"El más noble placer es la alegría de entender" —Leonardo da Vinci
Hay un pequeño gran secreto en el campo de la formación: los seres humanos olvidamos a una velocidad asombrosa.
Pasada una hora hemos olvidado en promedio el 50% de lo aprendido en clase, después de 24 horas hemos olvidado el 70%, y en una semana el 90% se habrá ido. Con los libros ocurre algo parecido, luego de unos días se habrá evaporado mucho de lo que tanto esfuerzo nos costó terminar. Así que es frecuente que la inversión que hacemos, o que hacen las empresas para capacitar a su personal, sea un verdadero desperdicio. Es como intentar poner aire a un globo con agujeros. Olvidar es una función natural y necesaria del cerebro, necesitamos suprimir información irrelevante para poder conservar la que es importante. Este es un mecanismo adaptativo. Cada minuto que pasa nuestro cerebro recibe una cascada de información. Imagina por ejemplo que vas en el coche con la radio encendida, recordar el orden exacto en el cual fueron emitidas las canciones es información inútil, así que el cerebro lo olvida para poder después conservar cosas importantes. Si recordáramos todo lo que comimos durante los últimos meses, o la ropa que vestimos, nuestro cerebro se cargaría de información superflua y no dejaría espacio para aquella útil. El problema es que el cerebro a veces no distingue bien una de la otra, y termina olvidando también lo relevante. Ahora bien, para evitar desperdiciar el tiempo y el dinero invertido en formación, debemos hacer del aprendizaje algo activo. Cuanto más nos involucremos con el, más vamos a recordar. Durante una investigación les dieron a leer a dos grupos de personas el mismo texto, pero al escrito de un grupo le faltaban letras en algunas palabras, haciendo más difícil la lectura del mismo. Cuando se evaluó que grupo recordaba más lo leído, el grupo que resultó vencedor fue el del texto incompleto. Resulta que leer palabras incompletas obligó a los participantes a prestar mayor atención y esto hizo que conservaran mayor información. Esa es la razón por la cual yo intento leer la mayoría de libros en inglés, dado que es más difícil para mi y tengo que ir (mucho) más lento, presto mayor atención y retengo un poco más. Otra de las técnicas recomendada por la ciencia es tomar apuntes... a mano. Una investigación encontró que quienes escribían en papel sus apuntes recordaban más que los que lo hacían en un teclado. Escribir es más lento que teclear, así que quienes usan el lápiz deben, para no quedarse atrás, sintetizar las ideas y escribirlas en sus propias palabras. Por el contrario, los que usan teclado pueden copiar textual. Al tener que interpretar lo que se escucha y seleccionar las ideas más relevantes, las personas que escriben a mano retienen mayor información. Cuando leemos un libro o atendemos una clase, además de tomar apuntes, resulta muy útil pensar en cómo la información que estamos recibiendo se relaciona con nosotros; cómo podemos aplicarla en el futuro, o como ayuda a explicar experiencias pasadas. Pensar en dicha información le señala a nuestra mente que es importante y que por lo tanto no debe ser olvidada. La conclusión es que entre más activo sea nuestro aprendizaje mayores frutos dará. Si atendemos una clase o leemos un libro de forma pasiva, pronto lo olvidaremos. Por el contrario, la toma de apuntes y el pensar en cómo utilizar la información hará que esta sea almacenada en mayor proporción. Hoy, dada la velocidad a la cual avanzamos y lo rápido que se producen los cambios, el aprendizaje continuo es cuestión de supervivencia. Ser un aprendiz eficaz es la gran ventaja competitiva.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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Agosto 2022
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