Las patentes son una invención (relativamente moderna) que busca fomentar la innovación. La lógica subyacente es la siguiente: cuando una persona/institución que previamente ha invertido tiempo y dinero en investigación descubre algo novedoso, es permitida beneficiarse económicamente de manera monopolística de aquello que descubrió/inventó. La posibilidad de obtener importantes rentas económicas motivará a otros agentes para que se decidan a investigar también. Es decir, si una persona se hace rica debido a la investigación realizada, otras personas se verán atraídas por la posibilidad de riqueza y estarán dispuestas a investigar también. Para evitar que las investigaciones se filtren, muchas empresas manejan sus laboratorios bajo el más absoluto secreto. Una filtración puede permitir que alguien más copie la idea antes de ser patentada, provocando que se esfumen las posibilidades de beneficios económicos. La ironía de este comportamiento es que el secretismo y el ambiente cerrado en donde se produce la investigación hace más difícil innovar. Las ideas prosperan más fácilmente cuando pueden recibir el aporte de muchas personas. Los entornos cerrados restringen de manera severa el número de mentes disponibles para resolver un problema. Algunas empresas que se han beneficiado de manera importante de la innovación a puerta cerrada (IBM, P&G, Nike… ) han empezado a abrirse un poco más y están adoptando un modelo más abierto, compartiendo sus patentes con universidades, socios, proveedores entre otros. Este tipo de dilema no es de ninguna manera nuevo, en el libro Las buenas ideas: Una historia natural de la innovación encontramos la interesante historia de las disputa entre Isaac McPherson y Oliver Evans. En 1813, el propietario de un molino en Boston, Isaac McPherson, se encontraba en medio de una larga y frustrante disputa de patentes con un inventor residente en Filadelfia llamado Oliver Evans, que había patentado un molino automatizado hacía varios años. El talento de Evans como ingeniero fue igualado solamente por su belicosidad en los tribunales. Era famoso por hacer cumplir agresivamente sus patentes, y fue uno de los primeros en explotar los nuevos poderes restrictivos del sistema federal de patentes después de su creación en 1790. La originalidad del invento patentado de Evans era muy discutible; el sistema de molino harinero se basó en elevadores de vasijas, cintas transportadoras, y tornillos arquimedianos - todas eran innovaciones que claramente habían sido de dominio público durante mucho tiempo. Cuando Evans demandó McPherson por violar sus patentes, el industrial de Boston decidió comunicarse con el primer comisionado de patentes de los Estados Unidos, un ex político e inventor también, que para esa época vivía en una zona rural de Virginia. Y así, en el verano de 1813, McPherson escribió una carta a Thomas Jefferson, preguntando por su interpretación de la reivindicación de Oliver Evans. Jefferson respondió el 13 de agosto. Al leer su carta ahora, uno no puede dejar de sorprenderse por la amplitud de la inteligencia de Jefferson. Su enfoque se concentra en intensos detalles técnicos de la invención de Evans, y luego se amplía hasta la prehistoria. ("El tornillo de Arquímedes es al menos tan antiguo como el año en que el matemático murió, hace más de 2.000 años). Revisó la legislación pertinente con el ojo avizor de un jurista, opinando sobre las secciones que él piensa que son fundamentalmente defectuosas. Pero los pasajes más conmovedores surgen cuando Jefferson se pone filosófico sobre la naturaleza de las ideas en sí mismas: Existen muy buenas razones para proteger la propiedad intelectual. Sin embargo, debemos ser conscientes que tiene un costo.
4 Comentarios
5/3/2015 02:23:11 am
¡Simplemente genial!
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Pablo
5/3/2015 03:05:37 am
A mi también me encantó la frase. Gracias por la visita
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5/3/2015 03:25:09 pm
Todo esfuerzo de personas, recursos, tiempo, financiación, ilusión, etc., para llegar a obtener algo útil a la humanidad, debe ser tenido en cuenta y estimulado socialmente, mediante su valoración respecto a su beneficio social y en su caso hacer partícipe, de su propiedad a la sociedad, cuando la necesidad de ello, sea prioritaria y en algunos casos acuciante (caso de ciertos fámacos), pero siempre teniendo en cuenta el esfuerzo y tiempo empleado en alcanzar lo que hace útil a la sociedad .
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Pablo
6/3/2015 06:44:50 am
Muchas gracias Francisco por tu comentario y tu visita. Me ha resultado muy interesante.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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