"Cuanto más pronto comiences a planear tu vida, más pronto vivirás la vida que sueñas" —Hans Glint
La calidad de nuestros días determina la calidad de nuestra vida.
Es cuestión matemática: el todo no puede ser mayor que la suma de las partes. Si los días son malos, su sumatoria, nuestra vida, no será muy positiva. Ahora bien, días malos siempre van a haber: son inevitables. De lo que se trata es de crear unas condiciones que favorezcan la ocurrencia de muchos días buenos, para que así, las malas jornadas sean compensadas con amplitud por la luminosidad de las buenas. Pero «¿qué es un buen día?» —me preguntas—. Eso, mi amigo, no lo puedo responder de manera general. Un buen día debería tener para cada uno, un significado distinto. Las personas tienen gustos, intereses y circunstancias diferentes. Un buen día para alguien casado, con hijos y amante del arte, será muy diferente del de una persona soltera a la que le gustan los deportes. En mi caso, un buen día significa progreso. Cuando me voy a la cama satisfecho es cuando he hecho avances en mis más importantes metas. No importa que el progreso sea modesto, lo importante es no detenerse y ni echar para atrás. Cuidar de mi salud, de mi estado emocional e intelectual, pasar tiempo de calidad con mi familia y trabajar en mis proyectos profesionales, es lo que considero progresar. Por lo anterior, un buen día es un día arduo. Trabajar en todas esas áreas implica utilizar el tiempo con mucha eficiencia. Queda poco sitio para el despilfarro. Y al contrario, un día de indulgencia, de ocio embrutecedor e improductivo, es uno malo. No niego que de cuando en cuando venga bien pasar 24 horas en la más absoluta ociosidad, pero jamás debería ser esto habitual. Si queremos entonces tener muchas jornadas provechosas, debemos entender primero que estas no ocurren por casualidad; son el resultado de un esfuerzo intencionado, surgen como producto de la planeación. Planear es un gran hábito, nos obliga a priorizar. Nuestro tiempo es limitado, si queremos avanzar en ciertas áreas necesariamente tendremos que decir no a otras. El calendario es por lo tanto nuestro amigo. Con su solícita ayuda podemos diseñar días que nos hagan sentir que nuestra vida avanza en la dirección correcta. Yo acostumbro a realizar una corta sesión de planeación al principio de cada semana, para que las actividades que considero prioritarias cuenten con espacio suficiente dentro de la agenda. Luego, antes de empezar cada día reviso cuales son las metas de esa jornada. Esto me ayuda a permanecer enfocado en las cosas importantes. Concentrar nuestra energía en pocas cosas nos permite experimentar progreso, sentir que estamos avanzando hacia un fin que hemos elegido. Al contrario, tener nuestra atención dispersa en mucho, hace muy difícil percibir cualquier adelanto. El éxito y una vida satisfactoria no son cosas con las cuales uno tropieza. La probabilidad de triunfar por casualidad es cero. Así que mejor empezar (si aún no lo haces) a planear tu brillante futuro. Y nada mejor que hacerlo en estas fechas, con doce inmaculados meses a tu disposición.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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