Mi peor enemigo durante el invierno era el viento. Para mi no es muy difícil soportar bajas temperaturas, siempre y cuando, no estén acompañadas de vientos intensos.
Cuando salía a correr y se presentaban furiosas corrientes de aire gélido, me encolerizaba. Durante la ruta iba declamando al viento todas las palabrotas que había en mi repertorio. Ay, que tontería más grande. Cuánta energía desperdiciada. Cuanta amargura innecesaria. Es inútil pelear contra el viento (y contra cualquier otro fenómeno climático). Con el tiempo no se discute. El tiempo es el que es, y lo mejor que podemos hacer es aceptarlo. De buena gana. Mis peleas contra el viento, que contadas así parecen tan tontas, resulta que son bastante comunes entre los pobladores de este planeta. Los seres humanos tenemos problemas para aceptar la realidad tal y como es. Nos empecinamos en que la vida se ajuste a nuestras preferencias. Nos quejamos porque nuestros clientes no se comportan de la manera más propicia para nosotros. Porque el tráfico no nos permite llegar a destino sin retenciones. Porque nuestra pareja no adivina nuestras más íntimas necesidades. Y por esto… Y por lo otro también... En su estupendo libro Las cinco invitaciones, Frank Ostaseski nos previene contra esta nociva manera de ser. Nos encanta que nuestras preferencias se cumplan. De hecho, a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que obtener lo que queremos y evitar lo que no, es la manera de asegurar nuestra felicidad.
Pero resulta que a la vida le tiene sin cuidado lo que nosotros preferimos. Ella avanza indiferente y hace su voluntad, no la nuestra.
Así como no podemos determinar el clima, tampoco podemos controlar otras muchas cosas: los ciclos económicos, las enfermedades, la pérdida de seres queridos, el final de relaciones... Una manera más positiva de enfrentarnos a lo que la vida nos presenta, afirma Ostaseski, es cultivar una actitud receptiva, una actitud de aceptación: En la filosofía budista, una actitud abierta a las experiencias que se nos presentan es una de las características clave de una mente despierta y curiosa. No define la realidad, la descubre.
Dar la bienvenida a todo lo que nos llega no significa resignarnos. No significa bajar los brazos y permitir que la vida nos avasalle:
La aceptación no es resignación. Es una apertura a la posibilidad. Y la apertura es la base para una respuesta hábil a la vida.
La forma más rápida de salir del infierno es atravesarlo. Cuando estamos pasando por momentos difíciles, la respuesta más adecuada es aceptar la realidad. Permitirnos experimentar el dolor. No huir de él. Solo así dejaremos que nuestro cuerpo que haga lo que tan bién sabe hacer: sanar.
El sufrimiento se agrava por la no aceptación. El cuerpo lleva consigo el dolor no digerido. La vida es incierta, cuando cultivamos una actitud de aceptación, empezamos a cultivar también la fortaleza necesaria para afrontar todo lo que se nos presente. Esto es profundamente liberador. Conocer que disponemos de las herramientas, de la fortaleza para afrontar cualquier desafío que la vida nos plantee, es la última de las fortalezas. Pero nada de esto llega a ocurrir si no empezamos primero dando la bienvenida a lo que nos llega. 10 Reglas para una comunicación efectiva
Abajo encontrarás la versión en audio y vídeo de un artículo anterior de Las Notas del Aprendiz.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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