«Reconocer el bien que ya tienes en tu vida es la base de toda abundancia» —Eckhart Tolle
«Pocos de nosotros vivimos en el presente. Estamos siempre anticipando lo que está por venir o recordando lo que se ha ido» —Louis L'Amour «Cuando te das cuenta de que no hace falta nada, el mundo entero te pertenece» —Lao Tzu
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Nuestra mente, la mente del ser humano, es una mente ávida e insaciable. Siempre quiere más. Mas bienes, mas reconocimiento, más aceptación, más seguidores, más “likes”, más sexo, vacaciones más exóticas. Las razones de esto son evolutivas y culturales. Al comienzo de la historia de nuestra especie, aquel que obtuviera más bienes, reconocimiento y poder, tenía más oportunidades de asegurar el bienestar de su descendencia. Hoy vivimos en condiciones diferentes, pero nuestra mente paleolítica se sigue comportando como si la escasez fuera la norma. No deja de anhelar más, ni siquiera cuando ya tiene más que suficiente. Nuestra cultura occidental, por su parte, que reverencia el consumo y el materialismo, es también responsable de esa insaciabilidad Nos bombardean a cada instante con publicidad que nos dice que todavía no tenemos todo lo que se necesita para ser “verdaderamente” felices. Que hasta que no tengamos tal o cual coche, no podrá haber dicha. O que nuestra alma sólo hallará paz y contento en esa idílica playa, o a bordo del lujoso súper crucero. Sin un vestuario amplio y moderno, jamás podremos disfrutar del cariño y la admiración de las personas a nuestro alrededor. El resultado es que siempre nos sentimos incompletos. Siempre estamos en ansiosa espera, deseando que por fin llegue eso que tanta falta nos hace. Y mientras esperamos… la vida se nos escapa. Por permanecer con la mirada fija en la ventana, aguardando el ingrediente que le falta a la receta, no apreciamos todo la abundancia que ya existe en nuestra vida.
Por fortuna, no tenemos que resignarnos a vivir con ese eterno vacío.
En nuestras manos está disfrutar de la vida en este instante, sin tener que esperar la llegada de ese gran evento que, se supone, lo va a cambiar todo. El cerebro del ser humano es un órgano muy maleable. Madre naturaleza lo hizo así para que se pueda adaptar a diferentes circunstancias. Si cultivamos un buen par de hábitos, estaremos sentando las bases para una felicidad más estable y duradera. Esos hábitos son, presencia y gratitud. Resulta que otra de las características de la mente del ser humano es que es errante. Nuestra atención tiende a no estar anclada en el presente, prefiere recordar y lamentarse por eventos que ya pasaron; y también le gusta preocuparse por el futuro; es decir, anhelando que lleguen cosas. Nosotros vivimos plenamente nuestra vida cuando prestamos total atención a lo que está pasando en el aquí y en el ahora. Si estamos en medio de una cena en compañía de personas queridas, y nuestra mente se ausenta y empieza a preocuparse por cuestiones de trabajo, no estamos disfrutando plenamente de la experiencia. Si mientras jugamos con nuestros hijos, nuestra mente se ausenta y empieza a fantasear con las próximas vacaciones, no estamos disfrutando plenamente de su compañía. Si mientras hacemos el amor, estamos pensando que aún no completamos la cuota de ventas de este mes, no estamos haciendo plenamente el amor. Si nuestro cuerpo está aquí, pero nuestra mente está en otro lugar, estamos viviendo a medias nuestra vida. Solo cuando cuerpo y mente están en el mismo lugar, cuando estamos presentes y atentos a lo que está ocurriendo, podemos decir que estamos viviendo plenamente. Una mente presente, es una mente que no está preocupada por lo que falta. Es una mente que no está deseando más. La presencia, entonces, es un antídoto contra las carencias. Además, estar atentos nos ayuda a percibir muchas de las maravillas que nos regala la vida y que pasamos por alto por andar distraídos. La agradable caricia de un rayo de sol primaveral, la fragancia de un rosal, una modesta y tranquila cena en compañía de nuestros seres más queridos. La sonrisa de un amable desconocido.
La gratitud es el otro gran hábito que nos ayuda a contrarrestar las tendencias anhelosas de la mente.
Cultivar gratitud nos permite ser conscientes de todas las grandes cosas que ya hay presentes en nuestra vida. Solemos no apreciar las bendiciones con las que contamos por andar preocupados por lo que esperamos. Y aquí va una propuesta para ti. Que tal si al despertarnos, antes de poner un pie sobre el suelo, nos ponemos en un estado de gratitud. Basta con que demos reconocimiento a algunas de las cosas bellas con las que contamos. Podemos sentirnos agradecidos por nuestra salud, por nuestra cama, por la belleza de la mañana, por nuestra familia… Agradezcamos también las cosas que en apariencia son insignificantes, pero que al final, son las pequeñas grandes maravillas que nos regala la vida. ¡Cuánto placer nos brinda una vaso de agua helado cuando el verano aprieta más! Esta es mi promesa: la gratitud transformará tu vida. El esfuerzo intencionado por poner de relieve las muchas cosas buenas que hay en nuestra vida, hará surgir en ti bellas emociones. Experimentarás una dicha tranquila que te hará disfrutar de tu vida como no lo has hecho antes. Presencia y gratitud, mi querido amigo. Vive el presente. Goza el ahora. Ama eternamente.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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