"Las redes sociales han creado comportamientos celosos sobre ilusiones. Tristemente algunos envidian cosas, relaciones y estilos de vida que ni siquiera existen"
Hace casi quinientos años el extraordinario Michel de Montaigne escribió lo siguiente:
Me considero un hombre normal, excepto por el hecho de considerarme un hombre normal.
Con la gran agudeza que lo caracterizaba, Montaigne fue capaz de advertir una de las particularidades de los seres humanos: la mayoría nos consideramos mejores que la mayoría.
Pensamos que somos mejores conductores, más inteligentes, con mayores habilidades atléticas que el promedio. Y, muy importante, que tenemos una moral por encima de la media. Es decir, que hacemos más cosas buenas (y menos malas) que la mayoría de las personas. Así que cuando el sabio francés afirmaba que considerarse normal era algo extraordinario, estaba en lo cierto. Esta característica del cerebro humano, como todas las demás, está presente porque ofrece ventajas desde el punto de vista evolutivo. Para nuestros ancestros era vital la cooperación entre individuos. Un ser humano aislado tenía casi cero probabilidades de supervivencia. Debíamos vivir en grupos. Dada las duras condiciones en las cuales vivieron las antiguas comunidades de cazadores-recolectores, era muy importante que todos los miembros del grupo fueran capaces y competentes. Si nos consideramos, cada uno de nosotros, capaces y competentes, y así nos presentamos ante los demás, es más fácil establecer vínculos colaborativos con otras personas. En su estupendo libro Why Buddhism is True (Por qué el Budismo es cierto), Robert Wright afirma lo siguiente: Si alguien tiene metas claras y consistentes, pero siempre falla en alcanzarlas, o no contribuye mucho a los esfuerzos del grupo, o no cumple sus promesas, no contará con una gran cantidad de amigos y colaboradores. De modo que se esperaría que contáramos (y nos creyéramos)... historias halagadoras sobre nosotros mismos.
Desde el punto de vista evolutivo tiene sentido la tendencia a inflar nuestros méritos y minimizar los defectos.
Sin embargo, con la aparición de internet y las redes sociales la cosa está llegando a niveles tóxicos. Hoy es bastante común que cada que estamos en un sitio interesante (un restaurante, una playa paradisíaca, una montaña de impresionantes vistas) tomemos de inmediato una foto y la subamos a las redes sociales. Puede ocurrir que incluso estemos tristes o deprimidos, eso no nos detiene, lo importantes es 'el postureo'. Mostrarnos ante el mundo como unos verdaderos triunfadores. Este afán por aparentar, está teniendo efectos nocivos en una gran parte de la población. Resulta que la vida de muchos de nosotros, ¡de la gran mayoría!, está lejos de ser esa idealizada representación que observamos en internet. Cuando vemos el “éxito” y la “diversión” que está teniendo todo el mundo, y lo comparamos con los fracasos y la frustración que hay en nuestra vida, terminamos entristeciéndonos aún más. Son varios los estudios (ejemplos aquí y aquí) que señala que el uso frecuente de redes sociales aumenta la probabilidad de sufrir depresión y ansiedad. Por eso debemos ser cautos y reflexivos con lo que vemos en las redes sociales. Recordar que, “todo lo que brilla no es oro”. Si, por ejemplo, tomamos el partido de fútbol más aburrido de la historia, seleccionamos con cuidado unas pocas imágenes interesantes y luego editamos una vídeo con ellas, podemos hacer creer a quien no lo haya visto que fue un gran encuentro, ¡lleno de emociones! Pues bien, eso mismo es lo que estamos haciendo con nuestras vidas en las redes sociales: seleccionamos unos pocos momentos destacados y ocultamos la miseria. Le haríamos un gran favor al mundo si compartiéramos también nuestras luchas. Aquellas cosas que deseamos obtener y que aún se nos resisten. Yo, por mi parte, tengo montones de objetivos que todavía no cumplo. Por ejemplo, aunque en los últimos años he logrado bajar una cantidad considerable de peso (más de 20 kilos) y mantener alejados la mayor parte de ellos. Todavía no perdido todo lo que me gustaría. También fracaso con frecuencia. Ayer estuve mirando casi toda la tarde la pantalla del ordenador, incapaz de encontrar un tema interesante para escribir. Por mucho que me esforcé, mi mente permaneció en blanco, sin ideas. Argg. Y mejor para aquí, que tampoco se trata de agobiarte con mis penas. Nos vemos pronto.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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