"Para buenas ideas y verdadera innovación, necesitas interacción humana, conflicto, argumentos, debate." Margaret Heffernan
En 1966 un joven químico llamado Spencer Silver, se unió al equipo de I+D de 3M, luego de dos años trabajando en varios proyectos empezó a trabajar en uno de los productos estrella de la empresa, los adhesivos. Después de cinco años de trabajo, Silver desarrolló un pegante de inferior adherencia comparado con los que ya existían. Sin embargo, el joven ingeniero creía que su fórmula debía tener algún uso.
Art Fry, un ingeniero químico que conocía el proyecto de Silver, participaba en el coro de su iglesia y luchaba por encontrar un método para marcar las hojas de su himnario; mientras cantaba el separador se caía al suelo. Un domingo durante la misa recordó el adhesivo de Spencer Silver y lo contactó. La pareja de ingenieros trabajó durante dos años creando un separador de libros que se pudiera adherir a las hojas. El proyecto fue presentado a 3M y de inmediato es bien acogido, pero existía un problema: los separadores de libros son usado una sola vez, por lo tanto el mercado para el nuevo producto de Silver y Fry parecía muy reducido. Por fortuna, Fry tuvo una nueva idea mientras revisaba un reporte sobre otro proyecto. Había un párrafo en el reporte sobre el cual quería más información, así que tomó uno de los separalibros y escribió una nota en el. El creador del reporte cuando recibió la nota, envió su respuesta en otro separalibros también pegado en el reporte. Pocas semanas después, las oficinas de 3M estaban llenas de pequeños cuadrados de colores pegados sobre cualquier superficie imaginable. En 1980, doce años después de que Silver descubriera su ‘adhesivo inferior’, 3M lanzó al mercado las Post-it Notes. El resto de la historia ya todos la conocemos. La historia de los Post-it es un clásico en los libros de creatividad e innovación (la de Edison y sus miles de fallos, antes de encontrar el material adecuado para la bombilla, es otra). Resulta inspiradora la tenacidad de Silver y Fry, no se dieron por vencidos hasta que desarrollaron un producto exitoso. Son historias como esta las que nos conducen a la romántica creencia que el talento siempre termina imponiéndose, no importa cuánto tiempo tarde. Sin embargo, la realidad es menos romántica. Una innovación es más el producto de un sistema, que el resultado del esfuerzo de una mente iluminada; esa es la razón por la cual no siempre el talento/genio se impone. Mihaly Csikszentmihalyi en su indispensable obra Creatividad: El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención describe el sistema que hace posible que la creatividad tome lugar: “Mi trabajo en esta área me ha convencido que la creatividad no puede ser entendida observando sólo a las personas que parecen hacerla posible. Igual que el sonido de un árbol cuando se rompe no es escuchado si no hay nadie en el bosque, las ideas creativas se desvanecen si no hay una audiencia que las capture y las implemente. Sin la valoración de personas externas competentes, no existe forma confiable de decidir si el reclamo de la persona creativa es válido.
El primer elemento, el innovador, no requiere mayor explicación, es la persona que se consagra al trabajo en una disciplina y que aporta ideas innovadoras a ella.
El segundo elemento es el Dominio. El Dominio es el campo del conocimiento o cultura que contiene reglas simbólicas sobre las cuales trabaja el creativo. Yo no puedo hacer un aporte innovador en el dominio de las relaciones conyugales entre vacas y cangrejos porque sencillamente es un dominio que no existe. Las matemáticas, la física, la pintura, la literatura, los negocios... son ejemplos de dominios. Para que una idea sea considerada creativa debe introducir novedades en uno o más dominios. El tercer elemento es el campo de expertos. Estas son las personas que conocen el dominio y son quienes deciden si algo es novedoso o no, si la idea del creativo tiene valor. En la literatura el campo de expertos lo componen los profesores de literatura, los críticos, otros escritores, etc. A través de la historia son innumerables los ejemplos de ideas/personas creativas que pasaron desapercibidas porque el campo de expertos en su época no le otorgó valor a dicha idea. Bach era considerado un virtuoso organista y clavecinista por sus contemporáneos, pero su reconocimiento como compositor tuvo que esperar ¡200 años! hasta que fue redescubierto por Felix Mendelssohn. El campo de expertos que vivió durante la época de Vincent van Gogh no consideró al pintor como digno de destacarse, fue después de su muerte que otros otorgaron valor a sus pinturas. En nuestros tiempos los ejemplos de ideas incomprendidas también abundan. Los ingenieros de Kodak habían desarrollado la tecnología de fotografía digital, pero los directivos de la empresa (¿expertos?) la descartaron porque consideraron que fotos de tan baja calidad no tendrían ningún interés. Al interior de Visa existía un proyecto igual a Paypal que tampoco fue aprobado por los directivos, y murió archivado en un cajón. Mientras tanto, Peter Thiel lanzó Paypal e hizo millones para él y sus cofundadores. La conclusión que podemos establecer es que las empresas que quieran innovar no solo deben fomentar la creatividad individual, también deben establecer mecanismos para capturar ideas geniales y evitar dolorosas (y costosas) pérdidas de inspiración.
2 Comentarios
Marcos
30/3/2015 07:29:58 am
Excelente!
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8/11/2022 01:47:49 pm
Por que no consideraban a Van Gogh como un artista a destacar?
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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