«El amor y la compasión son necesidades, no lujos. La humanidad no puede sobrevivir sin ello» —Dalai Lama
Versión en vídeo AQUÍ
En nuestro competitivo mundo, hablar de ser más compasivos puede ser visto con cierto recelo. Se supone que debemos ser competidores fieros, implacables. Ser demasiado compasivos se puede interpretar como ser demasiado blandos. Por fortuna, no es así, la compasión es buena para nuestro bienestar emocional, para nuestra salud, para nuestro bienestar profesional y para el mundo en general. Pero antes de seguir con las razones que justifican las audaces afirmaciones del párrafo anterior, definamos primero que es la compasión. Según el centro de investigación de la Universidad de Berkeley la compasión es: La respuesta emocional al percibir el sufrimiento de alguien que implica un auténtico deseo de ayudar a aliviar ese sufrimiento.
La compasión es un instinto biológico, diversas investigaciones encontraron que los niños y los chimpancés responden naturalmente de manera compasiva ante el sufrimiento de otras personas.
Es fácil imaginar porqué madre naturaleza nos hizo compasivos; la compasión brindó ventajas evolutivas a nuestros antepasados. El ser humano necesita formar parte y ser aceptado por un grupo para sobrevivir, no lo puede hacer por sí mismo. Esto continúa siendo cierto hoy, pero en el pasado era aún más imperioso. Un grupo en el cual abunda la amabilidad y la compasión, donde todos están dispuestos a ayudarse, será un grupo fuerte que estará mejor preparado para ayudar a sus integrantes a sobrevivir. Por el otro lado, un grupo en el cual predomina el individualismo, no va a ser un grupo muy unido y, por lo tanto, no será de mucha ayuda. Ser compasivos mejora nuestra salud general. Una investigación realizada por la doctora Barbara Fredrickson, encontró que las personas más compasivas presentaban menor inflamación celular. La inflamación celular está relacionada con una gran variedad de enfermedades, entre ellas, el cáncer. La compasión no solo hace a nuestro cuerpo más fuerte, también fortalece el alma. Los psicólogos saben desde hace tiempo que las personas que ayudan a otras personas son mucho más felices que aquellas que solo se esfuerzan por su bienestar personal. Un experimento realizado por el profesor de Harvard, Michael Norton, encontró que las personas que utilizaban su dinero para obsequiar a otros, disfrutaban de mayor bienestar emocional que aquellos que lo gastaban en sí mismos. Otra de las ventajas de la compasión es que nos ayuda ser más exitosos. Adam Grant, en su magnífico libro Dar y recibir: Por qué ayudar a los demás conduce al éxito, expone de manera convincente los beneficios de ser más compasivos. Centrarnos en nosotros mismos nos puede brindar algunas victorias en el corto plazo. Pero la vida es un juego que se juega en años, no en días. Ayudar a otros crea buenas vibraciones hacia nosotros. Las personas están más dispuestas a ayudar y a promover los intereses de alguien generoso y amable que los de alguien egoísta y aprovechado. Como si todo lo anterior fuera poco, la compasión es como las ondas en el agua, se expande hasta mucho más allá de su lugar de origen. Jonathan Haidt es uno de los psicólogos más influyentes de nuestra época. Sus investigaciones han encontrado que las personas que presencian actos de compasión, se siente a su vez empujados a comportarse de manera compasiva. Ya lo dice el viejo dicho: «Se el cambio que quieres ver». Si queremos ver un mundo más amable, debemos ser nosotros más amables. No podemos esperar a que sean otros los que cambien. Cambiar a otros no está en nuestras manos, cambiarnos a nosotros mismos, si.
«Vale, ya lo pillé. La compasión es muy beneficiosa, y entonces ¿cómo me puedo volver más compasivo?» —Me alegra que lo preguntes.
Entra la meditación. Tonglen es una práctica del budismo tibetano que nos ayuda a ser más compasivos. Estudios realizados por el Instituto Max Planck en Alemania encontraron que la meditación compasiva promueve cambios en nuestro comportamiento, nos hace más propensos a echar una mano cuando se nos necesita. El Tonglen es bastante sencillo, lo podemos practicar sentados en las acostumbradas posiciones de meditación o lo podemos hacer mientras realizamos nuestras actividades diarias. El tonglen consiste en visualizar que extraemos el sufrimiento de alguien mientras inspiramos y que cuando exhalamos, le enviamos alivio y felicidad. Cuando tomamos aire tomamos también el sufrimiento de otra persona, y cuando lo expulsamos enviamos también sanación y contento. Como lo dije antes, lo podemos hacer solos mientras meditamos o podemos practicarlo en el curso de nuestras actividades cotidianas. Todas las personas tenemos algo por lo cual sufrimos o con lo cual nos sentimos insatisfechos. Así que podemos escoger a cualquier persona que veamos por la calle e imaginarnos que retiramos su sufrimiento mientras inspiramos y que enviamos sanación cuando espiramos. El tonglen también lo podemos practicar hacia nosotros mismos. Podemos imaginarnos como absorbemos nuestro dolor y luego, al expulsar el aire, expulsamos también nuestro sufrimiento. Ya está, eso es todo. Esta es una práctica sencilla que realizada con consistencia produce cambios profundos en las personas. Nos mejoramos a nosotros mismos y de paso mejoramos el mundo. Ganamos todos. Besos y abrazos. Pablo
¿Te gustó? Recibe gratis artículos con ideas y consejos sobre cómo superarte y ser tu mejor tu. Suscríbete AQUÍ
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Tu privacidad está a salvo, tu correo no será compartido con nadie
pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
Archivos
Agosto 2022
|