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Tolerancia y compasión impulsan el cambio

30/11/2016

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"Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ya ha logrado, sino lo que aspira conseguir" —Kahlil Gibran

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Gracias a freestocks.org por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Cada uno de nosotros tenemos asuntos pendientes por mejorar. Todavía no conozco la primera persona (¡normal!) que en realidad piense que ya alcanzó la perfección.

Seguro que habrá algunos de nosotros que han avanzado más en su desarrollo personal, pero no hay duda de que todavía tienen cosas sobre las que deben trabajar. Cuando menos, dar un retoque por aquí, más brillo por allá o reforzar alguna frágil costura.

Los demás, los menos logrados, tenemos (mucho) trabajo por delante.

Puede ser que deseemos ser más puntuales, o más pacientes, menos explosivos, más disciplinados, organizados… Siempre habrá algo que mejorar, crear o suprimir.

Y cualquiera que se haya tomado en serio la tarea de transformarse a sí mismo, sabe de primera mano que cambiar es labor de titanes.

No basta con decidir cambiar para que el cambio se produzca.

Los patrones de comportamiento que nos han acompañado durante mucho tiempo se resisten con fiereza a ser sustituidos.

Digamos, por ejemplo, que estamos cansados de llegar con retraso a todas partes y nos proponemos ser más puntuales.

Pasado un tiempo, a pesar de nuestra firme voluntad de cambio, en más de una ocasión terminamos llegando tarde.

Si, hemos avanzado algo; en lugar de llegar media hora después, lo hacemos pasados 10 o 15 minutos. Incluso alguna vez hemos logrado llegar a tiempo. Pero otras hemos fracasado de forma miserable.

Cuando esto ocurre, hay muchas probabilidades de que las otras personas, e incluso nosotros mismos, nos recuerden que somos un desastre con los horarios; que somos un caso perdido. Ignorando por completo el gran esfuerzo y el importante avance que hemos logrado.

Cambiar nuestra forma de actuar es como cambiar el curso de un río. Empezamos a cavar un surco por donde queremos que pase ahora la corriente. Al principio esa zanja es pequeña y solo logramos desviar un poco de agua del total (las veces que llegamos temprano).

Pero mediante empeño y paciencia, poco a poco vamos haciendo nuestro surco cada vez más grande y capaz de transportar más agua. Hasta que un día todo el río pasa por donde lo hemos deseado.


Tal vez existan personas que deciden cambiar y cambian. Rápido y sin dolor. Pero no es la forma como lo hacemos la mayoría.

Debido a ello, resulta de vital importancia agregar a nuestros esfuerzos de cambio, y al de las personas cercanas, grandes dosis de compasión y comprensión.

Debemos celebrar la mejora, y animar cuando se presente el tropiezo.

Sin embargo, esto no es lo que hacemos: ignoramos el avance y censuramos, con severidad, el error.

Pedimos a nuestros pequeños que sean mas responsables con sus deberes y, si a los pocos días los vemos flojeando de nuevo, nos enfurecemos porque no nos han obedecido.

O decimos a nuestra pareja que no deje más la toalla mojada encima de la cama. Y en lugar de celebrar los tres días seguidos que la ha llevado de nuevo al baño, reñimos con dureza por la única vez que se olvidó recogerla.

Pero no solo somos duros con los demás, también lo somos con nosotros mismos.

En lugar de celebrar los progresos que hemos hecho hacia un nuevo hábito, nos dedicamos duras palabras cada vez que tropezamos.

En la novela ‘Matar a un ruiseñor’, Atticus Finch, el personaje central, sostiene un diálogo con su hermano sobre su hija menor, Scout, quien tiene un carácter explosivo que la lleva a verse enredada con frecuencia en peleas y discusiones. El hermano de Atticus le pregunta entonces si alguna vez le dado algún azote para corregirla. Atticus responde que no, que él sabe que Scout se esfuerza mucho por controlar su temperamento, y que eso es lo único que puede pedirle; que persevere con sinceridad.

Y también eso es todo lo que debemos pedirnos a nosotros y a los demás: hacer nuestro más honesto esfuerzo por cambiar.
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Cuesta arriba

29/11/2016

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"Algunos viajes son directos y algunos son tortuosos; Algunos son heroicos y algunos son temerosos y confusos. Pero cada viaje, honestamente emprendido, nos brinda la oportunidad de viajar hacia el lugar donde nuestra profunda dicha se encuentra con alguna profunda necesidad del mundo" —Parker J. Palmer

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Gracias a Clarisse Meyer por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Hay una cuesta, en la ruta que hago con más frecuencia cuando salgo a correr, que siempre es exigente.

No importa lo en forma que esté, pasar por ahí significa corazón galopante, pulmones agitados y ácido láctico quemando las piernas.

En esas andaba esta mañana cuando, justo antes de conquistar la cima, en el instante que iba más exigido, un oportuno accidente ocurrió: el cordón de una de mis zapatillas se soltó.

Atarme el cordón fue la excusa perfecta (no vaya a ser que lo pise y termine en el suelo) para tomar un pequeño descanso.

Y atándolo estaba cuando un relámpago de inspiración cruzó mi mente.

La vida te da lecciones donde menos lo esperas, y en ese momento decidió que aprendiera algo.

Ese travieso cordón me permitió tomar un respiro, alivió el padecimiento por el cual estaba pasando.

Pero también, ese pequeño accidente impidió que realizara un mejor entrenamiento.

La condenada cuesta, su dureza, no es mi enemiga, es mi amiga. Superarla sin detenerme me ayuda a mejorar mi condición física. La agonía que produce, beneficia.

Hay algunos momentos en la vida cuando nos vemos inmersos en difíciles retos. Se presenta una cuesta que nos pone a prueba.

Y también, en ocasiones, en medio de esas difíciles circunstancias, deseamos que algún cordón se suelte, que alguna oportuna fatalidad se presente y nos excuse de tener que dar esa batalla.

Si la desgracia se presenta, nos exime de luchar. Podemos abandonar con el honor intacto.

“No fue mi culpa, fue el destino el que lo quiso así”.

Es el caso del estudiante que desearía que una fuerte gripe le impidiera acudir el día señalado a ese trascendental examen.

El profesional que en secreto reza para que un apagón eléctrico le evite tener que dar una presentación ante clientes vitales para su compañía.

O la novia indecisa que piensa que si un familiar fallece, la boda se tendría que aplazar y así tendrá unos días mas para aclararse.

A Parker J. Palmer desde muy joven le auguraron un futuro brillante dentro de la academia. Su liderazgo y capacidad intelectual lo situaba como un candidato perfecto para presidir alguna de las universidades más prestigiosas del mundo.

Pero Palmer no opinaba lo mismo. Adoraba enseñar, pero le disgustaba verse en medio de la politiquería y las luchas de poder que hay dentro de las universidades.

Así que abandonó lo que cualquiera consideraría una carrera con un futuro brillante. Durante toda una década estuvo viviendo en una pequeña comunidad religiosa trabajando con cerámica y enseñando a pequeños grupos.

La gente no entendía, ni siquiera él mismo lo hacía, como alguien con un doctorado y un futuro tan ilustre por delante podía abandonarlo todo para dedicarse a hacer platos y tazas.
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Ese desconcierto cobró un alto precio. Parker Palmer entró en una profunda depresión. Y en medio de esa oscuridad comprendió una dolorosa lección:
Uno de los más dolorosos descubrimientos que hice en medio de la oscuridad del bosque de la depresión, fue que una parte de mi quería permanecer deprimido. Mientras permaneciera aferrado a esa muerte en vida, todo sería más fácil; se esperaría muy poco de mí y ciertamente no se esperaría que sirviera a otros.

… no había comprendido la perversa comodidad que en ocasiones obtenemos de la muerte en vida, eximiéndonos a nosotros mismos del desafío de usar nuestros dones en servicio de otros.
La depresión fue el cordón suelto en la vida de Palmer. Permanecer deprimido era la excusa perfecta para no enfrentar los retos que la vida le estaba poniendo enfrente.

Cuando estemos en medio de una difícil prueba, no imploremos por contratiempos que nos alivien la carga. Pidamos má fuerza y coraje para seguir avanzando sin detenernos.
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Si necesitas tiempo a solas, quizá eres más inteligente de lo que piensas 

28/11/2016

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"Necesito soledad para mi escritura. No como la de un ermitaño, eso no sería suficiente, sino como la de un  muerto" —Franz Kafka

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Gracias a Evan Clark por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Al final de su trascendental libro, El Origen de las Especies, Charles Darwin escribió que esperaba que su teoría diera un nuevo fundamento al estudio de la psicología humana.

Sin embargo esto no fue lo que ocurrió. Mucho tiempo tuvo que pasar antes de que empezaramos a estudiar los vínculos entre evolución, selección natural y nuestra mente.

La reciente ‘Teoría de la felicidad en la Sabana’ propone que las respuestas emocionales de las personas tienen su origen en la Sabana africana, en donde hemos pasado la mayor parte del tiempo de nuestra historia evolutiva.

Los psicólogos hace tiempo descubrieron que las relaciones sociales juegan un papel fundamental en el bienestar emocional (lease, felicidad) de los seres humanos. Cuanto más tiempo pasamos con familia y amigos, más felices somos.

Al contrario, la falta de relaciones afectivas está relacionada con depresión, problemas de salud y mortalidad temprana.

Esta dependencia de otros puede ser explicada como una adaptación a la vida en la sabana.

Las buenas relaciones con amigos y familiares eran vitales para la supervivencia. Estos lazos facilitaban la caza, compartir alimentos, la defensa contra depredadores u otras tribus y hasta la crianza de los descendientes.

No obstante, aunque esto se aplica a la gran mayoría de las personas, existe un pequeño grupo para los que no es así: quienes poseen una inteligencia superior.

Una investigación publicada este año encontró que las personas muy inteligentes, a diferencia del resto de la población, no eran tan felices cuando su vida social era agitada.

La explicación sugerida por los investigadores es que estas personas tienen mayores probabilidades de estar comprometidos con proyectos y metas de largo plazo. Así que una vida social animada los distrae de sus ambiciosos objetivos. Cuanto más comparten, menos avanzan.

El prolífico y muy galardonado novelista Philip Roth es un ejemplo incuestionable de lo anterior. El autor vive una vida recluida en favor de su arte.

(Vía The Creative Habit)
Vive solo en el campo. Trabaja siete días a la semana, se despierta temprano y camina hacia un estudio de dos habitaciones a cincuenta metros de su casa. Permanece en el estudio todo el día, y hasta que llega la noche: nada entra. Al final de la tarde hace largos paseos, a menudo tratando de resolver las conexiones y problemas en la novela que trabaja. "Yo vivo solo, no hay nadie más por quien ser responsable, o con quien pasar tiempo”, dijo Roth. "Mi horario es absolutamente mío. Por lo general escribo todo el día, y si quiero volver al estudio en la noche, después de la cena, lo hago; no tengo que sentarme en la sala porque alguien más ha estado solo todo el día. No tengo que sentarme allí y ser entretenido o divertido. Salgo y trabajo dos o tres horas más. Si me despierto a las dos de la mañana, esto ocurre raramente, pero a veces sucede, y algo se me ha ocurrido, enciendo la luz y escribo en el dormitorio. Tengo libretas de apuntes por todos lados. Leo todas las horas que quiero. Si me levanto a las cinco y no puedo dormir y quiero trabajar, salgo y voy a trabajar. Así que trabajo, estoy de guardia. Soy como un médico cuando hay una emergencia. Y yo soy la emergencia".

Roth ha reducido al mínimo el número de partes móviles en su vida. Cerca de su escritorio conserva dos pequeños letreros, en uno se lee: "Permanece quieto", en el otro: "Ningún esfuerzo adicional", estos son recordatorios para evitar la tentación y no hacer nada más que cinco cosas esenciales: comida, escritura, ejercicio, sueño y soledad. Podría sonar como una vida sombría y aislada, excepto por el hecho de que Roth vive feliz y en un estado de gloria realizada…
Y concluye Roth:
Es una experiencia maravillosa, vivir así es mi mayor placer. Creo que para cualquier novelista tiene que ser el mayor deleite vivir una vida muy austera.
Así que si te angustia tener una agenda muy movida, bien. Eso es buen síntoma. Quizá eres más inteligente de lo que pensabas. ¡Enhorabuena!
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La autora de Harry Potter sobre los beneficios del fracaso

24/11/2016

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"Fallar me enseñó cosas sobre mí que no podría haber aprendido de otra manera. Descubrí que tenía una voluntad fuerte, y más disciplina de la que había sospechado" —J. K. Rowling

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La mega exitosa escritora de Harry Potter, J. K. Rowling, dio en 2008 un estupendo discurso durante la ceremonia de graduación de Harvard.
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En el habló de los beneficios del fracaso. Hace algo más de 20 años Rowling había tocado fondo. Estaba recién divorciada, sin empleo y con una pequeña niña por quien velar.  Su pobreza era angustiosa.

Son muchas las personas que durante sus momentos oscuros es cuando ven con mayor claridad. Ese fue el caso de Rowling.
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Abajo está el vídeo (está dividido en dos partes) y la traducción de uno de los fragmentos que más disfruté.
En este maravilloso día en el que nos hemos reunido para celebrar su éxito académico, he decidido hablarles acerca de los beneficios de fracaso.

Lo que yo más temía a su edad no era la pobreza, sino el fracaso.
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En última instancia, todos tenemos que decidir por nosotros mismos lo que constituye el fracaso, pero el mundo está bastante ansioso, si se lo permites, por darte un conjunto de criterios. Así que creo que es justo decir que de acuerdo con cualquier medida convencional, apenas siete años después del día de mi graduación, había fallado en una escala épica. Un matrimonio excepcionalmente corto había hecho implosión, estaba sin trabajo, era madre soltera y tan pobre como es posible serlo en la Gran Bretaña moderna, sin ser un sin techo. Lo que habían temido mis padres que me ocurriera, y lo que yo misma temía, ambas cosas habían ocurrido, y según cualquier estándar habitual, yo era el mayor fracaso que conocía.

Ahora no me voy a parar aquí y decirles que el fracaso es divertido. Ese fue un período de mi vida oscuro, no tenía ni idea de que se iba a convertir en lo que la prensa ya ha representado como una especie de final de cuento de hadas. No tenía idea de qué tan largo sería aquel túnel, y durante mucho tiempo, la luz al final del mismo era una más esperanza que una realidad.

Entonces, ¿por qué hablo de los beneficios del fracaso? Simplemente porque el fracaso significó un despojo de lo no esencial. Dejé de fingir que era algo diferente de lo que en realidad era, y empecé a dirigir toda mi energía a terminar el único trabajo que me importaba. Si hubiera tenido éxito en alguna otra cosa, nunca habría hallado la determinación para triunfar en el único terreno al que realmente creía que pertenecía. Me había liberado, porque mis mayores temores se había realizado, y todavía estaba viva, y aún tenía una hija a la que adoraba, y tenía una vieja máquina de escribir y una gran idea. Y así, el fondo de la fosa se convirtió en la base sólida sobre la que reconstruí mi vida.

Es posible que nunca falles en la escala en que yo lo hice, pero fracasar alguna vez en la vida es inevitable. Es imposible vivir sin fallar en algo, a no ser que uno viva con tanta cautela que tal vez termine no viviendo en absoluto; en cuyo caso, habrá fallado por anticipado.

Fallar me enseñó cosas sobre mí que no podría haber aprendido de otra manera. Descubrí que tenía una voluntad fuerte, y más disciplina de la que había sospechado. También descubrí que tenía amigos cuyo valor estaba muy por encima del precio de los rubíes.

El conocimiento de que has salido más sabia y más fuerte de los contratiempos significa que, después de todo, podemos estar seguros de nuestra capacidad para sobrevivir. Uno nunca puede realmente conocerse a sí mismo, o la fuerza de sus relaciones, hasta que ambos han sido probados por la adversidad. Tal conocimiento es un verdadero regalo, porque ha sido ganado con dolor, y vale más que cualquier diploma que me haya ganado.

Si tuviera una máquina del tiempo, me gustaría decirle a mi yo de 21 años, que la felicidad personal radica en saber que la vida no es una lista de verificación de adquisiciones o logros…  La vida es difícil y complicada, y escapa del control total de una persona, y la humildad para reconocer eso te permitirá sobrevivir a sus vicisitudes.
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Meditar te conduce hacia la empatía y la tolerancia

23/11/2016

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"La compasión no es una relación entre sanador y herido. Es una relación entre iguales. Sólo cuando conocemos bien nuestra propia oscuridad, podemos estar presentes en la oscuridad de los demás. La compasión se vuelve real cuando reconocemos nuestra humanidad compartida" —Pema Chöndrön

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Gracias a Joshua Earle por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Durante las instrucciones de seguridad que dan en los vuelos, se recomienda que en caso de emergencia nos pongamos primero la mascarilla de oxígeno, y luego ayudemos a los demás a ponerse la suya.

En principio esto puede parecer egoísta, ¡sálvate tú primero y luego piensa en los demás! Pero no es así.

La razón por la cual debemos asegurarnos nosotros antes, es que si estamos bien, podemos ayudar a otros de manera más efectiva. Pero si, por el contrario, nos falta el aire, de poca utilidad seremos.

La filosofía budista (que en ocasiones es también señalada como egoísta) nos hace la misma sugerencia. Nos invita a que primero nos pongamos a salvo, para luego ayudar.

Son los ex alcohólicos, no los actuales alcohólicos, los que mejor pueden contribuir a que otros abandonen la adicción.

Para poder curar, debemos antes sanarnos a nosotros mismos.

La meditación es el instrumento, la medicina que utiliza el budismo para cultivar un espíritu más sano y positivo.

Meditar es un ejercicio de control de la atención. Nos concentramos en algo, puede ser la respiración, una palabra, una imagen, o en lo que sea. Lo importante es fijar la atención, no en que la fijas.

La concentración no es el estado normal de la mente, esta tiende de forma natural a vagar sin rumbo. Así que cuando estamos meditando, es decir, fijando la atención en algo, nuestra mente se rebela y busca regresar a su estado errante.

Cada vez que surgen los pensamientos durante la meditación, lo que debemos hacer es, con gentileza, traerla de vuelta la atención hacia el objeto con el cual estamos trabajando.

Como consecuencia de este ejercicio, lo que ocurre es que empezamos a ser más conscientes de la clase de pensamientos que proliferan en nuestra mente.

Este no es un beneficio menor. Es la manera cómo podemos cambiar nuestra vida por completo.

Por lo general, los seres humanos vamos por la vida totalmente inmersos, hipnotizados por el monólogo interno que se desarrolla dentro de nuestra cabeza. Tan cautivados vamos que somos incapaces de reparar en su existencia.

El escritor norteamericano David Foster Wallace utilizó la siguiente metáfora para ilustrar lo poco conscientes que somos de lo que pasa por la mente.
Están estos dos jóvenes peces nadando y se encuentran con un pez más viejo que iba en dirección contraria, este saluda con la cabeza y dice: "Buenos días, muchachos, ¿cómo está el agua?" Los dos jóvenes continúan nadando un poco más, luego uno de ellos mira al otro y dice: "¿Qué diablos es el agua?".
El monólogo es el agua. Y la meditación es el instrumento que nos permite ser conscientes de su existencia.

Lo que hacemos con la meditación es ganar cierta distancia, crear un espacio desde el cual podemos observar con una actitud más neutral lo que ocurre dentro de nuestra mente.

Podemos ver con curiosidad, desapego y mayor ecuanimidad, la cantidad de negatividad que hay en ese monólogo interno.

Inseguridad, egoísmo, vanidad, celos… abundan dentro de la narrativa que gobierna al cerebro.

Por supuesto, también se producen pensamientos de los buenos: compasivos, altruistas, optimistas, amables. Pero la negatividad existente es en muchas ocasiones paralizante y abrumadora.

Cuando somos conscientes de esta condición, una actitud más compasiva, tolerante y amable hacia los demás, y hacia nosotros mismos, emerge de forma natural.

Resulta mucho más difícil juzgar a otros con severidad si conocemos los muchos defectos que nosotros mismos poseemos. Percibir la viga en nuestro propio ojo, nos hace más tolerantes con la paja en el ojo ajeno.

Reconocemos a nuestros semejantes como seres que, de la misma manera que hacemos nosotros, también luchan por evitar el dolor y el sufrimiento.

Y esta es la manera como empezamos a irradiar felicidad y ayudar  a los demás. Cuando somos más calmados y tolerantes, todos a nuestro alrededor se benefician de esa actitud.

Una sola persona, con actitud positiva, es capaz de disolver la negatividad que intoxica una atmósfera, y crear las condiciones para que surjan la amabilidad y la tolerancia dentro de ella.

Dice El Dalai Lama que su religión es la bondad. Yo quiero que sea la mía también. Si queremos ver un mundo más justo, compasivo y amable, debemos empezar por ser más justos, compasivos y amables nosotros mismos. Debemos primero erradicar la enfermedad de nuestros propios corazones.

Ser el cambio que queremos ver.

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Viralidad Responsable

22/11/2016

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"Si usted posee sabiduría, permita que otros enciendan sus luces en ella" —Margaret Fuller

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Gracias a LoboStudioHamburg por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Cada vez que aprendo algo nuevo o interesante, me divierte mucho ver la urgencia que nace en mí por contarlo o comentarlo.

Un impaciente impulso me domina y me empuja a transmitir, al primer desprevenido que pille, lo que he descubierto.

Y cuando tengo a mi víctima tranquilamente conversando, no me importa si esa conversación guarda alguna relación con la impaciente idea que llevo dentro. Lo que ocurre es que voy conduciendola, a veces con sutileza y otras con descaro, hacia el terreno propicio donde puedo soltar mi urgida carga.

Me avergüenza reconocer que muchas veces es mi pobre hija la víctima, con sus escasos siete años, me mira con cara de acertijo cuando le hablo sobre ‘la ilusión del libre albedrío’ o sobre ‘la naturaleza impermanente del yo’.

La urgencia por transmitir aquello que nos parece divertido, novedoso, útil o interesante, nos viene implantada de fábrica. Madre naturaleza la ha dejado ahí para su beneficio propio.

El deseo intenso de transmitir las ideas novedosas, es el mecanismo por el cual la selección natural se asegura de que las innovaciones descubiertas por alguien, beneficien a la mayor cantidad posible de individuos.

Si descubro algo nuevo, pero me lo callo, la novedad muere conmigo y no beneficia a nadie más.

Para que eso no ocurra, madre naturaleza nos
“invita”, causandonos profunda angustia psicológica, a que contemos lo que acabamos de aprender.


Este impulso biológico es la razón que explica la viralidad con la cual se extienden algunas noticias, comentarios, videos, etc. por Internet.

Cuando vemos algo interesante compartimos.

La generosidad informativa ha desempeñado un papel clave en la evolución de nuestra especie.

La transmisión de información ha permitido que cada nueva generación avance sobre los logros de la anterior, haciendo que nuestro progreso sea acumulativo.

Con las otras especies no ocurre igual, si el león descubre una manera más eficiente de cazar, no puede transmitirla y por lo tanto sus descendientes no se beneficiarán de ella.

Hoy en día existen muchos medios para transmitir información con gran facilidad y eficiencia. Con un esfuerzo mínimo podemos compartir noticias con nuestros amigos, familiares y seguidores.

Y, “con gran poder, llega gran responsabilidad”.

Pienso que todos tenemos el deber moral de vigilar lo que estamos compartiendo.  Podemos compartir información que ayude a nuestros allegados a ser más productivos, mejores personas, más saludables, creativos…

O podemos servir de cámara de resonancia para lo peor de la condición humana, y dedicarnos a compartir artículos vulgares o de inútil superficialidad.

Todos tenemos una atención limitada. De la misma manera que el tamaño del estómago limita la cantidad de comida que podemos ingerir; nuestro tiempo disponible limita la capacidad de información que consumimos.

Si llenamos nuestra panza con comida basura, evitaremos que entren a nuestro organismo alimentos nutritivos. Lo mismo ocurre con la información, ocupar nuestra atención con información mediocre o inútil, impide que podamos consumir la que nos puede ayudar a prosperar y avanzar.

Cuando ayudamos a que la vulgaridad, el odio y la estupidez se hagan virales, impedimos que aquellos que más nos importan consuman contenido nutritivo y provechoso.


Mi invitación es a que antes de dar “Compartir”, pensemos un poco si hay algún beneficio en esa acción. Si no es así, no contribuyamos a que ese virus siga infectando mentes y corazones.
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Los experimentos nunca fallan

21/11/2016

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"No seas demasiado tímido y quisquilloso con tus acciones. Toda la vida es un experimento. Cuantos más experimentos hagas, mejor" —Ralph Waldo Emerson

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Gracias a Hans por la imagen (clic sobre ella para más info.)
En muchas ocasiones nuestra dependencia de los resultados es tan grande que termina paralizándonos.

Si no tenemos certeza de que las cosas van a salir bien, preferimos la inmovilidad.

Necesitamos estar seguros de que nos dirán que si, antes de invitar a salir a esa persona que nos gusta.

Si no estamos seguros de que nuestra idea de negocio va a funcionar, no damos el salto.

Si dudamos de que el nuevo proyecto pueda ser aprobado, no lo proponemos.

Pero como tu ya sabes, nuestro anhelo de certeza no es más que una ilusión. Es imposible saber de antemano si algo va a funcionar.

Una aproximación más interesante es considerar las cosas como experimentos.

Considerar a la vida misma como un gran experimento e ir realizando pequeñas pruebas. Conservando lo que funciona y descartando y aprendiendo de lo que no.

De esta manera no hay fracaso posible, pues los experimentos nunca fallan. Estos son llevados a cabo para reunir información, para probar hipótesis.

Si una hipótesis no resulta cierta, intentamos otras.

El procedimiento más habitual cuando necesitamos comprarnos pantalones nuevos es ir a la tienda, probarnos algunos, y luego decidirnos por el que creemos es la mejor opción.

Cuando vemos que un pantalón que no cumple con nuestras expectativas (léase, ‘no hace lucir bien el trasero’), no decimos: “¡maldita sea! he fracasado otra vez”.

Lo que hacemos es probarnos el siguiente. Y el siguiente. O quizá buscamos en otra tienda. Y después en otra... Hasta que encontramos la opción más conveniente y compramos.

Estamos  llevando a cabo pequeños experimentos, reuniendo datos. Aprendiendo. Y luego, con la información recopilada, decidimos con base en lo que funciona y descartamos lo que no.

Por desgracia, esta buena metodología no la aplicamos a otras áreas de nuestra vida. O a toda ella.

Queremos saber que no vamos a fracasar antes de intentar algo nuevo. Esto, simplemente, no es posible.

Cuando intentemos algo audaz o innovador, es bueno decirnos a nosotros mismos: “quizá esto no funcione y no pasa nada si es así”.

De esta manera nos liberamos de la tiranía de los resultados y adoptamos una mentalidad a prueba de fracasos, pues los experimentos nunca fallan.
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Como hacer tu trabajo incluso cuando no te apetece

20/11/2016

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Alguien le preguntó una vez a Somerset Maughham si escribía en un horario regular o sólo cuando era tocado por la inspiración: "Yo escribo sólo cuando la inspiración llega—respondió— afortunadamente aparece cada mañana a las nueve en punto"

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Consistencia y confianza son dos características que distinguen a los ganadores.

Las personas confían en ellos porque producen resultados con regularidad.

Una y otra vez nos maravillan con su gran trabajo.

Lo más admirable es que incluso lo hacen cuando no les apetece, cuando están cansados, no se sienten inspirados o cuando están desmotivados.

Nosotros, el resto de los mortales, dependemos de si nos entran ganas o no de hacer las cosas.

Desearíamos estar más en forma, pero hoy no apetece ir al gimnasio. Mejor aquí en el sofá, viendo la tele.

Desearíamos avanzar en nuestra educación, pero con este cansancio no provoca leer. Mejor ojeo la revista con los chismes de las celebridades.

Desearíamos pasar más tiempo con la familia, pero es que he tenido un día horrible. Mejor sigo bajando por Facebook.

Los ganadores no dependen de su estado de ánimo. No dependen de si les apetece o no. Ellos hacen lo que deben hacer. Punto. Sin excusas.

Mohamed Ali, considerado el mejor boxeador de todos los tiempos lo expresó de esta manera:

"Odiaba cada minuto de entrenamiento, pero me dije, 'No renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón'"

A Alí no le apetecía entrenar, pero eso no le impedía hacer su trabajo, no permitía que sus sentimientos interfirieran.

Esa actitud es la misma de otro gran campeón, Arnold Schwarzenegger, quien triunfó como culturista, como actor, como político y como empresario.

"Las últimas tres o cuatro repeticiones son las que hacen que el músculo crezca. Es cuando duele lo que diferencia al campeón de alguien que no lo es. Eso es de lo que la mayoría de la gente carece, tener las agallas para seguir y decirse a sí mismos que, no importa lo que suceda, van a continuar a pesar del dolor".

¿Y cómo podemos desarrollar nosotros esa misma actitud? La respuesta está en los hábitos.

Cuando logramos que una acción se transforme en un hábito, esta ya no obedece a nuestros estados emocionales, deja de depender de nuestra fuerza de voluntad y su ejecución se convierte en automática.

Para lo bueno y para lo malo, los hábitos tienen un enorme poder sobre nosotros. Estos nos hacen actuar incluso cuando no lo deseamos. “Las cadenas de los hábitos son muy livianas para que las sintamos, hasta que se hacen muy pesadas para ser rotas”, afirmó Samuel Johnson.

Los hábitos son el armazón que sostiene nuestras vidas. Si la diferencia entre los buenos y los malos hábitos que poseemos es amplia en favor de los primeros, tenemos muchas probabilidades de prosperar. “Las personas exitosas -afirma Brian Tracy- son simplemente aquellos con hábitos exitosos”. Pero si son los segundo los que nos gobiernan, vamos a tener que luchar.

Ahora bien, antes de que nuestras acciones triunfadoras se conviertan en hábitos, debemos resolver el problema de hacerlas aun cuando no nos apetece.

Esto es lo que recomienda la doctora Heidi Grant Halvorson, quien es la investigadora principal en Neuroleadership Institute:
¿Quién dice que necesitas esperar hasta que te apetezca hacer algo para empezar a hacerlo?

Realmente no sé por qué creemos esto, porque es absurdo al 100%. Si, en algún momento debes estar comprometido con lo que estás haciendo (necesitas querer ver el proyecto terminado, o estar más saludable, o lograr comenzar más temprano tu día). Pero no necesitas sentir ganas de hacerlo.

Muchos de los artistas, escritores e innovadores más prolíficos lo han sido en parte debido a la consistencia de sus rutinas de trabajo, las cuales les obligan a trabajar cierto número de horas al día, sin importar lo poco inspirados (o, en muchos casos, el tamaño de la resaca) que se sentían.

Así que si tú estás ahí sentado, aplazando algo porque no te apetece hacerlo, recuerda que en realidad no necesitas querer hacerlo para empezar. No hay nada que te detenga.
Y así es, el que no deseemos hacer algo no significa que no podamos hacerlo. Lo que debemos hacer es trabajar hoy. Y mañana de nuevo. Luego hacerlo el siguiente día. Hasta que se convierta en un hábito.

Así que abre el archivo y empieza a realizar ese reporte que llevas aplazando toda la semana. No, no lo pienses. Actúa.
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Fines de semana, tu arma secreta para el exito

17/11/2016

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"Los emprendedores no tienen fines de semana, o cumpleaños, o días festivos. Todos los días son mi fin de semana, mi cumpleaños o mis vacaciones. O, todos los días son día de trabajo. Todo es cuestión de decidir" —Richie Norton

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Gracias a M. H. Nichols por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Durante los primeros meses del verano logré llegar al que quizá ha sido mi peso más bajo durante los últimos 20 años. Incluso las ariscas abdominales, aunque tímidas, ya empezaban a asomar.

No es que me hubiera embarcado en una estricta operación bikini (bueno, quizá un poquito si). Simplemente los meses anteriores había estado entrenando para correr mi primer maratón y, dada la exigencia del desafío, había estado cuidando mucho mi peso.

Quería correr tan ligero como me fuera posible. El exceso de equipaje se paga más caro en un maratón que en un vuelo low cost.

Cumplido el desafío afloje un poco las riendas, me tomé un respiro en la exigente rutina de ejercicio y también alegré mi dieta. Luego vino el verano y las riendas se aflojaron aún más. No digo que el caballo iba desbocado, pero si al galope jubiloso.

Obvio, los kilos llegaron. Los primeros entraron sigilosos sin que apenas se notara su presencia. Luego llegaron más. Y siguieron llegando. Hasta que se hicieron inocultables.

Hacia el final del verano decidí que ya era suficiente. No había más tiempo que perder. Era hora de ponerme manos a la obra. Así que empecé a vigilar más mi alimentación y a ejercitarme con mayor rigor.

Sin embargo los resultados no han sido los esperados. Con tristeza me doy cuenta de que la capa polar se está derritiendo a un paso mas acelerado que la grasa de mi tripa. Según mis cálculos, mes arriba o mes abajo, a este ritmo me tomará unos setenta años volver a donde estaba.

Por fortuna el problema está identificado: son los fines de semana.

De lunes a viernes soy riguroso con mi alimentación, pero el fin de semana me lo tomo con más calma y entonces reverso una gran parte del terreno ganado.

De esta manera, si pretendo ponerme en forma de nuevo con rapidez, debo dejar de considerar a los fines de semana como pequeñas vacaciones.

Los fines de semana, como cualquier otro día, son también oportunidades para seguir avanzando hacia nuestras metas. Para cambiar, para crecer, y para seguir evolucionando. ¡Para perder peso!

No obstante, con las prisas y el cansancio que acumulamos durante la semana, es normal que al final de ella deseemos salirnos un poco de la rutina, ser un poco más indulgentes con nosotros mismo.

Sin embargo, si usamos los fines de semana con inteligencia, estos se convierten en un recurso estratégico muy valioso que nos puede ayudar a avanzar en nuestras metas de largo plazo.

Por ejemplo, si te sientes atrapado en un trabajo que hallas poco satisfactorio, puedes utilizarlos para cavar el túnel hacia tu libertad. Puedes dedicarte a adquirir nuevas habilidades que te permitan salir de la prisión con forma de cubículo.

También los puedes utilizar para darle impulso a tu capacidad innovadora, cargando tu cerebro con información que te permita conectar ideas de forma novedosa.

Esto es lo que hace Andrew Ng, el cofundador de Coursera, también creador del proyecto de inteligencia artificial Google Brain y ahora director de I. A. en el gigante tecnológico chino Baidu.

Ng dedica las tardes de los sábados a llenar su cabeza con nuevos conocimientos que le permitan mantener su vena innovadora fresca.
Mi actividad favorita del sábado por la tarde es estar sentado solo en casa leyendo.

Leo mucho y también paso una buena cantidad tiempo hablando con gente. Yo creo que dos de las maneras más eficientes de aprender, de obtener información, son leyendo y hablando con expertos. Así que paso bastante tiempo haciendo ambas. Me avergüenza un poco los más de mil libros en mi Kindle. Y probablemente he leído cerca de dos tercios de ellos.

Cuando hablo con investigadores, cuando hablo con personas que quieren ser emprendedores, les digo que si uno lee reportes de investigación de manera consistente, si estudia seriamente media docena de artículos a la semana, y lo hace durante dos años, después de esos dos años habrás aprendido mucho. Esa es una inversión fantástica en su propio desarrollo a largo plazo.

Esta es una forma de inversión, aunque si pasas un sábado entero estudiando en lugar de viendo la televisión, no hay nadie allí para darte una palmadita en la espalda o para decirte que hiciste un buen trabajo. Lo más probable es que lo que aprendiste estudiando todo el sábado no te hará mucho mejor en tu trabajo el lunes siguiente. Hay muy pocos, casi ningún premio a corto plazo para estas cosas. Pero es una fantástica inversión a largo plazo. Así es realmente cómo uno se convierte en un gran investigador, tienes que leer mucho.
Hoy es viernes, empieza el fin de semana. Es una buena oportunidad para continuar con tu crecimiento, para avanzar en tus objetivos, para ser más feliz. ¿Tienes planes?

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22 frases que te inspirarán en los momentos adversos

16/11/2016

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Gracias a J. Scott Rakozy por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Hay días en los que el sol brilla con generosidad e intensidad. Y, de repente, como de la nada, aparece una nube gris que lo oscurece todo.

De igual manera ocurre en nuestras vidas. A veces brilla el sol y otras hay tormenta.

Las dificultades son inevitables. Todos tenemos un vaso de amargura (o mejor, más de uno) esperándonos para que lo bebamos.

Sentimos como si poderosas olas, una tras otra, vinieran a derribarnos sin darnos tiempo de sacar la cabeza y respirar un poco.

Sin embargo (y lo digo por experiencia propia, pues me han revolcado unas cuantas), si permitimos que las dificultades se conviertan en nuestras maestras, nos convertiremos en mejores personas, con mayor sabiduría y mayor resistencia.

Estaremos mejor preparados para la siguiente ola de adversidad que se presente.

Las siguientes son una frases que espero te ayuden cuando te enfrentes a difíciles pruebas.
1. Todo el mundo lleva dentro una buena noticia. ¡La buena noticia es que aún no sabes lo grandioso que puedes ser! ¡Cuánto puedes llegar a amar! ¡Todo lo que puedes lograr! Y cuál es tu potencial —Anne Frank

2. Nunca harás nada en este mundo sin coraje. Es la mayor cualidad de la mente, muy próxima al honor. —Aristóteles

3. Los malos tiempos tienen valor científico. Estas son las ocasiones que un buen estudiante no desperdiciaria. —Ralph Waldo Emerson

4. Transforma tus heridas en sabiduría. —Oprah Winfrey

5. No hay mejor educación como la adversidad. —Disraeli

6. La mejor preparación para el mañana es hacer lo mejor posible hoy. —H. Jackson Brown, Jr.

7. La adversidad tiene el efecto de producir talentos que, en circunstancias prósperas, habrían permanecido latentes. —Horacio

8. La verdad es que los momentos en los cuales podemos llegar a ser  lo mejor que podemos ser, tienen más probabilidades de ocurrir cuando nos sentimos profundamente incómodos, infelices o insatisfechos. Porque sólo en esos momentos, impulsados por esa incomodidad, es que es probable que salgamos de nuestro camino y empecemos a buscar diferentes senderos o respuestas más verdaderas. —M. Scott Peck

9. El carácter no puede ser desarrollado en la tranquilidad y la comodidad. Sólo mediante la superación de adversidad y sufrimiento el alma puede ser fortalecida, la ambición inspirada y el éxito alcanzado. —Helen Keller

10. Cuando una puerta se cierra, otra se abre; pero a menudo nos quedamos mirando y lamentando tanto la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros. —Alexander Graham Bell

11. Las oportunidades para encontrar poderes más profundos dentro de nosotros llegan cuando la vida nos parece más difícil. —Joseph Campbell

12. Y una vez que la tormenta ha terminado, no recordarás cómo lo lograste, cómo lograste sobrevivir. Ni siquiera estarás seguro de si la tormenta realmente ya terminó. Pero una cosa es cierta. Cuando salgas de la tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso es de lo que se tratan las tormentas —Haruki Murakami

13. La gente más hermosa que he conocido son aquellos que han conocido la adversidad, que han luchado, que han conocido la pérdida, y que han encontrado su camino para salir de las profundidades —Elisabeth Kübler-Ross

14. Las dificultades fortalecen la mente, como el trabajo hace con el cuerpo. —Seneca

15. Enfrentar desafíos en la vida es inevitable, ser derrotado es opcional. —Roger Crawford

16. Una gema no puede ser pulida sin fricción, ni el hombre perfeccionado sin adversidad. —Proverbio chino

17. No existen grandes personas en este mundo, sólo grandes desafíos a los que la gente común se eleva para cumplirlos. —William Frederick Halsey, Jr.

18. Cuando me olvido de lo que soy, me convierto en lo que puedo ser. —Lao Tzu

19. Lo que sea que puedas hacer o soñar que puedes hacer, empiézalo. La audacia trae consigo genio, poder y magia. —Johann Wolfgang von Goethe

20. Estoy agradecido a todos los que me dijeron NO. Gracias a ellos lo estoy haciendo yo mismo. —Albert Einstein

21. La mejor venganza es un éxito masivo. —Frank Sinatra

22. Dos caminos aparecieron en el bosque, yo tomé el menos transitado y eso ha hecho toda la diferencia. —Robert Frost
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    pablo a. arango

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