"Entonces recuerde: solo hay un tiempo que es importante, ¡ahora! Ese es el más importante, porque es el único sobre el cual tenemos algún poder" —Leo Tolstoy
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Experimentar que avanzamos hacia la conquista de metas significativas, es una de las principales causas de satisfacción en la vida. Nuestra mente es una mente orientada hacia objetivos, la selección natural la ha diseñado de esta manera. El ser humano establece metas (conseguir alimento, refugio, pareja reproductiva, medios de supervivencia, etc.), y cuando progresa hacia su logro, su cerebro lo recompensa con una descarga de hormonas que lo hacen sentirse bien. Es feliz. Es así como madre naturaleza nos impulsa a actuar de forma que favorece sus intereses; entiéndase: reproducirnos para que los genes de la especie sobrevivan hasta la siguiente generación. Así que las personas que establecen metas y trabajan en su consecución, tienen mayores probabilidades de experimentar gran bienestar y satisfacción con la vida. En el lado opuesto, la sensación de estancamiento, la falta de progreso, es causa de ansiedad y malestar existencial. Ahora bien, las metas, con toda la dicha que proporcionan, también tienen su lado negativo: nos hacen sentir como si siempre a nuestra vida le faltara algo. Mientras no alcancemos el gran objetivo, no seremos completamente felices; aplazamos la dicha hasta que ocurra ese gran evento futuro. Seremos felices cuando terminemos los estudios, seremos felices cuando hayamos formado una familia, seremos felices cuando tengamos hijos, seremos felices cuando los hijos se hayan marchado y sean independientes. Y así, sucesivamente. Pero la vida no tiene porque ser un constante aplazamiento de la dicha. El hábito de mirar hacia el futuro —afirmó el intelectual inglés Bertrand Russell— y de creer que la vida no tiene otro sentido que el de producir el porvenir es pernicioso… La vida no debe concebirse como en melodrama en el cual el héroe y la heroína atraviesan dificultades increíbles hasta llegar a un final dichoso.
La vida no es entonces un viaje hacia un destino paradisíaco donde todo va a ser extraordinario.
La vida es ahora, es música, debiera ser dicha de principio a fin. Así es como la describe otro gran filósofo británico, Alan Watts: La existencia, el universo físico es básicamente lúdico. No hay necesidad de algo más en absoluto. No va a ningún lado. Es decir, no tiene un destino al que llegar.
Necesitamos ambas, la dicha que vivimos cuando progresamos hacia un fin que es importante para nosotros, y también disfrutar del día a día, apreciar todas esas pequeñas grandes maravillas que están a nuestra disposición de manera cotidiana. Una sencilla comida junto a personas que estimamos, el gozo de nuestra cama después de una jornada agotadora, el encanto de un atardecer...
La vida está llena de pequeños placeres que hacen que merezca la pena vivirla. No los despreciemos en espera de la “Gran cosa que está por llegar”. Si, esforcémonos por nuestras metas, pero avancemos hacia ellas llenos de gozo, con una sonrisa en la cara. Bailando y cantando mientras suena la música.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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