"Ninguna otra versión, por más perfecta que sea, se sentiría mejor que ser tu verdadero yo" —Edmond Mbiaka
El reloj señalaba mucho más allá de la media noche. El día había sido largo. Cansado conducía mi camioneta con muchas ganas de llegar a casa y dormir.
De repente, sin aviso previo, el motor se paró. Intenté ponerlo en marcha de nuevo pero fue inútil. —Está muerto—, pensé. —Ahora que diablos voy a hacer—. En aquella época vivía en una casa en las montañas a 30 minutos de la ciudad. Con lo tarde que era y lo lejos que me encontraba, la posibilidad de tener que amanecer dentro del coche, en medio de la nada, era bastante cercana. Pensé en pedirle a mi vecino que me viniera a ayudar, aunque me daba mucha vergüenza despertarlo a esa hora. Pero la opción de quedarme en medio de la carretera, presa fácil de delincuentes, me persuadió a llamarlo. —Ya voy— me dijo después de que le conté mi situación. Diez minutos después unas luces se acercaban, mi descanso fue enorme cuando vi que era su coche. —¿Que te pasó?— preguntó con amabilidad. —No lo sé, el motor se apagó. Se subió a la camioneta, giró la llave y la respuesta fue la misma. Es decir, ninguna. Luego abrió el capó y de inmediato vio que el cable de la batería estaba suelto. —¡¿Qué?! ¡¿Eso era todo?! Qué vergüenza Mario levantarte por esta tontería. A mi vecino le tomó menos de dos minutos descubrir y arreglar el problema que a mi me había parecido un misterio indescifrable. A mi me tomó varios años superar el bochorno de no haber sido capaz de solucionar algo tan estúpido. No era la primera vez que algo así me ocurría. Con seguridad, tampoco será la última. Yo, a diferencia de muchos de mis compañeros de género, entiendo muy poco de coches. Aunque lo de “muy poco” quizá es una exageración. “Nada” se acerca más a la realidad. Tampoco entiendo de cosas eléctricas, hidráulicas y, en general, de todas aquellas destrezas mecánicas que, se supone, debe poseer un hombre hecho y derecho. Cambiar bombillos lo cuento entre mis competencias. Cambiar enchufes, plafones, grifos, reparar inodoros… son cosas que exceden por mucho mis habilidades. Aunque admiro mucho a los habilidosos que son capaces de arreglar todas esas averías que suelen presentarse en cualquier momento. Y envidio el respeto y la admiración con que las mujeres miran a sus ‘machos-capaces-de-solucionarlo-todo’ después de que terminan un complicado arreglo. Reconozco que mi talento e interés por ese tipo cosas es nulo. No ocurre lo mismo con las ideas. Me resulta fascinante comprender todo tipo de conceptos abstractos: económicos, filosóficos, psicológicos, evolutivos… Una nueva idea me puede divertir por horas, incluso días. Los seres humanos tenemos áreas que nos resultan interesantes y otras que nos dejan fríos. Al parecer, madre naturaleza ha querido que sea así. Si a todos nos llamara la atención las mismas cosas, es posible que no hubiera surgido la división del trabajo. Fenómeno que ha sido en gran parte responsable del enorme progreso de nuestra especie. Implicaría un gran esfuerzo para cada individuo tener que fabricar, el mismo, todas las cosas necesarias para su supervivencia. Es mucho más eficiente producir y especializarse en un solo tipo de bien; por ejemplo, zapatos. Y luego intercambiar los excedentes por otros bienes: ropa, comida, herramientas, etc. Si me dedico a hacer muchas cosas, no me hago experto en ninguna. La especialización fomenta la maestría, y con ello, la eficiencia, la innovación y la reducción de costes. La división del trabajo es un acontecimiento que ha ocurrido en todas las culturas, en todas las regiones del planeta y en todas las épocas. Cuando algo es tan generalizado, podemos pensar que sus orígenes son biológicos o, para ser más precisos, genéticos. Así lo explica el gran biólogo Edward O. Wilson en su estupendísimo libro Consilience, la unidad del conocimiento: Las personas no solo seleccionan papeles adecuados a sus talentos y personalidades innatas. También orientan sus pasos hacia ambientes que recompensan sus inclinaciones hereditarias. Es asimismo probable que sus padres, que poseen características innatas similares, creen una atmósfera familiar que favorezca el desarrollo en la misma dirección… Por ejemplo, un niño con dotes musicales, que en casa recibe el apoyo de los adultos, puede empezar a tocar un instrumento en una época temprana de su vida y pasarse muchas horas practicando. Su compañero de clase, que, de modo innato y persistente, es impulsivo, agresivo y amante de las emociones, se siente atraído por los coches rápidos. El primer niño crece hasta convertirse en un músico profesional, el segundo (si consigue librarse de otros problemas) será un piloto de carreras con éxito.
Los seres humanos llegamos al mundo con configuraciones genéticas que hacen que nos interesen unas cosas más que otras.
Investigaciones realizadas en el campo de la psicología positiva señalan que, cuando trabajamos en áreas sobre las cuales nos sentimos naturalmente interesados, nuestra vida es mucho más satisfactoria. Apesar de ello, muchos seguimos rutas profesionales que nada tienen que ver con nuestras inclinaciones naturales. Dejando por fuera, de esta manera, la posibilidad de vivir con mayor dicha y satisfacción. Son varios los factores que conspiran para hacernos extraviar el camino: la búsqueda de seguridad, el ansia por amontonar propiedades, reconocimiento exterior, lujo y comodidad... Sin embargo, yo pienso que seguir nuestra vocación, perseguir aquello que despierta nuestro más profundo interés, no es algo a lo que debamos renunciar. Si así lo hacemos, renunciaremos también a ser lo que estamos destinados a ser: nosotros mismos. Es nuestra responsabilidad hacer todo lo que esté a nuestro alcance para honrar lo que somos. ¿Es fácil? De ninguna manera. Así opina el poeta norteamericano E.E. Cummings: Ser ‘nadie-más-sino-tú’ en un mundo que hace su mejor esfuerzo, día y noche, para convertirte en alguien diferente, significa luchar la batalla más difícil que cualquier ser humano puede luchar; y nunca dejar de luchar.
La pregunta es, ¿estamos dispuestos a luchar la monumental batalla? Yo me apunto.
¿Te gustó? Puedes suscribirte AQUÍ y recibir gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu.
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Tu privacidad está a salvo, tu correo no será compartido con nadie
pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
Archivos
Agosto 2022
|