Las notas del aprendiz
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En busca de las semejanzas

29/9/2016

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"No estamos tan lejos, los dos vemos la misma luna"

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Esta mañana iba yo corriendo y de repente pude escuchar la música que salía de un coche estacionado.

Lo que sonaba era algo semejante a un rap. Se oía una voz que parecía mas bien estar hablando en lugar de cantando, y había un poco de música de fondo.

Como pasé rápido junto al coche, no porque esté muy en forma sino porque era una bajada, no pude enterarme sobre qué trataba la canción. Pero si alcancé a ver que dentro del auto una chica prestaba completa atención a su letra. Estaba absorta.

Debo confesar, con vergüenza, que mi reacción inicial fue un poco desdeñosa. Claramente la chica estaba muy interesada en lo que estaba escuchando, y a mi me pareció difícil de creer que ese tipo de música tenga mensajes tan profundos que requieran ese grado de atención.

Tontos prejuicios prejuicios los míos.

Por fortuna, en fracciones de segundo surgió en mi mente otro pensamiento, uno más amable y fraternal.

En lugar de pensar en las diferencias me fijé en las semejanzas. Ella, como yo hago con los libros, estaba buscando entendimiento, deseaba claridad. Como yo, buscaba respuestas donde cree que las puede encontrar.

De inmediato surgió en mí un sentimiento de camaradería; estábamos unidos por nuestra incertidumbre.

La realidad es que todos andamos un poco perdidos. Esto de vivir es a veces enredado y las respuestas a todas nuestras dudas no se hayan en el fondo de una caja de cereal. Así que buscamos por donde podemos.

​Pero no es sobre nuestras dudas existenciales sobre lo que me quiero detener, es sobre 
la bendita manía que tenemos  los seres humanos de andar juzgándonos y comparándonos los unos a los otros. Como hice al principio con aquella entusiasta del rap.

Miramos a un lado y decimos: “esa está más gorda que yo” y ahhh… una brisa tibia acaricia a nuestra alma. O, “a mi vecino lo acaban de nombrar en un puestazo”; mier*a. “Vaya novio más bueno y encantador se consiguió la tonta esa”, arrrgg.
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Comparamos de todo: inteligencia, atractivo físico, riqueza, posesiones, logros, comportamiento de los hijos, éxito…

Este es un hábito mental perjudicial, y nos conduce a sentimientos malsanos: egoísmo, avaricia, celos, inseguridad, ansiedad o excesivo orgullo.

Ahora bien, ¿cómo podemos abandonar ese mal hábito? Aplicando la fórmula contraria. Cuando te sorprendas fijandote en las diferencias, juzgándote a ti y a los demás, piensa en su lugar en las semejanzas. Las primeras producen sentimientos de alejamiento y las segundas de confraternidad, compasión y afinidad.

Son muchas más las cosas que nos unen que nuestras diferencias. Todos los seres humanos compartimos las mismas necesidades: amor, conexión, seguridad, libertad, etc.

Todos, aunque nos empeñemos en aparentar lo contrario, libramos dentro de nosotros tremendas luchas; estamos llenos de inseguridades, miedos, vergüenzas y muchas otras cosas más.

Así que vernos los unos a los otros con ojos compasivos es más apropiado que vernos con ojos competitivos.
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Sin límites

28/9/2016

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"Muchos de nuestros sueños en un primer momento parecen imposibles, luego parecen improbables, y después, cuando convocamos a nuestra voluntad, pronto se vuelven inevitables" --Christopher Reeve

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Gracias a Christopher Sardegna por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Muchos de nosotros tenemos sueños secretos aplazados o, peor aún, abandonados de forma definitiva.

Algunos desearíamos escribir un libro, o ser cantantes; o quizá tu sueño sea cambiar de profesión, viajar por el mundo, contribuir con el bienestar de muchas personas…

Sin embargo cuando comparamos ese gran anhelo con nuestra situación actual, cuando comprendemos lo lejos que estamos; los recursos, los conocimientos y las habilidades que nos hacen falta; nos decimos: “es imposible”.

Y no, no es imposible, o para suavizarlo un poco: casi nunca es imposible. Nuestro error radica en que evaluamos la situación con un marco temporal inadecuado. Observamos nuestro gran sueño con lentes de corto alcance.

Cuando vemos todo lo que nos hace falta, y entendemos que no podemos eliminar esas carencias en cuestión de semanas, meses, o cuando mucho un año, es cuando nos parece inalcanzable.

Pero si nos ponemos los lentes para ver de lejos. Si dejamos de pensar en semanas y meses, y consideramos plazos mucho más amplios: lustros, décadas; lo imposible se convierte en probable. Los límites desaparecen.

La realidad es que si estamos dispuestos a trabajar durante años para adquirir las habilidades necesarias para llevar a cabo nuestro sueño, nuestras opciones de triunfo se multiplican de manera espectacular.

Cada uno de nosotros podemos ser muy buenos en cualquier cosa que nos propongamos. No mañana. Ni pasado. Tampoco en seis meses. Pero quizá en cinco años sí, y en diez seguro que seras un mega crack.

Yo me imagino que tu, al igual que yo, tienes planes de permanecer por el vecindario los próximos diez años. Entonces, ¿por qué no darle una oportunidad a ese gran sueño? ¿Por qué no empezar a trabajar desde ahora para que la próxima década sea una llena de satisfacciones y logros? La mejor de tu vida.

Y no importa la edad que tengas. Si tienes 20, 40, 60 u 80, que mas da. Siempre hay tiempo para hacer realidad nuestros sueños.

​Hace unos meses leí la historia de una señora de 80 años que se apasionó por la
dinastía ptolemaica, debido a su interés empezó a investigar y a leer cuanto pudo encontrar sobre el tema. A los 90 años la diligente anciana era una gran autoridad mundial en esa dinastía, y era invitada con frecuencia a dar charlas y conferencias.


La cuestión es creer que es posible, y después trabajar para que sea una realidad. Convicción y acción son la fórmula secreta del éxito. De tu éxito.
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Y tu, ¿también huyes de tus súper-poderes?

27/9/2016

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"Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos más allá de cualquier medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, admirable, talentoso y grandioso? En realidad, ¿por qué no puedes serlo?... Tu timidez no le sirve al mundo. No hay nada iluminado en encogerse para que otras personas no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos estamos destinados a brillar, como lo hacen los niños... No está en sólo algunos de nosotros; se encuentra en todos. Y cuando permitimos que nuestra luz brille, inconscientemente damos permiso a otras personas a hacer lo mismo. A medida que nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente libera a otros"
—Marianne Williamson

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Para aquellos que tenemos hijos pequeños (aunque la locura fue mayor en las niñas), Frozen, la película de Disney, fue todo un suceso.

Elsa y Anna, sus personajes principales, causaron un gran furor entre muchos chicos. Durante algún tiempo vivimos una verdadera frozenmanía que parecía que jamás iba a terminar.

Aunque es una película infantil, el argumento y su mensaje es algo que atañe tanto a chicos como a grandes. De él podemos extraer importante sabiduría.

Cada una de las adorables hermanas tiene que resolver su propio desafío. El de Anna es el amor. Desde muy pequeña se ha tenido que enfrentar a la soledad y a la falta de afecto. Sus padres murieron en un naufragio y su hermana la abandonó por temor a hacerle daño con su incontrolado poder.

Anna necesita amor con desesperación. Desea tenerlo más que cualquier otra cosa. Pero debe aprender a distinguir entre el amor verdadero, aquel que implica dolor y sacrificio, y un deslumbramiento pasajero.

Por su parte, Elsa nació con poderes extraordinarios que no sabe cómo controlar. Su desafío es dejar de huir de ellos. No ignorarlos y abandonar la lucha que tiene contra sí misma, contra su verdadera esencia.

Todos y cada uno de nosotros nacimos con grandes poderes. Y, como Elsa, a menudo los ignoramos y les damos la espalda.

No, yo no estoy diciendo que si te concentras con gran vigor serás capaz de congelar los mares y las montañas. Tampoco podrás volar si te atas un trapo al cuello. Y lo de doblar cucharas con la mente ya se demostró que era un fraude.

Nuestro poder reside en nuestro potencial. En nuestra capacidad, aún sin límite conocido, para aprender y desarrollar habilidades extraordinarias.

Las personas que han alcanzado grandes y admirables proezas no son diferentes a ti y a mi. No son extraterrestres ni han sido tocados por mágicas hadas otorgándoles inmerecidos privilegios.

Si, yo se que es más cómodo y consuela mejor pensar que sus triunfos son el resultado de haber ganado la lotería genética, y disponer de grandes ventajas desde el nacimiento; en lugar de reconocer que sus obras se deben a años de paciente y dedicado esfuerzo.

También se que a diferencia de Elsa, quien conocía desde muy joven sus poderes, la mayoría de nosotros no sabemos cuales son. Estos están ocultos dentro de nosotros y debemos buscarlos con paciencia e ilusión.

Pero esa búsqueda vale la pena. Es la puerta de entrada a la aventura más maravillosa que podemos encontrar: vivir una vida que adoremos.


Una de las cosas más excepcionales de los seres humanos es que pueden ser extraordinarios en casi cualquier cosa que se propongan. Gozamos de una capacidad ilimitada para desarrollar nuevas habilidades.

La clave reside en encontrar aquello que de verdad nos inspira, las cosas que de verdad nos apasionan.

Yo, por ejemplo, siento gran respeto y admiración por quienes tocan un instrumento musical, o por aquellos capaces de pintar hermosos cuadros o utilizar sus manos para esculpir atractivas figuras. Pero ese tipo de habilidades no son las que me entusiasma aprender. Yo prefiero los deportes. Disfruto más intentando patinar —cosa que hice hace poco— o practicando saltos y volteretas con mi hija gimnasta.

Lo que cada uno de nosotros debe descubrir es lo que le apasiona, aquello que captura por completo su atención y lo hace olvidarse del hambre, el cansancio y hasta del paso del tiempo. Lo que te hace fluir.

Cuando hallamos eso, nuestro súper poder, casi todo es posible. No hay límites para aquello que podemos alcanzar.

Vivir una vida que exprese nuestra esencia no es una quimera. Es algo que la mayoría podemos hacer. Y como lo dije antes, vale la pena intentarlo.
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Cómo sacar partido de la pereza

26/9/2016

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Yo no soy perezoso, solo estoy en mi modo "ahorro de energía"

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Gracias a Kalen Emsley por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Hace un par de semanas un amigo que estuvo de visita por su pueblo natal me trajo de regalo un delicioso queso de cabra curado en aceite.

Para empezar a disfrutar del apetitoso obsequio, lo partí en trozos y lo traslade con su aceite a un recipiente de cristal.

Sin embargo, al poco tiempo mi mujer trajo a casa queso fresco y después de unos días empecé a notar que cada vez que me apetecía algo de queso tomaba un poco del fresco en lugar del curado. ¿La razón? Conveniencia.

Comer del queso curado significa manchar un plato, además de mis manos, con aceite. En cambio con el otro podía cortar un trozo y llevarlo en la mano sin necesidad de manchar nada más.

Cómo era menos trabajoso comer del fresco terminé consumiéndolo más.

Algo similar me ocurrió con unas aceitunas. Con frecuencia a la hora de la merienda me apetecen algunas. Sin embargo, durante un par de semanas estuve sin comerlas. ¿La razón? Otra vez, conveniencia.

Resulta que al organizar la nueva compra del supermercado, el frasco de las aceitunas quedó en el fondo de un cajón, y para acceder a él tenía que vaciar casi todo lo que había en el mismo. Como las aceitunas ya no estaban tan a la mano, empecé a merendar otras cosas.

El factor conveniencia es conocido desde hace tiempo por los expertos en formación de hábitos. Y funciona en ambos sentidos, facilita abandonar aquellos hábitos que queremos dejar y ayuda a prosperar a los que nos convienen.

Por ejemplo, en cuestión de dieta, resulta muy provechoso dejar los alimentos saludables visibles y asequibles, y aquellos que debemos evitar o comer muy poco, en lugares de difícil acceso.

Los seres humanos tendemos a evitar los esfuerzos innecesarios, venimos cableados de fábrica para conservar calorías. Así que si dejamos los alimentos “prohibidos” en lugares apartados, nuestra natural pereza nos ayudará a consumirlos menos.

Y si lo que quieres es hacer más ejercicio, debes escoger un gimnasio cercano a tu lugar de trabajo o a tu hogar, y cuyos horarios te resulten convenientes. Si te matriculas en una clase de Yoga al otro extremo de la ciudad, ya estás en una buena posición para fracasar. ​

​​Y yo aquí lo dejo, tanto hablar de comida hizo que me diera hambre. Hasta la próxima.
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Las listas de tareas, ¿sirven?

22/9/2016

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"No es suficiente con estar ocupado. La cuestión es, ¿en que estamos ocupados?"
—Henry David Thoreau

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Cuenta Platón en La República que estaba Sócrates conversando animadamente con sus contertulios sobre cómo sería el estado ideal.

Discutían sobre cuál sería la mejor manera de educar a los guardianes de dicho estado, cómo criar a los niños, el papel de la mujer, los derechos sobre la propiedad, quienes deberían mandar… Entonces uno de ellos, Glaucón, lo interrumpió con estas palabras:
Pero Sócrates, se me figura que si se te deja proseguir, nunca llegarás al punto esencial cuya explicación aplazaste antes. Se trata de saber si un estado semejante es posible y cómo lo es.
Y Sócrates, que era del todo consciente de la diferencia entre lo imaginado y lo ejecutado, contesta:
¿Es posible ejecutar una cosa precisamente como se la describe? ¿No está, por el contrario, en la naturaleza de las cosas que la ejecución se aproxime menos a lo verdadero que el discurso?
Las diferencias entre lo idealizado, lo utópico, y lo ejecutado, están por todas partes. Yo me enfrento a ello a diario con mi lista de tareas, con las cosas que deseo hacer durante el día.

Lo usual es que haya diferencias, a veces sustanciales, entre lo que planeo hacer y lo que en realidad hago.

Los seres humanos tendemos a sobreestimar las cosas que podemos hacer en un período de tiempo. No somos muy buenos calculando cuánto tardará una cosa en ser realizada. ¿Conoces alguna gran obra de infraestructura terminada a tiempo?

Por lo general pecamos de optimistas e imaginamos que tomará menos de lo que en realidad tarda.

También ocurre que al planear nuestro día no consideramos muchas tareas menores que debemos hacer: vestirnos, conducir, lavarnos los dientes, llamadas inesperada, tareas del hogar, responder correos, uff.

Somos pésimos teniendo todo eso en cuenta.

Si sumamos lo que pasamos por alto más nuestro natural optimismo, encontraremos la diferencia entre nuestros planes y nuestras obras.

Ahora bien, ¿son entonces inútiles las listas de tareas? Aunque existen diferentes opiniones sobre el asunto, basta con buscar en Google para darse cuenta, yo considero que no.

Las listas de tareas nos ayudan a pensar de manera anticipada en aquello que queremos realizar y cuales son nuestras prioridades. De esta manera sabremos a que debemos darle preferencia.

Un plan, por malo o utópico que sea es mejor que no tener ninguno.

Una de los beneficios de crear listas de tareas diarias de forma consistente es que empiezas a darte cuenta de lo que en realidad eres capaz de hacer en un día.

Cuando al final de la jornada revisas las tareas hechas y las que quedaron por hacer, notarás que empiezan a emerger patrones. Podrás apreciar con mayor precisión cuánto tardas en realizar algunas de tus tareas habituales y de esta manera ajustar según convenga.

Otra de las cosas que también notarás es que los días perfectos son tan escasos como los unicornios. Es muy difícil tener una jornada libre de distracciones, interrupciones y sobresaltos de última hora. Así que conviene dejar espacio para acomodar los inesperados habituales.

Una de las máximas de la gestión es que “lo que no se mide no se puede gestionar”. Las listas de tareas diarias es una forma de controlar y, de esta manera, gestionar tu productividad personal.

Y hoy, quien no produce no prospera.
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La sabiduría que no poseemos... aún

21/9/2016

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"[Una biblioteca] es como una bodega [de vinos], conviene no bebérsela toda"
—Jean-Claude Carrière

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Cuando me ve llegar a su puesto cargado de libros, algunos de volumen imponente, levanta la mirada al cielo, menea la cabeza, y con una sonrisa condescendiente, me dice: “Pablo es que eres muy ansioso, ¿para que te los llevas todos hoy?”.

Si, soy culpable de avaricia lectora. Tengo la mala costumbre de prestar en la biblioteca más libros de los que puedo leer en dos semanas. Así que tengo que renovar el préstamo una y otra vez hasta que termino de leerlos.

Para mi fortuna, las encantadoras bibliotecarias de las bibliotecas cercanas a mi casa son muy pacientes y tolerantes conmigo.

Pero lo que me ocurre con los libros electrónicos es todavía peor. Si los libros por leer de las bibliotecas son un poco más de una decena, los libros descargados en mi lector se cuentan por cientos. Y por supuesto, una gran cantidad de ellos están sin leer.

A mi me gusta tener los libros que me voy a leer cerca, siempre a la vista, desafiándome y reprochándome que aún no lo haya hecho. Son al mismo tiempo un estímulo y un recordatorio de mi inmensa ignorancia.

Y al igual que el estadístico, ensayista y erudito Nassim Taleb, considero que son más importantes los libros que no he leído que los que ya leí.
[U]na biblioteca privada —afirma Taleb— no es un apéndice para estimular el ego, sino una herramienta para la investigación. Los libros leídos tienen mucho menos valor que los no leídos. Nuestra biblioteca debería contener tanto de “lo que no sabemos” cómo nuestros medios económicos, la hipoteca y el mercado de la propiedad inmobiliaria nos permitieran colocar. Acumularemos más conocimientos y más libros a medida que nos hagamos mayores, y el número creciente de libros no leídos sobre los estantes nos mirará con gesto amenazador.

En efecto, cuanto más sabemos, más largas son las hileras de libros no leídos. A esta serie de libros no leídos la vamos a llamar antibiblioteca.
El recientemente fallecido Umberto Eco era un poseedor de una gran ‘antibiblioteca’ como la llama Nassim Taleb. Repartidos entre sus casas tenía más de 50.000 libros. Hagamos cuentas: si una persona se lee dos libros a la semana (¡una cantidad más que respetable!) durante 70 años, alcanzará a leer 7.280 libros. Con estas cuentas en mano, podemos estar seguros que el sabio Umberto Eco dejó muchos de sus tesoros sin descubrir.

En el libro Nadie acabará con los libros, Eco se refiere a su inconmensurable biblioteca:
A los que vienen a mi casa la primera vez, descubren mi biblioteca y no encuentran nada mejor que preguntarme: «¿Los ha leído todos?», tengo diferentes maneras de responder. Un amigo mio contestaba: «Aún más, señor, aún más».

Por mi parte, tengo dos respuestas, la primera es: «No, estos libros son los que tengo que leer la semana que viene. Los que ya he leído están en la universidad». La segunda respuesta es: «No he leído ninguno de estos libros. Si no, ¿para qué los tendría?»… La verdad es que todos nosotros tenemos en casa decenas,o centenares, a veces millares (si nuestra biblioteca es imponente) de libros que no hemos leído.
​
La biblioteca es la garantía de un saber.
"El verdadero conocimiento —afirmó Confucio—, es comprender la extensión de nuestra propia ignorancia". Los libros no leídos, la antibiblioteca, nos recuerdan lo mucho que nos falta por conocer.
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Una derrota sólida

19/9/2016

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"Cuando llega la derrota, acéptela como una señal de que sus planes no son sólidos, revise esos planes y zarpe de nuevo hacia su codiciado objetivo" —Napoleon Hill

No, no salió bien.

El 18 de julio me puse como objetivo perder entre seis y siete kilos de peso en dos meses. Yo sabía de la dificultad de la empresa por el periodo en el cual la estaba realizando: el alegre verano. Y sin embargo decidí seguir adelante.

Pues bien, el ambiente festivo de esta época y sus interminables tentaciones me lo pusieron muy difícil, y terminé ganando en lugar de perder peso (casi cuatro kilos).

Por fortuna no todo salió mal. Aunque falle en la dieta, con el ejercicio no lo hice. De nuevo estoy corriendo y yendo al gimnasio con regularidad.

Ahora que pasaron las vacaciones y vuelvo a la rutina, y ya no hay excusa para no cuidar mejor la dieta. Así que desde hoy mismo empiezo a trabajar para lograr mi objetivo: llegar a mi peso ideal.

​Como lo había prometido aquí están las fotos del antes y el después. El próximo mes por estas mismas fechas les contaré como voy avanzando. ¡Deseadme suerte!


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Tres cosas necesarias para ser un gran aprendiz

19/9/2016

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"Para desarrollar un buen pensamiento crítico se requiere humildad intelectual y un saludable respeto por la magnitud de lo que no sabemos" —Edward Hess

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Gracias a Gaelle Marcel por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Durante muchos siglos y hasta hace muy poco, la educación necesaria para poder ganarse la vida se adquiría durante 15 o 18 años y, una vez terminado ese período, no era necesario seguir estudiando.

Las cosas cambiaban muy poco, el progreso no ocurría a la vertiginosa velocidad que ocurre hoy. Así que una vez aprendíamos lo necesario, bastaban unas pocas actualizaciones para permanecer al día.

Hoy ya no es así. Las cosas avanzan tan rápido que es imposible mantener el paso de los avances de la ciencia y el progreso tecnológico.

Uno de los campos donde esto es más dramático es en la medicina. Los médicos hoy no tienen tiempo para leer todas las publicaciones de las investigaciones realizadas. Ni siquiera alcanzan a leer los resúmenes.

Aunque el conocimiento se multiplica a escala exponencial, haciendo imposible seguir su paso, no significa que debamos darnos por vencidos. Lo que debemos hacer es convertirnos en aprendices más efectivos.

Edward Hess, en su libro Learn or Die: Using Science to Build a Leading-Edge Learning Organization (Aprende o muere: Usando la ciencia para construir una organización de vanguardia en el aprendizaje), señala los tres conceptos que favorecen el aprendizaje:

  1. “Aceptar la magnitud de nuestra ignorancia”. Supongamos que nuestro conocimiento es un pequeño círculo y lo que está por fuera de él es lo que desconocemos. A medida que avanza nuestro aprendizaje, el círculo se expande y su mayor perímetro pone en evidencia la magnitud de lo que no sabemos. Cuanto más sabemos más conscientes somos de todo lo que ignoramos.
  2. “Tenemos que considerar todo lo que sabemos cómo sujeto a revisión basados en nueva evidencia”. Tenemos la tendencia a considerar nuestro conocimiento como algo que debe ser protegido y defendido. Nos aferramos a él como se aferra el mendigo a un trozo de pan. Sin embargo, el buen aprendiz anda en busca de la verdad y por eso no duda en desechar lo que antes consideraba como verdadero cuando nueva evidencia le enseña que estaba equivocado.
  3. “Y lo más importante, debemos entender que nuestro valor como profesionales no radica en lo que sabemos,  sino en lo eficaces que somos aprendiendo”. Como lo dijimos antes, el conocimiento cada vez tiene una fecha de caducidad menor. Debido a ello, lo que sabemos hoy no es tan importante como nuestra capacidad para aprender, pues aprender con rapidez es la única forma de eludir la obsolescencia.

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Correlación es diferente de causación

18/9/2016

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"Una de las primeras cosas que se enseñan en los libros introductorios de estadística, es que la correlación no es causalidad. También es una de las primeras cosas que se olvidan"
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—Thomas Sowell

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Gracias a Gadini por la imagen (clic sobre ella para más info.)
​Estaba yo leyendo y me encontré lo siguiente: “Las personas que toman suplementos vitamínicos tienden a vivir más y gozar de mejor salud”.

Aunque mi primer impulso fue ponerme los zapatos y dirigirme de inmediato a la farmacia; por fortuna decidí seguir leyendo y esperar para comprar las pastillitas de la (casi) eterna juventud. Algunos párrafos más tarde me encontré también con esto: “estudios clínicos han encontrado que tomar suplementos vitamínicos no tiene ningún efecto sobre la salud”.

¿Umm...?

La solución a la aparente contradicción radica en que la correlación no implica causación.

Si, es cierto que las personas que toman suplementos tienden a gozar de mejor salud; y también es cierto que los estudios realizados no han encontrado beneficios para las personas que los toman.

Resulta que quienes consumen este tipo de productos tienden a ser  personas que se preocupan y toman medidas para mejorar su salud. Además de tomar los suplementos, llevan un estilo de vida (dieta, actividad física, descanso) que los mantiene más sanos.

No son las pastillitas lo que los hace saludables, son las otras prácticas las que realizan el trabajo. Aunque existe una correlación, consumir suplementos no es la causa de la mejor salud de la que gozan estos individuos.

Otro ejemplo. Existe una fuerte correlación entre el consumo de chocolate y la cantidad de premios Nobel per cápita en un país. Cuanto más chocolate se consume más premios Nobel ganan los países por habitante.

Ehh… ¡espera! Antes de ir a embutirle a la niña todo el chocolate que te encuentres, a ver si la criatura se hace con el ilustre premio. Es bueno que sepas que este es otro de los casos en los cuales la correlación no implica causación.

El consumo de chocolate es un capricho que tienden a darse con mayor frecuencia los habitantes de países con mayores ingresos. En los países con menores recursos sus habitantes no ganan lo suficiente para consumir estas finuras amenudo.

La naciones ricas (donde se consume más chocolate) gozan de mejores sistemas educativos y mayores recursos para la investigación. Estas son la verdadera causa de la obtención de los premios.

Ahora bien, la causación si implica correlación, si A causa B, entonces A y B están necesariamente correlacionadas.

Por ejemplo, las temperaturas climáticas extremas están correlacionadas con un mayor consumo de electricidad. Es este caso si existe una relación causal: cuando hace mucho frío o calor, las personas utilizan más la calefacción y los aires acondicionados.

Entender la diferencia entre causación y correlación, es indispensable para mejorar nuestro pensamiento crítico y no dejarnos confundir  por muchas de las noticias que aparecen en los periódicos, revistas e Internet.

​Una vez más, correlación no implica causación.
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Una dulce(?) conspiración

15/9/2016

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"La respuesta simple a por qué engordamos es que los carbohidratos son los responsables; las proteínas y las grasas no" —Gary Taubes

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Son muchas las cosas buenas que trae consigo el verano: días más largos, la playa, las piscinas, más ocasiones para disfrutar con amigos y familia… Y, como no, una de mis favoritas: las barbacoas.

Las carnes asadas al carbón son mi debilidad.

En las reuniones junto al fuego y la parrilla a las que asistí, además de los acostumbrados invitados: chorizos, morcillas, tocinos y demás, a menudo se colaba un invitado no muy bienvenido: la culpa.

Cuando la deliciosa materia adiposa de las viandas empieza a chisporrotear; con frecuencia aparece quien, con fingido alivio, dice: “ya está soltando la grasa”. Lo que significa que si suelta la grasa el pecado es menos severo.

El temor que aún persiste hacia la grasa es una evidencia clara del éxito de la industria del azúcar en su campaña difamatoria hacia este noble nutriente.

(Si, hubo un complot ¡Hay pruebas! Y no, no soy propenso a creer en teorías conspiratorias. Para mi Elvis está muerto, el hombre sí llegó a la luna y todavía no hay pruebas de que los extraterrestres están entre nosotros.)

Hacia finales de la década de los sesenta, los científicos empezaron a investigar el aumento de las enfermedades cardiacas que se presentaba entre la población.

Había dos hipótesis sobre las cuales se estaba trabajando: una que era la grasa la culpable y la otra que era el azúcar.

Tristemente triunfó la hipótesis errónea (ahora ya sabemos porqué) y las consecuencias sobre la salud pública no tardaron en aparecer: en pocos años la tasa de obesidad se duplicó. Hoy en el mundo mueren más personas por enfermedades relacionadas con el sobrepeso que por falta de alimentos.

El lunes, el New York Times publicó un artículo en el que relata como ejecutivos de la Asociación del Azúcar, hace 50 años, pagaron a algunos científicos para que echaran por tierra los hallazgos que vinculaban al azúcar con las enfermedades cardiacas, y culparan en su lugar a la grasa.
Por desgracia, escribe David Ludwig en su libro Always Hungry, este “experimento” no resultó bien. En la década de 1960, los estadounidenses comían más del 40 por ciento de las calorías en forma de grasa. Hoy en día, la ingesta de grasa se acerca al límite del 30 por ciento recomendado por el gobierno, pero la tasa de obesidad se ha disparado, como se muestra en la figura.
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La Asociación del Azúcar en su página de internet reconoce que debieron ser más “transparentes” con relación al financiamiento de investigaciones, y alega también que es muy difícil para ellos hablar sobre hechos ocurridos hace 60 años.

Sin embargo, las malas prácticas no son cosa del pasado. Hace apenas un año el mismo New York Times publicó otro artículo en el que denunciaba como Coca-Cola (la productora de bebidas azucaradas más grande del mundo), estaba financiando con millones de dólares investigaciones que buscaban desvirtuar el vínculo entre obesidad y el consumo de gaseosas.

Por fortuna, hoy cada vez son más los investigadores que están saliendo en defensa de la grasa y señalando hacia los verdaderos culpables: el azúcar y los carbohidratos refinados.

La cuestión es de sentido común. La grasa ha estado presente en nuestra dieta desde siempre, desde el inicio de nuestra especie, así que nuestro organismo está bien adaptado para su consumo. Por el contrario, el azúcar y los hidratos refinados son inventos más bien recientes (algo así como 200 años), por lo tanto, nuestro cuerpo aún no ha evolucionado para lidiar con ellos de forma apropiada.

Es una pena que durante tanto tiempo hallamos persistido en una política equivocada y dañina. Pero también debemos celebrar que por fin se está corriendo el velo y estamos empezando a ver la realidad. Una realidad que siempre estuvo visible.
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    pablo a. arango

    Lector. Escritor. Coach. Emprendedor.
    Las Notas del Aprendiz está dedicado a ayudarte a comprender que significa vivir una gran vida y como puedes conseguirlo.
    Mi misión: Inspirar y guiar la transformación de las personas. Contribuir para que sean su mejor versión y puedan vivir con mayor felicidad y satisfacción.
    Espero disfrutes la conversación

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