mejorada de ti mismo. Así empezarás tu jornada con espíritu fortalecido, con el mismo espíritu con el que san Jorge solía combatir a los dragones. Tus razones son la espada que cortará la cabeza a las excusas que están impidiendo tu progreso. ¿Te gustó? Recibe gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tú. Suscríbete AQUÍ
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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