Quiero poder mirar atrás y decir: 'Hice todo lo que pude, y triunfé'. No quiero mirar atrás y decir: 'Debería haber hecho esto o aquello' —Michael Phelps
Explicar sus triunfos como consecuencia de su talento natural, genialidad, buena suerte, o cualquier otra misteriosa razón, pienso que es faltar al respeto.
Cuando nos adentramos un poco más en la vida de las personas que han logrado triunfos extraordinarios, lo que encontramos es una ética de trabajo, una dedicación feroz a la conquista de sus objetivos. Son los mejores porque trabajan más que los demás. Como dijo Arnold Schwarzenegger: «No se triunfa andando con las manos en los bolsillos». Si, para llegar a ser el mejor de todos los tiempos quizá es necesario contar con buena suerte y una buena genética. Pero para alcanzar la excelencia personal, para llegar a ser lo mejor que podemos ser dadas las cartas que nos tocó jugar, no. Este fin de semana vi un fragmento de una entrevista realizada a Michael Phelps, el atleta olímpico más condecorado de todos los tiempos. Me quedé atónito al escucharle decir que, preparándose para los juegos de Beijing 2008, estuvo cinco años entrenando TODOS LOS DÍAS. Nadó durante 1825 días seguidos; ni en Navidad, ni en Año Nuevo, ni en su cumpleaños, NI UN SOLO DÍA DE DESCANSO, nada, cero. Mi entrenador Bob (Bowman) y yo pensamos que si queríamos un resultado diferente, teníamos que hacer cosas diferentes, entonces nadé 365 días al año. En natación para recuperar un día perdido, necesitas dos, y mientras los otros trataban de ponerse al día por los descansos, yo continuaba progresando.
La mayoría de nosotros dependemos de si nos apetece o no hacer las cosas para ponernos en marcha. De si nos apetece estudiar, de si nos apetece ir al gimnasio, de si nos apetece saltarnos la dieta… Uno de los secretos de los grandes triunfadores es que hacen su trabajo incluso cuando no les apetece.
A veces me siento cansado y con dolores, no tengo ganas de hacer el trabajo, pero no dejo que esos pensamientos se interpongan y sigo trabajando para lograr mis objetivos.
A estas alturas, en lo único que estoy comprometido a ser el mejor de las historia, es en ser el padre de Mariana (algo que nadie más está en condiciones de disputarme).
Sin embargo, la historia de Phelps me hace sentir un poco avergonzado de la tibieza con la que persigo algunos de mis objetivos. No tengo ninguna duda de que aún puedo hacerlo mucho mejor en muchos aspectos. De aquí en adelante, casi como un mantra, cuando esté tentado a ‘cogerla con calma’ en alguno de mis objetivos prioritarios, me voy a repetir: «durante cinco años no se saltó ni un día de entrenamiento». Ya les contaré si funciona.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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