«Tres bienes básicos deben regir la educación: el control, el disfrute y el entendimiento de la vida»
Versión Vídeo, AQUÍ Versión Audio, AQUÍ Todos sabemos que la educación es importante. Sabemos que es necesaria para poder ganarnos la vida. Cuantas más competencias aprendamos, mayores posibilidades tendremos de que nuestra economía prospere. En un mundo en el que la tecnología tiene un papel tan dominante, parece obvio que la ciencia (la base de la tecnología) ocupe un lugar prioritario en la educación. Aquellos que cuenten con sólidos conocimientos en matemáticas, física, química, biología, serán los privilegiados que gozarán de las mejores oportunidades laborales. Sin embargo, el papel de la educación es mucho más importante. Va más allá de dotarnos de los conocimientos necesarios para conseguir empleo. Will Durant (1885 - 1981) fue uno de los más importantes intelectuales del siglo pasado. Conocido ante todo por su obra monumental, The Story of Civilization. En un extraordinario libro publicado poco antes de su fallecimiento, Fallen Leaves, Durant nos obsequia con importantes reflexiones acerca de la educación. Para este historiador y filósofo, la educación debe jugar un papel más importante que darnos los medios para obtener trabajo. Por ello, la ciencia no puede ser la única protagonista. Veamos que nos dice el sabio Durant: El énfasis en la ciencia no ha traído paz al alma.
Así que la educación nos debe ayudar a entender, disfrutar y controlar la vida. No solo a conseguir empleo.
Pero ¿qué es la educación? Pues bien, la educación es el resultado de dos procesos; en el primero la especie transmite al individuo el conocimiento acumulado, y en el otro, el individuo aplica ese conocimiento para mejorar su vida. Dejemos que sea Durant quien se explique: Dos procesos constituyen la educación y se unen en ella; en el primero, la raza transmite al individuo en formación la abundante herencia de conocimiento que ha acumulado: técnicas, moral y arte; en el otro, el individuo aplica esta herencia al desarrollo de sus capacidades y al embellecimiento de su vida. La persona a medida que absorbe este legado, se transforma; deja de ser un animal y se convierte en hombre, pasa de salvaje a ciudadano. Quizás, si su digestión es buena, abandonará su condición de bobalicón y llegará a sabio.
La supremacía del ser humano sobre la tierra se debe en gran parte a su capacidad de transmitir el conocimiento a las siguientes generaciones. Cosa que no puede hacer ninguna otra especie.
Si un león aprende algo nuevo, no puede transmitirlo a sus descendientes, por lo tanto, ese conocimiento muere con él y las siguientes generaciones tendrán que aprenderlo de nuevo. Con el ser humano no ocurre así, este transmite a sus descendientes las cosas que descubre, de esta manera el conocimiento se hace acumulativo. Avanzamos sobre los hombros de nuestros antepasados. Pero si la transmisión de conocimiento se interrumpiera, volveríamos a nuestro estado más primitivo: La educación es el perfeccionamiento de la vida, el enriquecimiento del individuo mediante el patrimonio de la raza. Si este proceso vital de transmisión y absorción se interrumpiera durante medio siglo, la civilización terminaría; nuestros nietos serían más primitivos que los salvajes.
Como se dijo antes, Durant considera que la educación debe ayudarnos a entender, disfrutar y, hasta cierto punto, controlar la vida.
Veamos que dice acerca del control: ¿Qué tipo de educación personal desearía que nuestros hijos recibieran? En primer lugar, y dentro de los límites de la naturaleza y las circunstancias, quiero que adquieran cierto control sobre las condiciones de sus vidas. Dado que la condición primaria de la vida y la raíz más fuerte de la felicidad es la salud, me gustaría verlos abundantemente instruidos en el conocimiento y cuidado de sus cuerpos. El cuerpo es la forma visible y el órgano del alma; y tal vez, de alguna manera maravillosa... a través de miles de millones de años de deseo y esfuerzo, el cuerpo es la creación del alma (la forma proviene de la función, la función proviene del deseo, y el deseo es la esencia de la vida). Por lo tanto, no hay nada escandalosamente epicúreo en el deseo de estar físicamente sano y limpio; la limpieza se ha puesto al mismo nivel que la piedad, es difícil ser cruel cuando uno está en perfecto estado de salud. Se debería hacer de la educación en salud un curso obligatorio en todos los años de escolarización desde el jardín infantil hasta el doctorado.
Sin una buena salud es difícil vivir una gran vida. Pero vivir una vida plena también requiere una sólida formación moral.
No se puede vivir bien en medio del vicio y la corrupción. Los más sabios de todas las épocas han estado de acuerdo en que que la felicidad pasa por la virtud: La excelencia moral, como dijo Aristóteles, es un hábito, no una idea... Buscaría inculcar, día tras día, desprecio por la violencia y respeto de la ley, y defendería la libertad como la esencia de la personalidad en un alma o un pueblo; En resumen, nunca pensaría que el principal propósito de la educación es formar académicos, sino formar seres humanos.
La habilidad más importante de todas, de la que depende todo lo demás, es la disciplina. En el arte de la autodisciplina se halla la base del control de la vida:
Quizás la habilidad básica que debemos pedirle a un maestro que imparta a su alumno es la capacidad de disciplinarse a sí mismo; porque en esta época tormentosa, cada individuo, al igual que todos los pueblos, a la larga tienen solo dos opciones: un efectivo autogobierno o una dominación de hecho…
Quien no se sepa gobernar a sí mismo, sea una nación o un individuo terminará siendo gobernado por alguien más.
Sin embargo, la disciplina no basta, también debemos adquirir la habilidad de tomar buenas decisiones. De nada sirve aplicarse disciplinadamente a una idea errada. Sócrates pensaba que la sabiduría era la única virtud real; y si uno se asegura de distinguir la sabiduría de la inteligencia, podemos hallar mucha virtud y sabiduría en su opinión. La inteligencia es la capacidad de adquirir y acumular ideas; sabiduría es la capacidad de usar la experiencia, incluso la experiencia de otros, para el establecimiento y el logro de nuestros objetivos. Un hombre puede tener un millón de ideas y, sin embargo, ser un criminal o un tonto; es difícil para una persona sabia ser cualquiera de las dos.
Disciplina, sabiduría, moralidad y una buena salud nos ayudan a establecer cierto control sobre nuestras vidas. Pero la vida no se puede controlar por completo. Aprender a aceptar esta verdad hace parte de aprender el arte de vivir.
La salud, el carácter y la inteligencia nos ayudan a controlarnos a nosotros mismos y a nuestras vidas y, por lo tanto, constituyen las bases de una personalidad libre y uno de los objetivos principales de la educación. Pero el mismo Goethe, que sostenía que la personalidad lo era todo, al final nos advirtió que los límites están en todas partes. El círculo dentro del cual podemos guiar nuestras propias vidas es estrecho; A su alrededor se encuentran las compulsiones biológicas, económicas y políticas de nuestro estado; y más allá de estos está el espacioso reino del accidente y el destino incalculable. La educación debe enseñarnos no solo la técnica, sino también los límites del control y el arte de aceptar esos límites con gracia. Todo lo natural es perdonable.
Las recomendaciones de Durant nos ayudarán a buscar para nosotros y para nuestros hijos la educación más necesaria y útil.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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