"Si es gratificante, implica dopamina; y si se trata de dopamina, entonces es potencialmente adictivo" —Jonathan Haidt
La mayoría de las veces salir a correr no es algo que disfruto.
Pero siempre que termino un entrenamiento me siento contento; orgulloso por haber hecho algo que es importante y beneficioso para mi. Los efectos positivos del deporte están fuera de toda discusión. No solo te ayuda a mantener alejadas las enfermedades. También es munición poderosa para tu salud emocional e intelectual. Conocedor de todo lo bueno que aporta el deporte, por eso, cuando termino, aunque no haya disfrutado la carrera, me encuentro feliz. Este sentimiento positivo sin lugar a dudas ha contribuido de manera decisiva para que el hábito se haya asentado. La alegría, ese grato cosquilleo que sentimos cuando hacemos lo apropiado le agrada a nuestro cerebro. Y entonces, pide más. La dopamina es un neurotransmisor asociado con el sistema de placer del cerebro. Produce en las personas sentimientos de gozo y satisfacción que sirven como refuerzo para que realicen ciertas actividades. La alimentación, el sexo y la socialización son actividades que estimulan la producción de dopamina, por ello encontramos placentero realizarlas. No obstante, existen muchas otras actividades que favorecen la producción de dopamina. Por ejemplo, realizar un acto de amabilidad hacia otra persona produce dopamina. Alcanzar una meta, produce dopamina. Terminar una tarea, idem. La dopamina le gusta a nuestro cerebro y siempre quiere más. Así que podemos valernos de ella para ayudar a fijar hábitos en nuestra vida que en primera instancia no nos resultan agradables. Lavar los platos y limpiar la cocina cada día no es algo que me haga aullar de felicidad. Sin embargo, ver la cocina limpia y ordenada me hace sentir contento (de la misma manera que cuando termino de correr). Así que cuando termino de limpiar, miro la obra por un rato y dejo que el dulce burbujeo de satisfacción me invada. La dopamina fluye y se produce el subidón. De esta manera mi cerebro empieza a anticipar el próximo subidón y me resulta más fácil limpiar al día siguiente. El truco consiste en vincular una acción que queremos convertir en hábito a una emoción positiva. Se trata de recompensarnos cuando hacemos lo apropiado. De esta manera nuestro cerebro empezará a buscar más recompensas y así nos conducirá a donde queremos. Por ejemplo, digamos que te encanta el chocolate y que hay un reporte en tu trabajo que detestas realizar. Como te aburre, terminas haciéndolo a última hora, con prisas y de manera que no refleja tu verdadera capacidad. Lo que puedes hacer es, cada vez que haces el reporte con anticipación y bien, te homenajeas con un poco de tu postre favorito. El cerebro empieza, de esta manera, a asociar el reporte con la posterior alegría. Conocí la historia de una chica que le costaba hacer deporte y que adoraba leer novelas. La sabia solución que encontró fue permitirse leer solo mientras estuviera en la cinta caminadora o en la bicicleta estática. Bastaron pocas sesiones para que se enganchara. Cada día estaba ansiosa por ir al gimnasio y ver cómo avanzaba la trama del libro que estaba leyendo. En mi caso, cada vez que dejas un comentario, compartes el artículo o le das ‘Me gusta’ se me dispara la dopamina. Un bloguero dopaminado es un bloguero contento. ;-)
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2 Comentarios
pedro luis
30/12/2016 12:32:37 pm
Hola.
Responder
Pablo Arango
30/12/2016 07:00:37 pm
¡Hey! Pedro Luis
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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