"No debo temer.
El miedo es el asesino de la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Me enfrentaré a mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado giraré el ojo interno para ver su camino. Donde el miedo se ha ido no habrá nada. Solo yo permaneceré" —Frank Herbert
Ay, miedo; ¡cuánto daño nos haces!
La gran vida con la que soñamos, la vida de triunfos, de aventuras; la vida guiada por la curiosidad y las ganas de descubrir; la vida llena de despreocupada alegría; esa, que tanto deseamos, está esperándonos al otro lado del miedo. No es la edad ni el dinero, ni la falta de conexiones. Tampoco es el nivel de inteligencia, de talento o de experiencia. Es el miedo. El miedo al fracaso, el miedo a parecer incompetente, el miedo a habernos ilusionado y obtener a cambio una decepción, el miedo al ‘que dirán’. No importa que máscara o disfraz se ponga, detrás del camuflaje lo que encontraremos siempre es miedo. El miedo es el peor enemigo de una vida auténtica y plena, de una vida heroica consagrada al servicio de la humanidad. Pero el miedo pude ser derrotado. Cuenta una vieja historia que el viejo maestro había ordenado al joven guerrero luchar contra el miedo. El muchacho no quería hacerlo. El miedo parecía demasiado agresivo; su presencia era aterradora. El maestro, sin embargo, dijo que tenía que hacerlo y le dio algunas instrucciones para la batalla. Llegó el día. El estudiante guerrero estaba parado en un lado y el miedo estaba en el otro. El guerrero se sentía muy pequeño, y el miedo se veía grande e iracundo. Ambos tenían sus armas. El joven guerrero se levantó y fue hacia el miedo, se postró tres veces y preguntó: "¿Quisiera me diera permiso para luchar contra usted?". El miedo respondió: "Te agradezco el respeto que me demuestras al pedirme permiso para batallar contra mi". Entonces el joven guerrero dijo: "¿Cómo puedo vencerlo?" y el miedo respondió: "Mis armas son que hablo rápido y me acerco mucho a tu cara. Entonces te pones completamente nervioso y haces todo lo que yo te digo. Pero si no haces lo que te digo, no tengo poder. Puedes escucharme y puedes respetarme. Incluso puedes estar convencido de que digo la verdad. Pero si no haces lo que digo, no tengo poder". De esa manera, el estudiante guerrero aprendió a vencer el miedo.
Si aprendemos a lidiar con él, a desoír sus agitados chillidos y actuar, las puertas de lo extraordinario se abrirán para todos nosotros.
Porque de esto no me cabe ninguna duda: dentro de cada uno de nosotros reposan espléndidos tesoros que aguardan ser descubiertos para brillar con majestuosa intensidad. Si usted es una persona con talento —afirmó Carl G. Jung—, eso no quiere decir que ha ganado algo. Significa que usted tiene algo que dar.
Todos tenemos algo para dar, un talento que ofrecer. Y el mundo, desesperadamente, necesita de nuestra luz. Clama por nuestros dones.
Es nuestro resplandor, el de cada uno de nosotros, desde el más grande y hasta el más pequeño, lo que traerá la luz definitiva a esta tierra bendecida. Enfrentar al miedo y cultivar nuestros dones reducirá a la insignificancia la epidemia de depresión e infelicidad que golpea a un creciente número de personas. Se disminuirá el consumo de drogas y alcohol, las apuestas, el consumismo innecesario, y mucha de la superficialidad reinante en el mundo. Si estamos trabajando en convertirnos en aquello que estamos destinados a ser, poco tiempo tendremos para deprimirnos o dedicarlo a actividades superfluas carentes de significado. Nadie nos puede asegurar que vamos a vivir mucho tiempo, y estoy convencido de que nadie desea morir con la magia adentro. El tiempo apremia. Así que hoy es el día. Muchas veces me ha derrotado el miedo. Son muchos los proyectos que vengo aplazando por culpa del antipático y dañoso personaje. Mi excusa más habitual: «Es que necesito saber más antes de empezar», y así se me pasan los meses, las semanas y, ay, lo años. Pero no quiero que siga ocurriendo. El tiempo no da espera. Ya está bien. Hoy es el tercer día de un nuevo desafío que emprendí. Mi objetivo es trabajar durante los próximos 90 días, al menos 90 minutos, en los proyectos más importantes que he venido aplazando. Estoy seguro que si cumplo con mi propósito, habré dado enormes pasos hacia mis más importantes metas. Mi invitación es para que hagas lo mismo: 90 minutos al día durante los próximos 90 días dedicados a eso que sabes que es importante para ti, pero que por temor has venido aplazando. De esta manera evitaremos que se marchite la poesía que llevamos dentro, que se desvanezca la música que hay en nuestra alma y que florezcan los bellos dones que solo a ti te pertenecen. El dia es hoy. No mañana. Es aquí y ahora. 90 días para cambiar tu vida.
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pablo a. arangoLector. Escritor. Coach. Emprendedor. Puedes apoyar a Las Notas del Aprendiz entrando a Amazon a través de este enlace
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