Amenaza o desafío

"Los desafíos de la vida no llegan para paralizarte, llegan para ayudarte a descubrir quién eres" ​—Bernice Johnson Reagon

Resiliencia es la capacidad de recuperarse o adaptarse a eventos adversos. Dado que la vida, tarde o temprano, a todos nos suministra nuestra cuota de adversidad, es importante aprender cómo recuperarse con rapidez.

Por fortuna, como lo señalan diferentes investigaciones, la resiliencia es una habilidad. Por lo tanto es algo que se puede adquirir y entrenar.

En el estupendo libro The Power of Meaning (El poder del significado) su autora hace referencia a un experimento que encontró una manera cómo podemos mejorar nuestra resiliencia:

Las investigaciones han demostrado que de forma natural algunas personas resisten mejor que otros  la adversidad. Los científicos ahora saben que nuestra capacidad de resiliencia se determina, en parte por nuestra constitución genética y por las experiencias tempranas de la vida. La buena noticia es que la resiliencia no es un rasgo fijo. Aunque algunas personas son más sensibles al estrés que otros, todos podemos aprender a adaptarnos con mayor eficacia a la tensión, desarrollando herramientas psicológicas que nos ayuden a hacer frente a situaciones estresantes.

El hecho de que la resiliencia puede enseñarse fue descubierto en dos estudios publicados en 2004 por Michele Tugade de Vassar College y Barbara Fredrickson de la Universidad de Carolina del Norte. A los participantes invitados por Tugade y Fredrickson se les midieron en el laboratorio su frecuencia cardiaca base, presión arterial y otros indicadores fisiológicos. A continuación, se les presentó una tarea estresante. Le pidieron a cada uno que preparara y pronunciara un discurso de tres minutos sobre por qué, él o ella, era un buen amigo. Se les dijo que el discurso se iba a grabar en vídeo y se evaluaría.

A pesar de que los participantes fueron sometidos a una situación de estrés menor, esta fue suficiente para ponerlos ansiosos (su ritmo cardíaco y presión sanguínea se dispararon). Sin embargo, algunas personas recuperaron sus niveles habituales más rápidamente que otras. Los investigadores tomaron nota de la gente que ​mostró una mayor resistencia (medida por su índice de recuperación fisiológica) y quien mostró menos. Tugade y Fredrickson luego examinaron cómo las personas más resistentes y menos resistentes afrontaron la tarea. Los investigador encontraron que la gente naturalmente resistente, tuvieron una actitud diferente hacia la tarea del discurso. Ellos no lo vieron como una amenaza (la manera en que los participantes menos resilientes la vieron); lo consideraron como un desafío.

Con esto en mente, los investigadores llevaron a cabo un experimento separado para ver si podían transformar a las personas menos resistentes en unas más resistentes. Los investigadores invitaron a un nuevo grupo de sujetos al laboratorio y repitieron el experimento anterior. Pero esta vez Tugade y Fredrickson añadieron un pequeño giro. Los investigadores dijeron a algunas personas que consideraran la tarea como una amenaza y a otros les dijeron que lo vieran como un reto.

Lo que los investigadores descubrieron es una buena noticia para las personas más resistentes y menos resistentes por igual. Quienes eran naturalmente resistentes se recuperaron más rápidamente si veían la tarea como un desafío en lugar de una amenaza. Pero para aquellos que eran menos resistentes, la reformulación de la tarea como un desafío borró la diferencia: a los que se les dijo que vieran la tarea como una oportunidad más que como una amenaza, de repente, comenzaron a lucir igual que las personas resilientes en sus registros cardiovasculares. Fueron capaces de recuperarse.

Así que ya lo sabes, la próxima vez que quieras hacer algo nuevo que te ponga un poco (o muy) nervioso, no lo veas como una amenaza, piensa que es un reto. Considérate a ti mismo como un aventurero que no teme afrontar nuevos desafíos.

Yo lo he hecho. Y funciona.

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